Hildebrandt en sus trece pone al descubierto “farsa del espionaje”
Un reglaje cantinflesco
La denuncia del exministro Fernando Rospigliosi sobre un supuesto reglaje de agentes de inteligencia, parece desmoronarse tras una nueva investigación periodística que pone en seria duda la credibilidad de un personaje secundario de la trama.
De “cantinflesca” califica la última edición del semanario “Hildebrandt en su trece”, la versión de Wímber Rodríguez Vílchez a quien un canal de TV lo llamó “testigo clave”, de un supuesto reglaje al periodista Fernando Rospigliosi, por haberse presentado como el descubridor casual del supuesto acoso, que durante días ha llenado noticieros televisivos y portadas de algunos diarios.
La explicación del “testigo clave” –agrega la publicación- es que cuando llegaba de su domicilio a su trabajo en esa zona, recibió una llamada telefónica que le dijo: “el pollo picó el maíz”, e inmediatamente le colgaron y con ello se inició esta flácida historieta cuando según él, comenzó a usar su criterio y razón para atar cabos y concluir que esos tipos a quienes ni conocía, estaban espiando la oficina de Rospigliosi.
Señala el semanario, Rodríguez Vílchez, cuando llegó a su centro de trabajo a pocos metros de la oficina de Rospigliosi, se puso a pensar qué significado había tenido esa frase que oyó al teléfono y decidió darse una vuelta por el “Parque del Amor” y salió del edificio, a unos 300 metros del parque, convertido en una especie de Sherlock Holmes para averiguar quiénes eran esos tipos que se hallaban en esa zona.
De pronto, dice que se le iluminó la mente y acercó y se sentó cerca de los agentes para espiarlos y que le pareció raras las zapatillas que usaban.
Cuenta que recordó en ese instante, que llevó un curso en una revista limeña sobre litigio oral, criminalística y un poco de inteligencia y le enseñaron que los delincuentes y los agentes de inteligencia se cambian la ropa, pero no las zapatillas; y con ello se sintió capaz de espiar a los policías.
De esta forma, dice que llegó un tercer sujeto que le preguntó al que él espiaba: “qué novedades con el punto” y que confirmado su análisis de contrainteligencia, abandonó el lugar y más allá halló a una joven con un sujeto que se cubría el rostro cuando él pasaba y se dijo: ¡Ah, este es!
Así de fácil este mayordomo de edificio convertido en un agente de contraespionaje cuenta a esa publicación la forma cómo según él descubrió el espionaje a Rospigliosi, que ha sido sin duda, más ruido que nueces, ninguna prueba racional y apenas “cantinflesca”, como dice “Hildebrandt en sus trece”. Con información de La Primera.