Para un militar nada hay más difícil de aceptar que la intromisión del enemigo en el territorio que la Patria le ha encargado cuidar. Eso pasa ahora con los militares peruanos, que han perdido control del Triángulo de Tacna y además, para echar ají a la herida, se ven impedidos de trabajar quitando las minas chilenas que en febrero y marzo de este año llevó la lluvia a territorio peruano.

En un principio la opinión pública y los contribuyentes pensaron —y esperaban— que los militares peruanos, entre quienes hay cientos especializados en desactivación de minas y otros explosivos, estaban frente a una tarea de rutina. Sin embargo, lo que pocos sabían es que los chilenos habían dado órdenes concluyentes de que ningún militar peruano podía entrar a esa zona de nuestro territorio nacional.

Enfrentados al dilema de rescatar por las armas esa parte del territorio nacional o acatar con disciplina y respeto la voluntad chilena, los militares peruanos optaron por esta segunda opción y agacharon la cabeza, entendiendo con realismo que en esa parte del territorio peruano impera sin oposición la ley chilena. El Triángulo de Tacna está ya en la jurisdicción del Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada Chilena, por lo que el militar peruano que desacate queda sometido al fuero militar chileno.


Penosamente se van desarrollando estas trágicas jornadas de envilecimiento y opresión que llenan de inquietud y vergüenza al pueblo peruano y a los militares peruanos, que ya no controlan esa parte del territorio nacional (Ejército) ni tampoco patrullan el área de mar correspondiente (Marina de Guerra). El día de hoy 8 de agosto la Agencia Andina informa, refiriéndose a la llegada de especialistas noruegos contratados por Chile para desminar:


“Esta primera visita comenzó en la parte chilena, ubicada en la región Arica y Parinacota, y también participaron representantes de las cancillerías de ambas naciones, quienes observaron el trabajo de los expertos desde un punto de la llamada Quebrada de Escritos”.

Como si los chilenos acabaran de derrotarnos en el campo de batalla, ni más ni menos.


Semanas atrás hubo un intento desesperado de los peruanos de “salvar la cara”, proponiendo a Chile victorioso un equipo binacional de desminado Ecuador-Perú, lo cual hubiera permitido que aunque sea en parte los peruanos limpiaran nuestro territorio. Pero Chile se ha negado hasta ahora a dar el visto bueno, pese a la garantía de los ecuatorianos, que se presentan en esta empresa conjunta ejerciendo curatela para amparar a los derrotados peruanos.


Esta es la triste realidad, compatriotas: los militares peruanos aguantan este desplante como si hubiese sido poca cosa ver desfilar en Lima el 29 de julio a sus vencedores chilenos.


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