(Una mirada desde Lima)
Por Gustavo Espinoza M.(*)
La historia cuenta que, habiendo llegado Simón Bolívar al puerto del Callao el 1 de septiembre de 1923, y luego de ser investido de amplios poderes por el Congreso de la República, lo primero que hizo para asegurar la victoria independentista en nuestro suelo, fue eliminar al ejército de José de la Riva Agüero, quien era a la sazón el Presidente del Perú, y enviar a Jauja al Marqués de Torre Tagle para negociar la rendición de los españoles. Muy poco tiempo después, el Libertador debió disponer la captura de este singular emisario, acusándolo de conspirar contra él, en provecho del Virrey La Serna y los españoles.
Estas amargas experiencias probablemente le confirmaron al discípulo de Simón Rodríguez la opinión que tenía formada. Mucho antes, en 1815, en su extensa y célebre “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”, el Libertador había dicho: “El Perú encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero, lo corrompe todo; el segundo, está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en el tumulto, o se humilla en las cadenas. Aunque estás reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia, las merece Lima”.
A continuación, y en el mismo texto, afirmaba: “Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia; los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las persecuciones tumultuarias y establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si consigue recobrar su independencia”.
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A despecho de la extensión de la cita, cabe señalar que esta contiene dos elementos complementarios: la realidad del Perú en los años de la colonia, y la perspectiva que se abriría al Perú en el caso de recuperar la independencia.
Ocurrió, como se sabe que en esta tierra, para la vieja aristocracia tradicional, el régimen colonial no concluyó en 1821, ni siquiera en 1824, cuando finalmente los españoles se vieron forzados a capitular definitivamente y abandonar los territorios ocupados en esta parte del mundo. Creen, inclusive, que el coloniaje continúa y que lo único que ha cambiado, es el idioma y el amo. Ya no dicen “si”, sino “yes”; y no miran a Madrid, allende los mares, sino al norte, en dirección a Washington, esa misma fuerza que al decir de Bolívar estaría dispuesta “a plagar América de hambre y de miseria, en nombre de la libertad”.
En nuestro tiempo los peruanos podríamos decir lo mismo: el oro no solo corrompió a la clase dominante —los herederos por línea directa de Riva Agüero y de Torre Tagle— sino también a muchos de los antiguos siervos que continúan confiando en los poderosos y les brindan servil acogida.
Encandilados por falsas promesas y demagógicas palabras, pero sobre todo por el rico mineral que ellos no extraen del suelo sino que obtienen procesado, se reúnen cada cierto tiempo en sospechosos cónclaves en los que “intercambian ideas” para la batalla que libran de modo cotidiano contra pueblos y naciones.
Así acaba de ocurrir en Lima cuando en los predios de una boyante Universidad privada y bajo el rimbombante título de “América Latina, oportunidades y desafíos”, se dieron cita “personalidades” de la región convocados con un mismo y solo propósito: enfrentar a los pueblos que luchan hoy por dejar de ser siervos, y que buscan hacer algo que quería Bolívar: recobrar su independencia.
Convocados por Mario Vargas Llosa, y bajo el membrete de una supuesta “Fundación Internacional para la Libertad”, se juntaron, entre otros. El colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, un ex alcalde de Caracas Antonio Ledesma, el uruguayo Julio María Sanguineti —de triste recuerdo en su país—, el chileno Arturo Fontaini, el ecuatoriano Oswaldo Hurtado, el terrorista de origen cubano Carlos Alberto Montaner; y algunos más, financiados todos por una retahíla de consorcios transnacionales empeñados en la misma monserga..
Estos descendientes en línea directa de Riva Agüero y Torre Tagle siguen teniendo al frente -como adversarios naturales- al Libertador Bolívar y a sus descendientes, liderados por Hugo Rafael Chávez Frías, pero sobre todo al pueblo venezolano al que le acaban de advertir que quizá tengan —el próximo 14 de abril— una “ultima oportunidad” de ser -como ellos- “enteramente libres” es decir, simples lacayos del Imperio.
