El líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, ya está en Algeria tras recibir el alta del hospital español donde estaba ingresado desde abril, aunque su marcha no termina de zanjar la intensa crisis diplomática entre España y Marruecos.
Rabat admitió que el punto de partida del conflicto no fue la acogida del líder saharaui, que se hizo sin informar a las autoridades marroquíes, sino que la cuestión de fondo sigue siendo la postura de España sobre la soberanía del Sahara Occidental.
"Fue percibida como una traición más, la gota que colmó el vaso y mostró que España no está interesada en una solución definitiva del conflicto (del Sahara)", explica a Sputnik el analista y cofundador del diario digital marroquí Morocco World News, Samir Bennis.
En un comunicado del Ministerio de Exteriores previo a la marcha del militar, Marruecos advirtió al Gobierno de Pedro Sánchez que la crisis "no está limitada al asunto de un hombre" y "no terminará con su partida".
La marcha de Ghali cierra un penoso capítulo en las relaciones hispanomarroquíes, que tuvo como epicentro la entrada irregular por la ciudad española de Ceuta de unos 10.000 migrantes en tan solo dos días.
Aunque la Unión Europea cerró filas con Madrid ante lo que Sánchez calificó de "inaceptable asalto a las fronteras españolas", el malestar en las relaciones quedó al descubierto y podría traer nuevos escenarios de tensión.
PRESIÓN A LA POSICIÓN ESPAÑOLA
Aunque desde el incidente de la isla de Perejil en 2002 no se había producido un bache diplomático de esta magnitud entre España y Marruecos, el actual conflicto demuestra que las disputas territoriales siguen a la orden del día en sus relaciones.
Ambos países progresaron en la cooperación en materias como el comercio, la lucha antiterrorista o la migración, mientras la reivindicación marroquí sobre las ciudades autónomas Ceuta y Melilla pasó a un segundo plano.
En paralelo, España mantuvo su apoyo a la solución dialogada al conflicto del Sahara Occidental que enfrenta al Frente Polisario con Marruecos, en el marco de la postura adoptada por las Naciones Unidas (ONU).
Todo cambió con el reconocimiento oficial del expresidente de EEUU Donald Trump a la soberanía marroquí sobre esta antigua colonia española a finales de 2020, un movimiento que Marruecos aprovechó para redoblar la presión en Europa.
"Tuvo problemas con Alemania y sobre todo aumentó su presión con España, porque sigue siendo la administradora del Sáhara occidental, desde el punto de vista del derecho internacional y lo será hasta que el pueblo saharaui ejerza su derecho de autodeterminación", afirma Enrique Ayala, analista de la Fundación Alternativas y experto en geopolítica.
Según Ayala, Rabat "se ha visto reforzado en su posición" con el apoyo de EEUU y la posición ambigua de Francia y "ha visto la ventana de oportunidad" para que España se sume, con el objetivo final de arrastrar a la UE en la misma dirección.
De momento, la presión de Marruecos hacia España y hacia la UE no funcionó y "es de esperar que Rabat continúe" porque "tiene importantes armas que utilizar" como el flujo migratorio en Ceuta, Melilla y las Islas Canarias o la colaboración antiterrorista con la UE, dice el experto.
LA CRISIS NO ESTÁ RESUELTA
El mismo día que partió a Algeria, Ghali compareció por primera vez ante la Audiencia Nacional de España para responder sobre dos denuncias por supuestos delitos de lesa humanidad, genocidio y torturas.
El presidente de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática (RASD) quedó libre tras declarar sin medidas cautelares y a las pocas horas abandonó España.
Aunque Marruecos no se pronunció todavía sobre esto, en su comunicado anterior ya dejó claro que "si la crisis entre Marruecos y España no puede terminar sin la comparecencia del denominado Ghali, no puede resolverse sólo con su audiencia".
"Las legítimas expectativas de Marruecos van más allá. Comienzan con una aclaración, sin ambigüedades, por parte de España de sus elecciones, sus decisiones y sus posiciones", aseveró el país vecino.
Bennis considera que "los canales de comunicación están rotos" y no descarta nuevas sacudidas en las relaciones bilaterales e incluso una expulsión del embajador español por parte de Rabat.
"Aunque podamos asistir en las próximas semanas a una distensión, no creo que las relaciones vuelvan a su cauce y sean como antes mientras este Gobierno esté en el poder", dice el analista.
Ayala coincide en que el asunto "aún está lejos de resolverse" porque es "absolutamente vital" para Marruecos, que "no va a parar hasta que consiga un reconocimiento completo de su soberanía" por parte de la UE.
España, por su parte, espera que la crisis se de "por concluida en los próximos días", en palabras de la portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, que pidió dejar la cuestión en manos de "la alta diplomacia".
Con información de Sputnik