francisco i 1No era un secreto. Como a quién no le importa que todos sepan lo que piensa hacer, el Papa Francisco se lo había dicho al mundo en su primera aparición pública, a las 20:24 de la noche: "Mañana quiero ir a rezar a la Virgen, para que cuide a toda Roma". Y a las 8:05 h. en punto, en su primera salida del Vaticano, el recién elegido Romano Pontífice llegaba en un sencillo coche de la gendarmería vaticana a la Basílica de Santa María La Mayor, la iglesia más antigua y más grande de Roma dedicada a la Virgen. Por una de las puertas laterales; por ahí es por donde el nuevo Pontífice de la Iglesia católica ha querido acceder.

Nada más entrar, el Papa se ha dirigido hacia la imagen de Nuestra Señora "Salus Populi Romani" (Protectora del Pueblo Romano), acompañado, entre otros, del cardenal Santos Abril, arcipreste titular de la Basílica, una de las cuatro grandes de Roma, cuyo protocanónigo es el Rey de España, y el cardenal vicario para Roma, Agostino Vallini.

El Santo Padre, después de dejar a la Virgen un ramo de flores en el altar, ha rezado en silencio durante unos 10 minutos delante del altar mayor, debajo del que hay una cripta con una reliquia del pesebre de Belén. También ha acudido a la llamada Capilla Sixtina, donde está el altar en que San Ignacio de Loyola celebró su primera misa en Roma, en la noche de Navidad de 1538, "un lugar, ha señalado el Padre Lombardi, muy significativo para los jesuitas". Y. por último, el nuevo Romano Pontífice ha querido también rezar delante de la tumba de San Pío V.

Dentro de la Basílica, el Papa Francisco ha saludado tanto al Cabildo del templo, confesores y pastores, como a todo el personal que trabaja allí, y a los fieles y periodistas que se ha encontrado a su paso.

Y el Santo Padre se ha ido como ha llegado: con un séquito y una escolta mínima, y acompañado por el prefecto de la Casa Pontificia, Georg Gaenswein. Pero, de camino, el Romano Pontífice, ha vuelto a sorprender. Primero al dirigir un cariñoso saludo a unos escolares; y después, cuando ha solicitado a su conductor que aparcara en la vía de la Scrofa (cerca de la Piazza Navona), en la Casa Internacional del Clero, donde estaba residiendo antes de comenzar el Cónclave. El Papa ha recogido sus pertenencias, ha pedido la factura, y ha pagado como un cliente más.