Preparándose para abril
Por Desco
Las elecciones municipales y regionales quedaron atrás, esperándose solamente la segunda vuelta que debe darse en diez regiones del país para culminar definitivamente esta etapa. Hoy, la atención y las apuestas se dirigen hacia las fórmulas que compondrán las planchas presidenciales y las listas parlamentarias que entrarán en disputa en abril próximo.
Por ahora, el campo está bastante abierto lo que, dada las características de nuestros partidos nacionales —los mismos que no tuvieron nada que celebrar y mucho que lamentar en los comicios locales y regionales—, posibilita márgenes de maniobra que ensanchan al máximo el juego de probabilidades.
La manera en que empiezan a darse las cosas, no permite generar expectativas sobre cambios respecto a lo que ha sido el comportamiento habitual de los partidos políticos durante las últimas décadas. Es decir, seguirá primando ese básico pragmatismo que los conduce a entablar «negociaciones» sin materia negociable, en tanto la ausencia de programas y planes de gobierno, buscando únicamente la mejor manera de sumar los votos necesarios que permitan ganar la presidencia de la República o el mayor número de congresistas.
En efecto, las candidaturas presidenciables, las oficiales y las oficiosas, han inaugurado su temporada de caza, sondeando todas las posibilidades. Se acercan a otros candidatos, escrutan a los movimientos regionales, tantean a los «independientes», averiguan la opinión de los empresarios y viajan a Washington o a capitales europeas. Sin embargo, no se les ocurre levantar una propuesta ni preocuparse por consolidar una organización.
Así, todo hace suponer que seguiremos conviviendo con los enormes problemas de representatividad que aquejan a la política peruana desde hace un buen tiempo. Aun cuando existen suficientes indicios para conjeturar que algunos cambios tibios pero firmes pueden sobrevenir, porque a estas alturas los límites del modelo imperante son más que obvios sin haber podido aliviar los malestares estructurales del país, no parece existir la disposición ni la audacia necesaria entre los actores políticos.
Tal como vienen colocándose los factores al inicio de la competición, no se formula una voluntad que aspire a presentarse como una alternativa nítida frente a lo dado. Para el caso, podemos remitirnos al ejemplo más patético, el presidente García, para quien el próximo Presidente tiene como única gran tarea continuar en la misma lógica con la que condujo su administración; como si las frustraciones ante la evidente inequidad en la distribución de los ingresos, la persistencia de la pobreza y la corrupción que desborda por todos los lados, fueran sólo fantasías.
Es decir, en el papel, pareciera que fueran momentos propicios para construir campos de fuerza consolidados, estableciendo claramente lo que corresponde a la izquierda y a la derecha en el espectro político peruano. Algo de esto forzó por expresarse en las recientes elecciones municipales y regionales, en las que los intentos de desprestigiar a candidaturas como las de Villarán en Lima, Santos en Cajamarca, Cerrón en Junín, entre otros, fueron vanos.
Pero, pareciera primar el conservadurismo y, en esa medida, los aspirantes presidenciales prefieren ser vistos como expresiones de «centro», corriéndose la posibilidad de saturar este espacio que, dicho sea de paso, es el sitio correcto de la imprecisión y la ambigüedad.
En suma, estamos en tiempos de espera. El APRA, mejor dicho, García, ha apostado por una «independiente» dejando colgados a los dirigentes y bases de su partido. Al parecer, también a Castañeda. A Toledo lo vemos en febril actividad por las provincias del país. Keiko parece confiada en sus posibilidades de ingresar a la segunda vuelta. Mientras tanto, en lo que podría ser el espacio de la izquierda, si bien ya está decidido que no se buscarán determinadas compañías, aún pueden encontrarse maneras que les den buenos resultados en abril.
http://desco-opina.blogspot.com/
La manera en que empiezan a darse las cosas, no permite generar expectativas sobre cambios respecto a lo que ha sido el comportamiento habitual de los partidos políticos durante las últimas décadas. Es decir, seguirá primando ese básico pragmatismo que los conduce a entablar «negociaciones» sin materia negociable, en tanto la ausencia de programas y planes de gobierno, buscando únicamente la mejor manera de sumar los votos necesarios que permitan ganar la presidencia de la República o el mayor número de congresistas.
En efecto, las candidaturas presidenciables, las oficiales y las oficiosas, han inaugurado su temporada de caza, sondeando todas las posibilidades. Se acercan a otros candidatos, escrutan a los movimientos regionales, tantean a los «independientes», averiguan la opinión de los empresarios y viajan a Washington o a capitales europeas. Sin embargo, no se les ocurre levantar una propuesta ni preocuparse por consolidar una organización.
Así, todo hace suponer que seguiremos conviviendo con los enormes problemas de representatividad que aquejan a la política peruana desde hace un buen tiempo. Aun cuando existen suficientes indicios para conjeturar que algunos cambios tibios pero firmes pueden sobrevenir, porque a estas alturas los límites del modelo imperante son más que obvios sin haber podido aliviar los malestares estructurales del país, no parece existir la disposición ni la audacia necesaria entre los actores políticos.
Tal como vienen colocándose los factores al inicio de la competición, no se formula una voluntad que aspire a presentarse como una alternativa nítida frente a lo dado. Para el caso, podemos remitirnos al ejemplo más patético, el presidente García, para quien el próximo Presidente tiene como única gran tarea continuar en la misma lógica con la que condujo su administración; como si las frustraciones ante la evidente inequidad en la distribución de los ingresos, la persistencia de la pobreza y la corrupción que desborda por todos los lados, fueran sólo fantasías.
Es decir, en el papel, pareciera que fueran momentos propicios para construir campos de fuerza consolidados, estableciendo claramente lo que corresponde a la izquierda y a la derecha en el espectro político peruano. Algo de esto forzó por expresarse en las recientes elecciones municipales y regionales, en las que los intentos de desprestigiar a candidaturas como las de Villarán en Lima, Santos en Cajamarca, Cerrón en Junín, entre otros, fueron vanos.
Pero, pareciera primar el conservadurismo y, en esa medida, los aspirantes presidenciales prefieren ser vistos como expresiones de «centro», corriéndose la posibilidad de saturar este espacio que, dicho sea de paso, es el sitio correcto de la imprecisión y la ambigüedad.
En suma, estamos en tiempos de espera. El APRA, mejor dicho, García, ha apostado por una «independiente» dejando colgados a los dirigentes y bases de su partido. Al parecer, también a Castañeda. A Toledo lo vemos en febril actividad por las provincias del país. Keiko parece confiada en sus posibilidades de ingresar a la segunda vuelta. Mientras tanto, en lo que podría ser el espacio de la izquierda, si bien ya está decidido que no se buscarán determinadas compañías, aún pueden encontrarse maneras que les den buenos resultados en abril.
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