Aleksandr Dunáev
 
Roma, 15 abr (Sputnik).- La declaración de Mario Draghi, que tachó de dictador a Recep Tayyip Erdogan, y la dura respuesta del presidente turco ponen de manifiesto la creciente tensión geopolítica entre Roma y Ankara, que compiten por influencia en Libia y en el Mediterráneo Oriental.
 
 
Mario Draghi recep tayyip erdogan 3
 
Un dictador con el cual hay que cooperar. Es así como el pasado viernes el primer ministro italiano Mario Draghi definió a Recep Tayyip Erdogan, al comentar el escándalo diplomático que surgió cuando, durante un encuentro entre el mandatario otomano y altos funcionarios de la UE, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se quedó sin silla.
 
“Muy mala educación, impertinencia total”, le respondió días después el presidente turco, recordando que, a diferencia de él, Draghi no fue elegido por el pueblo.
 
Si un personaje como Mario Draghi, el cual, a sus 73 años, tiene una enorme experiencia política, se expresa de manera tan rotunda, significa que hay algo que va más allá de una posible antipatía personal. Algo que no funciona entre Italia y Turquía.
 
MERCANCÍAS Y ARMAS
 
Erdogan declaró que, con sus palabras, Draghi “golpeó con un hacha las buenas relaciones bilaterales”. De hecho, en el campo económico los dos países alcanzaron un alto nivel de colaboración.
 
En Turquía está presente medio centenar de grandes empresas italianas, mientras el intercambio comercial rozó los 15.000 millones de euros en 2020, a pesar de todas las dificultades causadas por la pandemia del coronavirus.
 
Además, el país otomano es un importante mercado para la industria bélica italiana. Bombas, torpedos, misiles, helicópteros: entre 2013 y 2019 las exportaciones de municiones italianas superaron los 1.000 millones de euros.
 
Esta cooperación militar no se vio interrumpida ni siquiera por momentos de tensión diplomática. Por ejemplo, en octubre de 2019 el Ejército otomano lanzó una ofensiva contra las milicias kurdas en Siria y el canciller italiano Luigi Di Maio anunció que bloquearía las exportaciones de armas a Turquía. Sin embargo, el efecto de sus declaraciones fue nulo: para finales de 2019 Italia llegó a convertirse en el principal proveedor de armas europeo para Turquía, con un volumen de negocios de 338 millones de euros al año. Y en 2020 la cooperación militar continuó, pese a la pandemia.
 
TURCOS EN LIBIA
 
El cuadro comercial parece muy alentador, pero entre Roma y Ankara no todo son rosas. En el plan geopolítico los dos países, aun siendo aliados en el marco de la OTAN, no dejan de ser rivales.
 
La principal manzana de discordia es Libia. Ambos países apoyan el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) con sede en Trípoli, pero Ankara lo hace de manera mucho más activa.
 
En noviembre de 2019 Turquía y Libia firmaron un acuerdo sobre la delimitación de las zonas económicas exclusivas en el Mediterráneo Oriental. En práctica, los dos signatarios se repartieron territorios marítimos reclamados por Grecia y Egipto, con lo cual el documento fue considerado ilegítimo por Italia y el resto de la UE.
 
El acuerdo también establecía que el GNA podría pedir a Turquía asistencia militar en caso de necesidad. De hecho, en la primavera de 2020 Ankara envió mercenarios y material bélico a su aliado para frenar la ofensiva del Ejército Nacional de Libia (LNA).
 
Esta actividad otomana en el campo diplomático y militar está determinada por intereses económicos, vinculados en primer lugar a la extracción de los hidrocarburos. Además, los empresarios turcos están cada vez más presentes en el suelo libio, esperando poder tomar una parte activa en la reconstrucción del país magrebí después de años de guerra civil.
 
PALABRAS CONTRA HECHOS
 
Para Italia el país magrebí es un vecino, una excolonia y un importante socio comercial (uno de sus principales proveedores de hidrocarburos), por lo tanto, Roma ve con muy malos ojos esta creciente penetración turca.
 
Sin embargo, a la hora de competir con Turquía por los favores del GNA Italia tiene poco que ofrecer. En los días críticos de la ofensiva del LNA de hace un año, el apoyo que el Gobierno italiano prestó a Trípoli fue solo verbal. En general, en los últimos años Roma no logró elaborar una estrategia clara en el escenario libio y, por lo tanto, se vio obligada a seguir la línea trazada por Berlín y Washington.
 
Parece que Mario Draghi quiere cambiar la situación. Libia fue el primer país que visitó tras su nombramiento como primer ministro. Draghi habló de un “momento único” para reconstruir las relaciones entre los dos países y propuso reactivar el acuerdo de amistad, firmado en 2008 por Berlusconi y Gaddafi.
 
Una declaración que podría parecer prometedora. El problema es que pocos días después de la visita de Draghi el jefe del Ejecutivo libio Abdul Hamid Dbeibah eligió Ankara y no Roma como destino para su primer viaje internacional.
 
Durante su reunión con Dbeibah el presidente turco aseguró: “Seguiremos prestando nuestro apoyo militar a Libia. El acuerdo sobre las fronteras en el Mediterráneo se demostró estable y trajo estabilidad a la región”. A su vez, el primer ministro libio agradeció a su huésped otomano por la ayuda recibida.
 
De momento, el balance de fuerzas en el país norafricano se inclina claramente a favor de Turquía que es el aliado principal del Gobierno de Trípoli y dispone de una sólida presencia militar y económica en el terreno.
 
A su vez, Roma, con su política tímida e incoherente, se presenta como un actor de segundo plano. A juzgar por la reacción de Erdogan, las palabras de Draghi lo incomodaron bastante, pero el presidente turco se da cuenta de que, por ahora, los ataques verbales son la única arma que Roma puede oponer a la arrolladora ofensiva turca en Libia. (Sputnik)