En su programa del 9 de julio del 2006, Marco Aurelio Denegri conversaba con Ramón León sobre las relaciones entre peruanos y chilenos. Como muchos lobbistas prochilenos, el señor León promovía un paralelo e imitación de la relación peruano-chilena a la franco-alemana, aduciendo que ahora Francia y Alemania mantienen buenas relaciones después de la Segunda Guerra Mundial.
Extraña que alguien que se precia de agudo, como Denegri, se haya quedado callado ante esa comparación, no sólo por la agudeza que suele exhibir, sino porque es conocedor de la historia de los conflictos peruano-chilenos. Quien calla otorga. Es una lástima, porque eso no ayuda a formar opinión, sino a distorsionar la realidad.
Lo sucedido entre Francia y Alemania no tiene punto de comparación. Lo que hay de común es que en ambos casos hubo un país agresor y un país agredido. Lo demás dista mucho de ser equivalente.
En primer lugar, las tropas alemanas ―aunque se trató de una ocupación en parte cruenta― no cometieron los actos de saqueo, pillaje y violación con la población francesa como hicieron los chilenos en su delincuencial accionar en el Perú.
Segundo, Alemania había ocupado los territorios de Alsacia y Lorena durante la Segunda Guerra Mundial. Esas tierras eran objeto de la ambición alemana desde 1870, cuando el militar alemán Moltke las ocupó durante la guerra franco-prusiana, pero, al perder los alemanes, dejaron entonces esos territorios. Lo mismo sucedió durante la Primera Guerra Mundial y después durante la segunda.
En cambio, Chile no ha devuelto los territorios de Tarapacá y Arica y ahora usurpa nuestro mar territorial.
En tercer lugar, los alemanes de hoy educan a sus niños ―y a su pueblo en general― enseñándoles que Hitler y su régimen nazi cometieron atrocidades y condenando ese pasado, además, está prohibido realizar apología del nazismo o de Hitler. Por el contrario, los chilenos de hoy enseñan a su pueblo y sus niños que los jefes de la Guerra del Pacífico, tales como Lynch, Baquedano y otros, que comandaron la banda saqueadora y violadora chilena, ¡SON HÉROES! Inclusive tienen monumentos levantados en honor a esos pillos. Sus libros de historia los consideran héroes. Un pueblo así educado lleva dentro una mente delincuencial. No es de extrañar que los chilenos sigan armándose y considerando al Perú un botín, como cuando la turba chilena lo gritó en un partido de fútbol contra el Perú en Chile.
Cierto es que formalmente a esos actos se les llama actos de guerra de invasión, pero ellos correspondieron a la propagación y difusión en Chile ―durante décadas―, de una ideología que tras las crítica a Perú y Bolivia como países desorganizados y corruptos, propugnaban la “purificación” de ambas naciones “enfermas” mediante una guerra de usurpación y despojo que se inició en 1879. Por lo tanto, la Guerra del Pacífico y sus consecuencias reflejan la consumación de una criminal y premeditada conducta delincuencial del país agresor. En todo el mundo, el único militar honorable es el que lucha en defensa de su país, repeliendo una invasión; por el contrario, el militar que invade otro país es un delincuente ante la ley internacional.
Caso aparte es el de Pratt. Los chilenos han tenido el atrevimiento de formular al Vaticano un pedido de beatificación de Pratt, quien murió intentando asesinar a Grau. Este personaje, si de verdad hubiese sido santo, debería haberse abstenido de participar en una campaña de usurpación y pillaje. Como sustento del pedido al Vaticano muestran una carta de Grau dirigida a la viuda. Conociendo la caballerosidad de Grau, ¿creen ustedes que él hubiese sido capaz de humillarla en ese momento haciendo alusión a la participación de su esposo en la empresa delincuencial? Obviamente, tenía que haber escrito palabras de consuelo. Por lo tanto, la carta de Grau en esas circunstancias no cambia el hecho de que Pratt apoyó la usurpación y el saqueo.
En cuarto lugar, Chile está muy lejos de la altura del pueblo alemán, un pueblo de primer mundo y educado, que es respetuoso de las leyes, que ha ganado limpiamente el primer lugar de potencia europea, no como Chile, que tiene lobbistas que buscan corromper autoridades y penetrar en la prensa peruana para defender sus intereses en contra de los intereses de los peruanos. Y el pueblo peruano está lejos del educado pueblo francés, donde tiene acceso a la buena educación desde el más pobre al más rico, y donde el francés respeta a su patria, y entre los políticos actuales franceses no hay, como en el Perú, políticos hambrientos dispuestos a vender soberanía y riquezas al lobby que más le pague.
Teniendo la clase de países que tenemos, no podemos abrazarnos alegremente como lo hacen franceses y alemanes.
Es menester que Marco Aurelio Denegri prepare mejor sus programas, puesto que lo visto el día 9 de julio es inexcusable. De igual manera, los intelectuales y periodistas deben ser más cautos al exponer sus ideas.