La Policía misma ha admitido que la llegada de venezolanos ha traído la proliferación de nuevas modalidades de atracos violentos, por lo que la gente debe tomar precauciones, pues la crueldad, servilismo e incapacidad de los gobiernos de Pedro Pablo Kuczinsky y Martín Vizcarra en materia de relaciones exteriores nos ha traído una avalancha de delincuentes venezolanos, que han ingresado sin ningún control.
Por ejemplo, un ladrón cualquiera en el Perú, amenaza con cuchilo o pistola para obtener su botín y a veces, si el asaltado pone resitencia, lo hieren y hasta lo matan.
En cambio, los criminales venezolanos, en lugar de amenazar, lo primero que hacen es herir o matar para después conseguir su latrocinio. Así, ya hay varios casos de asesinato con fines de robo, actúan peor que animales salvajes.
Corte en la cara
Una modalidad que llama la atención es la del corte en la cara. Por ejemplo, una estudiante nos narra que estaba en un bus detenido por el semáforo, cuando de pronto un hampón venezolano dio un salto, le cortó la cara y después arrebató su teléfono celular y su cartera.
Para no quedar desfigurada, la familia de la joven se ha visto obligada a endeudarse para pagar costosas operaciones de cirugía plástica para evitar que la cicatriz sea muy visible.
Cuando viaje en bus es recomendable que cierre las ventanas si son bajas y abra las superiores, al menos el delincuente primero tendrá que romperlas y el pasajero alertado podrá retirarse de allí.
En tanto, el ministro de Relaciones Exteriores, Néstor Popolizio, está feliz bien resguardado por la policía que cuesta a los peruanos, y continúa recibiendo a lacra venezolana con el cuento del refugio: cualquier delincuente firma un papel para obtener calidad de refugiado e ingresa a nuestro país.
La mayoría de expulsados venezolanos del Perú son gente que ya ha perpetrado delitos, parte de ellos tenían antecedentes y no tenían por qué ingresar, de existir una correcta política migratoria, pero se ha forzado su ingreso gracias al servilismo del gobierno, que busca complacer a los EE. UU. para inmiscuirnos en la política interna de Venezuela, en lugar de preocuparnos por nuestros asuntos importantes, esto, alentados por el fujiaprismo, la prensa y ciertas ONG, que en parte probablemente podrían estar recibiendo dinero para alquilar su palabra, pues hay preguntas sin respuesta: no hay rendición de cuenta de los millones destinados por los EE. UU. y otros organismos internacionales para los venezolanos y para azuzar migraciones. Como siempre, los sujetos pagados por las ONG y periodistas, nunca dicen a la opinión pública: “estoy declarando porque he sido pagado para decir esto”.
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