Francisco Herranz
Hace unos meses, y en esta misma tribuna, hablábamos de que Chile había iniciado el difícil camino hacia la Sexta República. Fue el 25 de octubre de 2020 cuando los chilenos decidieron, en plebiscito, dotarse de un nuevo marco constituyente y elegir a unos representantes que diseñarán la nueva Carta Magna.
Las elecciones constituyentes debían celebrarse en abril, pero finalmente se realizaron el 15 y 16 de mayo pasados. A partir de ahora, los delegados elegidos tendrán nueve meses, prorrogables a un año, para discutir y aprobar un texto que nuevamente será entregado a la ratificación del pueblo soberano en una segunda consulta prevista para la segunda mitad de 2022.
La composición de la Convención Constituyente ha sido toda una lección de sociología. El voto ha supuesto un castigo en toda regla, un fuerte varapalo para los partidos de derecha, en particular, y para las formaciones políticas tradicionales, en general.
LA SORPRESA DE LOS INDEPENDIENTES
De los 155 seleccionados para la nueva cámara, la coalición de centro-derecha que actualmente gobierna el país, Chile Vamos, sólo obtuvo 37 actas. La izquierda, que normalmente se aglutina alrededor de la antigua Concertación, se quedó en 25 diputados. Y la agrupación liderada por el Partido Comunista cosechó 28 escaños.
La gran sorpresa –o no tanta, según se mire– vino de la mano de los candidatos independientes, que consiguieron 48 escaños. También es significativo añadir que 17 bancos están reservados a representantes de poblaciones indígenas.
¿Qué quieren decir todos estos números? Pues que el grupo de derecha no alcanzó el tercio de representantes necesarios para bloquear aquellas decisiones que consideren demasiado transformadoras. También se deduce que la "nueva política" ha llegado y luchará por quedarse.
Los resultados implican, sin duda, una clara desafección de los ciudadanos chilenos hacia la clase política, indistintamente de su procedencia ideológica. Esta apatía social se mostró muy evidente a causa de la pronunciada abstención electoral; la participación ascendió solo al 42,5 por ciento, es decir, más de la mitad de la población chilena inscrita en el censo no acudió a la cita con las urnas.
"En el mundo tenemos una crisis de pérdida o descontento de la democracia muy alta. En América Latina y Europa se nota este fenómeno. Hay menos relatos ideológicos claros y un alza del populismo. Este populismo se asocia a líderes carismáticos, donde la apuesta es un intento de reunir adhesiones a partir de un conflicto con las élites. La segunda característica es el individualismo, de hacer creer que vas a resolver los problemas de la humanidad fuera del sistema político. Esa lógica de discurso es la que tienen los líderes populistas y acá en Chile se acentúa con los incentivos del propio sistema. Se ponen delantal blanco, se dicen independientes, con promesas injustificadas". Así evaluó los resultados electorales el politólogo Claudio Fuentes, profesor de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales (UDP).
¿EL FN DEL MODELO NEOLIBERAL?
Los datos apuntan, por consiguiente, a una Convención dominada por los sectores más progresistas. Esta circunstancia hace presagiar el fin de un modelo constitucional neoliberal y el avance hacia fórmulas más sociales y democráticas. Pero la composición atomizada también augura arduos y encendidos debates sobre el articulado de la Ley de Leyes, que sustituirá a la actual en vigor, creada en 1990 durante el régimen dictatorial del general Augusto Pinochet.
En este momento de transición, en el que el nuevo orden está dejando de funcionar y todavía no se ha creado uno nuevo, Fuentes pronostica una Constitución claramente más progresista, pero no chavista, donde quedará reforzado el Estado de Derecho. Parece obvio que se abordará la inclusión de garantías particulares para los inmigrantes, que se ampliarán de acuerdo a los estándares internacionales que defienden los derechos humanos y la no discriminación.
El modelo neoliberal chileno se importó a otras naciones vecinas como Perú, Ecuador o Colombia. Ahora el proceso no solo se ha frenado, sino que tiende a tomar la dirección contraria y a hacer un modelo más estatista y menos liberal, lo que abriría la puerta a garantizar con más fuerza derechos básicos como la salud o la educación, que en Chile no están tan protegidos.
PIÑERA ENTRE LOS GRANDES DERROTADOS
Uno de los grandes perdedores fue el vigente presidente de la República, Sebastián Piñera, paladín del centro-derecha, y que ahora bordea los porcentajes de aceptación más bajos de la historia de la nación. "El fracaso de Piñera no será olvidado fácilmente, ni tampoco su testarudez y torpeza", escribió el analista Fernando Alessandri en el portal digital chileno El Mostrador, resumiendo lo que muchos otros piensan.
El propio jefe del Estado admitió su parte de responsabilidad: "No estamos sintonizando adecuadamente con las demandas y anhelos de la ciudadanía. Estamos siendo interpelados por nuevas expresiones y liderazgos. Es nuestro deber como Gobierno escuchar con humildad y atención el mensaje de la gente, pero además esforzarnos y hacer todo lo que sea necesario para interpretar y responder mejor a las necesidades, anhelos y esperanzas de los chilenos". La posición de su partido –Renovación Nacional– ha quedado muy debilitada de cara a las elecciones presidenciales previstas para el 21 de noviembre de este año.
Otro elemento innovador es la paridad de género en la cámara –77 mujeres y 78 hombres– un hecho histórico e inédito, que destaca la agenda del feminismo y puede influir en reivindicaciones como la equiparación salarial o el acceso igualitario a las estructuras del poder.
En definitiva, la Convención Constituyente chilena se ha convertido en un experimento sociopolítico de primera magnitud, muy interesante para el futuro de Latinoamérica, por las destacadas novedades que presumiblemente aportará.
La Constitución que se va a empezar a negociar es la consecuencia más visible de las manifestaciones ciudadanas iniciadas en octubre de 2019, que terminaron cuestionando un modelo político y económico afianzado durante décadas, exitoso en términos macroeconómicos, pero desastroso para las clases menos favorecidas.
De ahí que este proceso y los frutos que dé en 2022 sean muy notorios para el continente. Muchas cancillerías, no solo latinoamericanas, siguen con especial atención el ensayo chileno. El mecanismo de profunda renovación institucional que ha echado a andar en Chile tiene pocos precedentes en el mundo, lo que implica un grado de valentía de su sociedad.
Con información de Sputnik