Por Gustavo Espinoza M. (*)
Singular expectativa ha despertado en toda America el proceso electoral venezolano previsto para el próximo domingo 14 de abril. En él, se marcará la hora de Venezuela en una circunstancia particularmente dramática para la humanidad, cuando los tambores de guerra del Imperio se sienten allende los mares y llegan —esta vez— hasta la península de Corea, como ayer andaban por las áridas montañas de Afganistán, o por el desierto iraquí.
En cada uno de los países de la región el “tema Venezolano” ha generado intensa polémica. Recientemente en Lima, por ejemplo, la Universidad de Ciencias Aplicadas organizó un debate en el que intervinieron diversos voceros contrarios a la experiencia bolivariana y ante los cuales el embajador de ese país en Lima, Licenciado Alexander Yanez, se batió con singular brillo y lucidez
Una mirada al escenario en debate debiera llevarnos a formular determinadas ideas básicas. Veamos:
La campaña propagandística que los grandes medios de comunicación hacen en torno a los comicios de Venezuela se empeña en asegurar que esta será, la primera elección “sin Chávez”. Allí, se equivocan los áulicos del Imperio, y sus despistados seguidores. Venezuela.”Sin Chávez”, no existe. Sería como América del sur, sin Bolívar; o Estados Unidos, sin Lincoln; o las matemáticas con Einstein y el cristianismo sin Jesús.
Lo que ocurre es que hay todavía quienes creen que la vida de las personas y su vínculo con la historia, comienza cuando ellos nacen y concluye en la circunstancia en la que fallecen. Pero eso no es así. La vida ha confirmado desde siempre que existe una conexión nítida en la conciencia de los pueblos que anuda experiencias y mensajes. Y que la palabra y los actos de los hombres se trasmiten de una generación a otra, dejando una huella inconfundible.
Chávez no está “fuera” de Venezuela hoy. Su ejemplo de lucha, su sacrificio infinito, su voluntad de entrega, del mismo modo que su vigor, ideas y coraje, están presentes en cada una de los votantes que habrán de definir el futuro de su patria. Incluso aquellos que voten por la candidatura de la oposición, no podrán negar que lo hicieron influidos por el pensamiento de Chávez y el recuerdo de su gestión, sólo que se sienten contra ella. ¿Cómo podría considerársele ausente, entonces el imbatible Comandante Bolivariano?
Los partidarios de un cambio regresivo en Venezuela insisten en considerar tanto la gestión de Chávez como el aún breve mandato de Nicolás Maduro como expresiones de una “dictadura”. Obvian lo evidente: en 13 años de gobierno en Venezuela hubo 14 consultas electorales nacionales en las que se consultó la opinión ciudadana desde políticas a seguir hasta el contenido constitucional, incluyendo por cierto la nómina de gobernantes y legisladores en todos los niveles ¿Qué clase de “dictadura” fue esa que indagó la voluntad de los venezolanos y la tomó rigurosamente en cuenta siempre? ¿Es que eso ocurrió en otros países de la región o aún del mundo? Cuando Augusto Pinochet se vio forzado a hacer un referéndum en Chile, lo perdió; y debió abandonar el Poder. Pero nadie se atrevió en nuestro continente a hacer un proceso revocatorio de su propia gestión, como si ocurrió en lo que se denomina “la administración chavista”.
Quienes adjudican el carácter de “dictadura” al gobierno de Chávez dicen, además, que Maduro es un “gobernante de facto”. Y eso, tampoco es cierto.
En Venezuela, a diferencia del Perú, por ejemplo, los comicios presidenciales permiten al elector designar al Presidente de la República, pero no escoger al Vicepresidente, como ocurre en nuestra legislación. El Presidente designa al Vicepresidente y este tiene el rango constitucional que la situación amerita. Y Nicolás Maduro era ya el Vicepresidente estando Hugo Chávez en funciones. Ante los fatales sucesos de Marzo debió mantener el cargo, y ejercerlo.
Curioso resulta que quienes proclamaron “Presidente de Venezuela” a Pedro Carmona —el líder de los empresarios venezolanos— luego del Golpe de Estado del 2003, se desgarren las vestiduras clamando que “a Maduro no lo eligió nadie” para que fuera Presidente. Podría preguntárseles a ellos ¿quién eligió a Carmona en ese abril golpista hace diez años? ¿Quién eligió al que de un sólo plumazo se hizo del gobierno, disolvió el Congreso, destituyó Magistrados y Jueces y pretendió encadenar al pueblo de Venezuela?
Es posible que Capriles Radonsky lo sepa, porque él estuvo estrechamente vinculado a esos golpistas y actuó en consonancia con ellos atacando incluso la sede diplomática de la embajada de Cuba, país al que detesta y contra el que apuntan hoy los fuegos de su agresiva campaña de odio y muerte.
El tercer tema, y quizá si el más importante, está relacionado con lo que significa hoy para América el gobierno bolivariano de Venezuela.
Hoy Venezuela es un país poderoso y grande. Recientemente, la CEPAL confirmó que la economía venezolana creció 5% durante el 2012, en una región cuyo promedio de crecimiento es del 3.7%. Las cifras indicaron también que Venezuela es hoy territorio libre de analfabetismo y que 1’800 mil personas han aprendido a leer y escribir en los últimos años. Que la pobreza situada en el 49.4 de la población, descendió al 26.7% y que la Pobreza Extrema fijada antes en el 21-7% cayó al 6.9% una de las cifras más bajas en toda la región.
Hoy Venezuela está abandonando el “modelo” monoproductor, secularmente alimentado por la “democracia tradicional” y está construyendo una economía sólida, variada, productiva y alimentaria, capaz de encarar y atender los requerimientos y necesidades de su población.
Pero, además, ha aportado decisivamente para que se haga carne y conciencia en la región el sentimiento soberano de nuestros libertadores. 200 años más tarde, los sueños de San Martín y Bolívar, Antonio José de Sucre, Artigas y Bernardo O`Higgins se hacen realidad y se concretan en construcciones monumentales, como UNASUR o la CELAC.
América Latina despierta entera a un nuevo proceso emancipador que va taladrando el Poder del Imperio y que afirma un sentimiento en el que se recogen los grandes ideales de los pueblos. Por eso, tras la sombra de Chávez que proyecta la imagen de Nicolás Maduro, asombran los rostros de las más descollantes figuras de América: Sandino, Prestes, Mariátegui, Allende, Guevara, Velasco y Fonseca.
La hora de Venezuela no es entonces la hora de un país. Es la hora de un continente. Pero también la hora de una verdad. En ella, aflora la vida y la conciencia de los pueblos convertida en victoria. El domingo 14 la elección de Nicolás Maduro, habrá de confirmarla. (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. / http://nuestrabandera.lamula.pe