El desborde de la naturaleza y la inoperancia preventiva

huayco_urubamba_oct_2010.jpgPor Desco

Las nuevas autoridades ni siquiera habían terminado de asumir sus funciones cuando a los pobladores de Puerto Bermúdez y Ciudad Constitución el desastre les cayó encima. Los días de intensas lluvias ocasionaron el desborde del río Pichis, destruyendo 613 viviendas, afectando parcialmente a otras 291 y dejando 14 instituciones educativas deterioradas. Según cifras oficiales los damnificados ascienden a dos mil ochocientas personas de manera directa, e indirectamente otras mil seiscientas.

La gran mayoría de ellas pertenecen a la etnia asháninka, han perdido sus cultivos y por ende su medio de sustento. La primera medida tomada por el nuevo presidente regional ha sido la declaración de emergencia y el INDECI, desde Lima, ha dispuesto el envío de ayuda para los damnificados. Además, desde otras localidades cercanas se han iniciado cadenas de solidaridad y apoyo, situación que no resuelve la emergencia debido a que las lluvias continúan y los deslizamientos de tierras han ocasionado una serie de cortes de las carreteras, sobre todo las que conectan con el cercano distrito de Villa Rica.

Es así que, además de los desbordes en Puerto Bermúdez y Ciudad Constitución, tenemos al distrito de Palcazu literalmente aislado. Por otro lado, el apoyo enviado en botes desde la capital del distrito con alimentos y medicinas hacia las localidades ribereñas, tiene serios problemas para llegar a su destino por lo caudaloso que se halla el río Pichis. Urge pues establecer un puente aéreo para que el apoyo sea efectivo.

No es la primera vez que la selva oxapampina (Región Pasco) sufre de los embates de la naturaleza. En temporadas de lluvias son habituales las interrupciones de carreteras que aíslan a las localidades de Pozuzo, Puerto Bermúdez, Villa Rica o Palcazu. Sin ir muy lejos el año pasado el desborde del río La Sal causó la pérdida de vidas humanas en Puente Paucartambo (Villa Rica). Por otro lado, también el año pasado, una tragedia similar a la que ocurre actualmente en Puerto Bermúdez y Ciudad Constitución afectó a los nativos yaneshas del distrito de Palcazu.

En esa ocasión el distrito de Palcazu no fue declarado en emergencia pero la Presidencia del Consejo de Ministros encargó al Ministerio de Agricultura —y ellos lo derivaron al Proyecto Especial Pichis Palcazu— hacer una evaluación y reporte de los daños. Hasta ahora no se conoce los resultados de esa evaluación y mucho menos las propuestas de medidas de prevención. Vistas así las cosas y por los antecedentes señalados, no sería errado suponer que ahora con el distrito de Puerto Bermúdez sucederá lo mismo. Vemos muchas fotografías, reportajes y expresiones de buena voluntad de parte de aquellos que son conscientes que hablar y posar ante las desgracias humanas es políticamente rentable, pero en el corto plazo no se viabilizan medidas concretas que resuelvan o al menos mitiguen los impactos de estos desbordes de la naturaleza.

Al igual que en ocasiones anteriores, en que por negligencia no se habían tomado medidas preventivas, en Puerto Bermúdez las autoridades salientes (locales y regionales) tampoco lo hicieron, he allí lo recurrente de este tipo de problemas. En una realidad geográfica con características climáticas tan específicas como las de la selva central, no sólo se hace necesario buscar la solidaridad; urge pues la intervención del Estado en todos sus niveles para liderar, proponer e implementar medidas técnicas y efectivas de prevención de desastres.

Cuando la naturaleza llega a niveles extremos, las capacidades locales para atender la emergencia tanto de nivel distrital como provincial son rebasadas, lo cual nos hace precisar que es en el nivel regional desde donde se deben de tomar las iniciativas de gestión de riesgos (antes del desastre con la prevención y después con la atención de la emergencia). Como lo demuestra el Plan operativo regional de defensa civil, documento técnico elaborado en el 2008 por la Región Pasco, las tareas necesarias ya eran de conocimiento de autoridades y funcionarios pero, como es lamentablemente una constante, su implementación deja mucho que desear, porque se limitó a una presentación en los medios y a escasas (o ninguna) medidas efectivas en el campo.

Tenemos que reconocer que es virtualmente imposible construir defensas ribereñas en toda la extensión de los ríos, pero sí se pueden definir los puntos neurálgicos de vulnerabilidad, sobre todo de aquellos lugares en donde las vidas humanas están en riesgo. Se debe capacitar a los habitantes, fortalecer liderazgos y organizaciones locales para enfrentar de manera inmediata la emergencia, así como para que sepan reconocer las características ideales para la ubicación de sus viviendas identificando las posibles rutas de evacuación.

Las autoridades del nivel regional y municipal saliente no han dejado avanzado nada en materia de Defensa Civil para esas localidades, descuido imperdonable que puede deberse a la incapacidad técnica para implementar este tipo de propuestas o a un desdén inmediatista que no actúa mirando el futuro; pero hacia adelante no se puede permitir que esas poblaciones sigan viviendo en la incertidumbre e inseguridad total. Desde las nuevas gestiones de nivel local y regional se debe asumir esta tarea como prioritaria, o de lo contrario nuevamente a los habitantes de la selva central, el infierno les caerá literalmente desde el cielo.
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