El Vaticano estableció nuevas formas que regulan la acción de la Iglesia ante las alegaciones de apariciones o fenómenos sobrenaturales.

 

videntes Fatima

Del nihil obstat al juicio negativo: hay seis votos diferentes para discernir los casos en el documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe aprobado por el Papa. Por regla general, ni el obispo ni la Santa Sede se pronunciarán sobre la naturaleza sobrenatural del fenómeno, limitándose a autorizar y promover la devoción y las peregrinaciones, informa Vatican News.

Las normas para el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales han sido actualizadas: así lo establece el nuevo documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, publicado el viernes 17 de mayo, que entrará en vigor el domingo 19, fiesta de Pentecostés. El texto va precedido de una articulada presentación del Cardenal Prefecto Víctor Manuel Fernández, a la que sigue una introducción en la que se identifican seis posibles conclusiones. Serán posibles pronunciamientos más rápidos en respeto a la devoción popular y, por regla general, ya no se involucrará a la autoridad de la Iglesia en la definición oficial de la sobrenaturalidad de un fenómeno que puede requerir mucho tiempo para ser estudiado en profundidad. La otra novedad es la mayor implicación del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que tendrá que aprobar la decisión final del obispo y podrá intervenir motu proprio en cualquier momento. En muchos de los casos de las últimas décadas en los que los obispos han expresado su opinión, el ex Santo Oficio ha intervenido, pero casi siempre lo ha hecho entre bastidores y se ha pedido que no se hiciera público. Motivando ahora esta implicación explícita del Dicasterio está también la dificultad de circunscribir a nivel local fenómenos que en algunos casos alcanzan dimensiones nacionales e incluso globales, «de modo que una decisión relativa a una diócesis también tiene consecuencias en otros lugares».

Las razones de las nuevas normas

En el origen del documento está la larga experiencia del siglo pasado, con casos en los que el obispo local (o los obispos de una región) declararon muy rápidamente la sobrenaturalidad, y luego el Santo Oficio se pronunció de forma distinta. O casos en los que un obispo se expresaba de una manera, y su sucesor de la contraria (sobre el mismo fenómeno). Luego están los largos tiempos necesarios para evaluar todos los elementos para llegar a una decisión sobre la sobrenaturalidad o no sobrenaturalidad de los fenómenos. Tiempos que a veces contrastan con la urgencia de dar respuestas pastorales por el bien de los fieles. Por ello, el Dicasterio comenzó en 2019 a revisar las normas y llegó al texto actual aprobado por el Papa el pasado 4 de mayo. Un texto totalmente nuevo que introduce, como se ha dicho, seis posibles conclusiones diferentes.
Frutos y riesgos espirituales

En su presentación, el cardenal Fernández explica que «muchas veces estas manifestaciones han producido una gran riqueza de frutos espirituales, de crecimiento en la fe, en la devoción y en la fraternidad y el servicio, y, en algunos casos, han dado origen a diferentes Santuarios esparcidos por el mundo que hoy forman parte del corazón de la piedad popular de muchos pueblos». Sin embargo, también existe la posibilidad de que «en algunos casos de sucesos de acontecimientos de presunto origen sobrenatural» se detecten «problemas muy graves que perjudican a los fieles»: casos en los que «beneficios, poder, fama, notoriedad social, interés personal» (II, Art. 15, 4°) se derivan de los supuestos fenómenos, llegando incluso a «ejercer dominio sobre las personas o cometer abusos (II, Art. 16)». Puede haber «errores doctrinales, de reduccionismos indebidos en la propuesta del mensaje del Evangelio, la propagación de un espíritu sectario». Así como existe la posibilidad de que «los fieles se vean arrastrados detrás de un acontecimiento, atribuido a una iniciativa divina», pero que no es más que el fruto de la fantasía de alguien, de su deseo de novedad, de su mitomanía o de su tendencia a la falsedad.


Las orientaciones generales

Las posibles votaciones sobre el supuesto fenómeno

He aquí una lista de los seis posibles votos finales al término del discernimiento.

Nihil obstat: no se expresa ninguna certeza sobre la autenticidad sobrenatural, pero se reconocen signos de una acción del Espíritu. Se anima al obispo a evaluar el valor pastoral y a promover la difusión del fenómeno, incluidas las peregrinaciones.

Prae oculis habeatur: se reconocen signos positivos, pero también elementos de confusión o riesgos que requieren discernimiento y diálogo con los destinatarios. Puede ser necesaria una clarificación doctrinal si hay escritos o mensajes asociados al fenómeno.

Curatur: están presentes elementos críticos, pero hay una amplia difusión del fenómeno con frutos espirituales verificables. Se desaconseja una prohibición que pueda perturbar a los fieles, pero se pide al obispo que no fomente el fenómeno.

Sub mandato: Las cuestiones críticas no están relacionadas con el fenómeno en sí, sino con el mal uso que hacen de él individuos o grupos. La Santa Sede confía al obispo o a un delegado la guía pastoral del lugar.

Prohibetur et obstruatur: A pesar de algunos elementos positivos, las criticidades y los riesgos son graves. El Dicasterio pide al obispo que declare públicamente que no se permite la afiliación y que explique los motivos de la decisión.

Declaratio de non supernaturalitate: el obispo está autorizado a declarar que el fenómeno no es sobrenatural basándose en pruebas concretas, como la confesión de un presunto vidente o testimonios creíbles de falsificación del fenómeno.


Procedimientos

A continuación se indican los procedimientos por seguir: corresponde al obispo examinar el caso y someterlo a la aprobación del Dicasterio. Se pide al obispo que se abstenga de hacer declaraciones públicas sobre la autenticidad o sobrenaturalidad, y también que vele por que no haya confusión y no se alimente el sensacionalismo. En caso de que los elementos reunidos «parezcan suficientes», el obispo constituirá una comisión de investigación, contando entre sus miembros al menos con un teólogo, un canonista y un perito elegido en función de la naturaleza del fenómeno.


Criterios positivos y negativos

Los criterios positivos incluyen «la credibilidad y buena reputación de las personas que afirman ser destinatarias de acontecimientos sobrenaturales o estar directamente implicadas en ellos, así como de los testigos escuchados... la ortodoxia doctrinal del fenómeno y del eventual mensaje relacionado con él, el carácter imprevisible del fenómeno, del que se desprende claramente que no es fruto de la iniciativa de las personas implicadas, los frutos de la vida cristiana» (II, 14). Entre los criterios negativos figuran «la posible presencia de un error manifiesto sobre el hecho, posibles errores doctrinales..., un espíritu sectario que genera división en el tejido eclesial, una evidente búsqueda de beneficio, poder, fama, notoriedad social, un interés personal estrechamente ligada al hecho, actos gravemente inmorales..., alteraciones psíquicas o tendencias psicopáticas en el sujeto, que puedan haber ejercido una influencia en el presunto hecho sobrenatural, o psicosis, histeria colectiva u otros elementos que atribuibles a un horizonte patológico» (II, 15). Por último, debe considerarse de especial gravedad moral «la utilización de supuestas experiencias sobrenaturales o de elementos místicos reconocidos como medio o pretexto para ejercer dominio sobre las personas o cometer abusos» (II, 16). Cualquiera que sea la determinación final aprobada, el obispo «tiene el deber de seguir vigilando el fenómeno y a las personas implicadas» (II, 24).

Según las nuevas normas, la Iglesia podrá discernir «si es posible vislumbrar en los fenómenos de presunto origen sobrenatural la presencia de signos de la acción divina; si en los eventuales escritos o mensajes de los implicados en los presuntos fenómenos no hay nada que sea contrario a la fe y a las buenas costumbres; si es lícito apreciar sus frutos espirituales, o si es necesario purificarlos de elementos problemáticos o advertir a los fieles de los peligros que de ellos se derivan; y si es aconsejable que sea reconocido su valor pastoral por la autoridad eclesiástica competente» (I, 10). Además, «de forma habitual, no cabe esperar un reconocimiento positivo por parte de la autoridad eclesiástica sobre el origen divino de presuntos fenómenos sobrenaturales» (I, 11). Por tanto, como norma, «ni el Obispo diocesano, ni las Conferencias Episcopales, ni el Dicasterio, por regla general, declararán que estos fenómenos son de origen sobrenatural, y sólo el Santo Padre puede autorizar un procedimiento al respecto» (I, 23).

 

Texto completo del documento:

NORMAS

PARA PROCEDER EN EL DISCERNIMIENTO
DE PRESUNTOS FENÓMENOS SOBRENATURALES

Presentación

A la escucha del Espíritu
que obra en el Pueblo fiel de Dios

Dios está presente y actúa en nuestra historia. El Espíritu Santo, que brota del corazón de Cristo resucitado, obra en la Iglesia con libertad divina y nos ofrece muchos dones preciosos que nos ayudan en el camino de la vida y estimulan nuestra maduración espiritual en la fidelidad al Evangelio. Esta acción del Espíritu Santo incluye también la posibilidad de llegar a nuestros corazones a través de ciertos acontecimientos sobrenaturales, como por ejemplo las apariciones o visiones de Cristo o de la Virgen Santa y otros fenómenos.

Muchas veces estas manifestaciones han producido una gran riqueza de frutos espirituales, de crecimiento en la fe, en la devoción y en la fraternidad y el servicio y, en algunos casos, han dado origen a diferentes Santuarios esparcidos por el mundo que hoy forman parte del corazón de la piedad popular de muchos pueblos. ¡Hay tanta vida y belleza que el Señor siembra más allá de nuestros esquemas mentales y nuestros procedimientos! Por esta razón, las Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales que ahora presentamos no quieren ser, necesariamente, ni un control, ni aún menos, un intento de apagar el Espíritu. En los casos más positivos de acontecimientos de presunto origen sobrenatural, de hecho, «se anima al Obispo diocesano a apreciar el valor pastoral y también a promover la difusión de esta propuesta espiritual» (I, n. 17).

San Juan de la Cruz constataba «cuan bajos y cortos y en alguna manera impropios son todos los términos y vocablos con que en esta vida se trata de las cosas divinas».[1] Ninguno puede expresar plenamente los caminos inescrutables de Dios en las personas: «los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir».[2] Porqué «este camino de ir a Dios es tan secreto y oculto para el sentido del alma como lo es para el del cuerpo el que se lleva por la mar, cuyas sendas y pisadas no se conocen».[3] En realidad, «pues es él el artífice sobrenatural, él edificará sobrenaturalmente en cada alma el edificio que quisiere».[4]

Al mismo tiempo es necesario reconocer que en algunos casos de acontecimientos de presunto origen sobrenatural se detectan problemas muy graves que perjudican a los fieles, y en tales casos la Iglesia debe actuar con toda su solicitud pastoral. Me refiero, por ejemplo, a un uso de tales fenómenos para obtener «beneficios, poder, fama, notoriedad social, interés personal» (II, art. 15,4°), que puede llegar también a la posibilidad de cometer actos gravemente inmorales (cfr. II, art.15,5°) o incluso «como medio o pretexto para ejercer dominio sobre las personas o cometer abusos» (II, art. 16).

No se debe ignorar tampoco, en tales acontecimientos, la posibilidad de errores doctrinales, de reduccionismos indebidos en la propuesta del mensaje del Evangelio, la propagación de un espíritu sectario, etc. Por último, existe también la posibilidad que los fieles se vean arrastrados detrás de un acontecimiento, atribuido a una iniciativa divina, pero que no es más que el fruto de la fantasía de alguien, de su deseo de novedad, de su mitomanía o de su tendencia a la falsedad.

En su discernimiento en este ámbito, la Iglesia necesita por tanto de procedimientos claros. Las Normas para proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones que se aplicaban hasta hoy, habían sido aprobadas por Pablo VI en el año 1978, hace más de cuarenta años, de forma reservada y fueron publicadas solo treinta y tres años después, en el 2011.

La reciente revisión

Con la aplicación de las Normas del año 1978 se constataba, sin embargo, que las decisiones exigían tiempos muy prolongados, incluso varias décadas, y que de este modo se llegaba demasiado tarde con el necesario discernimiento eclesial.

La revisión de las mismas se inició en el año 2019, a través de las varias consultas previstas por la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe (Congreso, Consulta, Feria IV y Plenaria). A lo largo de estos cinco años, se han elaborado varias propuestas de revisión que, sin embargo, se han considerado insuficientes.

En el Congreso del Dicasterio del 16 de noviembre de 2023, finalmente, se constató la necesidad de una revisión global y radical del proyecto hasta aquel momento elaborado, y se preparó otro borrador de documento, totalmente replanteado en la dirección de una mayor clarificación de las funciones del Obispo diocesano y del Dicasterio

El nuevo proyecto se sometió a una Consulta restringida, que se celebró el 4 de marzo de 2024, en la que la opinión general fue positiva, si bien se suscitaron algunas observaciones de mejora, que se incorporaron al posterior borrador del documento.

A continuación, el texto fue estudiado en la Feria IV del Dicasterio, celebrada el 17 de abril de 2024, durante la cual los Cardenales y Obispos miembros dieron su aprobación. Finalmente, las nuevas Normas fueron presentadas el 4 de mayo de 2024 al Santo Padre, quien las aprobó y ordenó la publicación, estableciendo su entrada en vigor el 19 de mayo de 2024, en la solemnidad de Pentecostés.

Motivos para la nueva redacción de las Normas

En el Prefacio a la publicación de las Normas del año 1978, ocurrida en el año 2011, el entonces Prefecto, el Card. William Levada, dejaba claro que el mismo Dicasterio era competente para examinar los casos de «apariciones, de visiones y mensajes atribuidos a un origen sobrenatural». Aquellas Normas, de hecho, establecían que «corresponde a la Sagrada Congregación juzgar la actuación del Ordinario» o «disponer un nuevo examen» (IV, 2).

En el pasado, la Santa Sede parecía aceptar que los Obispos hicieran declaraciones como estas: «Se justifica que los fieles crean que es indudable y cierto» (Decreto del Obispo de Grenoble, 19 de septiembre 1851), «No se puede poner en duda la realidad de las lacrimaciones» (Obispo de Sicilia, 12 de diciembre de 1953). Pero estas expresiones chocaban con la convicción de la Iglesia de que los fieles no están obligados a aceptar la autenticidad de estos hechos. Por ello, pocos meses después de este último caso, el entonces Santo Oficio había aclarado que «todavía no ha tomado una decisión en relación con la Virgen de las Lágrimas [Siracusa, Sicilia]» (2 de octubre de 1954). Además, más recientemente, refiriéndose al caso de Fátima, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe explicó que la aprobación eclesiástica de una revelación privada pone en evidencia que «su mensaje no contiene nada que vaya contra la fe y las buenas costumbres» (26 de junio de 2000).

A pesar de esta clara postura, los procedimientos de facto seguidos por el Dicasterio en los últimos tiempos también estaban orientados hacia una declaración de “sobrenaturalidad” o “no sobrenaturalidad” por parte del Obispo, hasta el punto de que algunos Obispos insistieron en la posibilidad de emitir dicha declaración positiva. Todavía recientemente, de hecho, algunos Obispos querían expresarse con palabras como estas: «constato la absoluta verdad de los hechos», «los fieles deben considerar sin dudas como verdaderos…», etc. En realidad, estas expresiones orientaban a los fieles a pensar que estaban obligados a creer en estas manifestaciones que a veces eran más apreciadas que el propio Evangelio.

Para tratar casos similares, y en particular para redactar un pronunciamiento, la práctica seguida por algunos obispos ha sido la de solicitar previamente al Dicasterio la autorización necesaria. Y cuando se les autorizaba a hacerlo, se pedía a los obispos que no nombraran al Dicasterio en el pronunciamiento. Así ha ocurrido, por ejemplo, en los escasos casos que han llegado a una conclusión en las últimas décadas: «Sin implicar a nuestra Congregación» (Carta al Obispos de Gap, 3 de agosto de 2007); «En tal declaración no se vea implicado el Dicasterio» (Congreso del 11 de mayo 2001, respecto al Obispo de Gikongoro). Es decir, el Obispo ni siquiera podía mencionar que había habido una aprobación por parte del Dicasterio. Al mismo tiempo, algunos otros Obispos, cuyas Diócesis también estaban implicadas en estos fenómenos, pedían al Dicasterio que se pronunciara para lograr una mayor claridad.

Este particular modo de proceder, que ha generado no poca confusión, ayuda a comprender que las Normas del año 1978 ya no son suficientes y adecuadas para guiar el trabajo tanto de los Obispos como del Dicasterio, y esto resulta aún más problemático hoy en día, ya que un fenómeno difícilmente queda confinado a una ciudad o a una Diócesis. Tal constatación ya había surgido en la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, durante la Asamblea plenaria del año 1974, cuando los miembros reconocían que un acontecimiento de presunto origen sobrenatural con frecuencia «traspasa inevitablemente las fronteras de una diócesis e incluso de una nación, y [...] el caso alcanza automáticamente proporciones que pueden justificar una intervención de la Autoridad Suprema de la Iglesia». Al mismo tiempo las Normas del año 1978 reconocían que se había convertido «más difícil o casi imposible emitir con la debida rapidez aquel juicio con el que en el pasado se concluían las investigaciones sobre estas cuestiones (constat de supernaturalitate, non constat de supernaturalitate)» (Normas del año 1978, Nota previa).

La expectativa de una declaración sobre la sobrenaturalidad de un acontecimiento ha dado lugar a que sólo en muy pocos casos se haya llegado a una decisión clara. De hecho, después del año 1950, se han resuelto solamente seis casos, aunque los fenómenos crecieron con frecuencia sin una orientación clara y con la implicación de personas de muchas Diócesis. Por lo tanto, es de suponer que muchos otros casos se trataron de forma diversa o incluso no se trataron en absoluto.

Para no dilatar más la resolución de un caso concreto relativo a un acontecimiento de presunto origen sobrenatural, el Dicasterio propuso recientemente al Santo Padre cerrar el correspondiente discernimiento no con una declaración de supernaturalitate, sino con un Nihil obstat, que permitiera al Obispo sacar provecho pastoral de ese fenómeno espiritual. A esta declaración se llegaría tras evaluar los diversos frutos espirituales y pastorales y la ausencia de problemas importantes en el acontecimiento. El Santo Padre consideró esta propuesta como una “solución justa”.

Nuevos aspectos

Los elementos anteriormente expuestos nos han llevado a proponer, con las nuevas Normas, un procedimiento diferente respecto al del pasado, pero también más rico, con seis posibles conclusiones prudenciales que puedan orientar el trabajo pastoral en torno a los acontecimientos de presunto origen sobrenatural (cfr. I, nn. 17-22). La propuesta de estas seis decisiones finales permite al Dicasterio y a los Obispos tratar adecuadamente las problemáticas de casos muy diferentes entre sí de los que se tiene conocimiento.

Entre estas posibles conclusiones no se incluye, por regla general, una declaración sobre la sobrenaturalidad del fenómeno objeto de discernimiento, es decir la posibilidad de afirmar con certeza moral que aquello proviene de una decisión de Dios que lo ha querido de modo directo. La concesión de un Nihil obstat indica simplemente, como ya explicaba Papa Benedicto XVI, que en relación con este fenómeno los fieles «pueden dar su asentimiento de forma prudente». No tratándose de una declaración de sobrenaturalidad de los hechos, resulta aún más claro, como decía Papa Benedicto XVI, que es solo una ayuda «pero que no es obligatorio usarla».[5] Por otra parte, esta intervención deja naturalmente abierta la posibilidad de que, prestando atención a la evolución de la devoción, pueda ser necesaria una intervención diferente en el futuro.

También hay que señalar que llegar a una declaración de “sobrenaturalidad”, por su propia naturaleza, no sólo requiere un tiempo adecuado de análisis, sino que puede dar lugar a la posibilidad de emitir un juicio de “sobrenaturalidad” hoy y otro de “no sobrenaturalidad” años después. Como ha sucedido de hecho. Vale la pena recordar un caso de supuestas apariciones de los años 50, en el que el Obispo emitió un juicio final de “no sobrenaturalidad” en 1956. Al año siguiente, el entonces Santo Oficio aprobó las medidas de ese Obispo. A partir de entonces, se volvió a solicitar la aprobación de esa veneración. Pero en 1974, la misma Congregación para la Doctrina de la Fe declaró una constat de non supernaturalitate sobre las mismas supuestas apariciones. Posteriormente, en 1996, el Obispo local reconoció esa devoción, y otro Obispo del mismo lugar, en 2002, reconoció el “origen sobrenatural” de las apariciones, y la devoción se extendió a otros países. Finalmente, a petición de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, en 2020, un nuevo obispo reiteró “el juicio negativo” emitido anteriormente por la misma Congregación, imponiendo el cese de cualquier difusión sobre las supuestas apariciones y revelaciones. Así pues, se necesitaron unos setenta tortuosos años para llegar a la conclusión de todo el asunto.

Hoy hemos llegado a la convicción de que estas situaciones complicadas, que producen confusión en los fieles, deben evitarse siempre, asumiendo una implicación más rápida y explícita de este Dicasterio y evitando que el discernimiento apunte hacia una declaración de “sobrenaturalidad”, con grandes expectativas, ansiedades e incluso presiones al respecto. Tal declaración de “sobrenaturalidad” es, por regla general, sustituida o bien por un Nihil obstat, que autoriza un trabajo pastoral positivo, o bien por otra decisión adecuada a la situación concreta.

Los procedimientos, previstos por las nuevas Normas, con la propuesta de seis posibles decisiones prudenciales, permiten alcanzar en un tiempo más razonable una decisión que ayude al Obispo a gestionar la situación relativa a los acontecimientos de presunto origen sobrenatural, antes que estos adquieran dimensiones muy problemáticas, sin un necesario discernimiento eclesial.

