Saltó la liebre
Por Carlos Ferrero
Los diarios informan que Assange, conductor de Wikileaks, ha recibido de un banquero suizo, detalles de 2,000 cuentas bancarias “de personas ricas y famosas sospechosas de evasión fiscal”.
Por Carlos Ferrero
Los diarios informan que Assange, conductor de Wikileaks, ha recibido de un banquero suizo, detalles de 2,000 cuentas bancarias “de personas ricas y famosas sospechosas de evasión fiscal”.
Assange ofreció publicarlas en unas dos semanas, con lo cual “saltó la liebre”
Empieza así a desenredarse una madeja que puede tener resultados catastróficos para el sistema financiero internacional, puesto que empieza a ponerse al descubierto cómo los bancos lavan dinero ilícito, directamente o mediante instituciones testaferras, en paraísos fiscales protegidos por las mismas naciones desarrolladas.
Quedaría así demostrado que lo que en verdad está en juego con las revelaciones de Wikeleaks, no es la seguridad de las naciones ni la paz mundial, sino la manera como el sistema capitalista logra procesar el dinero robado, escondiéndolo del pueblo para cuidarlo en beneficio de los sinvergüenzas, mientras que la mayoría de la población del planeta vive enferma o muere de hambre por una injusticia cuya causa inicial es la evasión de impuestos.
Así también pasa a un segundo plano lo que parecía el centro de la noticia, o sea, detalles de la vida privada de algunos dignatarios o los deslices de sus diplomáticos.
Ciertamente, muchas cuentas secretas no figuran a nombre de su verdadero dueño, pero así como pueden disfrazarse con terceros, también existen procedimientos para seguir la pista y encontrar, como se dice, “a la madre del cordero”. Lo que pasa es que para esto se requieren pesquisas que exigen una decisiva voluntad política de los Estados concernidos y allí está el reto.
De llegar a saber quiénes son los dueños de miles de miles de cuentas secretas, los Estados no sólo cobrarían cuentas pendientes, sino que varios de sus posesionarios podrían terminar en la cárcel; por eso veremos la guerra que harán los interesados y sus bancos cómplices, para que Assange sea silenciado
El capitalismo afrontará su hora más difícil, pues al quedar des nudo se le podrá ver como lo que es: solo un fiel instrumento de la delincuencia, que es en realidad la que domina el mundo en que vivimos.
Empieza así a desenredarse una madeja que puede tener resultados catastróficos para el sistema financiero internacional, puesto que empieza a ponerse al descubierto cómo los bancos lavan dinero ilícito, directamente o mediante instituciones testaferras, en paraísos fiscales protegidos por las mismas naciones desarrolladas.
Quedaría así demostrado que lo que en verdad está en juego con las revelaciones de Wikeleaks, no es la seguridad de las naciones ni la paz mundial, sino la manera como el sistema capitalista logra procesar el dinero robado, escondiéndolo del pueblo para cuidarlo en beneficio de los sinvergüenzas, mientras que la mayoría de la población del planeta vive enferma o muere de hambre por una injusticia cuya causa inicial es la evasión de impuestos.
Así también pasa a un segundo plano lo que parecía el centro de la noticia, o sea, detalles de la vida privada de algunos dignatarios o los deslices de sus diplomáticos.
Ciertamente, muchas cuentas secretas no figuran a nombre de su verdadero dueño, pero así como pueden disfrazarse con terceros, también existen procedimientos para seguir la pista y encontrar, como se dice, “a la madre del cordero”. Lo que pasa es que para esto se requieren pesquisas que exigen una decisiva voluntad política de los Estados concernidos y allí está el reto.
De llegar a saber quiénes son los dueños de miles de miles de cuentas secretas, los Estados no sólo cobrarían cuentas pendientes, sino que varios de sus posesionarios podrían terminar en la cárcel; por eso veremos la guerra que harán los interesados y sus bancos cómplices, para que Assange sea silenciado
El capitalismo afrontará su hora más difícil, pues al quedar des nudo se le podrá ver como lo que es: solo un fiel instrumento de la delincuencia, que es en realidad la que domina el mundo en que vivimos.