La cobardía y desaparpajo no tiene límites en el exdictador Alberto Fujimori. Él no es cualquier “pobre viejito”, sino un delincuente que purga penas por latrocinios y asesinatos perpetrados cuando gozaba del poder, es decir la gravedad es mayor, pues además traicionó a todos los peruanos que confiaron en él.
Desde ese punto de vista, debería aprender de otros criminales similares, como los jerarcas nazis o dictadores que también purgaron penas por asesinatos y violaciones de derechos humanos, como el argentino expresidente Rafael Videla, quienes una vez sentenciados aceptaron la cárcel con valentía, sin lloriqueos. Por lo menos algo de decencia al final de sus vidas.
En cambio, este hombre retorcido, Fujimori, sabe que el tiempo que le queda de vida no le alcanzará para gozar de todo el botín que saqueó al Perú, y, ayudado por periodistas ignorantes o pagados, busca titulares para dar pena, claro está, exagerando su estado de salud, pues bien vimos cómo dio un brinco cuando vio por televisión a su hija, sin saber que era filmado, cuando para el público fingía un estado de postración total: nos toma por retrasados mentales. Siempre menospreció a los peruanos.
En su teatro de dolor, en una de sus cartas había dicho “no me maten”, según él, eso significaba regresar a prisión, y continuó estos días sus escenas lastimeras. Para colmo, su prisión es una verdadera prisión dorada, que le permite gozar de comodidades que no tiene ningún preso en el Perú, de lo cual debería estar más que agradecido.
No se arrepiente
Para más burla, es incapaz de pedir perdón por todos sus delitos. Por el contrario, en una carta sueña con que la historia lo coloque en un pedestal.
“Tengo casi 12 años preso y hoy me están llevando de nuevo a la cárcel. ¿No es eso suficiente? A mis hijos y a mis nietos les digo que estoy seguro que el juicio de la historia será más justo que le juicio de los enemigos políticos conmigo y que cuando todas estas injusticias hayan terminado miren el Perú que hoy tenemos y me recuerden con la convicción de que todo lo malo que me tocó vivir al final de mi vida valió la pena”, escribió.
Los Fujimori, “tú no has cambiado pelona, sigues siendo la misma”
Se sumó a la comparsa su hija Keiko Fujimori, también en prisión, es incapaz de reconocer los delitos de su padre y la carencia de vergüenza la lleva a calificar de “odio” y “confrontación” la acción de la justicia, demostrando con ello que sería capaz de repetir esos delitos si tuviese la oportunidad y en eso los Fujimori no se diferencian de cualquier vulgar delincuente reincidente, aunque en éstos a veces escuchamos palabras de vergüenza y arrepentimiento, no en los Fujimori.
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