Sin embargo, permanece firme la posibilidad de que el Santo Padre intervenga autorizando, de manera totalmente excepcional, el llevar a cabo un procedimiento sobre una posible declaración de sobrenaturalidad de los acontecimientos: se trata, en efecto, de una excepción, que de hecho sólo se ha dado en muy pocos casos en los últimos siglos.

Por otro lado, como prevén las nuevas Normas, permanece firme la posibilidad de una declaración de “no sobrenaturalidad”, sólo cuando surgen signos objetivos y claramente indicativos de una manipulación presente en la base del fenómeno, por ejemplo, cuando un presunto vidente afirma haber mentido, o cuando las pruebas indican que la sangre de un crucifijo pertenece al presunto vidente, etc.

Reconocimiento de una acción del Espíritu

La mayor parte de los Santuarios, que hoy son lugares privilegiados de la piedad popular del Pueblo de Dios, no han tenido jamás, en el curso de la devoción que allí se expresa, una declaración de sobrenaturalidad de los hechos que dieron lugar al origen de aquella devoción. El sensus fidelium intuyó que allí existe una acción del Espíritu Santo y no aparecen problemas importantes que hayan requerido una intervención de los Pastores.

En muchos casos, la presencia del Obispo y de los sacerdotes en ciertos momentos, como por ejemplo en las peregrinaciones o en las celebraciones de algunas misas, era un modo implícito de reconocer que no existían objeciones graves y que aquella experiencia espiritual ejercitaba una influencia positiva sobre la vida de los fieles.

En todo caso, un Nihil obstat permite a los Pastores actuar sin dudas ni demora para estar junto al Pueblo de Dios en la acogida de los dones del Espíritu Santo que pueden brotar en medio de estos hechos. La expresión “en medio de”, utilizada por las nuevas Normas, ayuda a comprender, que aun cuando no se emite una declaración de sobrenaturalidad sobre el acontecimiento mismo, sin embargo, se reconocen con claridad los signos de una acción sobrenatural del Espíritu Santo en el contexto de lo que está ocurriendo.

En otros casos, junto a este reconocimiento, se percibe la necesidad de ciertas aclaraciones o purificaciones. Puede suceder, de hecho, que verdaderas acciones del Espíritu Santo en una situación concreta, que pueden ser justamente apreciadas, aparezcan mezcladas con elementos meramente humanos, como deseos personales, recuerdos, ideas a veces obsesivas, o a «algún error de orden natural no debido a una mala intención, sino a la percepción subjetiva del fenómeno» (II, art. 15,2°). Además, «no se puede colocar la experiencia de una visión, sin más consideraciones, ante el riguroso dilema, o de ser correcta en todos los puntos, o de tener que ser considerada completamente una ilusión humana o diabólica».[6]

La implicación y el acompañamiento del Dicasterio

Es importante comprender que las nuevas Normas ponen blanco sobre negro un punto firme acerca de la competencia de este Dicasterio. Por un lado, se mantiene firme en que el discernimiento es tarea del Obispo diocesano. Por otra parte, teniendo que reconocer que, hoy más que nunca, estos fenómenos implican a muchas personas que pertenecen a otras Diócesis y se difunden rápidamente en diferentes regiones y países, las nuevas Normas establecen que el Dicasterio debe ser consultado e intervenir siempre para dar una aprobación final a cuanto ha decidido el Obispo, antes que este último haga publica una decisión sobre un acontecimiento de origen presuntamente sobrenatural. Si antes intervenía, pero se pedía al Obispo que no lo nombrara siquiera, hoy el Dicasterio manifiesta públicamente su implicación y acompaña al Obispo en la decisión final. En el hacer público cuanto se haya decidido se dirá, por tanto, «de acuerdo con el Dicasterio para la Doctrina de la Fe».

No obstante, como ya contemplaban las Normas del año 1978 (IV, 1 b), también las nuevas Normas prevén que, en algunos casos, el Dicasterio pueda intervenir motu proprio (II, art. 26). De hecho, tras llegar a una decisión, las nuevas Normas prevén que «el Dicasterio se reserva, en cualquier caso, la posibilidad de intervenir nuevamente tras la evolución del fenómeno» (II, art. 22, § 3) y piden al Obispo «seguir vigilando» (II, art. 24) por el bien de los fieles.

Dios está siempre presente en la historia de la humanidad y no cesa nunca de enviarnos sus dones de gracia por la acción del Espíritu Santo, para renovar cada día nuestra fe en Jesucristo, Salvador del mundo. Corresponde a los Pastores de la Iglesia la tarea de hacer que sus fieles tengan siempre presente esta presencia amorosa de la Santísima Trinidad en medio de nosotros, del mismo modo que les corresponde a ellos la tarea de preservar a los fieles de todo engaño. Estas nuevas Normas no son más que un modo concreto con el que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe se pone al servicio de los Pastores en la dócil escucha del Espíritu que actúa en el Pueblo fiel de Dios.

Víctor Manuel Card. Fernández

Prefecto

Introducción

1. Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios, «el Primero y el Último» (Ap 1,17). Él es la plenitud y el cumplimiento de la Revelación: todo lo que Dios ha querido revelar lo ha hecho mediante su Hijo, Palabra hecha carne. «La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo».[7]

2. En la Palabra revelada está todo lo que necesita la vida cristiana. San Juan de la Cruz afirma que el Padre, «porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar. […] Porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad».[8]

3. En el tiempo de la Iglesia, el Espíritu Santo conduce a los creyentes de toda época «hasta la verdad plena» (Jn 16,13) de modo que «la inteligencia de la revelación sea más profunda».[9] Es el Espíritu Santo, de hecho, quien nos guía cada vez más en la comprensión del misterio de Cristo, de modo que, «por más misterios y maravillas que han descubierto […] en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir, y aun por entender, y así, mucho que ahondar en Cristo; porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término; antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá».[10]

4. Si de una parte todo aquello que Dios ha querido revelar lo ha hecho mediante su Hijo y en la Iglesia de Cristo se ponen a disposición de todo bautizado los medios ordinarios de santidad, por otra el Espíritu Santo puede conceder a algunas personas experiencias de fe del todo particulares, cuyo objetivo no es «la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia».[11]

5. La santidad, de hecho, es una llamada que concierne a todos los bautizados: viene nutrida de una vida de oración y de participación en la vida sacramental, y se expresa en una existencia impregnada de amor a Dios y al prójimo.[12] En la Iglesia recibimos el amor de Dios, manifestado plenamente en Cristo (cfr. Jn 3,16) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5). Quien se deja llevar dócilmente por el Espíritu Santo tiene experiencia de la presencia y de la acción de la Trinidad, por lo que una existencia así vivida, como enseña el Papa Francisco, se traduce en una vida mística que, si bien «aun privada de fenómenos extraordinarios, se propone a todos los fieles como experiencia diaria de amor»[13].

6. Sin embargo, se verifican a veces fenómenos (por ej.: presuntas apariciones, visiones, locuciones interiores o exteriores, escritos o mensajes, fenómenos relacionados con imágenes religiosas, fenómenos psicofísicos y de otro tipo) que parecen trascender los límites de la experiencia cotidiana y se presentan como de presunto origen sobrenatural. Hablar con precisión de tales acontecimientos puede superar las capacidades del lenguaje humano (cfr. 2Cor 12,2-4). Con el advenimiento de los modernos medios de comunicación, tales fenómenos pueden atraer la atención o suscitar la perplejidad de muchos creyentes, y sus noticias pueden difundirse con gran rapidez, de modo que los Pastores de la Iglesia están llamados a tratar tales acontecimientos con solicitud, es decir, a apreciar sus frutos, a purificarlos de elementos negativos o a advertir a los fieles de los peligros que de ellos se derivan (cfr. 1Jn 4,1).

7. Además, con el desarrollo de los medios de comunicación actuales, y el aumento de las peregrinaciones, estos fenómenos alcanzan dimensiones nacionales e incluso mundiales, de modo que una decisión relativa a una Diócesis también tiene consecuencias en otros lugares.

8. Cuando, junto a determinadas experiencias espirituales, se producen también fenómenos físicos y psíquicos que no pueden explicarse inmediatamente con el solo uso de la razón, corresponde a la Iglesia emprender un cuidadoso estudio y discernimiento de estos fenómenos.

9. En su Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, Papa Francisco recuerda que el único modo de saber si algo viene del Espíritu Santo es el discernimiento, que hay que pedir y cultivar en la oración.[14] Es un don divino que ayuda a los Pastores de la Iglesia a realizar lo que dice san Pablo: «examinadlo todo; quedaos con lo bueno» (1Ts 5,21). Para ayudar a los Obispos diocesanos y a las Conferencias Episcopales en llevar a cabo el discernimiento de los fenómenos de supuesto origen sobrenatural, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe promulga las siguientes Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales.

I. ORIENTACIONES GENERALES

A. Naturaleza del discernimiento

10. Según las Normas que figuran a continuación, la Iglesia puede desempeñar el deber de discernimiento: a) si es posible vislumbrar en los fenómenos de presunto origen sobrenatural la presencia de signos de la acción divina; b) si en los eventuales escritos o mensajes de los implicados en los presuntos fenómenos no hay nada que sea contrario a la fe y a las buenas costumbres; c) si es lícito apreciar sus frutos espirituales, o si es necesario purificarlos de elementos problemáticos o advertir a los fieles de los peligros que de ellos se derivan; d) si es aconsejable que sea reconocido su valor pastoral por la autoridad eclesiástica competente.

11. Aunque las disposiciones siguientes prevén la posibilidad de un discernimiento en el sentido del n. 10, debe quedar claro que, de forma habitual, no cabe esperar un reconocimiento positivo por parte de la autoridad eclesiástica sobre el origen divino de presuntos fenómenos sobrenaturales.

12. En el caso que se conceda por parte del Dicasterio un Nihil obstat (cfr. infra, n. 17), tales fenómenos no se convierten en objeto de fe – es decir, los fieles no están obligados a darles un asentimiento de fe –, sino que, como en el caso de los carismas reconocidos por la Iglesia, «representan caminos para profundizar en el conocimiento de Cristo y entregarse más generosamente a él, arraigándose, al mismo tiempo, cada vez más en la comunión con todo el pueblo cristiano».[15]

13. Por otra parte, incluso cuando se concede un Nihil obstat para los procesos de canonización, esto no implica una declaración de autenticidad de eventuales fenómenos sobrenaturales presentes en la vida de una persona, como se puso de manifiesto, por ejemplo, en el decreto de canonización de santa Gema Galgani: «[Pius XI] feliciter elegit ut super heroicis virtutibus huius innocentis aeque ac poenitentis puellae suam mentem panderet, nullo tamen per praesens decretum (quod quidem numquam fieri solet) prolato iudicio de praeternaturalibus Servae Dei charismatibus».[16]

14. Al mismo tiempo, hay que señalar que ciertos fenómenos, que podrían tener un origen sobrenatural, a veces aparecen relacionados con experiencias humanas confusas, expresiones teológicamente imprecisas o intereses no del todo legítimos.

15. El discernimiento de los presuntos fenómenos sobrenaturales es realizado desde el principio por el Obispo diocesano, o eventualmente por otra autoridad eclesiástica a la que se refieren los art. 4-6 siguientes, en diálogo con el Dicasterio. En cualquier caso, puesto que nunca debe faltar una especial atención orientada al bien común de todo el Pueblo de Dios, «el Dicasterio se reserva el derecho, en cualquier caso, de evaluar los elementos morales y doctrinales de dicha experiencia espiritual y el uso que se hace de ellos».[17] No hay que ignorar que, a veces, el discernimiento también puede versar sobre delitos, manipulación de personas, daños a la unidad de la Iglesia, beneficios económicos indebidos, errores doctrinales graves, etc., que podrían provocar escándalos y minar la credibilidad de la Iglesia.

B. Conclusiones

16. El discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales puede llevar a conclusiones que normalmente se expresarán en uno de los siguientes términos.

17. Nihil obstat — Aunque no se expresa ninguna certeza en cuanto a la autenticidad sobrenatural del fenómeno, se reconocen muchos signos de una acción del Espíritu Santo “en medio”[18] de una determinada experiencia espiritual, y no se han detectado, al menos hasta ese momento, aspectos especialmente problemáticos o arriesgados. Por ello, se anima al Obispo diocesano a apreciar el valor pastoral y también a promover la difusión de esta propuesta espiritual, incluso a través de posibles peregrinaciones a un lugar santo.

18. Prae oculis habeatur — Si bien se reconocen importantes signos positivos, se advierten también algunos elementos de confusión o posibles riesgos que requieren un cuidadoso discernimiento y diálogo con los destinatarios de una determinada experiencia espiritual, por parte del Obispo diocesano. Si hay escritos o mensajes, puede ser necesaria una clarificación doctrinal.

19. Curatur — Se detectan varios o significativos elementos problemáticos, pero al mismo tiempo existe ya una amplia difusión del fenómeno y una presencia de frutos espirituales asociados a él y que pueden verificarse. En este sentido, se desaconseja una prohibición que pueda inquietar al Pueblo de Dios. En todo caso, se insta al Obispo diocesano a no alentar este fenómeno, a buscar expresiones alternativas de devoción y, eventualmente, a reorientar su perfil espiritual y pastoral

20. Sub mandato — Los problemas detectados no están relacionados con el fenómeno en sí, rico en elementos positivos, sino con una persona, una familia o un grupo de personas que hacen un uso impropio del mismo. Se utiliza una experiencia espiritual para obtener un beneficio económico particular e indebido, cometiendo actos inmorales o desarrollando una actividad pastoral paralela a la ya presente en el territorio eclesiástico, sin aceptar las indicaciones del Obispo diocesano. En este caso, la dirección pastoral del lugar específico donde se produce el fenómeno se confía o al Obispo diocesano o a otra persona delegada por la Santa Sede, quien, cuando no pueda intervenir directamente, tratará de llegar a un acuerdo razonable.

21. Prohibetur et obstruatur — Aunque existen exigencias legítimas y algunos elementos positivos, los problemas y los riesgos parecen graves. Por ello, para evitar ulteriores confusiones, o incluso escándalos que puedan minar la fe de los sencillos, el Dicasterio pide al Obispo diocesano que declare públicamente que no está permitida la adhesión a este fenómeno y que ofrezca simultáneamente una catequesis que pueda ayudar a comprender las razones de la decisión y a reconducir las legítimas inquietudes espirituales de esa parte del Pueblo de Dios.

22. Declaratio de non supernaturalitate — En este caso, el Obispo diocesano es autorizado por el Dicasterio a declarar que el fenómeno se reconoce como no sobrenatural. Esta decisión debe basarse en hechos y evidencias concretas y probadas. Por ejemplo, cuando un presunto vidente afirma haber mentido, o cuando testigos creíbles aportan elementos de juicio que permiten descubrir la falsedad del fenómeno, la intención errónea o la mitomanía.

23. A la luz de lo anteriormente expuesto, se reitera que ni el Obispo diocesano, ni las Conferencias Episcopales, ni el Dicasterio, por regla general, declararán que estos fenómenos son de origen sobrenatural, ni siquiera si se concede un Nihil obstat (cfr. n. 11). Sin perjuicio de que el Santo Padre pueda autorizar que se lleve a cabo un procedimiento al respecto.

II. PROCEDIMIENTO A SEGUIR

A. Normas sustanciales

Art. 1 – Corresponde al Obispo diocesano, en diálogo con la Conferencia Episcopal nacional, examinar los casos de presuntos fenómenos sobrenaturales ocurridos en su territorio y formular el juicio final sobre ellos, que se someterá a la aprobación del Dicasterio, incluida la posible promoción del culto o devoción relacionados con ellos.

Art. 2 – Después de haber investigado los hechos en cuestión, corresponde al Obispo diocesano transmitir con su voto al Dicasterio para la Doctrina de la Fe los resultados de la investigación - realizada según las normas indicadas a continuación - y actuar según las indicaciones proporcionadas por el Dicasterio. Corresponde al Dicasterio, en cualquier caso, evaluar el modo de proceder del Obispo diocesano y aprobar o no la decisión, por él propuesta, que se atribuye al caso concreto.

Art. 3 § 1 – El Obispo diocesano se abstendrá de toda declaración pública sobre la autenticidad o sobrenaturalidad de estos fenómenos y de toda implicación en ellos; sin embargo, no debe dejar de estar vigilante para intervenir, si fuera necesario, con rapidez y prudencia, siguiendo los procedimientos indicados en las normas siguientes.

§ 2 – Cuando, en relación con el presunto acontecimiento sobrenatural, surgiesen formas de devoción incluso sin un verdadero y propio culto, el Obispo diocesano tiene el grave deber de iniciar una investigación canónica exhaustiva lo antes posible para salvaguardar la fe y evitar abusos.

§ 3 – El Obispo diocesano debe poner especial cuidado en contener, incluso con los medios a su alcance, las manifestaciones religiosas confusas, o la difusión de cualquier material relacionado con el supuesto fenómeno sobrenatural (por ejemplo: lacrimaciones de imágenes sagradas, sudores, hemorragias, mutación de hostias consagradas, etc.), para no alimentar un clima sensacionalista (cfr. art. 11, § 1).

Art. 4 – Cuando, sea por el lugar de residencia de las personas implicadas en el presunto fenómeno, sea por el lugar de difusión de las formas de culto o en cualquier caso de devoción popular, esté implicada la competencia de más Obispos diocesanos, éstos, previa consulta al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, podrán constituir una Comisión interdiocesana que, presidida por uno de los Obispos diocesanos, dispondrá la instrucción según los artículos siguientes. Para ello, podrán valerse también de la ayuda de los departamentos competentes de la Conferencia Episcopal

Art. 5 – En el caso de que los presuntos hechos sobrenaturales impliquen la competencia de Obispos diocesanos pertenecientes a la misma provincia eclesiástica, el Metropolitano, previa consulta a la Conferencia Episcopal y al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, podrá, por mandato del Dicasterio, asumir la constitución y presidencia de la Comisión a la que se refiere el art. 4.

Art. 6 § 1 – En los lugares donde esté establecida la Región Eclesiástica a la que se refieren los cánones 433-434 CIC, y los presuntos hechos sobrenaturales afectasen a dicho territorio, el Obispo Presidente solicitará al Dicasterio para la Doctrina de la Fe un mandato especial para proceder.

§ 2 – En este caso, los procedimientos seguirán, por analogía, cuanto previsto en el art. 5, observando las indicaciones recibidas del mismo Dicasterio.

B. Normas de procedimiento

Fase de instrucción

Art. 7 § 1 – Siempre que el Obispo diocesano tenga noticia, al menos verosímil, de hechos de presunto origen sobrenatural relativos a la fe católica ocurridos en el territorio bajo su jurisdicción, deberá informarse con prudencia, personalmente o a través de un Delegado, de los acontecimientos y circunstancias y tener cuidado de reunir oportunamente todos los elementos útiles para una primera evaluación.

§ 2 Si los fenómenos son fácilmente gestionables en el ámbito de las personas directamente implicadas y no se percibe ningún peligro para la comunidad, no debe tomarse ninguna otra medida, previa consulta con el Dicasterio, aunque se mantiene el deber de vigilancia.

§ 3 En el caso de que estuviesen implicadas personas dependientes de varios Obispos diocesanos, deberá escucharse el parecer de estos Obispos. Cuando un presunto fenómeno se origina en un lugar y se desarrolla en otros, puede ser valorado de forma diferente en estos últimos. En tal caso, cada Obispo diocesano tiene siempre la facultad de decidir lo que considere pastoralmente prudente en su propio territorio, previa consulta al Dicasterio.

§ 4 – Cuando en el presunto fenómeno estén implicados objetos de diversa índole, el Obispo diocesano, personalmente o a través de un Delegado, podrá ordenar que se coloquen en un lugar seguro y protegido, hasta que se aclare el caso. Cuando se trata de un presunto milagro eucarístico, las especies consagradas deben conservarse en un lugar reservado y de forma adecuada.

§ 5 – En el caso en el que los elementos recogidos parezcan suficientes, el Obispo diocesano decidirá si inicia una fase de evaluación del fenómeno, con el fin de proponer un juicio final al Dicasterio en su Votum, en el interés superior de la fe de la Iglesia y para salvaguardar y promover el bien espiritual de los fieles.

Art. 8 § 1 – El Obispo diocesano[19] creará una Comisión de investigación entre cuyos miembros estarán al menos un teólogo, un canonista y un perito elegido en función de la naturaleza del fenómeno,[20] cuyo objetivo no es sólo llegar a un pronunciamiento sobre la veracidad de los hechos, sino profundizar en todos los aspectos del acontecimiento, a fin de proporcionar al Obispo diocesano todos los elementos útiles para una evaluación.

§ 2 – Los miembros de la Comisión de investigación sean de una fama integra, de una fe segura, de una sana doctrina, de una prudencia probada, y no deberán estar implicados, ni directa ni indirectamente, con las personas o los hechos objeto de discernimiento.

§ 3 – El propio Obispo diocesano nombrará a un Delegado, también elegido entre los miembros de la Comisión o externo a ella, con el encargo de coordinar y presidir los trabajos y preparar las sesiones.

§ 4 – El Obispo diocesano, o su Delegado, nombrará también un Notario encargado de asistir a las reuniones y de levantar acta de los interrogatorios y de cualquier otro acto de la Comisión. Es deber del Notario asegurar que las actas sean debidamente firmadas y que todas las actos objeto de la instrucción sean recogidos y, ordenados, se conserven en los archivos de la Curia. El Notario también se encarga de la convocatoria y prepara la documentación.

§ 5 – Todos los miembros de la Comisión están llamados a mantener el secreto de oficio, prestando juramento.

Art. 9 § 1 Los interrogatorios se llevan a cabo de forma análoga a cuanto prescrito por la legislación universal (cfr. cann. 1558-1571 CIC; cann. 1239-1252 CCEO) y se realizan sobre la base de preguntas formuladas por el Delegado, tras un debate adecuado con los demás miembros de la Comisión.

