Segunda gran oportunidad política peruana en peligro
por Rodrigo Montoya Rojas, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
En mi texto ¨Con los rostros pintados, Tercera rebelión amazónica¨ (Montoya, 2009) hice una detallada descripción de la rebelión amazónica y traté de mostrar su potencialidad política para el futuro de Perú. En el artículo siguiente ¨Los puentes después de Bagua¨ (Montoya, 2010) sostuve que luego de la rebelión de Bagua se abriría para Perú una segunda oportunidad, luego del fracaso de la posible alianza de todas las fuerzas de izquierda con Hugo Blanco y de la alianza restringida que se llamó ¨Izquierda Unida¨. En este artículo me parece importante señalar el peligro que aparece en el horizonte para perder esta segunda oportunidad, luego de lo ocurrido el 23 de setiembre último cuando el anunciado lanzamiento de la candidatura presidencial de Alberto Pizango fue suspendido sin ninguna explicación seria.
por Rodrigo Montoya Rojas, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
En mi texto ¨Con los rostros pintados, Tercera rebelión amazónica¨ (Montoya, 2009) hice una detallada descripción de la rebelión amazónica y traté de mostrar su potencialidad política para el futuro de Perú. En el artículo siguiente ¨Los puentes después de Bagua¨ (Montoya, 2010) sostuve que luego de la rebelión de Bagua se abriría para Perú una segunda oportunidad, luego del fracaso de la posible alianza de todas las fuerzas de izquierda con Hugo Blanco y de la alianza restringida que se llamó ¨Izquierda Unida¨. En este artículo me parece importante señalar el peligro que aparece en el horizonte para perder esta segunda oportunidad, luego de lo ocurrido el 23 de setiembre último cuando el anunciado lanzamiento de la candidatura presidencial de Alberto Pizango fue suspendido sin ninguna explicación seria.
La ola de tomas de tierras entre 1957 y 1962 abrió un proceso de transformación política del país a través de un nuevo actor político: los campesinos. Hugo Blanco se convirtió en el líder de masas que la izquierda no había tenido antes y en el candidato de izquierda con la votación más alta en las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1979. En esa oportunidad, un frente socialista que agrupase a todas las fuerzas posibles habría sido un gran acontecimiento pero no pudo ser debido a la profunda división entre las organizaciones de izquierda, a los apetitos individuales y electorales de dirigentes comunistas y maoístas de todos los colores, verbalmente más radicales, que se sentían los Lenin de Perú, con derecho a ser cada uno de ellos cabeza de fila de toda la izquierda. Por su parte, los trotskistas del llamado proletariado mundial estuvieron convencidos de que Hugo Blanco era el único gran líder de esas corrientes y que por eso no estaban dispuestos a compartir una victoria con sus adversarios del Partido Comunista pro soviético y de todas las organizaciones maoístas que se multiplicaron gracias al virus de su propia división. Desafortunadamente, el propio Hugo Blanco no estuvo a la altura del desafío y prefirió romper el ARI (Alianza revolucionaria de Izquierda). Excluidos los trotskistas y los socialistas no trotskistas, la llamada ¨Izquierda Unida¨ liderada por Alfonso Barrantes, sólo fue una pasajera alianza electoral, que estalló en pedazos debido a cuatro factores decisivos: 1. La profunda división entre sus caudillos, 2. La virtual alianza entre Alfonso Barrantes y Alan García que dejó sin juego propio a lo que se llamaba aún ¨Izquierda Unida¨. 3. La contribución de Sendero Luminoso para quebrar lo poco de unidad que quedaba, con su discurso y práctica para demoler no sólo el Estado sino a cada de las organizaciones sociales y políticas y también a personas que escapaban a su control y que intentaban fijar una línea de independencia entre la alianza del fujimorismo y las Fuerzas Armadas de un lado, y el senderismo, de otro. Finalmente, 4, la reestructuración capitalista impuesta por el Consenso de Washington -aceptada sin crítica alguna por Fujimori y sus aliados- y su propuesta de privatización de las empresa públicas, de reducir el rol del Estado a su mínima expresión, de acabar con las conquistas laborales, de privatizar la administración de los fondos de jubilación, etc. medidas que quebraron el tejido social pre existente, dejando el espacio libre para la generalización de las relaciones capitalistas en todas las esferas de la sociedad, particularmente su ecuación costo-beneficio y el deseo de convertir todo en dinero y ganancias y ver a los vendedores ambulantes como micro empresarios.
