En la complicidad... hermanos
Por Juan Sheput
Que dos partidos, con varias décadas de presencia política, busquen una alianza no tiene nada de malo. Todo partido tiene derecho a buscar coincidencias y al establecimiento de vínculos. En ese sentido las conversaciones entre el PPC y el APRA son irreprochables.
Que dos partidos, con varias décadas de presencia política, busquen una alianza no tiene nada de malo. Todo partido tiene derecho a buscar coincidencias y al establecimiento de vínculos. En ese sentido las conversaciones entre el PPC y el APRA son irreprochables.
Más bien lo que no deja de interpretarse con un sentido humorístico es que uno de los promotores de esta alianza, el cuestionado congresista Jorge del Castillo, pretenda comparar a la misma con la Concertación chilena. Nada más lejano de la verdad.
Que yo sepa, la Concertación en Chile fue capaz de cobrar impuestos a las sobreganancias mineras, multar a las farmacias y laboratorios que se ponían de acuerdo en los precios al público, poner mano dura a los intereses y comisiones abusivas de bancos y afp´s e impedir oligopolios en los negocios de retail (léase autoservicios y supermercados). La Concertación, en Chile, es capaz de reconocer la importancia del empresariado, cómo no, pero no claudica en el rol de regulador del Estado. Más bien lo fortalece.
Nada de eso han hecho ni el PPC ni el APRA en nuestro país. Unidos en más de una votación, han sido en la práctica socios parlamentarios. Fiscalizaciones en el Congreso han sido víctimas de un boicot gracias a los votos de estos dos partidos. En lugar de impuestos a las sobreganancias el señor Del Castillo promovió un gracioso óbolo minero, que “permitió” al Perú tener una propina de 150 millones de dólares al año, cuando las sobreganancias por precios de los minerales superaban los miles de millones de dólares. Ni que hablar del papel de la banca o de las farmacias chilenas. Estas pueden hacer en nuestro país lo que no podrían hacer en su lugar de origen.
Más lógica tiene el lanzamiento de la señora Mercedes Aráoz como precandidata del APRA. Que el PPC le encuentre sentido a este lanzamiento demuestra un problema de autoestima política o de vocación de segundón. Y demuestra también que en el viejo partido de derecha, léase el PAP, se reconoce la debilidad extrema de la candidatura de Luis Castañeda Lossio. Que a la señora Aráoz la promuevan los sectores más cuestionados del aprismo, señala la preocupación existente porque se replique la auditoría al Palacio Municipal en el Palacio de Gobierno. Es obvio que lo que se busca es una suerte de locomotora para lograr impunidad. Que en ese sentido Mercedes Araóz sea ungida por Jorge del Castillo y Omar Quesada, los secretarios del PAP suspendidos por graves indicios de corrupción, es símbolo de los tiempos.
Las alianzas, en el Perú de hoy, no tienen su origen en coincidencias sino en conveniencias. Una administración como la aprista, que ha hecho del maquillaje una política de gobierno, no puede tener mejor candidata que la señora Mercedes Aráoz, la cual ha dado varias muestras de su buen manejo de medios de comunicación.
No entiendo al PPC. En su juventud tienen cuadros de primera. Ponerse de furgón de cola del aprismo es tirar por la borda el reposicionamiento político ganado por Lourdes Flores.
En fin, se sienten pues los vientos electorales. Nuestra bienvenida a los tiempos de campaña y debate electoral.
Que yo sepa, la Concertación en Chile fue capaz de cobrar impuestos a las sobreganancias mineras, multar a las farmacias y laboratorios que se ponían de acuerdo en los precios al público, poner mano dura a los intereses y comisiones abusivas de bancos y afp´s e impedir oligopolios en los negocios de retail (léase autoservicios y supermercados). La Concertación, en Chile, es capaz de reconocer la importancia del empresariado, cómo no, pero no claudica en el rol de regulador del Estado. Más bien lo fortalece.
Nada de eso han hecho ni el PPC ni el APRA en nuestro país. Unidos en más de una votación, han sido en la práctica socios parlamentarios. Fiscalizaciones en el Congreso han sido víctimas de un boicot gracias a los votos de estos dos partidos. En lugar de impuestos a las sobreganancias el señor Del Castillo promovió un gracioso óbolo minero, que “permitió” al Perú tener una propina de 150 millones de dólares al año, cuando las sobreganancias por precios de los minerales superaban los miles de millones de dólares. Ni que hablar del papel de la banca o de las farmacias chilenas. Estas pueden hacer en nuestro país lo que no podrían hacer en su lugar de origen.
Más lógica tiene el lanzamiento de la señora Mercedes Aráoz como precandidata del APRA. Que el PPC le encuentre sentido a este lanzamiento demuestra un problema de autoestima política o de vocación de segundón. Y demuestra también que en el viejo partido de derecha, léase el PAP, se reconoce la debilidad extrema de la candidatura de Luis Castañeda Lossio. Que a la señora Aráoz la promuevan los sectores más cuestionados del aprismo, señala la preocupación existente porque se replique la auditoría al Palacio Municipal en el Palacio de Gobierno. Es obvio que lo que se busca es una suerte de locomotora para lograr impunidad. Que en ese sentido Mercedes Araóz sea ungida por Jorge del Castillo y Omar Quesada, los secretarios del PAP suspendidos por graves indicios de corrupción, es símbolo de los tiempos.
Las alianzas, en el Perú de hoy, no tienen su origen en coincidencias sino en conveniencias. Una administración como la aprista, que ha hecho del maquillaje una política de gobierno, no puede tener mejor candidata que la señora Mercedes Aráoz, la cual ha dado varias muestras de su buen manejo de medios de comunicación.
No entiendo al PPC. En su juventud tienen cuadros de primera. Ponerse de furgón de cola del aprismo es tirar por la borda el reposicionamiento político ganado por Lourdes Flores.
En fin, se sienten pues los vientos electorales. Nuestra bienvenida a los tiempos de campaña y debate electoral.