§ 2 La declaración jurada de las personas implicadas en los presuntos hechos sobrenaturales se presta en presencia de toda la Comisión o, al menos, de algunos de sus miembros. Cuando los hechos del caso se basan en un testimonio ocular, los testigos deben ser interrogados lo antes posible para aprovechar la proximidad temporal al acontecimiento.

§ 3 Los confesores de las personas implicadas, que afirman haber sido protagonistas de hechos de origen sobrenatural, no pueden testificar sobre todo lo que han conocido a través de la confesión sacramental.[21]

§ 4 Los directores espirituales de las personas implicadas, que afirmen haber sido protagonistas de hechos de origen sobrenatural, no podrán testificar sobre lo que hayan conocido a través de la dirección espiritual, salvo que las personas interesadas autoricen la declaración por escrito.

Art. 10 –Cuando el material de la instrucción contenga textos escritos u otros elementos (vídeo, audio, fotográficos) divulgados en los medios de comunicación, que tengan como autor a una persona implicada en el presunto fenómeno, dicho material será sometido a un examen minucioso por expertos (cf. art. 3 § 3), cuyos resultados serán incluidos en la documentación de la instrucción por el Notario.

Art. 11 § 1 – Cuando los hechos extraordinarios a los que se refiere el art. 7 § 1 incluyan objetos de diversa naturaleza (cfr. art. 3 § 3), la Comisión llevará a cabo una investigación exhaustiva de estos objetos a través de los expertos que la componen o de otros expertos elegidos para el caso, con el fin de llegar a una evaluación de carácter científico, doctrinal y canónico que ayude a la evaluación posterior.

§ 2 – Cuando eventuales muestras de naturaleza orgánica, relacionadas con el acontecimiento extraordinario, requiriesen especiales investigaciones de laboratorio y, en cualquier caso, de tipo técnico-científico, el estudio será encomendado por la Comisión a expertos verdaderamente peritos en el área correspondiente al tipo de investigación.

§ 3 – En caso que el fenómeno afectase al Cuerpo y la Sangre del Señor en los signos sacramentales del pan y del vino, se deberá tener especial cuidado en que cualquier análisis de los mismos no suponga una falta de respeto al Santísimo Sacramento, garantizando la devoción que le es debida.

§ 4 – Cuando los presuntos hechos extraordinarios estuviesen en el origen de problemas de orden público, el Obispo diocesano colaborará con la autoridad civil competente.

Art. 12 – Cuando los presuntos acontecimientos sobrenaturales continuasen durante el curso de la instrucción y si la situación aconsejara intervenciones prudenciales, el Obispo diocesano no debería dudar en tomar aquellas medidas de buen gobierno para evitar manifestaciones incontroladas o dudosas de devoción o el inicio de un culto basado en elementos todavía no definidos.

Fase de evaluación

Art. 13 – El Obispo diocesano, también con la ayuda de los miembros de la Comisión por él instituida, evalúe minuciosamente el material recogido, según los principales criterios de discernimiento mencionados anteriormente (cf. nº 10-23) y los criterios positivos y negativos que siguen, que también deben aplicarse de forma acumulativa.

Art. 14 – Entre los criterios positivos no se deje de juzgar:

1°. La credibilidad y buena reputación de las personas que afirman ser destinatarias de acontecimientos sobrenaturales o estar directamente implicadas en ellos, así como de los testigos escuchados. En particular, debe tenerse en cuenta el equilibrio psíquico, la honestidad y rectitud en la vida moral, la sinceridad, humildad y docilidad habitual hacia la autoridad eclesiástica, la disponibilidad para colaborar con ella y la promoción de un espíritu de auténtica comunión eclesial.

2°. La ortodoxia doctrinal del fenómeno y del eventual mensaje relacionado con él.

3° El carácter imprevisible del fenómeno, del que se desprende claramente que no es fruto de la iniciativa de las personas implicadas.

4°. Los frutos de la vida cristiana. Entre ellos se verifique la existencia de un espíritu de oración, conversiones, vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, testimonios de caridad, así como una devoción sana y frutos espirituales abundantes y constantes. Debe evaluarse la contribución de tales frutos al crecimiento de la comunión eclesial.

Art. 15 – Entre los criterios negativos se verifiquen cuidadosamente:

1°. La posible presencia de un error manifiesto sobre el hecho.

2°. Posibles errores doctrinales. A este respecto, hay que tener en cuenta la posibilidad de que la persona que dice ser destinataria de acontecimientos de origen sobrenatural haya añadido – incluso inconscientemente – elementos puramente humanos a una revelación privada, o algún error de orden natural no debido a una mala intención, sino a la percepción subjetiva del fenómeno.

3°. Un espíritu sectario que genera división en el tejido eclesial.

4°. Una evidente búsqueda de beneficio, poder, fama, notoriedad social, interés personal estrechamente ligada al hecho.

5°. Actos gravemente inmorales cometidos en el momento o con ocasión del hecho por el sujeto o sus seguidores.

6°. Alteraciones psíquicas o tendencias psicopáticas en el sujeto, que puedan haber ejercido una influencia en el presunto hecho sobrenatural, o psicosis, histeria colectiva u otros elementos atribuibles a un horizonte patológico.

Art. 16 – Debe considerarse de especial gravedad moral la utilización de supuestas experiencias sobrenaturales o de elementos místicos reconocidos como medio o pretexto para ejercer dominio sobre las personas o cometer abusos.

Art. 17 – La evaluación de los resultados de la investigación en el caso de presuntos fenómenos sobrenaturales a que se refiere el art. 7 § 1, se lleve a cabo con cuidadosa diligencia, respetando tanto a las personas implicadas como el examen técnico-científico eventualmente realizado sobre el presunto fenómeno sobrenatural.

Fase conclusiva

Art. 18 – Completada la instrucción y examinados detenidamente los acontecimientos y la información recopilada,[22] considerado también el impacto que los presuntos hechos han tenido en el Pueblo de Dios a él confiado, con especial atención a la fecundidad de los frutos espirituales generados por la nueva devoción que haya podido surgir, el Obispo diocesano, con la ayuda del Delegado, elaborará un informe sobre el presunto fenómeno. Teniendo en cuenta todos los datos del caso, tanto positivos como negativos, redactará un Votum personal sobre el asunto, proponiendo al Dicasterio su juicio final, por regla general, según una de las siguientes fórmulas:[23]

1°. Nihil obstat

2°. Prae oculis habeatur

3°. Curatur

4°. Sub mandato

5°. Prohibetur et obstruatur

6°. Declaratio de non supernaturalitate

Art. 19 – Terminada la investigación, todas las actas relativas al caso examinado se remiten al Dicasterio para la Doctrina de la Fe para la aprobación final.

Art. 20 – Así mismo, el Dicasterio procederá a examinar las actas del caso, evaluando los elementos morales y doctrinales de tal experiencia y el uso que se ha hecho de ella, así como el Votum del Obispo diocesano. El Dicasterio podrá solicitar más información al Obispo diocesano, o pedir otras opiniones, o proceder, en casos extremos, a un nuevo examen del caso, distinto del realizado por el Obispo diocesano. A la luz del examen realizado, procederá a confirmar o no la decisión propuesta por el Obispo diocesano

Art. 21 § 1 – Una vez recibida la respuesta del Dicasterio, a menos que el Dicasterio indique otra cosa, el Obispo diocesano, de acuerdo con el Dicasterio, dará a conocer al Pueblo de Dios con claridad el juicio sobre los hechos en cuestión.

§ 2 – El Obispo diocesano se encargará de informar a la Conferencia Episcopal nacional sobre la decisión aprobada por el Dicasterio.

Art. 22 § 1 – En el caso que se conceda un Nihil obstat (cfr. art. 18, 1°), el Obispo diocesano prestará la máxima atención a la correcta valoración de los frutos originados por el fenómeno examinado, siguiendo la vigilancia con prudente atención. En este caso, el Obispo diocesano indicará claramente, mediante decreto, la naturaleza de la autorización y los límites de un eventual culto permitido, precisando que los fieles «pueden dar su asentimiento de forma prudente».[24]

§ 2 – El Obispo diocesano estará atento también que los fieles no consideren ninguna de las decisiones como un aval al carácter sobrenatural del fenómeno.

§ 3 – El Dicasterio se reserva, en cualquier caso, la posibilidad de intervenir nuevamente tras la evolución del fenómeno.

Art. 23 § 1 – En caso de que se adopte una decisión cautelar (cfr. art. 18, 2°-4°) o negativa (cfr. art. 18, 5°-6°), debe ser hecha pública formalmente por el Obispo diocesano, previa aprobación del Dicasterio. Ésta, también, debe redactarse en un lenguaje claro y comprensible para todos, y evaluando la oportunidad de dar a conocer las razones de la decisión tomada y los fundamentos doctrinales de la fe católica, para favorecer el crecimiento de una sana espiritualidad.

§ 2 – Al comunicar cualquier eventual decisión negativa, el Obispo diocesano podrá omitir información que pueda causar un perjuicio injusto a las personas implicadas.

§ 3 – En caso de divulgación continuada de escritos o mensajes, los Pastores legítimos estarán vigilantes de acuerdo con el can. 823 CIC (cfr. cann. 652 § 2; 654 CCEO), reprendiendo los abusos y todo lo que sea perjudicial para la recta fe y las buenas costumbres o de otro modo peligroso para el bien de las almas. A tal fin se puede recurrir a la imposición de los medios ordinarios, incluidos los preceptos penales (cfr. can. 1319 CIC; can. 1406 CCEO).

§ 4 – El recurso en virtud del § 3 es particularmente apropiado cuando la conducta que debe reprobarse se refiere a objetos o lugares relacionados con presuntos fenómenos sobrenaturales.

Art. 24 – Cualquiera que sea la decisión aprobada, el Obispo diocesano, personalmente o a través de un Delegado, tiene el deber de seguir vigilando el fenómeno y a las personas implicadas, ejerciendo específicamente su potestad ordinaria.

Art. 25 – En caso que los presuntos fenómenos sobrenaturales puedan atribuirse con certeza a un intento deliberado de mistificar y engañar con otros fines (ej. lucro y otros intereses personales), el Obispo diocesano aplicará, caso por caso, la legislación canónica penal vigente.

Art. 26 – El Dicasterio para la Doctrina de la Fe tiene la facultad de intervenir motu proprio, en cualquier momento y en cualquier estado de discernimiento sobre presuntos fenómenos sobrenaturales.

Art. 27 – Las presentes Normas sustituyen íntegramente las precedentes del 25 de febrero de 1978.

El Sumo Pontífice Francisco, en la Audiencia concedida al suscrito Prefecto, junto al Secretario para la Sección Doctrinal del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el día 4 de mayo de 2024, ha aprobado las presentes Normas, decididas en la Sesión Ordinaria de este Dicasterio en fecha 17 de abril de 2024, y ha ordenado su publicación, estableciendo que éstas entren en vigor el 19 de mayo de 2024, en la solemnidad de Pentecostés.

Dado en Roma, en la Sede del Dicastero para la Doctrina de la Fe, el 17 de mayo de 2024.

Víctor Manuel Card. Fernández

Prefecto

Mons. Armando Matteo

Secretario

para la Sección Doctrinal

Ex Audientia Die 04.05.2024

FRANCISCUS

_________________

[1] S. Juan de la Cruz, Noche oscura II, 17, 6, en Id., Obras Completas, Ediciones Sígueme, Salamanca 20074, pp. 413-543, p. 521.

[2] Id., Cántico espiritual B, pról., 1, en op. cit., p. 567.

[3] Id., Noche oscura II, 17, 8, en op. cit., p. 522.

[4] Id., Llama de amor viva B III, 47, en op. cit., pp. 765-861, p. 836.

[5] Benedicto XVI, Exhort. Ap. Verbum Domini (30 septiembre 2010), n. 14: AAS 102 (2010), p. 696.

[6] K. Rahner, Visioni e profezie. Mistica ed esperienza della trascendenza, Vita e Pensiero, Milano 19952, pp. 95-96.

[7] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum (18 noviembre 1965), n. 4: AAS 58 (1966), p. 819.

[8] S. Juan de la Cruz, Subida del monte Carmelo, 2, 22, 3-5, Id., Obras Completas, Ediciones Sígueme, Salamanca 20074, pp. 123-412, 278-279; cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 65.

[9] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum (18 noviembre 1965), n. 5: AAS 58 (1966), p. 819.

[10] S. Juan de la Cruz, Cántico espiritual B, 37, 4 en op. cit. pp. 545-763, 745-746.

[11] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 67. Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, El mensaje de Fátima (26 junio 2000).

[12] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium (7 diciembre 1965), nn. 39-42: AAS 57 (1965), pp. 44-49; Francisco, Exhort. Ap. Gaudete et exsultate (19 marzo 2018), nn. 10-18, 143: AAS 110 (2018), pp. 1114-1116, 1150-1151; Id., Cart. Ap. Totum amoris est (28 diciembre 2022), passim: L’Osservatore Romano, 28 diciembre 2022, pp. 8-10.

[13] Francisco, Exhort. Ap. C’est la confiance (15 octubre 2023), n. 35: L’Osservatore Romano, 16 octubre 2023, p. 3.

[14] Cfr. Francisco, Exhort. Ap. Gaudete et exsultate (19 marzo 2018), nn. 166 y 173: AAS 110 (2018), pp. 1157 y 1159-1160.

[15] S. Juan Pablo II, Mensaje a los participantes en el Congreso mundial de los Movimientos eclesiales organizado por el Pontificio Consejo para los Laicos (27 mayo 1998), n. 4: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XXI 1: 1998, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2000, p. 1064. Cfr. Benedicto XVI, Exhort. Ap. Verbum Domini (30 septiembre 2010), n. 14: AAS 102 (2010), p. 696.

[16] Sacra Congregatio Rituum, Decretum beatificationis et canonizationis Servae Dei Gemmae Galgani, virginis saecularis: AAS 24 (1932), p. 57. «[Pio XI] ha querido de buena gana detenerse en las virtudes heroicas de esta doncella tan inocente como penitente, sin que, sin embargo, por el presente decreto (lo que no suele ocurrir nunca) se emita un juicio sobre los carismas preternaturales de la Sierva de Dios».

[17] Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Carta al Obispo de Como sobre un presunto vidente (25 septiembre 2023).

[18] La expresión “en medio” no quiere decir “por medio” o “a través”, sino que indica que en un determinado contexto, no necesariamente de origen sobrenatural, el Espíritu Santo obra cosas buenas.

[19] U otra autoridad eclesiástica mencionada en los art. 4-6.

[20] Por ej.: un médico, preferiblemente especializado en alguna disciplina relacionada, como psiquiatría, hematología, etc.; un biólogo; un químico, etc.

[21] Cfr. cann. 983 § 1; 1550 § 2, 2° CIC; cann. 733 § 1; 1231 § 1, 2° CCEO; Congregación para la Causa de los Santos, Instr. “Sanctorum Mater” sobre el procedimiento Instructivo diocesano y eparquial en las Causas de los Santos (17 mayo 2007), arts. 101-102: AAS 99 (2007), p. 494; Penitenciaría Apostólica, Nota sobre la importancia del foro interno y la inviolabilidad del sigilo sacramental (29 junio 2019): AAS 111 (2019), pp. 1215-1218.

[22] Todas las pruebas testimoniales se evalúan detalladamente aplicando cuidadosamente todos los criterios, también a la luz de la legislación canónica relativa a la fuerza probatoria de los testimonios (cfr. ex analogia can. 1572 CIC; can. 1253 CCEO).

[23] Cfr. supra nn. 17-22.

[24] Benedetto XVI, Exhort. Ap. Verbum Domini (30 septiembre 2010), n. 14: AAS 102 (2010), p. 696. En el mismo párrafo se afirma: «La aprobación eclesiástica de una revelación privada indica esencialmente que su mensaje no contiene nada contrario a la fe y a las buenas costumbres; es lícito hacerlo público, y los fieles pueden dar su asentimiento de forma prudente […] Es una ayuda que se ofrece pero que no es obligatorio usarla. En cualquier caso, ha de ser un alimento de la fe, esperanza y caridad, que son para todos la vía permanente de la salvación».

[00842-ES.01] [Texto original: Italiano]

Traduzione in lingua portoghese

NORMAS

PARA PROCEDER NO DISCERNIMENTO
DE PRESUMIDOS FENÔMENOS SOBRENATURAIS

Apresentação

Na escuta do Espírito
que opera no fiel Povo de Deus

Deus está presente e age na nossa história. O Espírito Santo, que se derrama do Coração de Cristo Ressuscitado, opera na Igreja com divina liberdade e nos oferece tantos dons preciosos que nos ajudam no caminho da vida e estimulam o nosso amadurecimento espiritual, na fidelidade ao Evangelho. Esta ação do do Espírito Santo inclui também a possibilidade de chegar aos nossos corações através de alguns eventos sobrenaturais, como por exemplo as aparições ou visões de Cristo ou da Santa Virgem e outros fenômenos.

Tantas vezes estas manifestações provocaram uma grande riqueza de frutos espirituais, de crescimento na fé, de devoção e de fraternidade e serviço, e em alguns casos deram origem a diversos Santuários espalhados em todo o mundo, que hoje são parte do coração da piedade popular de muitos povos.

Existe tanta vida e tanta beleza que o Senhor semeia para além dos nossos esquemas mentais e dos nossos procedimentos! Por esta razão, as Normas para proceder no discernimento de presumidos fenômenos sobrenaturais, que agora apresentamos, não pretendem ser necessariamente um controle, menos ainda uma tentativa de abafar o Espírito. Nos casos mais positivos de eventos de presumida origem sobrenatural, de fato, «encoraja-se o Bispo Diocesano a apreciar o valor pastoral e a promover a difusão desta proposta espiritual» (I, n. 17).

São João da Cruz constatava «quão baixos, insuficientes e, de qualquer maneira, impróprios sejam as palavras e os termos usados nesta vida para tratar das coisas divinas».[1] Ninguém pode exprimir plenamente as imperscrutáveis vias de Deus nas pessoas: «Os santos doutores, ainda que tenham falado e continuem a falar disso, não conseguem explicá-lo com palavras, como de resto nem mesmo com palavras foi dito».[2] Porque «a via para ir a Deus é tão secreta e oculta para a alma como aquela do mar para o corpo, sobre a qual não se conhecerm sendas e pegadas».[3] Realmente, «sendo pois um artífice sobrenatural, Ele construirá em cada alma o edifício sobrenatural que desejar».[4]

Ao mesmo tempo, é necessário reconhecer que em alguns casos de eventos de presumida origem sobrenatural encontram-se problemas muito sérios, com dano aos fiéis. Nestes casos, a Igreja deve agir com toda a sua solicitude pastoral. Refiro-me, por exemplo, ao uso de tais fenômenos para obter «lucro, poder, fama, notoriedade social, interesse pessoal» (II, art. 15, 4°), que pode chegar até mesmo à possibilidade de realizar atos gravemente imorais (cfr. II, art.15, 5°) ou mesmo «como meio ou pretexto para exercer um domínio sobre as pessoas ou cometer abusos» (II, art. 16).

Não se deve ignorar nem mesmo, em tais eventos, a possibilidade de haver erros doutrinais, reducionismos indevidos no propor a mensagem do Evangelho, a difusão de um espírito sectário etc. Por último, existe também a possibilidade de os fiéis serem arrastados por um fenômeno, atribuído à iniciativa divina, mas que é fruto somente da fantasia, do desejo de novidade, da mitomania ou da tendência à falsificação.

No seu discernimento neste âmbito, a Igreja tem pois necessidade de procedimentos claros. As Normas para proceder no discernimento de presumidas aparições e revelações, que se aplicavam até agora, foram aprovadas em forma reservada por São Paulo VI em 1978, há mais de quarenta anos, e foram publicadas oficialmente apenas em 2011, trinta e três anos depois.

A recente revisão

Na aplicação das Normas de 1978 constatava-se, todavia, que as decisões exigiam tempos muito longos, até décadas, e deste modo se chegava tarde demais ao necessário discernimento eclesial.

A sua revisão teve início em 2019, através de várias consultas previstas pela então Congregação para a Doutrina da Fé (Congresso, Consulta, Feria IV e Plenária). Ao longo destes cinco anos, foram elaboradas diversas propostas de revisão, todas porém consideradas insuficientes.

No Congresso do Dicastério de 16 de novembro de 2023, viu-se a necessidade de uma revisão global e radical do projeto elaborado até aquele momento. Foi então preparado um outro esboço de documento, totalmente repensado na direção de um maior esclarecimento das funções do Bispo Diocesano e do Dicastério.

A nova redação foi submetida ao exame de uma Consulta restrita, realizada em 4 de março de 2024, obtendo um parecer geral positivo, ainda que tenham sido feitas algumas observações para a melhora do texto, que foram integradas no sucessivo esboço do documento.

O texto foi posteriormente estudado na Feria IV do Dicastério, realizada em 17 de abril de 2024, durante a qual os Cardeais e os Bispos membros deram a sua aprovação. Enfim, em 4 de maio de 2024, as novas Normas foram apresentadas ao Santo Padre, que as aprovou e ordenou que fossem publicadas, estabelecendo sua entrada vigor no dia 19 de maio de 2024, na solenidade de Pentecostes.

Razões da nova redação das Normas

No Prefácio à publicação das Normas de 1978, acontecida em 2011, o então Prefeito, Card. William Levada, esclarecia que o mesmo Dicastério era competente para examinar os casos de «aparições, de visões e mensagens atribuídas à origem sobrenatural». Aquelas Normas, de fato, estabeleciam que «compete à Sagrada Congregação julgar e aprovar o modo de proceder do Ordinário» ou «proceder a um novo exame» (IV, 2).

