La Haya no es el final
Por Carlos Ferrero
Mucha gente está pensando que cuando falle el tribunal de La Haya se habrán terminado nuestros problemas con Chile. Ello no es cierto.
Por Carlos Ferrero
Mucha gente está pensando que cuando falle el tribunal de La Haya se habrán terminado nuestros problemas con Chile. Ello no es cierto.
Aún suponiendo que Chile aceptara cumplir el fallo, que esperamos disponga la equidad en el dominio marítimo, eso no despeja completamente el campo de la relación bilateral.
Primeramente, porque el objetivo fundamental de Chile es la conquista económica del Perú que le permita colonizarnos políticamente. Ese propósito se viene cumpliendo con el incremento desproporcionado, apabullante y vergonzoso de la inversión chilena en nuestro país. Por tanto, mientras los peruanos no salgamos a defendernos de esa invasión, seremos derrotados en un asunto que es de vida o muerte.
Por ello, en esta lucha, con La Haya o sin La Haya, lo inmediato es modificar el artículo 63 de la Constitución, que nos impide beneficiar la inversión nacional por encima de la extranjera y, seguidamente, tomar medidas de protección. A continuación habrá que denunciar el actual TLC con Chile e iniciar una nueva negociación para volverlo a pactar en condiciones no lesivas para el Perú, como lo es ahora, y tal como lo ha ordenado el Tribunal Constitucional en sentencia que este Gobierno del APRA no quiere cumplir.
En segundo lugar, porque, con La Haya o sin La Haya, la carrera armamentista chilena, que incluye proyectos de armas atómicas, debe ser detenida. Ella nos esta obligando a crear una fuerza disuasiva que implica sacrificar recursos que necesitamos urgentemente para escuelas, hospitales y vías de comunicación. La ventaja del equipamiento militar chileno es una amenaza real para el Perú y hace evidente su propósito de imponerse a contrapelo del derecho internacional y del ánimo de paz que debe primar entre pueblos vecinos.
Mientras estos dos problemas -la inversión chilena y su armamentismo-, no sean resueltos, la sentencia de La Haya significará un avance, pero de ninguna manera el final de nuestra problemática relación con Chile.
En el ínterin, el próximo Gobierno debería conducirnos por un camino diferente, sin pretender —como lo hace ahora García— que entre el comercio y la política no hay ninguna relación (malhadada tesis de las “cuerdas separadas”) abandonando la ingenuidad de dejarse engañar por la hábil diplomacia chilena, que pregona gestos de buena voluntad, mientras bajo la alfombra hace pasar su estrategia de dominio.
www.carlosferrero.org
Publicado en Hildebrandt en sus trece N.º 38 Pág 2, Enero 14 del 2011
Primeramente, porque el objetivo fundamental de Chile es la conquista económica del Perú que le permita colonizarnos políticamente. Ese propósito se viene cumpliendo con el incremento desproporcionado, apabullante y vergonzoso de la inversión chilena en nuestro país. Por tanto, mientras los peruanos no salgamos a defendernos de esa invasión, seremos derrotados en un asunto que es de vida o muerte.
Por ello, en esta lucha, con La Haya o sin La Haya, lo inmediato es modificar el artículo 63 de la Constitución, que nos impide beneficiar la inversión nacional por encima de la extranjera y, seguidamente, tomar medidas de protección. A continuación habrá que denunciar el actual TLC con Chile e iniciar una nueva negociación para volverlo a pactar en condiciones no lesivas para el Perú, como lo es ahora, y tal como lo ha ordenado el Tribunal Constitucional en sentencia que este Gobierno del APRA no quiere cumplir.
En segundo lugar, porque, con La Haya o sin La Haya, la carrera armamentista chilena, que incluye proyectos de armas atómicas, debe ser detenida. Ella nos esta obligando a crear una fuerza disuasiva que implica sacrificar recursos que necesitamos urgentemente para escuelas, hospitales y vías de comunicación. La ventaja del equipamiento militar chileno es una amenaza real para el Perú y hace evidente su propósito de imponerse a contrapelo del derecho internacional y del ánimo de paz que debe primar entre pueblos vecinos.
Mientras estos dos problemas -la inversión chilena y su armamentismo-, no sean resueltos, la sentencia de La Haya significará un avance, pero de ninguna manera el final de nuestra problemática relación con Chile.
En el ínterin, el próximo Gobierno debería conducirnos por un camino diferente, sin pretender —como lo hace ahora García— que entre el comercio y la política no hay ninguna relación (malhadada tesis de las “cuerdas separadas”) abandonando la ingenuidad de dejarse engañar por la hábil diplomacia chilena, que pregona gestos de buena voluntad, mientras bajo la alfombra hace pasar su estrategia de dominio.
www.carlosferrero.org
Publicado en Hildebrandt en sus trece N.º 38 Pág 2, Enero 14 del 2011