Los gobiernos de Toledo y García (2001-2010) reprodujeron y reproducen el esquema de este desarrollo capitalista heredado de fujimorismo sin ninguna crítica o variación importante. Dentro de esa lógica, Alan García, llegó a creer que la Amazonía sigue siendo una tierra baldía y que los recursos allí existentes, como formal propiedad del Estado debieran ser entregados a empresas multinacionales y nacionales a través de concesiones. Nunca entendió lo que la Amazonía es y significa para el futuro del país, ignoró los derechos existentes y ganados de los pueblos indígenas con sus casi doce millones de hectáreas de territorio oficialmente reconocido como propiedad de las comunidades nativas y diversas reservas más. No vio seres humanos en los pueblos indígenas sino simplemente “perros de hortelano” que no comen ni dejan comer el petróleo, gas, oro, maderas y otros recursos que hay en sus territorios. No aceptó nunca el derecho de los pueblos indígenas a tener propiedad colectiva de sus territorios y por eso, quiso imponer la privatización de las tierras comunales. Por todo eso y por más, los pueblos amazónicos dijeron basta.
La Rebelión de Bagua ha sido un hecho político de primera importancia y ha colocado al movimiento indígena amazónico y a su dirigente mayor Alberto Pizango en el centro de la escena política nacional. Este movimiento ha sido y sigue siendo la única oposición real al régimen de Alan García y podría ser el punto de partida de una alternativa política nueva para el país. Para eso, la clave es una amplia política de alianzas entre los pueblos indígenas amazónicos y andinos; entre estos y los migrantes andinos y amazónicos que viven en Lima y en las grandes ciudades de Perú. Si este bloque fuera construido, faltarían nuevas alianzas con los trabajadores organizados en la Central General de Trabajadores del Perú, los campesinos de la CCP y la CNA los maestros, intelectuales y profesionales, los estudiantes, las mujeres, los artistas populares y los movimientos que defienden sus diferencias sexuales. Si se trabaja desde abajo, siguiendo el ejemplo ecuatoriano de la CONAIE, este desafío podría ser alcanzado en unos 10 o 15 años.
Cuando se produjo la reunión de AIDESEP, CONACAMI, CCP y CNA, en agosto, para iniciar un proceso de búsqueda de firmas y lanzar posteriormente la candidatura del hermano Alberto Pizango, expresé mi apoyo a este proceso y las ideas que acabo de mencionar nuevamente en este texto.
Me hubiera gustado participar en reuniones de trabajo para analizar la situación política del país, pero no fui convocado a ninguna reunión. Cuando el 23 de setiembre fui al Hotel Bolívar, invitado dos días antes, la conferencia de prensa había sido suspendida y los asistentes estaban en la Plaza San Martín esperando la llegada del hermano Alberto Pizango. El no llegó, y no hubo ninguna explicación seria de lo ocurrido. Los medios de comunicación informaron sobre problemas en AIDESEP y he visto también algunos textos de dirigentes de AIDESEP que no aceptan la candidatura y exigen que antes de ese lanzamiento haya un acuerdo pleno de todas las bases de AIDESEP. Lo que acabo de mencionar es suficiente para extraer dos conclusiones: Una, si AIDESEP no tiene un respaldo firme y unido a Alberto Pizango se trata de un mal comienzo y ya sabemos: lo que comienza mal, termina mal. Dos, si no hay una sólida política de alianzas primero en el bloque propiamente indígena y, luego, con las organizaciones amigas, el movimiento nace débil y su éxito futuro tiene más sombras que luces.