No passado, a Santa Sé parecia aceitar que os Bispos fizessem declarações como estas: «Os fiéis são justificados em crer como indubitável e certo» (Decreto do Bispo de Grenoble, 19 de setembro de 1851); «Não se pode colocar em dúvida a realidade das lacrimações» (Bispos da Sicília, 12 de dezembro de 1953). Mas estas expressões contrastavam a convicção da Igreja de que os fiéis não são obrigados a aceitar a autenticidade desses eventos. Por isso, alguns meses depois deste último caso, o então Santo Ofício esclareceu que «não tomou ainda nenhuma decisão em mérito à Senhora das Lágrimas [Siracusa, Sicília]» (2 de outubro de 1954). Mais recentemente, referindo-se ao caso de Fátima, a então Congregação para a Doutrina da Fé explicou que a aprovação eclesiástica de uma revelação privada evidencia que «a relativa mensagem não contém nada que contraria a fé e os bons costumes» (26 de junho de 2000).

Não obstante esta clara tomada de posição, os procedimentos seguidos de fato pelo Dicastério, mesmo nos últimos tempos, eram orientados a uma declaração de “sobrenaturalidade” ou de “não-sobrenaturalidade” por parte do Bispo, tanto que alguns Bispos insistiram sobre a possibilidade de emitir uma declaração positiva desse tipo. Ainda recentemente, alguns Bispos queriam exprimir-se com palavras como estas: «Constato a absoluta verdade dos fatos», «os fiéis devem considerar sem dúvida como verdadeiros…» etc. Estas expressões orientavam os fiéis a pensarem que eram obrigados a crer nessas manifestações, que às vezes eram mais valorizadas que o próprio Evangelho.

No tratamento de tais casos e particularmente na redação de um pronunciamento, a praxe seguida por alguns Bispos foi de pedir previamente ao Dicastério a necessária autorização. E quando eram autorizados a fazê-lo, pedia-se aos Bispos de não mencionar o Dicastério no pronunciamento. Assim aconteceu, por exemplo, nos pouquíssimos casos que chegaram a uma conclusão nas últimas décadas: «Sem implicar nossa Congregação» (Carta ao Bispo de Gap, 3 de agosto de 2007); «Em tal declaração não seja envolvido o Dicastério» (Congresso de 11 de maio de 2001, quanto ao Bispo de Gikongoro). Em outras palavras, o Bispo não podia nem mesmo mencionar que existia uma aprovação do Dicastério. Ao mesmo tempo, alguns outros Bispos, cujas Dioceses eram também envolvidas nesses fenômenos, pediam ao Dicastério que se pronunciasse para que se alcançasse uma clareza maior.

Este particular modo de proceder, que gerou não pouca confusão, ajuda a entender que as Normas de 1978 não são mais suficientes e adequadas para guiar o trabalho seja dos Bispos, seja do Dicastério. Isso se torna ainda mais problemático hoje, dado que dificilmente um fenômeno permanece circunscrito a uma cidade ou a uma Diocese. Tal constatação já tinha aparecido na então Congregação para a Doutrina da Fé, durante a Assembléia Plenária de 1974, quando os membros reconheciam que um evento de presumida origem sobrenatural muitas vezes «ultrapassa inevitavelmente os limites de uma Diocese e também de uma Nação e [...] o caso chega automaticamente a proporções que podem justificar uma intervenção da Autoridade suprema da Igreja». Ao mesmo tempo, as Normas de 1978 reconheciam que se tornou «mais difícil, senão quase impossível, emitir com a devida celeridade os juízos que concluíam no pasado as investigações em matéria (constat de supernaturalitate, non constat de supernaturalitate)» (Normas de 1978, nota preliminar).

A expectativa de uma declaração sobre a sobrenaturalidade de um evento teve como consequência que somente pouquíssimos casos chegaram a uma clara determinação. De fato, depois de 1950, foram resolvidos oficialmente não mais que seis casos, mesmo se os fenômenos tenham crescido de número, frequentemente sem uma guia clara e com o envolvimento de pessoas de muitas Dioceses. Portanto, presume-se que tantíssimos outros casos foram conduzidos de maneira diversa ou mesmo não foram tratados.

Para não procrastinar ainda mais a resolução de um caso específico relativo a evento de presumida origem sobrenatural, o Dicastério propôs recentemente ao Santo Padre que se pudesse encerrar o relativo discernimento não com uma declaração de supernaturalitate, mas com um Nihil obstat que permitisse ao Bispo aproveitar pastoralmente aquele fenômeno espiritual. A tal declaração se chegaria depois de se ter avaliado os diversos frutos espirituais e pastorais e a ausência de problemas importantes no evento. O Santo Padre considerou tal proposta como uma “solução justa”.

Novos aspectos

Os elementos expostos nos levaram a propor, com as novas Normas, um procedimento diverso em relação ao passado, mas também mais rico, com seis possíveis conclusões prudenciais para orientar o trabalho pastoral em torno aos eventos de presumida origem sobrenatural (cfr. I, nn. 17-22). A proposta destas seis determinações finais permite ao Dicastério e aos Bispos conduzir de modo adequado as problemáticas de casos muito diversos entre si, dos quais se tem conhecimento.

Entre estas possíveis conclusões não se inclui normalmente uma declaração acerca da sobrenaturalidade do fenômeno objeto de discerimento, isto é a possibilidade de afirmar com certeza moral que ele provém de uma decisão de Deus, que o teria querido de modo direto. Ao invés, a concessão do Nihil obstat indica simplesmente, como já explicava Papa Bento XVI, que a respeito daquele fenômeno os fiéis «são autorizados a dar-lhe, de modo prudente, a sua adesão». Não se tratando de uma delaração sobre a sobrenaturalidade dos fatos, torna-se ainda mais claro, como dizia ainda Papa Bento XVI, que se trata somente de uma ajuda «da qual não é obrigatório fazer uso».[5] De outro lado, esta intervenção deixa naturalmente aberta a possibilidade de no futuro, prestando-se atenção ao desenvolvimento da devoção, intervir de modo diverso.

Deve-se notar ainda que chegar a uma declaração de “sobrenaturalidade”, por sua natureza, não apenas requer um tempo adequado de análise, mas pode dar espaço a que se emita hoje uma declaração de “sobrenaturalidade” e muitos anos depois um juízo de “não-sobrenaturalidade”, como de fato já aconteceu. Vale a pena recordar um caso de presumidas aparições dos anos ’50, em que o Bispo, no ano 1956, emitiu uma sentença definitiva de “não-sobrenaturalidade”. No ano seguinte, o então Santo Ofício aprovou as determinações daquele Bispo. Em seguida, pediu-se novamente a aprovação daquela veneração, mas em 1974 a Congregação para a Doutrina da Fé declarou a respeito da mesmas aparições um constat de non supernaturalitate. Sucessivamente, em 1996, o Bispo do lugar reconheceu aquela devoção e um sucessivo Bispo do mesmo lugar, em 2002, reconheceu a “origem sobrenatural” das aparições e a devoção se difundiu em outros Países. Por último, a pedido da Congregação para a Doutrina da Fé, em 2020, o novo Bispo reafirmou o “juízo negativo” dado precedentemente pela mesma Congregação, impondo que cessasse qualquer divulgação a respeito das presumidas aparições e revelações. Foram necessários cerca de setenta tormentosos anos para se chegar à conclusão do caso.

Hoje, tem-se a convicção de que essas situações complicadas, que produzem confusão entre os fiéis, devam ser sempre evitadas, assumindo um envolvimento mais veloz e explícito deste Dicastério e evitando que o discernimento se dirija a uma declaração de “sobrenaturalidade”, com fortes expectativas, ansiedades e até mesmo pressões a respeito. Tal declaração de “sobrenaturalidade” é, pois, substituída ou por um Nihil obstat, que autoriza um trabalho pastoral positivo, ou por uma outra determinação adaptada à situação concreta.

Os procedimentos previstos pelas novas Normas, com a proposta de seis possíveis decisões prudenciais, permitem chegar num tempo razoável a uma resolução que ajude o Bispo a conduzir a situação relativa a eventos de presumida origem sobrenatural, antes que eles tomem dimensões muito problemáticas, sem um necessário discernimento eclesial.

Todavia, de uma parte permanece firme a possibilidade que o Santo Padre intervenha autorizando, em via totalmente excepcional, a proceder a uma declaração de sobrenaturalidade dos eventos: trata-se de uma exceção, que de fato se verificou só em pouquíssimos casos nos últimos séculos.

De outra, como previsto pelas novas Normas, permanece a possibilidade de uma declaração de “não-sobrenaturalidade” apenas quando se verificam sinais objetivos e claramente indicativos de manipulação à base do fenômeno, como por exemplo quando um presumido vidente declara ter mentido, ou quando as provas indicam que o sangue de um crucifixo pertence ao presumido vidente etc.

Reconhecimento de uma ação do Espírito

A maior parte dos Santuários, que hoje são lugares privilegiados da piedade popular do Povo de Deus, não teve jamais, no curso da devoção que ali se exprime, uma declaração de sobrenaturalidade dos fatos que deram origem àquela devoção. O sensus fidelium intuiu que ali existia uma ação do Espírito Santo e não apareceram problemas importantes que requeressem uma intervenção dos Pastores.

Em muitos casos, a presença do Bispo e dos sacerdotes em certos momentos, como nas peregrinações ou na celebração de algumas Missas, era um modo implícito de reconhecer que não existiam objeções graves e que aquela experiência espiritual exercitava um influxo positivo na vida dos fiéis.

Em todo caso, um Nihil obstat permite aos Pastores agirem sem dúvidas nem lentidão para estar junto ao Povo de Deus no acolhimento dos dons do Espírito Santo, que podem brotar em meio a estes fatos. A expressão “em meio a”, utilizada nas novas Normas, ajuda a entender que, mesmo se não se emite a declaração de sobrenaturalidade sobre o próprio evento, de todo modo são reconhecidos com clareza os sinais de uma ação sobrenatural do Espírito Santo no contexto do acontecimento.

Em outros casos, junto com este reconhecimento, vê-se a necessidade de certos esclarecimentos ou purificações. Pode acontecer, de fato, que verdadeiras ações do Espírito Santo em uma situação concreta, que podem ser justamente apreciadas, apareçam misturadas a elementos meramente humanos, como desejos pessoais, recordações, ideias às vezes obsessivas, ou a «algum erro de ordem natural não devido a má intenção, mas à percepção subjetiva do fenômeno» (II, art. 15, 2°). De resto, «não se pode colocar uma experiência de visão, sem ulteriores considerações, diante ao dilema rigoroso de ser correta em todos os pontos, ou de dever ser considerada completamente uma ilusão humana ou diabólica».[6]

O envolvimento e o acompanhamento do Dicastério

É importante entender que as novas Normas evidenciam a competência deste Dicastério. De uma parte, permanece firme que o discernimento é tarefa do Bispo Diocesano. De outra, devendo reconhecer que, hoje mais que nunca, estes fenômenos envolvem muitas pessoas que pertencem a outras Dioceses e se difundem rapidamente em diversas regiões e Países, as novas Normas estabelecem que o Dicastério deve ser consultado e intervir sempre para dar uma aprovação final a quanto for decidido pelo Bispo, antes que este torne pública a determinação sobre um evento de presumida origem sobrenatural. Se antes intervinha, mas pedia ao Bispo de não o mencionar, hoje o Dicastério manifesta publicamente o seu envolvimento e acompanha o Bispo na determinação final. Tornando público o quanto decidido, o Bispo deve, pois, dizer: «de comum acordo com o Dicastério para a Doutrina da Fé».

De qualquer modo, como já contemplado nas Normas de 1978, (IV, 1 b), também as novas Normas preveem que, em alguns casos, o Dicastério pode intervir motu proprio (cfr. II, art. 26). De fato, depois de se ter chegado a uma determinação clara, as novas Normas preveem que «o Dicastério se reserva, em todo caso, a possibilidade de intervir novamente, seguindo o desenvolvimento do fenômeno» (II, art. 22 §3) e pedem ao Bispo para «continuar a vigiar» (II, art. 24), para o bem dos fiéis.

Deus está sempre presente na história e não deixa jamais de enviar-nos os dons de sua graça através da ação do Espírito Santo, a fim de renovar dia a dia a nossa fé em Jesus Cristo, Salvador do mundo. Compete aos Pastores da Igreja a tarefa de tornar seus fiéis sempre atentos a esta presença de amor da Santíssima Trindade em meio a nós, bem como de defender os fiéis de todo engano. Estas novas Normas não são outra coisa que um modo concreto com que o Dicastério para a Doutrina da Fé coloca-se a serviço dos Pastores na escuta dócil ao Espírito que opera no fiel Povo de Deus.

Víctor Manuel Card. Fernández

Prefeito

Introdução

1. Jesus Cristo é a Palavra definitiva de Deus, «o Primeiro e o Último» (Ap 1,17). Ele é a plenitude e o cumprimento da Revelação: tudo aquilo que Deus quis revelar, realizou-o mediante o seu Filho, Palavra feita carne. Portanto, «a economia cristã, enquanto é a Aliança nova e definitiva, não passará jamais e não se deve esperar alguma outra revelação pública antes da manifestação gloriosa do Senhor nosso Jesus Cristo».[7]

2. Na Palavra revelada encontra-se tudo aquilo de que a vida cristã necessita. São João da Cruz afirma que o Pai, «desde o momento em que doou o seu Filho, que é a sua única e definitiva Palavra, disse-nos tudo de uma só vez nesta Palavra e não tem mais nada a dizer. [...] De fato, aquilo que nos tempos passados dizia parcialmente aos profetas, disse-nos totalmente no seu Filho, dando-nos este tudo que é o seu Filho. Por isso, quem quisesse ainda interrogar o Senhor e pedir-lhe visões ou revelações, não só cometeria uma insensatez, mas ofenderia a Deus, porque não fixa o seu olhar unicamente em Cristo e busca coisas diversas ou novidades além dele».[8]

3. No tempo da Igreja, o Espírito Santo conduz os fiéis de todas as épocas «à verdade toda inteira» (Jo 16, 13) para que «o entendimento da Revelação se torne sempre mais profundo».[9] É o Espírito Santo que nos guia a uma sempre maior compreensão do mistério de Cristo, porque «mesmo sendo muitos os mistérios e as maravilhas descobertas […] no presente estado de vida, permanece, porém, por dizer e por entender a sua maior parte e assim há ainda muito que aprofundar em Cristo. Ele, de fato, é como uma mina rica de imensas veias de tesouros, dos quais, por mais que se vá a fundo, não se encontra o fim; antes, em cada cavidade descobrem-se novos filões de riquezas».[10]

4. Se, por um lado, tudo o que Deus quis revelar, realizou-o mediante o seu Filho, e na Igreja de Cristo são postos à disposição de todos os batizados os meios ordinários de santidade, por outro, o Espírito Santo pode conceder a algumas pessoas experiências de fé totalmente particulares, cujo fim não é «aquele de ‘melhorar’ ou de ‘completar’ a Revelação definitiva de Cristo, mas de ajudar a vivê-la mais plenamente em uma determinada época histórica».[11]

5. Com efeito, a santidade é um chamado que diz respeito a todos os batizados: é nutrida pela vida de oração e pela participação na vida sacramental e se exprime em uma existência cheia de amor para com Deus e o próximo.[12] Na Igreja recebemos o amor de Deus, manifestado plenamente em Cristo (cfr. Jo 3, 16) e «derramado nos nossos corações por meio do Espírito Santo que nos foi dado» (Rm 5, 5). Quem se deixa docilmente guiar pelo Espírito Santo faz experiência da presença e da ação da Trindade, de modo que uma existência assim vivida, como ensina Papa Francisco, traduz-se numa vida mística que, ainda que «privada de fenômenos extraordinários, propõe-se a todos os fiéis como experiência cotidiana de amor»[13].

6. Todavia, verificam-se às vezes fenômenos (por exemplo, presumidas aparições, visões, locuções interiores ou externas, escritos ou mensagens, fenômenos ligados a imagens religiosas, fenômenos psicofísicos e de outra natureza) que parecem ultrapassar os limites da experiência cotidiana e que se apresentam como tendo presumida origem sobrenatural. Falar de modo acurado de tais eventos pode superar a capacidade da linguagem humana (cfr. 2Cor 12, 2-4). Com o advento dos modernos meios de comunicação, tais fenômenos podem atrair a atenção ou suscitar a perplexidade de numerosos fiéis e a sua notícia pode difundir-se muito rapidamente, de modo que os Pastores da Igreja são chamados a enfrentar com solicitude tais eventos, isto é, a avaliar os seus frutos, a purificá-los de elementos negativos ou a colocar de sobreaviso os fiéis quanto aos perigos que deles derivam (cfr. 1Jo 4, 1).

7. Ainda, com o desenvolvimento dos atuais meios de comunicação e com o incremento das peregrinações, estes fenômenos alcançam dimensões nacionais e até mundiais, de modo que uma decisão relativa a uma Diocese pode ter consequências também em outros lugares.

8. Quando junto a particulares experiências espirituais verificam-se igualmente fenômenos físicos e psicológicos que não são imediatamente explicáveis com o uso da pura razão, corresponde à Igreja a delicada tarefa de encaminhar um atento estudo e discernimento de tais fenômenos.

9. Na sua Exortação apostólica Gaudete et exsultate, Papa Francisco recorda que o único modo de saber se uma coisa vem do Espírito Santo é o discernimento, que se deve pedir e cultivar na oração.[14] Esse é um dom divino que ajuda os Pastores da Igreja a realizar aquilo que diz São Paulo: «examinai tudo, ficai com o que é bom» (1Ts 5, 21). Para assistir os Bispos Diocesanos e as Conferências Episcopais na realização do discernimento a respeito dos fenômenos de presumida origem sobrenatural, o Dicastério para a Doutrina da Fé promulga as seguintes Normas para proceder no discernimento de presumidos fenômenos sobrenaturais.

I. ORIENTAÇÕES GERAIS

A. Natureza do discernimento

10. Segundo as Normas apresentadas a seguir, a Igreja poderá realizar o dever de discernir: a) se seja possível encontrar nos fenômenos de presumida origem sobrenatural a presença de sinais de uma ação divina; b) se nos eventuais escritos ou mensagens daqueles que são envolvidos nos presumidos fenômenos em questão nada exista de contrastante com a fé e os bons costumes; c) se seja lícito valorizar seus frutos espirituais ou se resulte necessário purificá-los de elementos problemáticos ou colocar de sobreaviso os fiéis quanto aos perigos deles derivantes; d) se seja aconselhável uma valorização pastoral por parte da Autoridade eclesiástica competente.

11. Ainda que as seguintes disposições prevejam a possibilidade de um discernimento no sentido do n. 10, deve-se precisar que, em via ordinária, não se deverá prever um reconhecimento positivo por parte da Autoridade eclesiástica acerca da origem divina de presumidos fenômenos sobrenaturais.

12. No caso em que seja concedido por parte do Dicastério um Nihil obstat (cfr. infra, n. 17), tais fenômenos não se tornam objeto de fé – isto é, os fiéis não são obrigados a prestar a eles um assentimento de fé – mas, como no caso de carismas reconhecidos pela Igreja, «representam algumas vias para aprofundar o conhecimento de Cristo e para doar-se mais generosamente a ele, enraizando-se ao mesmo tempo sempre mais na comunhão com todo o Povo cristão».[15]

13. De resto, também quando se concede um Nihil obstat para os processos de canonização, isto não implica uma declaração de autenticidade dos eventuais fenômenos sobrenaturais presentes na vida de uma persona, assim como foi evidenciado no decreto di canonização de Santa Gemma Galgani: «[Pius XI] feliciter elegit ut super heroicis virtutibus huius innocentis aeque ac poenitentis puellae suam mentem panderet, nullo tamen per praesens decretum (quod quidem numquam fieri solet) prolato iudicio de praeternaturalibus Servae Dei charismatibus».[16]

14. Ao mesmo tempo, é necessário constatar que certos fenômenos, que poderiam ter origem sobrenatural, às vezes aparecem conexos a experiências humanas confusas, a expressões imprecisas do ponto de vista teológico ou a interesses não totalmente legítimos.

15. O discernimento dos presumidos fenômenos sobrenaturais é feito desde o início pelo Bispo Diocesano, ou eventualmente por outra Autoridade eclesiástica, indicadas nos artigos 4-6 infra, em diálogo com o Dicastério. Em todo caso, não podendo jamais faltar uma particular atenção orientada ao bem comum de todo o Povo de Deus, «o Dicastério se reserva de qualquer forma […] a possibilidade de avaliar os elementos morais e doutrinais de tal experiência e o uso que se faz dela».[17] Não se deve ignorar que às vezes o discernimento pode ocupar-se também de delitos, manipulações das pessoas, danos à unidade da Igreja, proveitos econômicos indevidos, graves erros doutrinais etc., que poderiam provocar escândalos e minar a credibilidade da Igreja.

B. Conclusões

16. O discernimento dos presumidos fenômenos sobrenaturais poderá chegar a conclusões que se exprimirão normalmente em um dos termos indicados a seguir.

17. Nihil obstat — Mesmo se não se exprime nenhuma certeza sobre a autenticidade sobrenatural do fenômeno, reconhecem-se muitos sinais de uma ação do Espírito Santo “em meio”[18] a uma dada experiência espiritual, não tendo sido relevados, pelo menos até aquele momento, aspectos particularmente críticos ou arriscados. Por esta razão, encoraja-se o Bispo Diocesano a apreciar o valor pastoral e a promover a difusão dessa proposta espiritual, inclusive através de eventuais peregrinações a um lugar sacro.

18. Prae oculis habeatur — Ainda que se reconheçam importantes sinais positivos, percebem-se igualmente alguns elementos de confusão ou possíveis riscos que requerem, por parte do Bispo Diocesano, um atento discernimento e diálogo com os destinatários de uma dada experiência espiritual. Se existirem escritos ou mensagens, poderia ser necessário um esclarecimento doutrinal.

