Haya, incorruptible línea moral
Por Andrés Townsend Ezcurra
50 años de aprismo, Memorias, Ensayos y Discursos de un militante, Lima 1989, pp. 330-336
c. Armando Villanueva del Campo, candidato del pueblo a la presidencia de la República
c. Luis Negreiros, candidato a la segunda-vicepresidencia
Compañeros y compañeras
Compañeros todos:
De nuevo, como en sus años más gloriosos y con espectacular grandeza, esta Avenida Alfonso Ugarte, la avenida de los pañuelos blancos, se ha vuelto a llenar con la presencia clamorosa e imponente del pueblo. Aquí están los escalones y las banderas. Aquí están los himnos y los sectores, aquí está la legión innumerable e invencible de los trabajadores manuales e intelectuales organizados de nuestra patria, clave de su futuro redentor. Aquí están con su vibración, con su entusiasmo y su esperanza. Y también está aunque los realistas ingenuos puedan negarlo, también está, porque está en nosotros y está con nosotros, la sombra tutelar del Maestro y Jefe Víctor Raúl Haya de la Torre.
Más que en su tierra amorosa y trujillana donde yacen los despojos mortales de aquel insigne peruano, yo pienso que Víctor Raúl está en estos momentos con nosotros. Dijo Cristo a sus discípulos: “cada vez que os reunáis dos o más de vosotros en mi nombre, yo estaré allí”. Podemos decir, compañeros, sin pecar de irreverentes, que cuando nos reunimos los apristas, allí está, especialmente en este día, en una fecha como ésta, que recuerda su nacimiento y que exalta su nombre, aquí está él. ¿Es que acaso no nos ha parecido verlo en cualquier momento en esta tribuna tantas veces prestigiada por su verbo glorioso? ¿Es que acaso no nos parece estar viéndolo con los ojos del recuerdo y del afecto, con su soberbio perfil aguileño, con su palabra rotunda y clara, que apenas al decir: ¡compañeros!, suscitaba un escalofrío de emoción en los cien mil pechos de la multitud que le escuchaba?
Así lo siente el pueblo esta noche, Víctor Raúl está con nosotros y parece que aquí se repitiera aquel hermoso y dramático verso de César Vallejo llamado “Masa”, cuando muerto el combatiente, el poeta se lamenta porque “el cadáver ¡ay! sigue muriendo”. Se acerca un hermano y le dice que se levante y llegan cien, mil y cien mil hermanos y le dicen “hermano no te mueras”. Pero “el cadáver ¡ay! sigue muriendo”. Hasta que por fin la humanidad entera se pone de pie y entonces el hombre, el combatiente se levanta, abraza al primer hombre y echa a andar. ¡Víctor Raúl resurrecto por la voluntad del pueblo, ha echado a andar con nosotros y triunfará con nosotros!
Enarbolar el nombre de Víctor Raúl, como siempre lo fue en su vida plena de combates, es una bandera de lucha. No es sólo la evocación de un hombre ilustre sino un compromiso. Haya de la Torre es muchas cosas para los peruanos. Tres, principalmente tres: una norma ideológica, una práctica partidaria y una incorruptible línea moral.
Quien diga que es un discípulo de Haya de la Torre, es porque profesa sin mengua ni desviación sus ideas revolucionarias. Quien diga que Víctor Raúl es su maestro tendrá que recordar su vertical conducta democrática en el Partido. Quien diga que es aprista tendrá que mantenerse en esa línea limpia de un hombre que hizo de la moral y la honradez el voto permanente de su vida.
Víctor Raúl ideológicamente ha sido un libertador. Emancipó a nuestras juventudes y a nuestros pueblos de todo posible colonialismo mental. Levantó en México la bandera antimperialista del APRA y señaló la gravitación y la importancia de ese problema y en 1927 defendió la autonomía revolucionaria de América Latina, contra un marxismo totalitario y sostuvo que América Latina tenía su propio camino hacia la justicia social. Esa voz temeraria de un muchacho peruano pronunciada en el Palacio Egmont, de Bruselas, ha sido confirmada con la herejía yugoslava, la disidencia china, el euromarxismo y todas las corrientes que negaron como negó Víctor Raúl en el año 27, antes que nadie, la dictadura totalitaria de una superpotencia sobre las corrientes revolucionarias del mundo entero.
