Luis Rivas
 
París, 19 may (Sputnik).- El PCF "is back". Los comunistas franceses han decidido presentar un candidato a las presidenciales de 2022 frente a Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Se vuelve a hablar de obreros y combates sociales y menos de "luchas interseccionales". La izquierda de la izquierda está enfurecida.
 
 

Fabien Roussel

 

 
El secretario general del PCF, Fabien Roussel, fue uno de los políticos participantes en apoyo a la manifestación de policías que exigen penas más duras contra sus agresores. Las fuerzas del orden francesas son víctimas de asesinatos y agresiones diarias, en un clima de aumento de la violencia en Francia que afecta, en primer lugar, a los habitantes de los barrios más humildes.
 
La presencia del líder comunista en la manifestación del 19 de mayo es ya un hecho noticioso si tenemos en cuenta que para la izquierda francesa la cuestión de la inseguridad callejera ha sido, desde los años 60, una "cuestión de derechas", cuando no, una añagaza electoral del Frente Nacional, rebautizado después como Reagrupación Nacional por Marine Le Pen.
 
El hecho es aún más novedoso si se tiene en cuenta que la única formación de izquierda que no se presentó en apoyo a sus policías fue "La Francia Insumisa" (LFI) de Jean-Luc Melenchon. Su formación, con él al frente, ha preferido seguir la línea importada de Estados Unidos, que convierten a los policías en una especie de enemigos del pueblo. Muchos de los seguidores de LFI copian la moda de allende el Atlántico y pintan en algunas paredes callejeras el consabido "ACAB" (All cops are bastards. Es decir, "todos los policías son unos bastardos").
 
LA SEGURIDAD "NO ES DE DERECHAS", ES UN DERECHO FUNDAMENTAL
 
El Partido Comunista ha decidido tomar otra vía y según Roussel, "la seguridad no es un derecho como los demás; es un derecho fundamental, que exige medios". Sus allegados subrayan que el asunto de la seguridad, más bien inseguridad, es una evidencia popular en los barrios más pobres.
 
El aumento de la violencia contra civiles o fuerzas del orden no es el único aspecto que divide a los hasta ahora aliados en la izquierda francesa. La dirección comunista y su candidato presidencial quieren volver al terreno social que la izquierda ha abandonado en las últimas décadas. Según Roussel, "ya basta de luchas interseccionales" en función del color de piel, del sexo, del género o de creencias religiosas. Esa nueva religión, personificada en Melenchon y su organización, debilita a la izquierda más que otra cosa, según el jefe del PCF.
 
Por eso, en Francia se van a volver a oír discursos políticos de izquierda, diferentes a las polémicas sobre los distintos tipos de género; sobre si los hombres pueden tener la regla o sobre si el país entero es racista, como señalan algunas organizaciones minoritarias que han encontrado protagonismo en el modelo "Black Lives Matter", al tiempo que se benefician de la financiación pública.
 
El candidato comunista al Elíseo dice querer hablar al mundo del trabajo, al obrero de la fábrica, al agricultor, al funcionario, al maestro de escuela, al artista, pero también a los pequeños y medianos empresarios "sometidos a los bancos y a las multinacionales".
 
La reacción de Melenchon y LFI ha sido muy dura y lo más amable que han expresado sobre Fabien Roussel es que "su único fin es ver su cara en los carteles electorales por toda Francia". Por supuesto, le vaticinan un estruendoso fracaso en las urnas.
 
IZQUIERDA FRAGMENTADA
 
La última vez que el PCF presentó un candidato propio a las presidenciales fue en 2007. Marie-George Buffet obtuvo un 1,93 por ciento de los votos. En las dos citas siguientes, 2012 y 2017, el PCF apoyó al candidato Jean-Luc Melenchon, la formación a la izquierda del Partido Socialista con mayor apoyo en los sondeos, pero incapaz de impedir la victoria final del socialista François Hollande o de Emmanuel Macron, cinco años más tarde.
 
Tampoco ahora el PCF cuenta con una esperanzadora cifra en los sondeos, pero su líder ya no está dispuesto a apoyar un ideario que, objetivamente, no solo ha alejado a las clases más humildes de los postulados de la izquierda tradicional, sino que les ha convencido de que el único partido que se preocupa por sus problemas es el de Marine Le Pen.
 
Por otra parte, la inseguridad es una de las cuestiones urgentes, no solo para los afranceses que viven en las llamadas "banlieues", sino para las clases medias que ven cómo sus barrios se han convertido también en zonas sin ley, tomadas por delincuentes que no temen ni a policías ni a jueces. Por eso, el PCF subraya también que "ellos no serán laxistas", acusación habitual proveniente de la centroderecha y de la derecha dura.
 
La "independencia" del PCF es un cisma más en el proceso de desunión de la izquierda francesa, dividida en cuatro fuerzas: "La Francia Insumisa", comunistas, socialistas y ecologistas. Todos ellos saben que, por separado, no podrán optar a la segunda vuelta de las presidenciales, pero ninguno está dispuesto a renunciar a presentar su propio candidato.
 
Quizá solo los socialistas, conscientes de su escaso apoyo popular, puedan estar abiertos a respaldar al candidato "verde", pero entre los propios ecologistas deben todavía decidir su favorito en unas primarias que siempre han dado como resultado elegir al representante de la postura más fundamentalista, lo que hace huir al votante medio.
 
A Melenchon, que entre los líderes de izquierda sobresale en los sondeos, se le acusa de narcisismo político y de radicalización hacia posturas alejadas de las preocupaciones básicas de los franceses. Ian Brossat, portavoz del PCF y encargado de cuestiones de Vivienda en la alcaldía de París, lo dice amablemente: "No se interesa por los problemas de las categorías populares y se enreda en debates que no interesan a nadie".
 
EL VOTO DE SANCIÓN A MACRON ES MARINE LE PEN
 
A 101 años de su nacimiento, el PCF quiere volver a hacerse oír en la escena política francesa. Vivió sus mejores momentos en la posguerra y en los años 70. De Gaulle, primero, y el socialista François Mitterrand, después, le cortaron las alas.
 
De su histórico líder, Georges Marchais, algunos comunistas estarían dispuestos desempolvar discursos que hoy serían considerados como políticamente incorrectos, como cuando se oponía a la inmigración legal o clandestina argumentando que con millones de parados franceses o inmigrados era inadmisible.
 
Muchas voces volverán a insistir en la "lepenización" de los espíritus y en la denuncia de los que van a capturar votos en el terreno de los nacionalpopulistas de Marine Le Pen. Pero deberían reflexionar sobre si son ellos los culpables de que los votantes más humildes se sientan más protegidos y escuchados por formaciones alejadas de la izquierda tradicional.
 
En 2011, el "Think Tank" próximo al Partido Socialista, Terranova, publicó un estudio en el que afirmaba que había que olvidarse del voto obrero, que se había deslizado hacia la derecha. Los sesudos politólogos aconsejaban otro territorio de caza electoral: las minorías.
 
Diez años después, voces de la izquierda reconocen que "el drama de Francia es que el voto de sanción a Macron es Marine Le Pen. Y ni Melenchon ni otra opción de izquierda puede hacer nada por evitarlo". (Sputnik)