Con las elecciones municipales y la emergencia de Susana Villarán en el escenario político de Lima aparece un nuevo elemento político que debe ser examinado con toda la atención debida. Aun en la eventualidad de que Susana Villarán no ganase la alcaldía de Lima, ella ya está convertida en dirigente nacional de un movimiento que por el momento apunta a una nueva esperanza de lo que comienza a llamarse una “izquierda moderna” o social demócrata. Las fuerzas de derecha han entendido muy bien esta novedad, se han unido en un bloque grande que además del Partido Popular Cristiano, PPC, incluye a toda la cúpula oficial del Apra, al fujimorismo, al toledismo y a la organización de Castañeda y a los grandes medios de comunicación en la TV, la Radio y los diarios, y apelan al miedo a los fantasmas de Patria Roja, el MRTA y Sendero Luminoso para derrotar a Susana Villarán. Tienen clara conciencia de que una derrota de Lourdes Flores pondrá en peligro la victoria de Castañeda en las elecciones presidenciales, el regreso de Alan García en 2016 y la inmunidad e impunidad para todos ellos y los grandes empresarios a quienes les gustarían asegurar por diez años más el control de la economía y la política en el país. Fujimori quiso gobernar 20 años o 30. Gobernó diez. Luego, Toledo gobernó 5 años sin cambiar las bases neoliberales y fujimoristas de la economía y Alan García logró otros cinco años más en objetiva alianza con los fujimoristas. La posibilidad de no gobernar en los próximos diez años con Castañeda y Alan García les parece un “horror de horrores”.
Lo que acabo de decir sobre la nueva coyuntura política post elecciones municipales agrega una enorme dificultad más al proyecto electoral de una alternativa política nueva con el movimiento indígena amazónico y andino a la cabeza.
Antes de dar un paso adelante, sugiero examinar a fondo la situación para no seguir cometiendo errores. Lo central es construir una política de alianzas de organizaciones indígenas, campesinas y migrantes, como base y punto de partida. Sin esa base el lanzamiento de la candidatura de Alberto Pizango podría caer en el vacío.
Los gobiernos de Toledo y García (2001-2010) reprodujeron y reproducen el esquema de este desarrollo capitalista heredado de fujimorismo sin ninguna crítica o variación importante. Dentro de esa lógica, Alan García, llegó a creer que la Amazonía sigue siendo una tierra baldía y que los recursos allí existentes, como formal propiedad del Estado debieran ser entregados a empresas multinacionales y nacionales a través de concesiones. Nunca entendió lo que la Amazonía es y significa para el futuro del país, ignoró los derechos existentes y ganados de los pueblos indígenas con sus casi doce millones de hectáreas de territorio oficialmente reconocido como propiedad de las comunidades nativas y diversas reservas más. No vio seres humanos en los pueblos indígenas sino simplemente “perros de hortelano” que no comen ni dejan comer el petróleo, gas, oro, maderas y otros recursos que hay en sus territorios. No aceptó nunca el derecho de los pueblos indígenas a tener propiedad colectiva de sus territorios y por eso, quiso imponer la privatización de las tierras comunales. Por todo eso y por más, los pueblos amazónicos dijeron basta.
La Rebelión de Bagua ha sido un hecho político de primera importancia y ha colocado al movimiento indígena amazónico y a su dirigente mayor Alberto Pizango en el centro de la escena política nacional. Este movimiento ha sido y sigue siendo la única oposición real al régimen de Alan García y podría ser el punto de partida de una alternativa política nueva para el país. Para eso, la clave es una amplia política de alianzas entre los pueblos indígenas amazónicos y andinos; entre estos y los migrantes andinos y amazónicos que viven en Lima y en las grandes ciudades de Perú. Si este bloque fuera construido, faltarían nuevas alianzas con los trabajadores organizados en la Central General de Trabajadores del Perú, los campesinos de la CCP y la CNA los maestros, intelectuales y profesionales, los estudiantes, las mujeres, los artistas populares y los movimientos que defienden sus diferencias sexuales. Si se trabaja desde abajo, siguiendo el ejemplo ecuatoriano de la CONAIE, este desafío podría ser alcanzado en unos 10 o 15 años.
