Herbert Mujica Rojas

Con la excepción del voto para presidenciales, parlamentarias, gobiernos y alcaldías, cada cierto tiempo, pareciera que no mucho más dispone el pueblo para la expresión de sus preferencias. La insurgencia en nombre de aventurerismos episódicos siempre huele a fracaso. Y los derroteros de la violencia sólo engendran más violencia.

 

rata marcha

 

El observador ciudadano tiene el derecho de preguntarse: ¿entonces todo está perdido en manos de administraciones plenas en bandidos y pillos, delincuentes que asaltan por decenios el aparato del Estado, que fundaron y mantienen dinastías feudales desde cientos de años y sobre el sacrificio y pesar de un pueblo preso de tanta mediocridad?

Los paros contundentes, masivos, generalizados de toda la población y masa laboral son un derecho legítimo y herramienta insustituible que tienen duración más bien pequeña. Nadie puede cobrar si se detiene la rueda económica de un país cuya informalidad afecta a más de 6 ó 7 millones de personas.

Los paros prolongados sólo pueden sostenerse con capitales copiosos y organizaciones muy compenetradas con mecanismos que consiguen recursos fácilmente. En 1973, la huelga de los camioneros chilenos golpeó brutalmente a la administración de Salvador Allende que ya tenía un caos propio en calles y plazas del país sureño. Documentos posteriores, descubiertos en los archivos de la CIA, permitieron conocer el financiamiento que recibieron los “líderes”.

Otra herramienta de que debe disponer un pueblo protestante debiera ser su organización con puntos claros y aspiraciones definidas y compartidas. Hasta hoy y ad portas el 2026 sólo se nota la eclosión epidémica de clowns y adefesios con angurria de ser diputados o senadores.

Nótese que la compuerta parlamentaria asegura cobranzas de fines de mes fijos, choferes amables para abrir las puertas, pelotones de secretarias, brigadas de asesores, gasolina, pasajes en avión a todo el país y al exterior, protocolos de “doctoreo” (aunque se sea un ignorante de polendas) e invitaciones a decir cualquier adefesio ante los miedos de comunicación.

Recordemos, además, que —los hay, los hay— legiferantes a quienes ni siquiera preocupa recabar el cheque o depósito mensual. ¡El gran negocio es el descarado, aleve y miserable tráfico de influencias por hasta la más mínima gestión! ¿Para qué se aligeran o borran las puniciones que merecerían los ex parlamentarios?

Por tanto, un pueblo, sociedad civil o masa compacta sin organización, obsequia impúdicamente el triunfo electoral a las pandillas que manejan recursos en dólares, euros y soles, facilitados por quienes requieren con urgencia que todo siga igual como hasta hoy de modo que los delitos sigan sin castigo ni reprimenda.

El diseño perverso es descaradamente claro e inconfundible: a más postulantes, mayor dispersión electoral. Ergo, los núcleos anemizan su potencia, la Torre de Babel política patentiza su falta de idioma común y los petit comités que sí saben a dónde apuntan, se hacen del Congreso, los ministerios, la presidencia, gobiernos regionales y alcaldías. En buena cuenta ¡engullen el poder!

¿Por qué las angurrias de parroquia, la ambición desmedida de líderes de pacotilla y la presencia de ex legisladores vacas sagradas, persiste enlodando el camino luchador de un pueblo que necesita de grandes capitanes al frente de la acción y capaces de posponer ambiciones propias en favor del colectivo cívico?

¡Todo el que hubiere ocupado representación política en el Estado, presidencia, legislativo, ejecutivo o judicial, debe irse a su casa a jugar con los nietos si los tiene! Y, sobre todo, a gozar de fortunas cuyo origen es dudoso pero que bien le falta a la Nación.

Las vacas sagradas son rateros viejos, mañosos y aprendieron en los últimos 40 años a fingir y actuar frente a masas que ya no les otorgan ningún respaldo. ¿No vimos a un ex presidente arañar apenas algo más del 5% con el voto de castigo que sus propios electores dieron por lástima?

Un país como Perú urge de renovación generacional y esto implica juventudes decididas a trazar el rumbo de su victoria, esa que anunciaba González Prada como que nos debía el porvenir luego de la desgraciada conflagración de 1879-1883.

¿Por qué no hay un gran debate: ¡Jóvenes a la obra, viejos a la tumba!? No debe el miedo, la timidez o la estupidez, nublar los pasos decisivos al Perú. ¡No se puede caer más abajo, pero navegar en el charco de lo inmóvil y no hacer nada, es lo mismo o peor!

Los enemigos del pueblo quieren conservar al país como está: pleno en desigualdades, con leyes hechas para los más poderosos que pueden burlar y birlar sus castigos y que son ineptos hasta para entender que un pueblo bien alimentado es capaz de producir destellos libertarios y para lograr un Perú culto, digno y limpio.

 

24.10.2024

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