19. Curatur — Relevam-se diversos ou significativos elementos críticos, mas ao mesmo tempo já existe uma ampla difusão do fenômeno e uma presença de frutos espirituais a ele coligados e verificáveis. Desaconselha-se uma proibição a seu respeito, que poderia perturbar o Povo de Deus. Em todo caso, o Bispo Diocesano é solicitado a não encorajar esse fenômeno, a buscar expressões alternativas de devoção e, eventualmente, a reorientar seu perfil espiritual e pastoral.

20. Sub mandato — Os elementos críticos relevados não são ligados ao fenômeno em si, o qual é rico de elementos positivos, mas a uma pessoa, a uma família ou a um grupo de pessoas que fazem dele um uso impróprio. Utiliza-se uma experiência espiritual para uma particular e indevida vantagem econômica cometendo atos imorais ou desenvolvendo uma atividade pastoral paralela àquela já presente no território eclesiástico, sem aceitar as indicações do Bispo Diocesano. Neste caso, a condução pastoral do lugar específico em que se verifica o fenômeno é confiada ou ao Bispo Diocesano ou a uma outra pessoa delegada pela Santa Sé, a qual, quando não seja capaz de intervir diretamente, buscará alcançar um acordo razoável.

21. Prohibetur et obstruatur — Mesmo em presença de legítimos interesses e de alguns elementos positivos, os elementos críticos e os riscos são graves. Por isso, para evitar ulteriores confusões ou até mesmo escândalos que poderiam causar dano à fé das pessoas simples, o Dicastério pede ao Bispo Diocesano que declare publicamente que a adesão a esse fenômeno não é permitida e que ofereça contemporaneamente uma catequese para ajudar a compreender as razões da decisão e a reorientar as legítimas preocupações espirituais daquela parte do Povo de Deus.

22. Declaratio de non supernaturalitate — Neste caso o Bispo Diocesano é autorizado pelo Dicastério a declarar que o fenômeno é reconhecido como não sobrenatural. Esta decisão deve ser baseada sobre fatos e evidências concretos e provados. Por exemplo, quando um presumido vidente declara ter mentido, ou quando testemunhas credíveis fornecem elementos de juízo que permitem descobrir a falsificação do fenômeno, a intenção errada ou a mitomania.

23. À luz de quanto exposto acima, reafirma-se que normalmente nem o Bispo Diocesano, nem as Conferências Episcopais, nem o Dicastério declararão que estes fenômenos são de origem sobrenatural, mesmo nos casos em que se conceda um Nihil obstat (cfr. n. 11). Todavia, o Santo Padre poderá autorizar que se realize um procedimento a respeito.

II. PROCEDIMENTOS A SEREM SEGUIDOS

A. Normas substanciais

Art. 1 – Compete ao Bispo Diocesano, em diálogo com a Conferência Episcopal nacional, examinar os casos de presumidos fenômenos sobrenaturais que tenham ocorrido no seu próprio território e formular o juízo final sobre eles, a ser submetido à aprovação do Dicastério, inclusive quanto à eventual promoção de um culto ou de uma devoção ligados a eles.

Art. 2 – Depois de ter investigado os eventos em questão, compete ao Bispo Diocesano transmitir ao Dicastério para a Doutrina da Fé, juntamente com o próprio voto, os resultados da investigação – realizada segundo as normas elencadas a seguir – e intervir segundo as indicações fornecidas pelo Dicastério. Compete ao Dicastério, em todo caso, avaliar o modo de proceder do Bispo Diocesano e aprovar ou não a determinação por ele proposta a ser atribuída ao caso específico.

Art. 3 § 1 – O Bispo Diocesano se absterá de dar qualquer declaração pública relativa à autenticidade ou sobrenaturalidade de tais fenômenos e de todo envolvimento com eles; não deve porém cessar de vigiar para intervir, se necessário, com celeridade e prudência, seguindo os procedimentos indicados pelas seguintes normas.

§ 2 – Se porventura, em correlação ao presumido evento sobrenatural, surgissem formas de devoção, mesmo sem um culto propriamente dito, o Bispo Diocesano tem o grave dever de iniciar o quanto antes uma acurada investigação canônica com o fim de salvaguardar a fé e prevenir abusos.

§ 3 – O Bispo Diocesano tenha particular cuidado em conter, com os meios à sua disposição, as manifestações religiosas confusas ou a divulgação de eventuais materiais relativos ao presumido fenômeno sobrenatural (por exemplo: lacrimações de imagens sacras, sudorações, sangramentos, mutações de Hóstias consagradas etc.), com o fim de não alimentar um clima sensacionalista (cfr. art. 10).

Art. 4 – Quando for implicada a competência de mais Bispos Diocesanos, seja em razão do lugar de domicílio das pessoas envolvidas no presumido fenômeno, seja em razão do lugar de difusão das formas de culto ou de devoção popular, tais Bispos, tendo consultado o Dicastério para a Doutrina da Fé, podem constituir uma Comissão interdiocesana que, presidida por um deles, proveja à instrutória segundo os artigos seguintes. A tal fim podem servir-se também da ajuda dos meios predispostos pela Conferência Episcopal.

Art. 5 – No caso em que os presumidos fatos sobrenaturais envolvam a competência de Bispos Diocesanos pertencentes à mesma Província Eclesiástica, o Metropolita, tendo consultado a Conferência Episcopal e o Dicastério para a Doutrina da Fé e com mandato deste último, pode assumir o encargo de constituir e presidir a Comissão referida no art. 4.

Art. 6 § 1 – Nos lugares em que se tenha constituído a Região Eclesiástica mencionada nos cânones 433-434 CIC e os presumidos fatos sobrenaturais envolverem aquele território, o Bispo Presidente peça ao Dicastério para a Doutrina da Fé o especial mandato para proceder.

§ 2 – Neste caso, os procedimentos seguirão, por analogia, o quanto previsto no art. 5, observando-se as indicações recebidas do Dicastério.

B. Normas de procedimento

Fase instrutória

Art. 7 § 1 – Toda vez que o Bispo Diocesano tenha notícia, ao menos verossímil, de fatos de presumida origem sobrenatural relativos à fé católica, ocorridos no território de sua competência, informe-se com prudência, pessoalmente ou através de um Delegado, sobre os eventos e sobre as circunstâncias e tenha o cuidado de recolher tempestivamente todos os elementos úteis para uma primeira avaliação.

§ 2 Se os fenômenos podem ser facilmente geridos quanto às pessoas diretamente envolvidas e não se percebe nenhum perigo para a comunidade, não se proceda ulteriormente, consultando-se previamente o Dicastério, ainda que permaneça o dever de vigilância.

§ 3 No caso em que forem envolvidas pessoas que dependem de diversos Bispos Diocesanos, sejam escutados os pareceres destes Bispos. Quando um presumido fenômeno tem origem em um lugar e comporta ulteriores efeitos em outras sedes, poderá ser avaliado diversamente nestas últimas. Em tal caso, cada Bispo Diocesano tem sempre o poder de decidir, no âmbito do próprio território, de acordo com o que considera pastoralmente prudente, consultando-se previamente o Dicastério.

§ 4 – Se porventura no presumido fenômeno fossem envolvidos objetos variados, o Bispo Diocesano, pessoalmente ou através de um Delegado, pode dispor que sejam colocados em um lugar seguro e custodiado, enquanto se aguardam esclarecimentos sobre o caso. Quando se trata de um presumido milagre eucarístico, as espécies consagradas devem ser conservadas em um lugar reservado e de modo adequado.

§ 5 – Quando os elementos recolhidos parecerem suficientes, o Bispo Diocesano decida sobre o encaminhamento da fase de avaliação do fenômeno, para propor ao Dicastério no seu Votum um juízo conclusivo segundo o superior interesse da fé da Igreja, a fim de salvaguardar e promover o bem espiritual dos fiéis.

Art. 8 § 1 – O Bispo Diocesano[19] constitua uma Comissão de investigação, que entre seus membros deve constar ao menos de um teólogo, um canonista e um perito escolhido segundo a natureza do fenômeno,[20] cuja finalidade não é somente chegar a uma declaração sobre a veridicidade dos fatos, mas aprofundar cada aspecto do evento, de modo a fornecer ao Bispo Diocesano todo elemento útil para uma avaliação.

§ 2 – Os membros da Comissão de investigação sejam de íntegra fama, de fé segura, de doutrina certa, de provada prudência e não sejam envolvidos, nem direta nem indiretamente, com as pessoas ou com os fatos objeto de discernimento.

§ 3 – O mesmo Bispo Diocesano nomeie um Delegado, escolhido entre os membros da Comissão ou externo a esses, com a tarefa de coordenar e presidir os trabalhos e de predispor as sessões.

§ 4 – O Bispo Diocesano ou o seu Delegado nomeie também um Notário com a tarefa de assistir às reuniões e de redigir as atas dos interrogatórios e de todo outro ato da Comissão. Ao Notário compete cuidar para que as atas sejam devidamente assinadas e que todos os atos objeto da instrutória sejam recolhidos e, bem ordenados, sejam custodiados no arquivo da Cúria. O Notário provê ainda à convocação e prepara a documentação das sessões.

§ 5 – Todos os membros da Comissão são obrigados a manter o segredo de ofício, prestando o juramento.

Art. 9 § 1 Os interrogatórios sejam realizados em analogia a quanto prescrito pela normativa universal (cfr. can. 1558-1571 CIC; can. 1239-1252 CCEO) e sejam conduzidos sobre a base de perguntas formuladas pelo Delegado, depois de um adequado confronto com os outros membros da Comissão.

§ 2 A deposição juramentada das pessoas envolvidas nos presumidos fatos sobrenaturais seja prestada na presença da inteira Comissão ou ao menos de alguns membros. Quando os fatos do caso se baseiam sobre um testemunho ocular, é preciso examinar as testemunhas o quanto antes possível, para beneficiar-se da proximidade temporal ao evento.

§ 3 Os confessores das pessoas envolvidas, que afirmam terem sido protagonistas de fatos de origem sobrenatural não podem testemunhar sobre a inteira matéria que conheceram através da confissão sacramental.[21]

§ 4 Os diretores espirituais das pessoas envolvidas, que afirmam terem sido protagonistas de fatos de origem sobrenatural não podem testemunhar sobre a matéria que conheceram através da direção espiritual, a menos que as pessoas interessadas autorizem por escrito a deposição.

Art. 10 – Se no material instrutório confluírem textos escritos ou outros elementos (vídeo, áudio, fotográfico) divulgados com os meios de comunicação, tendo como autor uma pessoa envolvida no presumido fenômeno, tal material seja submetido a um acurado exame feito por especialistas (cfr. art. 3 §3), cujo resultado será inserido na documentação instrutória pelo Notário.

Art. 11 § 1 – Quando os fatos extraordinários mencionados no art. 7 §1 se referirem a objetos de natureza variada (cfr. art. 3 §3), a Comissão encaminhe uma acurada investigação sobre tais objetos através dos especialistas que a compõem ou de outros, individuados para o caso, de modo a se chegar a uma avaliação de caráter científico, doutrinal e canonístico, que seja de ajuda à sucessiva avaliação.

§ 2 – Quando eventuais amostras de natureza orgânica relacionadas ao evento extraordinário exigirem particulares exames de laboratório e, em todo caso, de tipo técnico-científico, a Comissão confie o estudo a especialistas que sejam realmente peritos na área própria de tal investigação.

§ 3 – No caso em que o fenômeno se refira ao Corpo e ao Sangue do Senhor sob os sinais sacramentais do pão e do vinho, tenha-se uma particular atenção para que as eventuais análises sobre os mesmos não deem ocasião a uma falta de respeito para com o Santíssimo Sacramento, garantindo a devoção a ele devida.

§ 4 – Quando os presumidos fatos extraordinários causarem problemas de ordem pública, o Bispo Diocesano colabore com a autoridade civil competente.

Art. 12 – Quando os presumidos eventos sobrenaturais se prolongarem durante a instrutória e a situação aconselhar intervenções prudenciais, o Bispo Diocesano não hesite em agir, mediante aqueles atos de bom governo que evitem manifestações descontroladas ou duvidosas de devoção ou a promoção de um culto fundado sobre elementos ainda não definidos.

Fase avaliativa

Art. 13 – O Bispo Diocesano, com a ajuda dos membros da Comissão por ele instituída, avalie aprofundadamente o material recolhido, segundo os critérios principais de discernimento supracitados (cfr. n. 10-23) e os critérios positivos e negativos que seguem, que devem ser aplicados de modo combinado.

Art. 14 – Entre os critérios positivos, não se deixe de julgar:

1°. A credibilidade e a boa fama das pessoas que afirmam ser destinatárias de eventos sobrenaturais ou ser diretamente envolvidas em tais fatos, bem como das testemunhas escutadas. Em particular, considere-se o equilíbrio psíquico, a honestidade e a retidão na vida moral, a sinceridade, a humildade e a docilidade para com a autoridade eclesiástica, a disponibilidade em colaborar com esta, a promoção de um espírito de autêntica comunhão eclesial.

2°. A ortodoxia doutrinal do fenômeno e da eventual mensagem a ele conexa.

3°. O caráter imprevisível do fenômeno, a partir do qual apareça claramente que não é fruto da iniciativa das pessoas envolvidas.

4°. Os frutos de vida cristã. Entre estes, verifique-se a presença do espírito de oração, conversões, vocações sacerdotais e à vida religiosa, testemunhos de caridade, como também uma sadia devoção e frutos espirituais abundantes e constantes. Avalie-se a contribuição de tais frutos no crescimento da comunhão eclesial.

Art. 15 – Entre os critérios negativos, verifiquem-se acuradamente:

1°. A eventual presença de um erro manifesto acerca do fato.

2°. Eventuais erros doutrinais. A propósito, é necessário considerar a possibilidade que o sujeito que afirma ser destinatário de eventos de origem sobrenatural tenha acrescentado, também inconscientemente, a uma revelação privada elementos puramente humanos ou algum erro de ordem natural, não devido à má intenção, mas à percepção subjetiva do fenômeno.

3°. Um espírito sectário, que gera divisão no tecido eclesial.

4°. Uma busca evidente de lucro, poder, fama, notoriedade social, interesse pessoal ligado diretamente ao fato.

5°. Atos gravemente imorais realizados pelo sujeito ou por seus seguidores no momento ou em ocasião do fato.

6°. Alterações psíquicas ou tendências psicopáticas presentes no sujeito, que possam ter exercido influência sobre o presumido fato sobrenatural, ou senão psicose, histeria coletiva ou outros elementos reconduzíveis a um horizonte patológico.

Art. 16 – Deve-se considerar como sendo de particular gravidade moral o uso de eventuais experiências sobrenaturais ou de elementos místicos reconhecidos como meio ou pretexto para exercer domínio sobre as pessoas ou cometer abusos.

Art. 17 – A avaliação dos resultados instrutórios, no caso dos presumidos fenômenos sobrenaturais mencionados no art. 7 §1, realize-se com acurada diligência, seja quanto às pessoas envolvidas, seja ao exame técnico-científico eventualmente realizado.

Fase conclusiva

Art. 18 – Concluída a instrutória e examinados atentamente os eventos e as informações recolhidas,[22] considerados também os efeitos que os presumidos fatos tenham provocado no Povo de Deus a ele confiado, com especial atenção à fecundidade dos frutos espirituais gerados pela eventual nova devoção, o Bispo Diocesano, com a ajuda do Delegado, prepare um relatório sobre o presumido fenômeno. Tendo em conta todos os fatos do caso, positivos e negativos, redija seu Votum pessoal a respeito, propondo ao Dicastério seu juízo conclusivo, normalmente segundo uma das seguintes fórmulas:[23]

1°. Nihil obstat

2°. Prae oculis habeatur

3°. Curatur

4°. Sub mandato

5°. Prohibetur et obstruatur

6°. Declaratio de non supernaturalitate

Art. 19 – Terminada a investigação, sejam transmitidos ao Dicastério para a Doutrina da Fé todos os atos relativos ao caso examinado para a aprovação final.

Art. 20 – O Dicastério procederá à avaliação dos atos do caso, examinando os elementos morais e doutrinais de tal experiência e o uso que deles foi feito, juntamente com o Votum do Bispo Diocesano. O Dicastério poderá requerer ao Bispo Diocesano ulteriores informações ou pedir outros pareceres, ou senão, em situações extremas, proceder a um novo exame do caso, distinto daquele realizado pelo Bispo Diocesano. À luz dessa avaliação, confirmará ou não a determinação proposta pelo Bispo Diocesano.

Art. 21 § 1 – Recebida a resposta do Dicastério e em consonância com este, salvo diversa indicação por parte do mesmo, o Bispo Diocesano dará a conhecer, com clareza, ao Povo de Deus o juízo sobre os fatos em questão.

§ 2 – O Bispo Diocesano terá o cuidado de informar a Conferência Episcopal nacional sobre a determinação aprovada pelo Dicastério.

Art. 22 § 1 – No caso em que se conceda um Nihil obstat (cfr. art. 18, 1°), o Bispo Diocesano dará a máxima atenção à correta apreciação dos frutos derivantes do fenômeno examinado, prosseguindo a vigilância sobre eles, com prudência. Neste caso, o Bispo Diocesano indicará claramente, mediante Decreto, a natureza da autorização e os limites de um eventual culto permitido, precisando que os fiéis «são autorizados a dar [...], de modo prudente, a sua adesão».[24]

§ 2 – O Bispo Diocesano ainda estará atento a que os fiéis não considerem nenhuma das determinações acima como uma aprovação do caráter sobrenatural do fenômeno.

§ 3 – O Dicastério se reserva, em todo caso, a possibilidade de intervir novamente, seguindo o desenvolvimento do fenômeno.

Art. 23 § 1 – No caso em que se adote uma determinação cautelar (cfr. art. 18, 2°-4°) ou negativa (cfr. art. 18, 5°-6°), esta deve ser publicada formalmente pelo Bispo Diocesano, depois da aprovação do Dicastério. Ela seja redigida com uma linguagem clara e compreensível a todos, tendo-se avaliado a oportunidade de tornar conhecidas as razões da decisão tomada e os fundamentos doutrinais da fé católica implicados, de modo a favorecer o crescimento de uma sadia espiritualidade.

§ 2 – Ao comunicar uma eventual decisão negativa, o Bispo Diocesano pode omitir notícias que comportariam injusto prejuízo às pessoas envolvidas.

§ 3 – Sobre uma eventual continuação do divulgar-se de escritos ou mensagens, os legítimos Pastores vigiem, segundo o can. 823 CIC (cfr. can. 652 § 2; 654 CCEO), reprovando os abusos e tudo quanto produza dano à reta fé e aos bons costumes ou, de qualquer modo, seja perigoso para o bem das almas. A tal fim, pode-se recorrer à imposição dos meios ordinários, entre os quais os preceitos penais (cfr. can. 1319 CIC; can. 1406 CCEO).

§ 4 – O recurso mencionado no § 3 é particularmente oportuno no caso em que os comportamentos a serem reprovados se refiram a objetos ou lugares correlatos aos presumidos fenômenos sobrenaturais.

Art. 24 – Qualquer que seja a determinação aprovada, o Bispo Diocesano, pessoalmente ou através de um Delegado, tem o dever de continuar a vigiar sobre o fenômeno e sobre as pessoas envolvidas, exercitando especificamente o seu poder ordinário.

Art. 25 – No caso em que os presumidos fenômenos sobrenaturais forem reconduzíveis com certeza a uma deliberada intenção mistificadora e enganadora para fins diversos (por exemplo, lucro e outros interesses pessoais), o Bispo Diocesano aplicará, avaliando caso a caso, a vigente normativa canônica penal.

Art. 26 – O Dicastério para a Doutrina da Fé tem a faculdade de intervir motu proprio em qualquer momento e estado do discernimento relativo aos presumidos fenômenos sobrenaturais.

Art. 27 – As presentes Normas substituem integralmente as precedentes, de 25 de fevereiro de 1978.

O Sumo Pontífice Francisco, na Audiência concedida ao subscrito Prefeito e ao Secretário para a Seção Doutrinal do Dicastério para a Doutrina da Fé, no dia 4 de maio de 2024, aprovou as presentes Normas, deliberadas na Sessão Ordinária deste Dicastério em 17 de abril de 2024, e ordenou a sua publicação, estabelecendo que elas entrem em vigor aos 19 de maio de 2024, na solenidade de Pentecostes.

Dado em Roma, junto à sede do Dicastério para a Doutrina da Fé, aos 17 de maio de 2024.

Víctor Manuel Card. Fernández

Prefeito

Mons. Armando Matteo

Secretário

para a Seção Doutrinal

Ex Audientia Die 04.05.2024

FRANCISCUS

_____________________

[1] S. João da Cruz, Noite escura II, 17, 6, in Id., Obras completas, Petrópolis, Vozes, 20027.

[2] Id., Cântico espiritual B, prol., 1.

[3] Id., Noite escura II, 17, 8.

[4] Id., Chama viva de amor B III, 47.

[5] Bento XVI, Exort. Ap. Verbum Domini (30 de setembro de 2010), n. 14: AAS 102 (2010), p. 696.

[6] K. Rahner, Visioni e profezie. Mistica ed esperienza della trascendenza, Milano, Vita e Pensiero, 19952, pp. 95-96.

[7] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum (18 de novembro de 1965), n. 4: AAS 58 (1966), p. 819.

[8] S. João da Cruz, Subida do monte Carmelo, 2, 22, 3-5, in Id., Obras completas, Petrópolis, Vozes, 20027; cfr. Catecismo da Igreja Católica, n. 65.

[9] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum (18 de novembro de 1965), n. 5: AAS 58 (1966), p. 819.

[10] S. João da Cruz, Cântico espiritual B, 37, 4.

