Por Rubén Alexis Hernández
Cada día que pasa millones de pobres en Venezuela sufrimos con gran intensidad las consecuencias de la crisis que azota a la nación suramericana, en medio de una gigantesca deuda externa, una inflación cada vez más elevada, las amenazas de intervención militar extranjera, el bloqueo económico de miles de millones de dólares, la disposición de recursos financieros insuficientes para la inversión social, la manifiesta ineficiencia gubernamental, la notable dependencia del exterior y la enorme corrupción administrativa. Cada día que pasa el hambre aprieta y la desesperanza golpea duro el ánimo, la motivación y la ilusión de soñar con un mejor futuro para un país que, irónicamente, es uno de los más ricos del planeta en cuanto a recursos energéticos, naturales, combustibles y minerales se refiere.