Cuando se produjo la reunión de AIDESEP, CONACAMI, CCP y CNA, en agosto, para iniciar un proceso de búsqueda de firmas y lanzar posteriormente la candidatura del hermano Alberto Pizango, expresé mi apoyo a este proceso y las ideas que acabo de mencionar nuevamente en este texto.
Me hubiera gustado participar en reuniones de trabajo para analizar la situación política del país, pero no fui convocado a ninguna reunión. Cuando el 23 de setiembre fui al Hotel Bolívar, invitado dos días antes, la conferencia de prensa había sido suspendida y los asistentes estaban en la Plaza San Martín esperando la llegada del hermano Alberto Pizango. El no llegó, y no hubo ninguna explicación seria de lo ocurrido. Los medios de comunicación informaron sobre problemas en AIDESEP y he visto también algunos textos de dirigentes de AIDESEP que no aceptan la candidatura y exigen que antes de ese lanzamiento haya un acuerdo pleno de todas las bases de AIDESEP. Lo que acabo de mencionar es suficiente para extraer dos conclusiones: Una, si AIDESEP no tiene un respaldo firme y unido a Alberto Pizango se trata de un mal comienzo y ya sabemos: lo que comienza mal, termina mal. Dos, si no hay una sólida política de alianzas primero en el bloque propiamente indígena y, luego, con las organizaciones amigas, el movimiento nace débil y su éxito futuro tiene más sombras que luces.
Con las elecciones municipales y la emergencia de Susana Villarán en el escenario político de Lima aparece un nuevo elemento político que debe ser examinado con toda la atención debida. Aun en la eventualidad de que Susana Villarán no ganase la alcaldía de Lima, ella ya está convertida en dirigente nacional de un movimiento que por el momento apunta a una nueva esperanza de lo que comienza a llamarse una “izquierda moderna” o social demócrata. Las fuerzas de derecha han entendido muy bien esta novedad, se han unido en un bloque grande que además del Partido Popular Cristiano, PPC, incluye a toda la cúpula oficial del Apra, al fujimorismo, al toledismo y a la organización de Castañeda y a los grandes medios de comunicación en la TV, la Radio y los diarios, y apelan al miedo a los fantasmas de Patria Roja, el MRTA y Sendero Luminoso para derrotar a Susana Villarán. Tienen clara conciencia de que una derrota de Lourdes Flores pondrá en peligro la victoria de Castañeda en las elecciones presidenciales, el regreso de Alan García en 2016 y la inmunidad e impunidad para todos ellos y los grandes empresarios a quienes les gustarían asegurar por diez años más el control de la economía y la política en el país. Fujimori quiso gobernar 20 años o 30. Gobernó diez. Luego, Toledo gobernó 5 años sin cambiar las bases neoliberales y fujimoristas de la economía y Alan García logró otros cinco años más en objetiva alianza con los fujimoristas. La posibilidad de no gobernar en los próximos diez años con Castañeda y Alan García les parece un “horror de horrores”.
Lo que acabo de decir sobre la nueva coyuntura política post elecciones municipales agrega una enorme dificultad más al proyecto electoral de una alternativa política nueva con el movimiento indígena amazónico y andino a la cabeza.
Antes de dar un paso adelante, sugiero examinar a fondo la situación para no seguir cometiendo errores. Lo central es construir una política de alianzas de organizaciones indígenas, campesinas y migrantes, como base y punto de partida. Sin esa base el lanzamiento de la candidatura de Alberto Pizango podría caer en el vacío.