Lista PAP: garantía de control totalcaballo_loco_62.jpg

por Herbert Mujica Rojas


Si algo caracteriza al pelotón oficialista que inscribió ayer miércoles sus candidaturas al Congreso, es la grisura inusual de sus integrantes y la contradicción absoluta con todos, sin excepción, los principios que dieron nacimiento al Partido Aprista. No hay intención revolucionaria de luchar por los más pobres, tampoco voluntad de cuestionar el status quo en que unos pocos oligarcas de grupos empresariales poderosos y en nombre de otros más fuertes aún y de origen foráneo, mantienen casi en la esclavitud sin esperanzas a 28 millones de habitantes. El Apra que se lanzó desde 1931 a la lucha por la revolución de pan con libertad, hoy es garantía de control total del Congreso por minorías anticholas y reaccionarias.

¿Qué simboliza la presencia de Jorge del Castillo? No es poca la embajada que este señor ha representado hasta hoy en el Legislativo: ni más ni menos que al banquero de los banqueros, Dionisio Romero Seminario. Entre él y el piurano, hicieron en 1987 la ley de estatización de la banca que fortaleció al Banco de Crédito, a su dueño y su tremenda influencia en todos los órdenes. Mientras Dionisio hacía dinero, parte del cual pagaba los servicios del Tío George, éste operaba políticamente y protegía a su amo en toda clase de actividades.
 
La escasez de apristas genuinos y la abundancia de “independientes” plantea otra interrogante de dubitativa respuesta: ¿pueden los invitados defender una doctrina o ideología que ni los de casa conocen o recuerdan? ¿o van a dedicarse, con el resto de bancadas a mantener el sojuzgamiento total del pueblo al grupete de familias que sigue dominando al Perú desde Palacio, el Congreso, los ministerios, las empresas, es decir, el control total?
 
Si la estupidez y mediocridad fueran indicios razonables para tachar a los aspirantes a parlamentarios, el oficialismo se quedaría sin representación: es de tal magnitud la abundancia de mentecatos y arribistas que las bondades no se ven en la inexistente creación intelectual o argumental, sino en las habilidades que tiene éste para bailar ritmos caribeños o del otro para los negociados de los cuales siempre saca tajada, recibe en su cuenta “por error” decenas de miles de dólares o permuta departamentos que tienen precios desiguales. ¡Y a eso le llaman política!
 
¿Cuántos llegarán a Plaza Bolívar de este conjunto informe? Todas las predicciones apuntan a que pocos, muy pocos.
 
Acaso dan ganas de repetir con don Manuel González Prada:
 
“¿Qué es un Congreso peruano? La cloaca máxima de Tarquino, el gran colector donde vienen a reunirse los albañales de toda la República. Hombre entrado ahí, hombre perdido. Antes de mucho, adquiere los estigmas profesionales: de hombre social degenera en gorila politicante. Raros, rarísimos, permanecen sanos e incólumes; seres anacrónicos o inadaptables al medio, actúan en el vacío, y lejos de infundir estima y consideración, sirven de mofa a los histriones de la mayoría palaciega. Las gentes acabarán por reconocer que la techumbre de un parlamento viene demasiado baja para la estatura de un hombre honrado. Hasta el caballo de Calígula rabiaría de ser enrolado en semejante corporación.” (Los honorables, Bajo el oprobio, 1914).
 
Más aún fulminó:
 
“¡Oh manía legiferante de los políticos peruanos! Quieren improvisar hombres a fuerza de imponer leyes: no hay organismos, y decretan funciones; no hay ojos, y exigen largavistas; no hay manos, y ordenan guantes. Quizá no existe candidato a la Presidencia, juez, diputado, bachiller, amanuense o portero que no archive en la cabeza su constitución, sus códigos, sus leyes orgánicas, sus decretos ni sus bandos. Todos guardan la salvación de la patria en algunos rimeros de papel entintado con algunas varas de proyectos y lucubraciones. ¡Cuánto político por afición atávica venida de su abuelo el conserje o de su padre el ex-senador suplente! (Cuánto sociólogo por haber oído el nombre de Comte y saber la existencia de Spencer y Fouillée). Esos políticos y sociólogos, pretendiendo conducir a las naciones, nos causan el efecto de un mosquito afanándose por desquiciar a un planeta. Ocurren ganas de apercollarles y decirles:
 
¡Basta de reformas y proyectos, de logomaquias y galimatías! Más de ochenta años hace que ustedes viven chachareando en las Cámaras, desbarrando en los ministerios, rastacuereando en las legislaciones y dragoneando en los puestos de la administración pública. Vayan unos a carenar buques, otros a barretear minas, otros a mondar legumbres, otros a bordar casullas, otros a manejar escobas, otros a segar hierba o quebrantar novillos.”, (Nuestros legisladores, Horas de Lucha, 1906)
 
Haya de la Torre abominaría de esta caterva sin perdón que ha hundido en el fango su creación excelsa y antaño combativa: el Partido Aprista.
 
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