Aleksandr Dunáev
 
Roma, 3 jun (Sputnik).- La excarcelación del mafioso Giovanni Brusca, que cumplió una condena de 25 años, indignó a los políticos italianos y reavivó el debate sobre las normas que han de aplicarse a los criminales arrepentidos.
 
 

Giovanni Brusca

 

 
La reacción de los políticos italianos a la puesta en libertad de Brusca fue sorprendentemente unánime: a pesar de que el exmafioso se arrepintió y pidió perdón a los familiares de sus víctimas, la derecha y la izquierda hablaron al unísono de "vergüenza inaceptable", "puñetazo en el estómago" y "noticia que deja sin aliento".
 
UNA CARRERA MAFIOSA
 
Si el caso de Giovanni Brusca, que hoy tiene 64 años, suscita tantas emociones negativas, es porque fue uno de los participantes más crueles de la guerra sin cuartel que el Estado italiano y la Cosa Nostra libraron en los años 80 y 90.
 
Hijo de un jefe mafioso, Brusca cometió su primer homicidio a la edad de 19 años. Poco después se adhirió a una banda de asesinos que obedecía a Salvatore Totò Riina, uno de los líderes más importantes de la Cosa Nostra. En los años 80 la ferocidad de Brusca le valieron los apodos de "u verru" (el cerdo, en el dialecto siciliano) y "scannacristiani" (degollador de cristianos).
 
Su acción más famosa fue la así llamada "matanza de Capaci" en la autopista A29, en Sicilia, donde el 23 de mayo de 1992 Brusca accionó el detonador de unos 500 kilos de explosivos, destinados a asesinar al juez Giovanni Falcone: el magistrado utilizaba con éxito el instrumento de los "pentiti", los mafiosos arrepentidos que aceptaban colaborar con la justicia, con lo cual se convirtió en el enemigo jurado de la Cosa Nostra.
 
A su vez, el homicidio más ominoso, que cometió Brusca, fue el de Giuseppe Di Matteo, de 15 años, hijo de un "pentito". El 11 de enero de 1996, con una crueldad escalofriante, el mafioso y sus cómplices estrangularon al adolescente, que habían tenido en cautiverio durante más de dos años, y diluyeron su cuerpo en ácido nítrico.
 
EL OTRO LADO DE LA MEDALLA
 
Frente a estos hechos, queda poco que decir: sin duda alguna, Brusca se merecía la cadena perpetua y, a primera vista, la indignación de los políticos y de una buena parte de la opinión pública italiana es más que legítima.
 
Sin embargo, la historia del "degollador de cristianos" es más compleja y no sólo porque pidió perdón a los prójimos de sus víctimas y reconoció que la mafia es una "cadena de muerte" y una "agonía continua".
 
En marzo de 2000 Brusca fue reconocido como "pentito" y se convirtió en un colaborador preciosísimo de la justicia. Sus deposiciones revelaron a los fiscales los secretos de la temible Cosa Nostra y permitieron destapar a políticos y empresarios italianos vinculados con los mafiosos. Gracias a la ayuda de Brusca fueron arrestados decenas de criminales que habrían podido asesinar a muchas más personas.
 
Durante la reclusión, Brusca obtenía periódicamente permisos de algunos días por su "buena conducta" y el pasado 31 de mayo fue liberado con 45 días de antelación en base a una decisión del Tribunal de Roma.
 
PREGUNTAS DIFÍCILES
 
En un programa del canal televisivo La7 el director del diario Il Fatto Quotidiano, Peter Gomez, observó la incoherencia de los que hoy se declaran indignados por la liberación de Brusca.
 
"En cambio, nadie se indignó por una sentencia del Tribunal de Justicia de la UE, repetida después por el Tribunal Constitucional de Italia, según la cual, después de 26 años de reclusión, se debe garantizar a los mafiosos homicidas no arrepentidos la oportunidad de demostrar su redención para poder liberarse" por buena conducta, a pesar de ser condenados a cadena perpetua.
 
Lo más curioso es que esta norma fue inventada por el juez Falcone, víctima de la mafia, el cual se inspiró en la legislación de Estados Unidos. Con una triste ironía Gomez supuso que los que ahora se enfurecen por la excarcelación de Brusca "están a favor de que los mafiosos no se arrepientan".
 
¿Es posible perdonar a un personaje despiadado que quitó la vida a más de cien personas, pero después se arrepintió? ¿Y qué es más importante: hacerle pagar con una reclusión de por vida por las atrocidades que cometió o premiarlo por la colaboración con la justicia para incitar a otros mafiosos a cambiar de bando? Preguntas difíciles en las que el deseo de rendir justicia contradice a una lógica más sutil, que permite luchar de manera más eficaz contra la criminalidad al precio de poner en libertad a personajes como Brusca. (Sputnik)