Enseñó antimperialismo y todos los movimientos libertadores de nuestra época son antimperialistas. Enseñó que nuestro tiempo y para los países subdesarrollados más que lucha de clases el problema es lucha de pueblos. Hizo un movimiento de ancha base popular y nacional y los que están cambiando la faz del mundo son de este tipo. Sostuvo que no había posible liberación ni antimperialismo ni desarrollo, si no se gestaba la unidad política y económica de América Latina. Y si hay movimiento ahora irresistible y pujante es la integración. El Sistema Económico Latinoamericano llamado SELA, el Parlamento Latinoamericano, el Parlamento Andino, todos los complejos y múltiples esfuerzos de integración son hijos o retoños de esa mente peruana privilegiada que supo ver más allá de las tinieblas del tiempo. Habló Víctor Raúl, de una ancha participación del pueblo en el disfrute de las riquezas naturales y su nacionalización progresiva y esa es la tesis actualísima y contemporánea que se encuentra en todos los documentos constitucionales y en todos los movimientos realmente progresistas y renovadores de nuestra época. Sostuvo que había que abolirse el enclave colonial del Canal de Panamá y cuando él habló y proclamó como quinto punto del programa de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, solidaridad con los pueblos y las clases oprimidas del mundo, ¿acaso no estaba prefigurando lo que hoy se llama el movimiento mundial de los países No Alineados?
Se habla muchas veces de cuál es la obra más importante de Haya de la Torre y oigo a algunos compañeros que sostienen con razón que “El antimperialismo y el Apra”. Otros, no menos fundamentados, que se “30 años de aprismo”. Los de más allá que es “Política aprista” y yo pienso para mí, compañeros, que este hombre, que no solamente fue un ideólogo destinado a analizar los problemas y enunciar posiciones, sino un cruzado, un combatiente, un militante y un líder, nos ha dejado la más importante de sus obras que se llama Partido Aprista Peruano. Con esta circunstancia adicional e importante, que es una obra inconclusa, cuyos nuevos capítulos los escribiremos nosotros.
Es una inmensa responsabilidad que cae sobre todos los apristas, los que estamos en la plancha con Armando a la cabeza. Los que están con ustedes en el llano, en el desfile, los que están en todas las jerarquías del Partido. Vamos a empezar, vamos a construir, vamos a avanzar con inmensa proyección de futuro, la obra magistral de redención social y democrática que encarna el pensamiento de Víctor Raúl Haya de la Torre a través del Partido Aprista Peruano. Este hombre prodigioso nos dejó pues, las ideas nuevas, una gran organización política que en este instante se despliega con una hermosura multitudinaria, que quizás ustedes no pueden apreciar como tenemos el privilegio ahora nosotros frente a la Avenida Alfonso Ugarte. Nos dejó todo esto, nos dejó su lección, nos dejó su experiencia, este instrumento maravilloso e insustituible que es el Partido.
Hay algo que nos diferencia, compañeros apristas, de otros partidos sin que esto sea ningún gesto de menosprecio hacia las otras agrupaciones políticas democráticas, hay algo que es nuestro, que es típicamente aprista, ese algo es un vínculo, un nudo que nos ata por encima del documento formal que todos tenemos en nuestro bolsillo, el carnet del Partido. Y este hecho, esta idea, este sentimiento, es justamente el que resalta esta noche y que fue bautizado con acierto genial por Manuel Seoane el 22 de febrero de 1946. Este sentimiento es el de la Fraternidad, típico, cabal y expresivo sentimiento del Partido Aprista Peruano. La Fraternidad es un sentimiento que impone respetarnos, nos impone saber que puede haber opiniones diferentes y hasta discrepantes dentro de la organización. Pero que esas opiniones se conjugan cuando, por las vías normales y democráticas del Partido, se llega a los acuerdos que representan la voluntad mayoritaria.
Allí estamos de acuerdo todos, y allí luchamos y nos jugamos todos por entero. Sin ese sentimiento, que está antes de la creencia política y más allá de ella, este prodigioso movimiento popular hace tiempo que se hubiera disuelto o desvanecido. No hemos ofrecido los goces del poder, no hemos halagado a nadie con la retribución generosa de la pitanza presupuestal. Hemos estado, normalmente, o en el destierro, o en la lucha, en la catacumba, o en la ilegalidad, o en la proscripción, o en la oposición decidida. Sin embargo este pueblo ha permanecido fiel e intacto junto a nuestras banderas. ¿Por qué? Porque no eran afiliados a un Partido corriente, sino porque eran integrantes de esta Gran Fraternidad que reconoce a su hermano mayor, el que nos fundara y mantuviera tantos años, a Víctor Raúl Haya de la Torre.