Repudió concitó esa ofensiva en el mismo Foro en el que se desarrollara el evento. Una banderola de apoyo a Cuba fue izada por un núcleo de activistas de la solidaridad, y luego la socióloga Linda Lema fue obligada a retirarse por haber rebatido a uno de los ponentes que atacara al Presidente Chávez.
Esta cita, más la campaña de prensa que los grandes medios han desatado en el Perú contra Venezuela —su pueblo y su gobierno—, da una idea de lo que realmente está en juego en el suelo llanero, y que tendrá incidencia decisiva en el Perú y en el resto de América Latina.
Cuba, una vez más, ha estado en el candelero, pero también Ecuador y Bolivia; todos colocados a partir de un mismo prisma en la condición de “enemigos” de del orden establecido.
Que nuestro país -el Perú- está en la mira de las preocupaciones del Imperio, no lo duda nadie. Por su ubicación geográfica, su historia, su cultura, pero por el mismo hecho de haber sido el centro vital del Poder Virreinal durante 300 años; el Perú asoma en el continente como una plaza fuerte por la que se habrá de dar batallas decisivas en la lucha por la nueva independencia de América. Eso explica las constantes visitas de funcionarios de la Casa Blanca y el Pentágono, las inversiones foráneas, las citas internacionales, la presencia de exquisitos invitados; pero, sobre todo, la ofensiva ideológica y política del Imperio desatada en nuestro suelo.
Las tres consultas electorales —2010, 2011 y la más reciente: marzo del 2013— arrojaron aquí, resultados que en nada complacen a quienes asoman hoy como dueños del mundo. Hace tres años, tuvieron la desdicha de perder el control real sobre Lima y más recientemente fueron vencidos en el intento por recuperar su dominio total sobre la ciudad capital. Y hace dos, fueron rechazados en una consulta nacional que puso en cuestión su hegemonía social. Los sesudos analistas de la clase dominante en todas esas circunstancias se esforzaron en explicar cómo el “fenómeno chavista” había influido en las decisiones electorales peruanas.
Antes de cada consulta se empeñaron a fondo para asegurar que, de perder la carta suya, Venezuela se apoderaría del Perú y nos convertiría en virtuales colonias. Cuando fueron derrotados, se esforzaron por decir que “el peligro de Chávez”, subsistía. Hoy, machacan la misma monserga con fines altamente sospechosos, y rentables. No perciben -ni admiten- la simple idea que la mayoría de los peruanos no son ya siervos, sino ciudadanos conscientes seguros de su destino.
Lo que ocurre es que el próximo 14 de abril el pueblo venezolano acudirá a las urnas para confirmar su voluntad bolivariana y asegurar el mandato presidencial que recibiera el año pasado el Comandante Chávez. Y la derecha continental ve lo que ocurre en Caracas como un ejemplo para nuestros países.
El Imperio, sus estrategas y voceros suman fuerza para ver si les resulta posible cambiar la realidad y obtener un retroceso en la marcha de la historia. Pero los sectores realmente democráticos y progresistas, confirman la idea de la irreversibilidad del camino recorrido. Y es que éste, no es nuevo. Se afirma en más de 200 años de lucha y cobra aliento en el mensaje de los libertadores, desde Francisco de Miranda hasta nuestros días.
Nicolás Maduro, el abanderado del pueblo de Venezuela, es amigo del Perú y mantiene aquí lazos de amistad y de solidaridad constantes. Nos visitó en su momento como Canciller de Venezuela y estuvo en el Congreso de la República compartiendo con personalidades ciudadanas identificadas con los intereses de los pueblos. También nos recibió en Caracas. Hoy, al frente de la gestión gubernativa, tiene el honroso deber de cumplir el legado del Comandante Chávez, es decir asegurar la marcha de su pueblo. Allì radica hoy la suerte de América entera.
Con José Carlos Mariátegui y con nutridas experiencias de lucha, los peruanos le auguramos la victoria. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe