Próximo gobierno debería tener un gabinete multipartidario
Por Carlos Ferrero
El Congreso se elige en la primera vuelta y expresará la natural dispersión de voto que significan por lo menos 12 candidaturas, aún cuando no todas superen la valla del 5%. En cambio, el Presidente es elegido en segunda vuelta, es decir cuando el Congreso ya está conformado.
Por Carlos Ferrero
El Congreso se elige en la primera vuelta y expresará la natural dispersión de voto que significan por lo menos 12 candidaturas, aún cuando no todas superen la valla del 5%. En cambio, el Presidente es elegido en segunda vuelta, es decir cuando el Congreso ya está conformado.
Si se repiten las cifras de las últimas encuestas, el ganador de la segunda vuelta asumiría la Presidencia con un Parlamento en el que, siguiendo el porcentaje obtenido por su Partido en la primera vuelta, (un 26%) su bancada sumaría más o menos 33 congresistas y se encontraría con alrededor de 100 congresistas en la oposición.
En un escenario así es muy difícil gobernar. Hay que estar constantemente en negociaciones para la aprobación de proyectos y se dan marchas y contramarchas en función de los vaivenes partidarios y la coyuntura política. Ello le quita fuerza y rumbo a la gobernabilidad.
Por ello el próximo Presidente debería intentar formar un Gabinete Multipartidario integrado no solo por su propia gente e independientes, sino también con representantes de partidos de la oposición, en proporción a los votos que cada quien tenga en el Congreso. Incluso podría conversarse en que otros estamentos o reparticiones podría extenderse estos niveles de colaboración.
Es lógico preguntarse si cualquier Ejecutivo que ha ganado una elección estará dispuesto a plantear su programa de gobierno compartiendo el gabinete con otros grupos políticos. Pensamos que sí es posible. Un análisis objetivo y desprejuiciado de los distintos planes de gobierno formalmente presentados ante el Jurado Nacional de Elecciones y lo que se viene exponiendo en el debate público prueban que las coincidencias en temas fundamentales de políticas públicas son bastante mayores que las diferencias, como también lo demuestra los avances del Acuerdo Nacional. Además a ninguno se le pediría que renuncie a los puntos donde falta coincidencia. Tales divergencias se implementaran si logran consenso, y si no lo consiguen, se mantendrán vivas en el debate como corresponde a una sociedad democrática.
Puede argumentarse que esta propuesta implica un paso disfrazado hacia el sistema parlamentario, porque en realidad el Ejecutivo viviría sostenido por el Congreso, modificando el sistema semipresidencialista de nuestra Constitución. Ello es cierto. Sin embargo, este defecto es sobrecompensado por las ventajas que conlleva no tener un Ejecutivo obligado a lidiar diariamente con un Congreso opositor.
Si desde ahora los candidatos se comprometem públicamente a que en caso de ganar convocarían a los perdedores y en caso de perder y ser convocados aceptarían la participación de sus representantes en el Gabinete, se daría un paso crucial para que el país tuviese cuando menos los primero dos años y medio, un periodo de estabilidad política que sirva de base para un desarrollo consensuado y sin mayores sobresaltos.
A fin de que en Julio entrante un entendimiento así no sea visto como arreglo o componenda sería bueno que cuanto antes los candidatos asuman públicamente este compromiso.
Un acuerdo de la naturaleza expuesta requiere de nuestros dirigentes políticos un enorme grado de desprendimiento y mucho patriotismo. El amor al Perú, que tanto proclaman, así lo demanda.
Publicado en “El Comercio”, Pág a4, 11 de Enero 2011.
En un escenario así es muy difícil gobernar. Hay que estar constantemente en negociaciones para la aprobación de proyectos y se dan marchas y contramarchas en función de los vaivenes partidarios y la coyuntura política. Ello le quita fuerza y rumbo a la gobernabilidad.
Por ello el próximo Presidente debería intentar formar un Gabinete Multipartidario integrado no solo por su propia gente e independientes, sino también con representantes de partidos de la oposición, en proporción a los votos que cada quien tenga en el Congreso. Incluso podría conversarse en que otros estamentos o reparticiones podría extenderse estos niveles de colaboración.
Es lógico preguntarse si cualquier Ejecutivo que ha ganado una elección estará dispuesto a plantear su programa de gobierno compartiendo el gabinete con otros grupos políticos. Pensamos que sí es posible. Un análisis objetivo y desprejuiciado de los distintos planes de gobierno formalmente presentados ante el Jurado Nacional de Elecciones y lo que se viene exponiendo en el debate público prueban que las coincidencias en temas fundamentales de políticas públicas son bastante mayores que las diferencias, como también lo demuestra los avances del Acuerdo Nacional. Además a ninguno se le pediría que renuncie a los puntos donde falta coincidencia. Tales divergencias se implementaran si logran consenso, y si no lo consiguen, se mantendrán vivas en el debate como corresponde a una sociedad democrática.
Puede argumentarse que esta propuesta implica un paso disfrazado hacia el sistema parlamentario, porque en realidad el Ejecutivo viviría sostenido por el Congreso, modificando el sistema semipresidencialista de nuestra Constitución. Ello es cierto. Sin embargo, este defecto es sobrecompensado por las ventajas que conlleva no tener un Ejecutivo obligado a lidiar diariamente con un Congreso opositor.
Si desde ahora los candidatos se comprometem públicamente a que en caso de ganar convocarían a los perdedores y en caso de perder y ser convocados aceptarían la participación de sus representantes en el Gabinete, se daría un paso crucial para que el país tuviese cuando menos los primero dos años y medio, un periodo de estabilidad política que sirva de base para un desarrollo consensuado y sin mayores sobresaltos.
A fin de que en Julio entrante un entendimiento así no sea visto como arreglo o componenda sería bueno que cuanto antes los candidatos asuman públicamente este compromiso.
Un acuerdo de la naturaleza expuesta requiere de nuestros dirigentes políticos un enorme grado de desprendimiento y mucho patriotismo. El amor al Perú, que tanto proclaman, así lo demanda.
Publicado en “El Comercio”, Pág a4, 11 de Enero 2011.