[11] Catecismo da Igreja Católica, n. 67. Cfr. Congregação para a Doutrina da Fé, A mensagem de Fátima (26 de junho de 2000), Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2000.

[12] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium (7 de dezembro de 1965), nn. 39-42: AAS 57 (1965), pp. 44-49; Francisco, Exort. Ap. Gaudete et exsultate (19 de março 2018), nn. 10-18, 143: AAS 110 (2018), pp. 1114-1116, 1150-1151; Id., Carta Ap. Totum amoris est (28 de dezembro de 2022), passim: L’Osservatore Romano, 28 de dezembro de 2022, pp. 8-10.

[13] Francisco, Exort. Ap. C’est la confiance (15 de outubro de 2023), n. 35: L’Osservatore Romano, 16 de outubro de 2023, p. 3.

[14] Cfr. Francisco, Exort. Ap. Gaudete et exsultate (19 de março de 2018), nn. 166 e 173: AAS 110 (2018), pp. 1157 e 1159-1160.

[15] S. João Paulo II, Mensagem aos participantes do Congresso mundial dos Movimentos eclesiais promovido pelo Pontifício Conselho para os Leigos (27 de maio de 1998), n. 4: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XXI 1: 1998, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2000, p. 1064. Cfr. Bento XVI, Exort. Ap. Verbum Domini (30 de setembro de 2010), n. 14: AAS 102 (2010), p. 696.

[16] Sacra Congregatio Rituum, Decretum beatificationis et canonizationis Servae Dei Gemmae Galgani, virginis saecularis: AAS 24 (1932), p. 57. «[Pio XI] quis de bom grado insistir sobre as virtudes heróicas desta moça, tanto inocente quanto penitente, mas sem que com o presente decreto (coisa que normalmente jamais acontece) se emita um juízo sobre os carismas preternaturais da Serva de Deus».

[17] Dicastério para a Doutrina da Fé, Carta ao Bispo de Como acerca de um presumido vidente (25 de setembro de 2023).

[18] A expressão “em meio a” não quer dizer “por meio de” ou “através de”, mas indica que em um determinado contexto, não necessariamente de origem sobrenatural, o Espírito Santo opera coisas boas.

[19] Ou outra autoridade eclesiástica segundo os artigos 4-6 supra.

[20] Por exemplo: um médico, melhor se for especializado em algumas disciplinas conexas, como psiquiatria, hematologia etc.; um biólogo; um químico etc.

[21] Cfr. can. 983 § 1; 1550 § 2, 2° CIC; can. 733 § 1; 1231 § 1, 2° CCEO; Congregação para as Causas dos Santos, Instr. Sanctorum Mater para a realização dos inquéritos diocesanos ou das eparquias nas causas dos santos (17 de maio de 2007), art. 101-102: AAS 99 (2007), p. 494; Penitenciaria Apostólica, Nota sobre a importância do foro interno e a inviolabilidade do sigilo sacramental (29 de junho de 2019): AAS 111 (2019), pp. 1215-1218.

[22] Todas as provas testemunhais sejam detalhadamente avaliadas, aplicando todos os mencionados critérios, também à luz da normativa canônica sobre a força probatória dos testemunhos (cfr. ex analogia can. 1572 CIC; can. 1253 CCEO).

[23] Cfr. supra, n. 17-22.

[24] Bento XVI, Exort. Ap. Verbum Domini (30 de setembro de 2010), n. 14: AAS 102 (2010), p. 696. No mesmo parágrafo afirma-se: «A aprovação eclesiástica de uma revelação privada indica essencialmente que a relativa mensagem não contém nada que contraste com a fé e os bons costumes; é lícito torná-la pública e os fiéis são autorizados a dar a ela, de modo prudente, a sua adesão. […] É uma ajuda que é oferecida, mas da qual não é obrigatório fazer uso. Em todo caso, deve tratar-se de um nutrimento da fé, da esperança e da caridade, que são para todos a via permanente da salvação».

[00842-PO.01] [Texto original: Italiano]

Traduzione in lingua polacca

NORMY

POSTĘPOWANIA W ROZEZNAWANIU DOMNIEMANYCH ZJAWISK NADPRZYRODZONYCH

Prezentacja

Słuchając Ducha,
który działa w ludzie wiernym Bogu

Bóg jest obecny i działa w naszej historii. Duch Święty, który wypływa z serca zmartwychwstałego Chrystusa, działa w Kościele z Boską wolnością i ofiarowuje nam wiele cennych darów, które pomagają nam na drodze życia i skłaniają nas do duchowego dojrzewania w wierności Ewangelii. To działanie Ducha Świętego obejmuje również możliwość docierania do naszych serc poprzez pewne nadprzyrodzone wydarzenia, takie jak objawienia lub wizje Chrystusa lub Najświętszej Maryi Panny i inne zjawiska.

Nieraz wydarzenia te przynosiły wielkie bogactwo duchowych owoców, powodowały wzrost wiary, pobożności, braterstwa i służby, a w niektórych przypadkach dały początek różnym sanktuariom rozsianym po całym świecie, które dziś należą do istoty pobożności ludowej wielu narodów. Jest tak wiele życia i piękna, które Pan zasiewa poza naszymi schematami myślowymi i procedurami! Z tego powodu Normy postępowania w rozeznawaniu domniemanych zjawisk nadprzyrodzonych, które obecnie przedstawiamy, nie mają być kontrolą, a tym bardziej próbą zgaszenia Ducha. W najbardziej pozytywnych przypadkach wydarzeń o domniemanym pochodzeniu nadprzyrodzonym w istocie „zachęca się biskupa diecezjalnego do docenienia wartości duszpasterskiej, a także do popierania rozpowszechniania tej duchowej propozycji” (I, nr 17).

Św. Jan od Krzyża zauważył, „jak niskie, niewystarczające i niewłaściwe są wszelkie określenia i słowa, jakich w tym życiu używamy odnośnie do rzeczy boskich”[1]. Nikt nie może w pełni wyrazić niezbadanych dróg działania Boga w ludziach: „Stąd też, choć tyle razy przez świętych doktorów były i będą objaśniane, to jednak nie ustaną nigdy dociekania nad nimi, gdyż tych tajemnic nie można wyrazić słowami. Wszelkie zaś objaśnienia nie dorównują zazwyczaj głębi ich istotnego znaczenia”[2]. Albowiem „droga ku Bogu jest tak tajemnicza i ukryta dla zmysłów duszy, jak dla zmysłów ciała są ukryte i niepoznawalne ścieżki na morzu”[3]. „Pan bowiem jest niebieskim Budowniczym i wzniesie w każdej duszy nadprzyrodzony gmach, jak zechce”[4].

Jednocześnie należy przyznać, że w niektórych przypadkach wydarzeń o domniemanym nadprzyrodzonym pochodzeniu pojawiają się bardzo poważne elementy krytyczne, przynoszące szkodę wiernym i w takich przypadkach Kościół musi działać z całą swoją duszpasterską troską. Mam na myśli, na przykład, wykorzystywanie takich zjawisk w celu osiągnięcia „zysku, władzy, sławy, rozgłosu społecznego, osobistych korzyści” (II, art. 15,4°), co może prowadzić nawet do ewentualnego popełniania czynów wielce niemoralnych (por. II, art. 15,5°) lub nawet „jako środka lub pretekstu do dominacji nad ludźmi lub popełniania nadużyć” (II, art. 16).

Nie można też ignorować przy okazji takich wydarzeń możliwości błędów doktrynalnych, niewłaściwego redukcjonizmu w przedstawianiu przesłania Ewangelii, szerzenia się ducha sekciarskiego itp. Wreszcie istnieje również możliwość, że wierni zostaną pociągnięci wydarzeniem, które przypisuje się Bożej inicjatywie, a które jest jedynie owocem czyjejś fantazji, pragnienia nowości, mitomanii lub skłonności do fałszerstw.

Dla rozeznawania w tej dziedzinie Kościół potrzebuje zatem jasnych procedur. Normy postępowania w rozeznawaniu domniemanych objawień i przesłań, które obowiązywały do dziś, zostały zatwierdzone przez św. Pawła VI w 1978 roku, ponad czterdzieści lat temu, w formie zastrzeżonej, a zostały oficjalnie opublikowane dopiero 33 lata później, w 2011 roku.

Niedawna rewizja

Stosując Normy z 1978 roku zdano sobie jednak sprawę, że podejmowanie decyzji wymagało bardzo długiego czasu, nawet kilku dziesięcioleci i że przez to niezbędne rozeznanie kościelne przychodziło zbyt późno.

Rewizja norm rozpoczęła się w 2019 roku, poprzez różne konsultacje przewidziane przez ówczesną Kongregację Nauki Wiary („kongres”, zgromadzenie konsultorów, Feria IV i posiedzenie plenarne). W ciągu tych pięciu lat opracowano kilka propozycji korekt, jednak wszystkie zostały uznane za niewystarczające.

Na „kongresie” Dykasterii 16 listopada 2023 roku ostatecznie stwierdzono potrzebę całkowitej i radykalnej rewizji projektu wypracowanego do tamtej pory oraz sporządzono nowy zarys dokumentu, zupełnie na nowo przemyślany w celu lepszego wyjaśnienia roli biskupa diecezjalnego i Dykasterii.

Nowy projekt został przedłożony do weryfikacji zgromadzeniu zastrzeżonemu, które odbyło się 4 marca 2024 roku. Jego ogólna opinia była pozytywna, chociaż zgłoszono pewne poprawki, które włączono do kolejnego projektu dokumentu.

Tekst został następnie przeanalizowany podczas Feria IV Dykasterii, która odbyła się 17 kwietnia 2024 roku. Podczas niej kardynałowie i biskupi-członkowie wyrazili swoją aprobatę. Ostatecznie nowe Normy zostały przedstawione 4 maja 2024 roku Ojcu Świętemu, który je zatwierdził i zarządził ich opublikowanie, postanawiając, że wejdą w życie na 19 maja 2024 roku, w uroczystość Zesłania Ducha Świętego.

Powody powstania nowego projektu Norm

We Wstępie do Norm z 1978 roku, opublikowanych w 2011 roku, ówczesny prefekt, kard. William Levada, wyjaśnił, że do kompetencji tej Dykasterii należało badanie przypadków „objawień, wizji i przesłań, pochodzących rzekomo ze źródeł nadprzyrodzonych”. Ówczesne Normy w rzeczywistości stwierdzały, że „obowiązkiem Kongregacji jest osądzenie i zaaprobowanie sposobu postępowania Ordynariusza” lub „ponowne przebadanie faktu” (IV,2).

W przeszłości Stolica Apostolska zdawała się akceptować wypowiedzi biskupów, takie jak: „Les fidèles sont fondés à la croire indubitable et certaine” (dekret biskupa Grenoble, 19 września 1851 roku), „Nie można podawać w wątpliwość rzeczywistości łez” (biskupi Sycylii, 12 grudnia 1953 roku). Wypowiedzi te były jednak sprzeczne z przekonaniem Kościoła, że wierni nie są mają obowiązku uznania autentyczności tych wydarzeń. Dlatego kilka miesięcy po tym ostatnim przypadku ówczesne Święte Oficjum wyjaśniło, że „nie podjęło jeszcze żadnej decyzji w sprawie Płaczącej Madonny [Syrakuzy/Sycylia]” (2 października 1954 roku). Co więcej, niedawno, odnosząc się do kwestii Fatimy, ówczesna Kongregacja Nauki Wiary wyjaśniła, że kościelne zatwierdzenie objawienia prywatnego wskazuje, że „związane z nim orędzie nie zawiera żadnych treści przeciwnych wierze i obyczajom” (26 czerwca 2000 roku).

Pomimo tego jasnego stanowiska, procedury stosowane de facto przez Dykasterię, także w ostatnich czasach były ukierunkowane na orzekanie o „nadprzyrodzoności” lub „braku nadprzyrodzoności” przez biskupa, w związku z czym niektórzy biskupi nalegali na możliwość wydania takiego pozytywnego orzeczenia. Nawet ostatnio niektórzy biskupi wyrażali się w takich słowach: „stwierdzam absolutną prawdziwość faktów”, „wierni muszą bezsprzecznie uznać za prawdziwe...” itd. Takie wypowiedzi w rzeczywistości prowadziły wiernych do myślenia, że mają obowiązek wierzyć w te objawienia, które czasami były cenione bardziej niż sama Ewangelia.

Przy rozpatrywaniu tego typu spraw, a w szczególności przy wypracowywaniu oświadczenia na ich temat, praktyką stosowaną przez niektórych biskupów było uprzednie zwracanie się do Dykasterii o niezbędne upoważnienie. Kiedy jednak otrzymywali upoważnienie, proszono ich o niewymienianie Dykasterii w oświadczeniu. Tak było na przykład w bardzo niewielu przypadkach, które zostały rozstrzygnięte w ostatnich dziesięcioleciach: „Sans impliquer notre Congrégation” (list do biskupa Gap, 3 sierpnia 2007 roku); „Dykasteria nie powinna być wspominana w takim oświadczeniu” (kongres z 11 maja 2001 roku, dotyczący biskupa Gikongoro). Oznacza to, że biskup nie mógł nawet wspomnieć o zatwierdzeniu przez Dykasterię. Zarazem jednak niektórzy inni biskupi, których diecezji również dotyczyły te zjawiska, prosili Dykasterię o wydanie opinii w celu uzyskania większej jasności.

Ten szczególny sposób postępowania, który wywoływał niemałe zamieszanie, pomaga zrozumieć, że Normy z 1978 roku nie są już wystarczające i adekwatne do ukierunkowywania pracy zarówno biskupów, jak i Dykasterii, a dziś staje się to jeszcze bardziej problematyczne, zwłaszcza że istnieje małe prawdopodobieństwo, iż dane zjawisko pozostanie ograniczone do jednego miasta lub jednej diecezji. Spostrzeżenie to pojawiło się już w ówczesnej Kongregacji Nauki Wiary, podczas zgromadzenia plenarnego w 1974 roku, kiedy jej członkowie przyznali, że wydarzenie o domniemanym pochodzeniu nadprzyrodzonym często „nieuchronnie wykracza poza granice diecezji, a nawet narodu i [...] sprawa automatycznie osiąga rozmiary, które mogą uzasadniać interwencję najwyższej władzy Kościoła”. Jednocześnie Normy z 1978 r. uznawały, „że jest rzeczą trudną, jeśli nie niemal niemożliwą, formułowanie z pożądaną szybkością osądów, jakie w przeszłości wieńczyły dochodzenia w tych sprawach (constat de supernaturalitate, non constat de supernaturalitate)” (Normy z 1978 roku, Nota wstępna).

Konsekwencją oczekiwania na orzeczenie co do nadprzyrodzoności danego wydarzenia było to, że tylko bardzo nieliczne przypadki zostały jednoznacznie rozstrzygnięte. W rzeczywistości po 1950 r. oficjalnie rozstrzygnięto nie więcej niż sześć spraw, chociaż zjawiska narastały często bez jasnego prowadzenia i przy zaangażowaniu osób z wielu diecezji. W związku z tym przypuszcza się, że wiele innych spraw zostało potraktowanych inaczej lub nie zajęto się nimi wcale.

Aby nie zwlekać dłużej z rozstrzygnięciem konkretnej sprawy dotyczącej wydarzenia o domniemanym nadprzyrodzonym pochodzeniu, Dykasteria zaproponowała ostatnio Ojcu Świętemu, aby zakończyć jej rozeznanie nie deklaracją de supernaturalitate, ale Nihil obstat, co pozwoliłoby biskupowi uzyskiwać korzyści duszpasterskie z tego duchowego fenomenu. Taka deklaracja została wydana po dokonaniu oceny różnych owoców duchowych i duszpasterskich oraz stwierdzeniu braku znaczących krytycznych aspektów w tym wydarzeniu. Ojciec Święty uznał tę propozycję za „słuszne rozwiązanie”.

Nowe aspekty

Powyższe elementy skłoniły nas do zaproponowania, za pomocą niniejszych nowych Norm, procedury innej niż w przeszłości, a także bogatszej, z sześcioma możliwymi rozważnymi rozstrzygnięciami, które mogą ukierunkować pracę duszpasterską w odniesieniu do wydarzeń o domniemanym nadprzyrodzonym pochodzeniu (por. I, nr 17-22). Propozycja tych sześciu ostatecznych rozstrzygnięć pozwala Dykasterii i biskupom na odpowiednie rozwiązywanie problemów związanych z bardzo różnymi przypadkami, o których wiadomo.

Te możliwe rozstrzygnięcia zwykle nie zawierają orzeczenia o nadprzyrodzoności rozeznawanego zjawiska, tj. możliwości stwierdzenia z moralną pewnością, że wynika ono z decyzji Boga, który chciał go w bezpośredni sposób. Natomiast udzielenie Nihil obstat wskazuje po prostu, jak już wyjaśnił Papież Benedykt XVI, że w odniesieniu do danego zjawiska „wierni mogą przyjąć je w roztropny sposób”. Ponieważ nie jest to orzeczenie o nadprzyrodzoności faktów, staje się jeszcze jaśniejsze, jak stwierdził również Papież Benedykt XVI, że jest to jedynie pomoc, przy czym „nie mamy obowiązku z niej korzystać”[5]. Z drugiej strony, ta interwencja oczywiście pozostawia otwartą możliwość, że przy uwzględnieniu rozwoju pobożności, w przyszłości może zaistnieć potrzeba innej interwencji.

Należy również zauważyć, że dojście do orzeczenia o „nadprzyrodzoności” z samej swojej natury nie tylko wymaga odpowiedniego czasu na analizę, ale może uwzględnić możliwość wydania sądu o „nadprzyrodzoności” obecnie, a po latach o „braku nadprzyrodzoności”, co w rzeczywistości miało miejsce. Warto przypomnieć przypadek domniemanych objawień z lat pięćdziesiątych, kiedy to w 1956 roku biskup wydał ostateczny osąd „braku nadprzyrodzoności”. W następnym roku ówczesne Święte Oficjum zatwierdziło kroki podjęte przez tegoż biskupa. Następnie ponownie zwrócono się o zatwierdzenie tego kultu. Jednak w 1974 roku Kongregacja Nauki Wiary w odniesieniu do tych rzekomych objawień orzekła constat de non supernaturalitate. Następnie, w 1996 roku miejscowy biskup uznał to nabożeństwo, a inny biskup z tego samego miejsca, w 2002 roku, uznał „nadprzyrodzone pochodzenie” objawień, a nabożeństwo rozprzestrzeniło się na inne kraje. Wreszcie, na prośbę ówczesnej Kongregacji Nauki Wiary, w 2020 roku nowy biskup potwierdził „negatywny osąd” wydany uprzednio przez tę samą Kongregację, nakazując zaprzestanie rozpowszechniania jakichkolwiek informacji na temat domniemanych objawień i przesłań. Tak więc potrzeba było około siedemdziesięciu męczących lat, aby zakończyć całą sprawę.

Dzisiaj doszliśmy do przekonania, że należy zawsze unikać tych skomplikowanych sytuacji, które powodują zamieszanie u wiernych, poprzez szybsze i wyraźniejsze zaangażowanie tej Dykasterii oraz unikanie sytuacji, w których rozeznanie zmierza w do orzeczenia o „nadprzyrodzoności”, co wiąże się z wysokimi oczekiwaniami, obawami, a nawet presją w tym zakresie. Taka deklaracja „nadprzyrodzoności” będzie z reguły zastępowana albo przez Nihil obstat, które upoważnia do pozytywnej pracy duszpasterskiej, albo przez inne postanowienie dostosowane do konkretnej sytuacji.

Procedury przewidziane przez nowe Normy, wraz z propozycją sześciu możliwych rozważnych decyzji, umożliwiają podjęcie decyzji w bardziej racjonalnym czasie, co pomoże biskupowi postępować w sytuacji dotyczącej wydarzeń o domniemanym nadprzyrodzonym pochodzeniu, zanim przybiorą one bardzo problematyczne rozmiary, bez niezbędnego rozeznania kościelnego.

Pozostaje jednak możliwość, że Ojciec Święty zainterweniuje, zezwalając, w drodze zupełnego wyjątku, na podjęcia postępowania w sprawie ewentualnego stwierdzenia nadprzyrodzoności danych wydarzeń: jest to wszak wyjątek, który w rzeczywistości w ostatnich stuleciach miał miejsce tylko w bardzo niewielu przypadkach.

Z drugiej strony, jak przewidują nowe Normy, pozostaje niezmienna możliwość stwierdzenia „braku nadprzyrodzoności”, tylko wtedy, gdy pojawiają się obiektywne znaki, które wyraźnie wskazują na manipulację będącą u podstaw danego zjawiska, np. gdy domniemany widzący oświadcza, że kłamał lub gdy dowody wskazują, że krew z krucyfiksu należy do domniemanego widzącego itp.

Uznanie działania Ducha Świętego

Większość sanktuariów, które dziś są szczególnymi miejscami pobożności ludowej ludu Bożego, nigdy nie uzyskała podczas trwania wyrażającej się tam formy pobożności orzeczenia o nadprzyrodzoności faktów, które dały początek tego rodzaju formie pobożności. Lud Boży zmysłem wiary wyczuł, że istnieje tam działanie Ducha Świętego i nie pojawiły się żadne poważne elementy krytyczne, które wymagałyby interwencji pasterzy.

W wielu przypadkach obecność biskupa i kapłanów w niektórych momentach, takich jak pielgrzymki lub celebracja niektórych mszy świętych, była dorozumianym sposobem uznania, że nie ma poważnych zastrzeżeń i że to duchowe doświadczenie wywarło pozytywny wpływ na życie wiernych.

W każdym razie deklaracja Nihil obstat pozwala pasterzom działać bez wątpliwości i zwłoki, aby towarzyszyć ludowi Bożemu w przyjmowaniu darów Ducha Świętego, które mogą pojawić się pośród tych wydarzeń. Wyrażenie „pośród”, użyte w nowych Normach, pomaga zrozumieć, że nawet jeśli nie wydaje się orzeczenia o nadprzyrodzoności samego wydarzenia, to jednak wyraźnie rozpoznaje się znaki nadprzyrodzonego działania Ducha Świętego w kontekście tego, co się dzieje.

W innych przypadkach, wraz z tym uznaniem dostrzega się potrzebę pewnych wyjaśnień lub oczyszczenia. Może się bowiem zdarzyć, że prawdziwe działanie Ducha Świętego w konkretnej sytuacji, które można słusznie docenić, pojawia się zmieszane z elementami czysto ludzkimi, takimi jak osobiste pragnienia, wspomnienia, czasem obsesyjne pomysły, lub z „pewnymi błędami pochodzenia naturalnego, nie wynikającymi ze złej intencji, ale z subiektywnego postrzegania zjawiska” (II, art. 15,2°). Co więcej, „nie można stawiać doświadczenia widzenia, bez głębszego zastanowienia, przed rygorystycznym dylematem, czy ma być ono we wszystkich punktach poprawne, czy też winno być uważane za całkowicie ludzką lub diaboliczną iluzję”[6].

Zaangażowanie i towarzyszenie ze strony Dykasterii

Ważne jest, aby zrozumieć, że nowe Normy jasno określają postanowienia co do kompetencji Dykasterii. Z jednej strony pozostaje niezmienny fakt, że rozeznawanie jest zadaniem biskupa diecezjalnego. Z drugiej strony, ponieważ trzeba uznać, że dziś bardziej niż kiedykolwiek zjawiska te dotyczą wielu osób należących do innych diecezji i szybko rozprzestrzeniają się w różnych regionach i krajach, nowe Normy stanowią, że zawsze trzeba się konsultować z Dykasterią i winna ona zawsze się wypowiadać, aby ostatecznie zatwierdzić decyzję biskupa, zanim ten ostatni opublikuje rozstrzygnięcie w sprawie wydarzenia o domniemanym pochodzeniu nadprzyrodzonym. Podczas gdy wcześniej Dykasteria zabierała głos, ale biskup był proszony o jej niewymienianie, dziś publicznie manifestuje ona swoje zaangażowanie i towarzyszy biskupowi w podjęciu ostatecznej decyzji. Przy podawaniu do publicznej wiadomości tego, co zostało postanowione, będzie zatem stwierdzone: „w porozumieniu z Dykasterią Nauki Wiary”.

Jednakże, jak już przewidywały Normy z 1978 roku (IV, 1 b), również nowe Normy przewidują, że w niektórych przypadkach Dykasteria może interweniować motu proprio (II, art. 26). W rzeczywistości, po osiągnięciu jasnego rozstrzygnięcia, nowe Normy stanowią, że „Dykasteria zastrzega sobie możliwość, w każdym przypadku, ponownej interwencji w związku z rozwojem danego zjawiska” (II, art. 22 § 3) i wymaga od biskupa „dalszego zachowywania czujności” (II, art. 24) dla dobra wiernych.

Bóg jest zawsze obecny w historii ludzkości i nigdy nie przestaje zsyłać nam swoich darów łaski poprzez działanie Ducha Świętego, aby z dnia na dzień odnawiać naszą wiarę w Jezusa Chrystusa, Zbawiciela świata. Do pasterzy Kościoła należy sprawianie, by ich wierni zawsze pamiętali o tej pełnej miłości obecności Trójcy Przenajświętszej pośród nas, podobnie jak ich zadaniem jest strzeżenie wiernych przed wszelkim oszustwem. Te nowe Normy są niczym innym jak konkretnym sposobem, w jaki Dykasteria Nauki Wiary pragnie służyć pasterzom w posłusznym słuchaniu Ducha działającego w wiernym ludzie Bożym.

Víctor Manuel Kard. Fernández

Prefekt

Wprowadzenie

1. Jezus Chrystus jest ostatecznym Słowem Boga, „Pierwszym i Ostatnim” (Ap 1,17). On jest pełnią i wypełnieniem Objawienia: wszystko, co Bóg chciał objawić, uczynił przez swojego Syna, Słowo, które stało się ciałem. „Toteż chrześcijańska ekonomia […], jako nowe i ostateczne przymierze, nigdy nie przeminie i nie należy się już więcej oczekiwać żadnego publicznego objawienia przed chwalebnym ukazaniem się Pana naszego Jezusa Chrystusa”[7].

2. W objawionym Słowie jest wszystko, czego potrzebuje życie chrześcijańskie. Św. Jan od Krzyża stwierdza, że Ojciec „dał nam […] swego Syna, który jest jedynym Jego Słowem […] przez to jedno Słowo powiedział nam wszystko naraz. I nie ma już nic więcej do powiedzenia. […] To bowiem, o czym częściowo mówił dawniej przez proroków, wypowiedział już całkowicie, dając nam Wszystko, tj. swojego Syna. Dzisiaj zatem, jeśliby ktoś jeszcze pytał Boga albo pragnął od Niego jakichś widzeń czy objawień, postąpiłby nie tylko błędnie, lecz również obraziłby Boga, nie mając oczu utkwionych w Chrystusie, bez pragnienia jakichś innych nowości”[8].

3. W czasie Kościoła Duch Święty prowadzi wierzących w każdej epoce „do całej prawdy” (J 16,13), tak aby „coraz głębsze stawało się zrozumienie Objawienia”[9]. W rzeczywistości to Duch Święty prowadzi nas coraz głębiej w rozumienie tajemnicy Chrystusa, ponieważ tajemnice te i doskonałości „są ukryte do tego stopnia, że choć wiele [z nich] […] odsłonili święci Doktorzy i zrozumiały dusze święte w tym życiu, to jednak niemal jeszcze wszystko zostało w nich do powiedzenia i zrozumienia. Ileż to rzeczy można odkrywać w Chrystusie, który jest jakby ogromną kopalnią z mnogimi pokładami skarbów, w które choćby się nie wiem jak wgłębiano nie znajdzie się ich kresu i końca. W każdym zaś zakątku tych Jego tajemnic napotkać można tu i tam nowe złoża nowych bogactw”[10].

4. Jeśli z jednej strony wszystko, co Bóg zechciał objawić, uczynił przez swojego Syna, a w Kościele Chrystusowym zwykłe środki świętości są dostępne dla każdego ochrzczonego, to z drugiej strony Duch Święty może udzielić niektórym ludziom bardzo szczególnych doświadczeń wiary, których celem „nie jest «ulepszanie» czy «uzupełnianie» ostatecznego Objawienia Chrystusa, lecz pomoc w pełniejszym przeżywaniu go w jakiejś epoce historycznej”[11].

5. Świętość jest bowiem powołaniem, które dotyczy wszystkich ochrzczonych: karmi się życiem modlitwy i uczestnictwem w życiu sakramentalnym i wyraża się w egzystencji przepojonej miłością do Boga i bliźniego[12]. W Kościele otrzymujemy miłość Boga, w pełni objawioną w Chrystusie (por. J 3,16) i „rozlaną w sercach naszych przez Ducha Świętego, który został nam dany” (Rz 5,5). Kto posłusznie pozwala się prowadzić Duchowi Świętemu, doświadcza obecności i działania Trójcy Świętej, tak że egzystencja przeżywana w ten sposób, jak naucza Papież Franciszek, owocuje życiem mistycznym, które, choć „pozbawione wszelkich nadzwyczajnych znaków, proponuje się wszystkim wierzącym jako codzienne doświadczenie miłości”[13].

6. Czasami jednak występują zjawiska (np. rzekome objawienia, wizje, wewnętrzne lub zewnętrzne głosy, pisma lub przesłania, zjawiska związane z obrazami religijnymi, zjawiska psychofizyczne i innej natury), które wydają się wykraczać poza granice codziennego doświadczenia i jawią się jako mające rzekome nadprzyrodzone pochodzenie. Dokładne mówienie o takich wydarzeniach może przekraczać zdolność ludzkiego języka (por. 2 Kor 12,2-4). Wraz z pojawieniem się nowoczesnych środków komunikacji, takie zjawiska mogą przyciągać uwagę lub wzbudzać zakłopotanie wielu wierzących, a wiadomość o nich może rozprzestrzeniać się bardzo szybko, toteż pasterze Kościoła winni zajmować się takimi wydarzeniami z troską, to znaczy doceniać ich owoce, oczyszczać je z negatywnych elementów lub ostrzegać wiernych przed niebezpieczeństwami z nich wynikającymi (por. 1 J 4,1).

7. Co więcej, wraz z rozwojem dzisiejszych środków komunikacji i wzrostem liczby pielgrzymek, zjawiska te osiągają wymiar narodowy, a nawet światowy, tak że decyzja dotycząca jednej diecezji ma konsekwencje również gdzie indziej.

8. Kiedy w związku ze szczególnymi doświadczeniami duchowymi pojawiają się również zjawiska fizyczne i psychiczne, których nie można natychmiast wyjaśnić za pomocą samego tylko rozumu, obowiązkiem Kościoła jest podjęcie starannego badania i rozeznawania tych zjawisk.

9. W adhortacji apostolskiej Gaudete et exsultate Papież Franciszek przypomina, że jedynym sposobem, aby dowiedzieć się, czy coś pochodzi od Ducha Świętego, jest rozeznanie, o które należy prosić i które należy pielęgnować na modlitwie[14]. Jest to Boży dar, który pomaga pasterzom Kościoła realizować słowa św. Pawła: „Wszystko badajcie, a co szlachetne – zachowujcie!” (1 Tes 5,21). Aby towarzyszyć biskupom diecezjalnym i konferencjom episkopatów w rozeznawaniu zjawisk o domniemanym nadprzyrodzonym pochodzeniu, Dykasteria Nauki Wiary ogłasza następujące Normy postępowania w rozeznawaniu domniemanych zjawisk nadprzyrodzonych.

I. OGÓLNE WYTYCZNE

A. Natura rozeznawania

10. Zgodnie z poniższymi normami Kościół może wypełniać obowiązek rozeznania: (a) czy w zjawiskach o domniemanym pochodzeniu nadprzyrodzonym można dostrzec obecność znaków działania Bożego; (b) czy w ewentualnych pismach lub przesłaniach osób zaangażowanych w domniemane zjawiska, o których mowa, nie ma niczego, co byłoby sprzeczne z wiarą i dobrymi obyczajami; (c) czy dozwolone jest docenianie ich duchowych owoców, czy też konieczne jest oczyszczenie ich z elementów problematycznych lub ostrzeżenie wiernych przed niebezpieczeństwami z nich wynikającymi; (d) czy wskazane jest, aby ich walor duszpasterski został uznany przez kompetentną władzę kościelną.

11. Chociaż poniższe rozporządzenia przewidują możliwość rozeznania w sensie, o którym mowa w nrze 10, należy wyjaśnić, że w zwyczajnym przypadku, nie należy oczekiwać pozytywnego uznania przez władzę kościelną boskiego pochodzenia domniemanych zjawisk nadprzyrodzonych.

12. W przypadku udzielenia Nihil obstat przez Dykasterię (por. poniżej, nr 17) takie zjawiska nie stają się przedmiotem wiary – to znaczy wierni nie są zobowiązani do przyjęcia ich aktem wiary – ale, podobnie jak w przypadku charyzmatów uznanych przez Kościół, „jawią się jako drogi wiodące do głębszego poznania Chrystusa i do pełniejszego oddania Mu samego siebie, a zarazem do głębszego zakorzenienia się w komunii całego chrześcijańskiego ludu”[15].

13. Z drugiej strony, nawet jeśli Nihil obstat jest przyznawane w procesach kanonizacyjnych, nie oznacza to deklaracji autentyczności ewentualnych zjawisk nadprzyrodzonych obecnych w życiu danej osoby, jak było to widoczne na przykład w dekrecie kanonizacyjnym św. Gemmy Galgani: «[Pius XI] feliciter elegit ut super heroicis virtutibus huius innocentis aeque ac poenitentis puellae suam mentem panderet, nullo tamen per praesens decretum (quod quidem numquam fieri solet) prolato iudicio de praeternaturalibus Servae Dei charismatibus»[16].

14. Jednocześnie należy zauważyć, że pewne zjawiska, które mogą mieć pochodzenie nadprzyrodzone, czasami jawią się jako związane z niejasnymi ludzkimi doświadczeniami, teologicznie nieprecyzyjnymi wyrażeniami lub nie do końca uzasadnionymi interesami.

15. Rozeznania domniemanych zjawisk nadprzyrodzonych dokonuje od samego początku biskup diecezjalny lub ewentualnie przez inna władza kościelna, o czym mowa poniżej w artykułach 4-6, w dialogu z Dykasterią. W każdym razie, ponieważ nigdy nie może zabraknąć szczególnej troski o dobro wspólne całego ludu Bożego, „Dykasteria zastrzega sobie jednak [...] możliwość oceny moralnych i doktrynalnych elementów tego doświadczenia i jego wykorzystania”[17]. Nie należy ignorować faktu, że czasami rozeznawanie może również dotyczyć przestępstw, manipulacji osobami, szkód dla jedności Kościoła, nienależnych korzyści finansowych, poważnych błędów doktrynalnych itp., które mogą powodować zgorszenie i podważać wiarygodność Kościoła.

B. Wnioski

16. Rozeznawanie domniemanych zjawisk nadprzyrodzonych może prowadzić do decyzji, które zwykle będą wyrażone w jednym z następujących terminów:

17. Nihil obstat — Nawet jeśli nie wyraża się pewności co do nadprzyrodzonej autentyczności zjawiska, rozpoznaje się wiele znaków działania Ducha Świętego „pośród”[18] danego doświadczenia duchowego i przynajmniej do tej pory nie wykryto żadnych szczególnie krytycznych lub ryzykownych aspektów. Z tego powodu zachęca się biskupa diecezjalnego do docenienia wartości duszpasterskiej, a także do popierania rozpowszechniania tej duchowej propozycji, w tym poprzez ewentualne pielgrzymki do świętego miejsca.

18. Prae oculis habeatur — Chociaż rozpoznaje się ważne pozytywne znaki, dostrzega się również pewne elementy zamieszania lub możliwe ryzyko, które wymagają starannego rozeznania i dialogu biskupa diecezjalnego z odbiorcami danego doświadczenia duchowego. Jeśli istnieją pisma lub przesłania, może być konieczne wyjaśnienie doktrynalne.

19. Curatur — Zauważa się różne lub znaczące elementy krytyczne, ale jednocześnie zjawisko jest już szeroko rozpowszechnione i obecne są duchowe owoce z nim związane, które można zweryfikować. Odradza się wydanie zakazu dotyczącego tego zjawiska, bo mógłby on zaniepokoić lud Boży. W każdym razie wymaga się od biskupa diecezjalnego, aby nie promował tego zjawiska, szukał alternatywnych form pobożności i ewentualnie przekształcił jego profil duchowy i duszpasterski.

20. Sub mandato — Wykryte krytyczne kwestie nie są związane z samym zjawiskiem, które jest bogate w elementy pozytywne, ale z osobą, rodziną lub grupą osób, które robią z niego niewłaściwy użytek. Wykorzystuje się doświadczenie duchowe do osiągnięcia szczególnych i nienależnych korzyści finansowych, popełniając czyny niemoralne lub prowadząc działalność duszpasterską równoległą do tej, która jest już obecna na terytorium kościelnym, nie uznając wskazówek biskupa diecezjalnego. W takim przypadku kierownictwo duszpasterskie w konkretnym miejscu, w którym występuje zjawisko, powierza się albo biskupowi diecezjalnemu, albo innej osobie delegowanej przez Stolicę Apostolską, która, jeśli nie może interweniować bezpośrednio, powinna próbować osiągnąć rozsądne porozumienie.

21. Prohibetur et obstruatur — Chociaż istnieją uzasadnione prośby i pewne pozytywne elementy, poważne wydają się krytyczne elementy. Dlatego, aby uniknąć dodatkowego zamieszania, a nawet zgorszenia, które mogłoby podważyć wiarę ludu Bożego, Dykasteria wymaga od biskupa diecezjalnego, aby publicznie ogłosił, że przyjęcie tego zjawiska jest niedozwolone, a jednocześnie zapewnił odpowiednią katechezę, która mogłaby pomóc zrozumieć powody tej decyzji i rozwiać uzasadnione obawy duchowe tej części ludu Bożego.

22. Declaratio de non supernaturalitate — W tym przypadku biskup diecezjalny jest upoważniony przez Dykasterię do ogłoszenia, że zjawisko zostało uznane za nienadprzyrodzone. Decyzja ta musi opierać się na konkretnych i sprawdzonych faktach i dowodach. Na przykład, gdy domniemany widzący oświadcza, że kłamał lub gdy wiarygodni świadkowie dostarczają elementów osądu, które pozwalają odkryć fałszowanie zjawiska, błędną intencję lub mitomanię.

23. W świetle powyższego przypomina się, że ani biskup diecezjalny, ani konferencje episkopatów, ani Dykasteria, z reguły nie wydają oświadczenia, że dane zjawiska są pochodzenia nadprzyrodzonego, nawet jeśli udzielono Nihil obstat (por. nr 11). Pozostaje jednak w mocy, że Ojciec Święty może zezwolić na rozpoczęcie procedury w tym zakresie.

II. PROCEDURY

A. Normy materialne

Art. 1 – Obowiązkiem biskupa diecezjalnego, w porozumieniu z konferencją biskupów danego kraju, jest zbadanie przypadków domniemanych zjawisk nadprzyrodzonych występujących na jego własnym terytorium i sformułowanie ostatecznej oceny na ich temat, w tym co do ewentualnego promowania kultu lub nabożeństwa z nimi związanych, która to ocena zostanie przedłożona Dykasterii do zatwierdzenia.

Art. 2 – Po zbadaniu przedmiotowych wydarzeń, biskup diecezjalny powinien przekazać wyniki dochodzenia – przeprowadzonego zgodnie z normami określonymi poniżej – wraz ze swoim stanowiskiem do Dykasterii Nauki Wiary i działać zgodnie ze wskazówkami przekazanymi przez Dykasterię. W każdym przypadku do Dykasterii należy ocena sposobu postępowania biskupa diecezjalnego i zatwierdzenie lub niezatwierdzenie ustalenia, jakie należy przypisać konkretnemu przypadkowi przez niego przedstawionemu.

Art. 3 § 1 – Biskup diecezjalny powstrzyma się od jakichkolwiek publicznych deklaracji dotyczących autentyczności lub nadprzyrodzoności tych zjawisk oraz od jakiegokolwiek angażowania się w nie; nie może jednak przestać czuwać, aby w razie potrzeby interweniować szybko i roztropnie, postępując zgodnie z procedurami wskazanymi w poniższych normach.

§ 2 – W przypadku pojawienia się form pobożności w związku z domniemanym wydarzeniem nadprzyrodzonym, nawet bez rzeczywistego kultu, biskup diecezjalny ma poważny obowiązek jak najszybszego wszczęcia dokładnego dochodzenia kanonicznego w celu ochrony wiary i zapobiegania nadużyciom.

§ 3 – Biskup diecezjalny musi zachować szczególną ostrożność, aby powstrzymać, również przy użyciu dostępnych mu środków, niejasne manifestacje religijności lub rozpowszechnianie jakichkolwiek materiałów związanych z domniemanym zjawiskiem nadprzyrodzonym (np. Łzy płynące ze świętych obrazów, pocenie się, krwawienie, zmiany zachodzące na konsekrowanych hostiach itp.), aby nie podsycać klimatu sensacyjności (por. Art. 11 § 1).

Art. 4 – Jeżeli ze względu na miejsce zamieszkania osób, których dotyczy domniemane zjawisko, albo ze względu na miejsce rozpowszechniania form kultu lub chociażby pobożności ludowej, kwestia wchodzi w kompetencje więcej niż jednego biskupa diecezjalnego, biskupi ci, po konsultacji z Dykasterią Nauki Wiary, mogą utworzyć komisję międzydiecezjalną, która pod przewodnictwem jednego z biskupów diecezjalnych przeprowadzi dochodzenie zgodnie z poniższymi artykułami. W tym celu mogą oni również korzystać z pomocy odpowiednich urzędów konferencji episkopatu.

Art. 5 – W przypadku, gdy domniemane wydarzenia nadprzyrodzone dotyczą kompetencji biskupów diecezjalnych należących do tej samej prowincji kościelnej, metropolita, po konsultacji z konferencją episkopatu oraz Dykasterią Nauki Wiary, z jej nadania, może podjąć się zadania ukonstytuowania i przewodniczenia Komisji, o której mowa w art. 4.

Art. 6 § 1 – W miejscach, w których ustanowiono region kościelny, o którym mowa w kanonach 433-434 KPK, a domniemane fakty nadprzyrodzone dotyczą tego terytorium, biskup przewodniczący zwraca się do Dykasterii Nauki Wiary o specjalny mandat do postępowania.

§ 2 – W takim przypadku procedury będą analogiczne do postanowień art. 5, zgodnie z instrukcjami otrzymanymi od samej Dykasterii.

B. Normy proceduralne

Etap dochodzenia

Art. 7 § 1 – Za każdym razem, gdy biskup diecezjalny otrzyma wiadomość, przynajmniej prawdopodobną, o faktach domniemanego nadprzyrodzonego pochodzenia dotyczących wiary katolickiej, które miały miejsce na terytorium podlegającym jego kompetencji, powinien roztropnie poinformować się, osobiście lub przez delegata, o wydarzeniach i okolicznościach oraz zadbać o niezwłoczne zebranie wszystkich elementów przydatnych do wstępnej oceny.