Y otra parte de esta herencia cuantiosa que nos ha dejado el Maestro, es el legado de la obligación moral y de la conducta irreprochable. Quien pudo ser tanto en el Perú, quien fue tanto en nuestro país, que hizo presidentes, quien hizo tanto y pudo tanto, a quien seguramente tantas veces se tentó. Terminó como había vivido. En honrosa pobreza, en la casa fraterna de una parienta, condecorado a última hora por el gobierno de facto, y sin ningún otro legado que dejar, fuera de los derechos intelectuales de sus obras completas. Maravilloso ejemplo de hombre público que domina medio siglo los asuntos del país; y, sin embargo muere como el más pobre de sus conciudadanos. Es una obligación y un modelo que los apristas, especialmente los apristas dirigentes, estamos obligados a seguir y a cultivar. No se puede, dice el Evangelio, adorar a dos dioses. A Dios y a Mamón, el dios de la riqueza. Nosotros estamos en esa línea, porque es la que nos enseñaron desde jóvenes.
En este país hace falta una corriente como la nuestra, limpia y purificadora que ponga un poco de orden y moral en un Estado que tantos años, tantos lustros, ha padecido de la desorganización, y de las corruptelas tradicionales. Este país, decía Bolívar, tenía la corrupción del oro y de los esclavos. Tuvo, más tarde, la corrupción del guano, la corrupción del salitre, la corrupción de las anchovetas y terminó por fin con aquella magnífica corrupción de Alí Babá y sus 40 Sinamos. Contra eso vamos a levantar nuestras banderas y para hacerlo debemos exhibir nuestra conducta. Vamos a defender la moralidad del país, vamos a defender nuestra línea moral que es esencial para el futuro realizable de la patria.
Vamos a consumar, pues, un feliz augurio de coincidencias. Nuestro propósito es mantener, muy alta y muy limpia, la doctrina, sin concesiones, ni a la derecha ni a la extrema izquierda, porque nuestro plan es muy diferente de uno y de otro. No concebimos esa fórmula de gobierno de la derecha codiciosa y reaccionaria, que piensa en un gobierno del dinero, por el dinero y para el dinero. Ni nos gusta la fatal opción del comunismo totalitario que quiere un gobierno del terror, por el terror y para el terror. Vamos al gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Creemos y practicamos nuestra fraternidad con todos sus requerimientos y todas sus dificultades, y la entendemos como un concepto auténtico de la disciplina, de una disciplina sin violencia, que se basa en el requisito esencial de que todo aprista, hombre y mujer es un ciudadano consciente y libre. Para nosotros, como decía Víctor Raúl, la disciplina no viene de arriba abajo, son con la fuerza de la planta, de abajo a arriba. Así nos portamos y así debemos portarnos entre nosotros, y tenemos que mantener esa línea de dignidad.
Decía un pensador inglés en el siglo pasado, que todo poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Yo me he puesto a pensar que si acaso a nosotros nos va a ocurrir semejante riesgo. Me consuelo diciendo: no vamos a tener el poder absoluto, porque somos un partido democrático que va a llegar por las vías democráticas al gobierno. Y el poder que tengamos no nos va a corromper, porque para eso está el Partido, para eso está la juventud, para eso está la historia, para reclamarnos si alguna vez llegamos a claudicar.
Y ahora, a la lucha compañeros, a fundar una sociedad libre, justa y culta, sin explotados ni explotadores, que promete nuestra Constitución de 1979, y que fue firmada en el último acto de su vida consciente por la mano gloriosa de Víctor Raúl Haya de la Torre. Vamos a proponer, en el terreno internacional, la formación de una Comunidad Latinoamericana de Naciones. Vamos a dar a este pueblo participación y peso en el manejo de la cosa pública. Vamos a atender sus necesidades fundamentales pensando que es nuestra prioritaria preocupación. Vamos a luchar y a bregar por el pueblo. Vamos a luchar y a bregar por su educación, por su salud, por su alimentación, por su cultura. Vamos a convertirlo, como decía Víctor Raúl, en un país piloto de América Latina, en el cual la democracia social se consume ancha, viva, intensa y creadora, juntando las mejores esencias de nuestro pasado y las mejores lecciones que nos puedan brindar el continente y el mundo. Vamos a hacer un esfuerzo entre todos. Vamos a cambiar este país. Vamos a luchar contra el subdesarrollo, el atraso, la miseria, la marginación y la pobreza. Vamos a liberar sus fuerzas creadoras que son muchas. Vamos a llegar al poder. Y yo les auguro, con la seguridad de un combatiente experimentado, que habrá una tarde de 28 de julio cuando en vez de sones versallescos o de marchas castrenses, resuene en Palacio de Gobierno el aire purificador de la Marsellesa Aprista.
¡Arriba corazones compañeros….Arriba corazones!
¡Viva la Fiesta de la Fraternidad!
¡Viva el triunfo de mayo de 1980!
¡Viva Haya de la Torre!