§ 2 Jeśli zjawiska są łatwe do opanowania w kręgu osób bezpośrednio zaangażowanych i nie dostrzega się zagrożenia dla wspólnoty, po konsultacji z Dykasterią nie należy podejmować dalszych działań, chociaż obowiązek zachowania czujności pozostaje.

§ 3 W przypadku, gdy w sprawę zaangażowane są osoby zależne od kilku biskupów diecezjalnych, należy wysłuchać opinii tych biskupów. Gdy domniemane zjawisko ma swój początek w jednym miejscu, a jego dalszy rozwój odbywa się w innych miejscach, może być ono oceniane inaczej w tych miejscach. W takim przypadku każdy biskup diecezjalny ma zawsze prawo decydować o tym, co uważa za roztropne z duszpasterskiego punktu widzenia na swoim terytorium, po konsultacji z Dykasterią.

§ 4 – Jeśli częścią domniemanego zjawiska są różnego rodzaju przedmioty, biskup diecezjalny, osobiście lub za pośrednictwem delegata, może nakazać umieszczenie ich w bezpiecznym i strzeżonym miejscu do czasu wyjaśnienia sprawy. W przypadku domniemanego cudu eucharystycznego, konsekrowane postacie muszą być przechowywane w zastrzeżonym miejscu i w odpowiedni sposób.

§ 5 – Jeśli zebrane elementy wydają się wystarczające, biskup diecezjalny decyduje, czy rozpocząć etap oceny zjawiska, aby zaproponować Dykasterii ostateczny jego osąd w swym Votum powziętym ze względu na wyższy interes wiary Kościoła oraz w celu ochrony i promowania duchowego dobra wiernych.

Art. 8 § 1 – Biskup diecezjalny[19] powołuje komisję dochodzeniową, w skład której powinien wchodzić przynajmniej jeden teolog, jeden kanonista i jeden ekspert wybrany na podstawie charakteru zjawiska[20], a której celem jest nie tylko stwierdzenie co do prawdziwości faktów, ale zgłębienie każdego aspektu tego wydarzenia, tak aby przekazać biskupowi diecezjalnemu wszelkich elementów przydatnych do oceny.

§ 2 – Członkowie komisji dochodzeniowej powinni cieszyć się nieskazitelną reputacją, wykazywać niewzruszoną wiarę, zdrową doktrynę i sprawdzoną roztropność oraz nie powinni być związani, bezpośrednio lub pośrednio, z osobami lub faktami, które są przedmiotem rozeznania.

§ 3 – Sam biskup diecezjalny wyznacza delegata, również wybranego spośród lub spoza członków Komisji, którego zadaniem jest koordynowanie i przewodniczenie jej pracom oraz przygotowywanie posiedzeń.

§ 4 – Biskup diecezjalny lub jego delegat wyznacza również notariusza, którego zadaniem jest uczestniczenie w posiedzeniach i protokołowanie przesłuchań oraz wszelkich innych czynności Komisji. Obowiązkiem notariusza jest dopilnowanie, aby protokoły zostały należycie podpisane, a wszystkie akta będące przedmiotem badania zostały zebrane i w należytym porządku przechowywane w archiwum kurii. Notariusz zajmuje się również zwołaniem zebrań i przygotowaniem dokumentacji.

§ 5 – Wszyscy członkowie Komisji są zobowiązani do zachowania tajemnicy urzędu, składając przysięgę.

Art. 9 § 1 Przesłuchania należy wykonywać analogicznie do tego, co przewidują normy uniwersalne (por. kan. 1558-1571 KPK; kan. 1239-1252 KKKW) i należy je przeprowadzać na podstawie pytań sformułowanych przez delegata, po odpowiedniej konsultacji z innymi członkami Komisji.

§ 2 Zaprzysiężone zeznania osób zaangażowanych w domniemane zdarzenia nadprzyrodzone należy składać w obecności całej Komisji lub przynajmniej niektórych jej członków. Jeśli fakty w sprawie opierają się na zeznaniach naocznych świadków, świadkowie powinni zostać przesłuchani tak wcześnie, jak to możliwe, aby wykorzystać czasową bliskość zdarzenia.

§ 3 Spowiednicy zaangażowanych osób, które twierdzą, że były uczestnikami wydarzeń o nadprzyrodzonym pochodzeniu, nie mogą zeznawać na temat wszelkiej materii, którą poznali poprzez spowiedź sakramentalną[21].

§ 4 Kierownicy duchowi zaangażowanych osób, które twierdzą, że były uczestnikami wydarzeń o nadprzyrodzonym pochodzeniu, nie mogą zeznawać na temat materii, którą poznali poprzez kierownictwo duchowe, chyba że zainteresowane osoby upoważnią je na piśmie do złożenia zeznania.

Art. 10 – Jeżeli teksty pisemne lub inne elementy (wideo, audio, fotograficzne) ujawnione przez media, których autorem jest osoba zaangażowana w domniemane zjawisko, zostaną włączone do materiału zebranego w dochodzeniu, materiały takie zostaną poddane dokładnemu badaniu przez biegłych (por. art. 3 § 3), którego wyniki zostaną włączone do dokumentacji sprawy przez notariusza.

Art. 11 § 1 – Jeżeli nadzwyczajne fakty, o których mowa w art. 7 § 1, odnoszą się do przedmiotów różnego rodzaju (por. art. 3 § 3), Komisja podejmuje staranne badanie tych przedmiotów za pośrednictwem ekspertów, którzy ją stanowią lub innych ekspertów wskazanych w danej sprawie, w celu uzyskania opinii o charakterze naukowym, doktrynalnym i kanonicznym, która pomoże w późniejszej ocenie.

§ 2 – Jeżeli jakiekolwiek materiały o charakterze organicznym związane ze zdarzeniem nadzwyczajnym wymagają specjalnych badań laboratoryjnych, a w każdym razie badań techniczno-naukowych, Komisja powierza badanie ekspertom, którzy są prawdziwymi znawcami w dziedzinie odnoszącej się do rodzaju badania.

§ 3 – Jeśli zjawisko dotyczy Ciała i Krwi Pańskiej w sakramentalnych znakach chleba i wina, należy zachować szczególną ostrożność, aby jakakolwiek ich analiza nie spowodowała braku szacunku dla Najświętszego Sakramentu, gwarantując należną mu cześć.

§ 4 – Jeśli domniemane nadzwyczajne fakty powodują problemy związane z porządkiem publicznym, biskup diecezjalny powinien współpracować z właściwymi władzami cywilnymi.

Art. 12 – Jeśli domniemane wydarzenia nadprzyrodzone będą trwały w trakcie dochodzenia i jeśli sytuacja będzie nakazywała rozważne interwencje, biskup diecezjalny nie powinien wahać się, aby podjąć te działania o charakterze dobrego zarządzania, celem uniknięcia niekontrolowanych lub wątpliwych przejawów pobożności lub aktywacji kultu opartego na jeszcze nieokreślonych elementach.

Etap oceny

Art. 13 – Biskup diecezjalny, również z pomocą członków powołanej przez siebie Komisji, dokonuje wnikliwej oceny zebranego materiału, zgodnie z głównymi kryteriami rozeznania wymienionymi powyżej (por. nr 10-23) oraz następującymi po nich kryteriami pozytywnymi i negatywnymi, które mogą być również stosowane łącznie.

Art. 14 – Wśród pozytywnych kryteriów oceny nie można pominąć:

1°. Wiarygodność i dobre imię osób, które twierdzą, że są odbiorcami nadprzyrodzonych wydarzeń lub są bezpośrednio zaangażowane w takie fakty, a także przesłuchanych świadków. W szczególności należy wziąć pod uwagę równowagę psychiczną, uczciwość i prawość w życiu moralnym, szczerość, pokorę i stałą uległość wobec władzy kościelnej, gotowość do współpracy z nią oraz promowanie ducha autentycznej komunii kościelnej.

2°. Prawowierność doktrynalna danego zjawiska i ewentualnie związanego z nim przesłania.

3°. Nieprzewidywalny charakter zjawiska, z którego jasno wynika, że nie jest ono wynikiem inicjatywy zaangażowanych osób.

4°. Owoce życia chrześcijańskiego. Wśród nich powinno się zweryfikować istnienie ducha modlitwy, nawrócenia, powołania do kapłaństwa i życia zakonnego, świadectwa miłości, a także zdrowa pobożność oraz obfite i stałe owoce duchowe. Należy ocenić wkład tych owoców we wzrost komunii kościelnej.

Art. 15 – Wśród kryteriów negatywnych należy dokładnie sprawdzić następujące:

1°. Ewentualna obecność oczywistego błędu co do faktu.

2°. Ewentualne błędy doktrynalne. W tym względzie należy wziąć pod uwagę możliwość, że osoba, który twierdzi, że jest odbiorcą wydarzeń pochodzenia nadprzyrodzonego, dodaje – nawet nieświadomie – czysto ludzkie elementy do prywatnego objawienia lub pewne błędy pochodzenia naturalnego, niewynikające ze złej intencji, ale z subiektywnego postrzegania zjawiska.

3°. Duch sekciarski, który generuje podział w łonie Kościoła.

4°. Ewidentne dążenie do zysku, władzy, sławy, rozgłosu społecznego, osobistych korzyści ściśle związanych z faktem.

5°. Poważne czyny niemoralne, popełnione w czasie lub przy okazji zdarzenia przez daną osobę lub jej zwolenników.

6°. Zmiany psychiczne lub tendencje psychopatyczne u danej osoby, które mogły mieć wpływ na domniemany fakt nadprzyrodzony lub psychoza, zbiorowa histeria czy inne elementy, które można przypisać zakresowi patologicznemu.

Art. 16 – Za szczególnie obciążające moralnie należy uznać wykorzystywanie domniemanych doświadczeń nadprzyrodzonych lub uznanych elementów mistycznych jako środka lub pretekstu do dominacji nad ludźmi.

Art. 17 – Ocena wyników dochodzenia w przypadku domniemanych zjawisk nadprzyrodzonych, o których mowa w art. 7 § 1, ma być przeprowadzona z należytą starannością, z poszanowaniem zarówno osób zaangażowanych, jak i ewentualnego badania techniczno-naukowego domniemanego zjawiska nadprzyrodzonego.

Etap końcowy

Art. 18 – Po zakończeniu badania wstępnego i po dokładnej analizie wydarzeń i zebranych informacji[22], biorąc również pod uwagę wpływ, jaki domniemane fakty wywarły na powierzony mu lud Boży, ze szczególnym uwzględnieniem owoców duchowych wynikających z nowej pobożności, która mogła się pojawić, biskup diecezjalny, z pomocą delegata, przygotowuje raport na temat domniemanego zjawiska. Biorąc pod uwagę wszystkie fakty sprawy, zarówno pozytywne, jak i negatywne, sporządza on osobiste Votum w tej sprawie, proponując Dykasterii swój ostateczny osąd, zwykle według jednej z następujących formuł:[23]

1°. Nihil obstat

2°. Prae oculis habeatur

3°. Curatur

4°. Sub mandato

5°. Prohibetur et obstruatur

6°. Declaratio de non supernaturalitate

Art. 19 – Po zakończeniu badania wszystkie akty dotyczące badanej sprawy są przekazywane do Dykasterii Nauki Wiary w celu ostatecznego zatwierdzenia.

Art. 20 – Dykasteria przystąpi zatem do zbadania dokumentacji sprawy, oceniając elementy moralne i doktrynalne tego doświadczenia oraz jego wykorzystania, a także Votum biskupa diecezjalnego. Dykasteria może zażądać dodatkowych informacji od biskupa diecezjalnego lub poprosić o inne opinie, a w skrajnych przypadkach przystąpić do nowego badania sprawy, odrębnego od tego przeprowadzonego przez biskupa diecezjalnego. W świetle przeprowadzonego badania, dykasteria przystąpi do potwierdzenia lub odrzucenia decyzji zaproponowanej przez biskupa diecezjalnego.

Art. 21 § 1 – Po otrzymaniu odpowiedzi Dykasterii, o ile nie wskaże ona inaczej, biskup diecezjalny, w porozumieniu z Dykasterią, w jasny sposób przedstawi Ludowi Bożemu ocenę faktów dotyczących zdarzeniach.

§ 2 – Biskup diecezjalny będzie odpowiedzialny za poinformowanie konferencji episkopatu danego kraju o decyzji zatwierdzonej przez Dykasterię.

Art. 22 § 1 – W przypadku udzielenia Nihil obstat (por. art. 18,1°), biskup diecezjalny zwróci najwyższą uwagę na właściwe docenienie owoców wynikających z badanego zjawiska, nadal czuwając nad nimi z roztropną troską. W takim przypadku biskup diecezjalny wyraźnie wskaże dekretem naturę zezwolenia i granice ewentualnie dozwolonego kultu, precyzując, że wierni „mogą przyjąć [go] w roztropny sposób”[24].

§ 2 – Biskup diecezjalny zadba również o to, aby wierni nie traktowali żadnej z decyzji jako potwierdzenia nadprzyrodzonego charakteru danego zjawiska.

§ 3 – W każdym przypadku Dykasteria zastrzega sobie możliwość ponownej interwencji w związku z rozwojem danego zjawiska.

Art. 23 § 1 – Jeśli zostanie podjęta decyzja zapobiegawcza (por. art. 18,2°-4°) lub negatywna (por. art. 18,5°-6°), musi ona zostać formalnie podana do wiadomości publicznej przez biskupa diecezjalnego, po zatwierdzeniu przez Dykasterię. Musi być również sporządzona w jasnym języku, zrozumiałym dla wszystkich, przy czym należy rozważyć słuszność ogłoszenia powodów podjętej decyzji i doktrynalnych podstaw wiary katolickiej, celem wspierania rozwoju zdrowej duchowości.

§ 2 – Przekazując ewentualnie decyzję negatywną, biskup diecezjalny może pominąć informacje, które mogłyby wyrządzić niesprawiedliwą szkodę zaangażowanym osobom.

§ 3 – W przypadku ewentualnego dalszego rozpowszechniania pism lub przekazów, prawowici pasterze powinni zachować czujność zgodnie z kan. 823 KPK (por. kan. 652 § 2; 654 KKKW), ganiąc nadużycia i to, co jest szkodliwe dla prawdziwej wiary i dobrych obyczajów lub w każdym razie niebezpieczne dla dobra dusz. W tym celu można nałożyć środki zwyczajne, w tym nakazy karne (por. kan. 1319 KPK; kan. 1406 KKKW).

§ 4 – Odwołanie się do § 3 jest szczególnie właściwe, gdy zachowanie, które ma zostać skarcone, odnosi się do przedmiotów lub miejsc związanych z domniemanymi zjawiskami nadprzyrodzonymi.

Art. 24 – Niezależnie od zatwierdzonej decyzji, biskup diecezjalny, osobiście lub za pośrednictwem delegata, ma obowiązek dalszego zachowywania czujności co do zjawiska i zaangażowanych osób, w szczególności wykonując swoją zwyczajną władzę.

Art. 25 – W przypadku, gdy domniemane zjawiska nadprzyrodzone można z całą pewnością przypisać umyślnemu zamiarowi mistyfikacji i wprowadzenia w błąd dla różnych celów (np. zysku lub innych osobistych interesów), biskup diecezjalny zastosuje obowiązujące karne prawo kanoniczne, dokonując oceny w każdym indywidualnym przypadku.

Art. 26 – Dykasteria Nauki Wiary ma prawo interweniować motu proprio, w dowolnym czasie i stadium rozeznania dotyczącego domniemanych zjawisk nadprzyrodzonych.

Art. 27 – Niniejsze Normy zastępują w całości poprzednie z dnia 25 lutego 1978 roku.

Ojciec Święty Franciszek, podczas audiencji udzielonej niżej podpisanemu Prefektowi wraz z Sekretarzem Sekcji Doktrynalnej Dykasterii Nauki Wiary w dniu 4 maja 2024 roku zatwierdził niniejsze Normy, przyjęte na Sesji Zwyczajnej tejże Dykasterii w dniu 17 kwietnia 2024 roku, i polecił je opublikować, postanawiając, że wejdą w życie 19 maja 2024, w uroczystość Zesłania Ducha Świętego.

Wydano w Rzymie, w siedzibie Dykasterii Nauki Wiary, dnia 17 maja 2024 roku.

Víctor Manuel Kard. Fernández

Prefekt

Ks. Prał. Armando Matteo

Sekretarz Sekcji Doktrynalnej

Ex Audientia Die 4.5.2024

FRANCISCUS

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[1] Św. Jan od Krzyża, Dzieła. Noc ciemna. Księga druga 17, 6, Wydawnictwo OO. Karmelitów Bosych, Kraków 1986, s. 496.

[2] Tamże, Pieśń duchowa. Prolog, s. 524.

[3] Tamże, Noc ciemna II, 17, 8, s. 497.

[4] Tamże, Żywy płomień miłości III, 47, s. 780.

[5] Benedykt XVI, Adhort. apost. Verbum Domini (30 września 2010), nr 14: AAS 102 (2010), s. 696.

[6] K. Rahner, Visioni e profezie. Mistica ed esperienza della trascendenza, Vita e Pensiero, Milano 19952, ss. 95-96.

[7] Sobór Watykański II, Konst. dogm. Dei Verbum (18 listopada 1965), nr 4: AAS 58 (1966), s. 819.

[8] Św. Jan od Krzyża, Dzieła. Droga na Górę Karmel 2, 22, 3-5, Kraków 1986, ss. 260-261; por. Katechizm Kościoła Katolickiego, nr 65.

[9] Sobór Watykański II, Konst. dogm. Dei Verbum (18 listopada 1965), nr 5: AAS 58 (1966), s. 819.

[10] Św. Jan od Krzyża, Pieśń duchowa B, 37, 4, ss. 696-697.

[11] Katechizm Kościoła Katolickiego, nr 67. Por. Kongregacja Nauki Wiary, Orędzie fatimskie (26 lipca 2000), Libreria Editrice Vaticana, Watykan 2000.

[12] Por. Sobór Watykański II, Konst. dogm. Lumen gentium (7 grudnia 1965), nry 39-42: AAS 57 (1965), ss. 44-49; Franciszek, Adhort. apost. Gaudete et exsultate (19 marca 2018), nry 10-18, 143: AAS 110 (2018), ss. 1114-1116, 1150-1151; Tenże, List apost. Totum amoris est (28 grudnia 2022), passim: „L’Osservatore Romano”, 28 grudnia 2022, ss. 8-10.

[13] Franciszek, Adhort. apost. C’est la confiance (15 października 2023), nr 35: „L’Osservatore Romano”, 16 października 2023, s. 3.

[14] Por. Franciszek, Adhort. apost. Gaudete et exsultate (19 marca 2018), nry 166 i 173: AAS 110 (2018), ss. 1157 i 1159-1160.

[15] Św. Jan Paweł II, Przesłanie do uczestników Światowego Kongresu Ruchów Kościelnych, zorganizowanego przez Papieską Radę ds. Świeckich (27 maja 1998), nr 4: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XXI 1: 1998, Libreria Editrice Vaticana, Watykan 2000, s. 1064. Por. Benedykt XVI, Adhort. apost. Verbum Domini (30 września 2010), nr 14: AAS 102 (2010), s. 696.

[16] Sacra Rituum Congregatio, Decretum beatificationis et canonizationis Servae Dei Gemmae Galgani, virginis saecularis: AAS 24 (1932), s. 57. «[Pius XI] szczęśliwie zdecydował, by wypowiedzieć się na temat heroicznych cnót tej niewinnej, a zarazem pokutującej dziewczyny, nie osądzając jednak niniejszym dekretem (co oczywiście nigdy się nie zdarza) preternaturalnych charyzmatów Sługi Bożej».

[17] Dykasteria Nauki Wiary, List do Biskupa Como dotyczący domniemanego widzącego (25 września 2023).

[18] Wyrażenie „pośród” nie oznacza „za pomocą” lub „poprzez”, lecz wskazuje, że określonej sytuacji, niekoniecznie pochodzenia nadprzyrodzonego, Duch Święty dokonuje dobrych dzieł.

[19] Lub inna władza kościelna, o której mowa w art. 4-6.

[20] Np.: lekarz, najlepiej specjalizujący się w pewnych dyscyplinach pokrewnych, takich jak psychiatria, hematologia itd.; biolog; chemik itd.

[21] Por. kan. 983 § 1; 1550 § 2, 2° KPK; kan. 733 § 1; 1231 § 1, 2° KKKW; Kongregacja Spraw Kanonizacyjnych, Instr. Sanctorum Mater o prowadzeniu dochodzenia diecezjalnego lub eparchialnego w sprawach kanonizacyjnych (17 maja 2007), art. 101-102: AAS 99 (2007), s. 494; Penitencjaria Apostolska, Nota o ważności forum wewnętrznego i nienaruszalności pieczęci sakramentalnej (29 czerwca 2019): AAS 111 (2019), s. 1215-1218.

[22] Wszystkie dowody z zeznań powinny być szczegółowo oceniane poprzez staranne zastosowanie wszelkich kryteriów, również w świetle prawa kanonicznego dotyczącego mocy dowodowej zeznań (por. ex analogia kan. 1572 KPK; kan. 1253 KKKW).

[23] Por. wyżej, nr 17-22.

[24] Benedykt XVI, Esort. Ap. Verbum Domini (30 września 2010), nr 14: AAS 102 (2010), s. 696. Ten sam akapit stanowi: „Kościelna aprobata objawienia prywatnego zasadniczo mówi, że dane przesłanie nie zawiera treści sprzecznych z wiarą i dobrymi obyczajami; wolno je ogłosić, a wierni mogą przyjąć je w roztropny sposób. […] Jest to pomoc, którą otrzymujemy, ale nie mamy obowiązku z niej korzystać. W każdym razie musi ono być pokarmem dla wiary, nadziei i miłości, które są dla każdego niezmienną drogą zbawienia”.

[00842-PL.01] [Testo originale: Italiano]

[B0403-XX.02]