Keiko y Montesinos en fingida pelea
por Joan Guimaray
«Si no te rectificas me olvidaré de la lealtad a tu padre», vocifera el hombre que casi por diez años fue uña y mugre del cleptócrata que esquilmó el país. «El señor Montesinos traicionó a mi padre y traicionó al Perú», farfulla la dama que no tuvo escrúpulos en destronar a su propia madre, del honorífico cargo de Primera dama. En seguida y como siempre, las primeras planas: «Montesinos emplaza a Keiko», dice una. «Keiko lo paró en seco», dice otra. «Keiko frena intento de Montesinos de meterse en la campaña», señala una tercera.
por Joan Guimaray
«Si no te rectificas me olvidaré de la lealtad a tu padre», vocifera el hombre que casi por diez años fue uña y mugre del cleptócrata que esquilmó el país. «El señor Montesinos traicionó a mi padre y traicionó al Perú», farfulla la dama que no tuvo escrúpulos en destronar a su propia madre, del honorífico cargo de Primera dama. En seguida y como siempre, las primeras planas: «Montesinos emplaza a Keiko», dice una. «Keiko lo paró en seco», dice otra. «Keiko frena intento de Montesinos de meterse en la campaña», señala una tercera.
Entonces, el lector que apenas deletrea los titulares en el puesto de los periódicos, sonríe feliz pensando que Keiko es ‘machaza’. Cree que es una corajuda demócrata que se enfrenta al ex asesor de su padre. Se convence que en verdad ella es enemiga de Montesinos. Así, muchos distraídos, junto a otros convenidos, y algunos comensales que compartieron la mesa de la destrozada década del siglo pasado, aprovechan la circunstancia haciendo suyo el finteo entre Montesinos y Keiko, para ‘envalentonarse’ en defensa de la mujer que estudió en el extranjero con el dinero del Estado peruano, e ‘indignarse’ en contra del reo Montesinos.
Desde luego, tanto el jefe de la oclocracia y su socio, ambos reos, deben de estar desternillándose de risa en sus respectivas celdas doradas, e incluso, imaginariamente deben también de estar guiñándose los ojos, porque el enfrentamiento entre Montesinos y Keiko, no es sino una simple y grotesca farsa planificada para ganar las primeras planas y los titulares de los medios de información. ¿Alguien puede creer que Keiko puede enfrentarse de verdad, al hombre que sabe cómo y con qué dinero pagó sus estudios superiores en los Estados Unidos? ¡No! Por eso cuando ella habla de él, dice «el señor Montesinos traicionó a mi padre...». Es que como sólo es una simulación, Keiko no tiene licencia para decirle traidor ni mafioso y tampoco chantajista, a pesar de que ella dice que Montesinos mandaba a extorsionar a la familia Martínez. Entonces, no sólo recurre al exceso de eufemismo para referirse a él, sino además, antepone al nombre, la palabra ‘señor’, ese título honorífico y natural al que sólo tienen derecho a conservar aquellos que tienen una trayectoria de vida intachable.
El Perú no está frente a dos verdaderos rivales que se enfrentan con franqueza y denuedo desde sus respectivas posiciones. El país no está viendo el deslinde o enfrentamiento de enemigos ideológicos, ni nada parecido. El Perú está frente a una mafia que es capaz de crear, fabricar y simular todo lo inimaginable, con el único objetivo de hacer que su candidata presidencial pase a la segunda vuelta y luego salga elegida como jefa de Estado. Con ese propósito simularán atacarse, insultarse y emplazarse, incluso, durante los días de campaña electoral que faltan, es posible que hasta con su propio padre simulen diferencias y alejamientos, para que los incautos ciudadanos crean que Keiko es el lado decente del fujimorismo.
No es imposible pensar que Keiko haga el mismo papel que hizo su padre, cuando luego de la caída de su asesor, emprendió personalmente la búsqueda del ‘fugitivo’ para ‘prenderle y entregarlo a las autoridades policiales y judiciales. Más tarde, entre ellos se atacaron: uno desde su detención en el Perú, el otro desde su cómodo escondite en el Japón. Pero cuando les llegó la hora de la verdad a los dos, se descubrió que jamás habían sido enemigos. Fujimori no lo acusó de traidor, pese a que siempre había sostenido que su asesor le había engañado. Y, Montesinos nunca le responsabilizó de nada a su socio, a pesar de haber sostenido que él sólo había cumplido las órdenes del presidente. De manera que, ni uno ni otro, se traicionaron. Ambos se encubrieron: seguían siendo inseparables socios, vinculados por una larga e interminable lista de fechorías.
Ahora, la mafia tiene tres cabezas. En los próximos días habrán más simulaciones de acusaciones y de deslindes. En esas perversas jugadas habrá muchas fintas e imaginarios regates. Montesinos lanzará el bolón desde su celda, y Keiko le devolverá en toque de primera. Al día siguiente, habrá primeras planas y titulares. Y, hasta el día de las elecciones, más de un incauto ciudadano habrá sido embaucado.
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http://www.voltairenet.org/article168712.html
Desde luego, tanto el jefe de la oclocracia y su socio, ambos reos, deben de estar desternillándose de risa en sus respectivas celdas doradas, e incluso, imaginariamente deben también de estar guiñándose los ojos, porque el enfrentamiento entre Montesinos y Keiko, no es sino una simple y grotesca farsa planificada para ganar las primeras planas y los titulares de los medios de información. ¿Alguien puede creer que Keiko puede enfrentarse de verdad, al hombre que sabe cómo y con qué dinero pagó sus estudios superiores en los Estados Unidos? ¡No! Por eso cuando ella habla de él, dice «el señor Montesinos traicionó a mi padre...». Es que como sólo es una simulación, Keiko no tiene licencia para decirle traidor ni mafioso y tampoco chantajista, a pesar de que ella dice que Montesinos mandaba a extorsionar a la familia Martínez. Entonces, no sólo recurre al exceso de eufemismo para referirse a él, sino además, antepone al nombre, la palabra ‘señor’, ese título honorífico y natural al que sólo tienen derecho a conservar aquellos que tienen una trayectoria de vida intachable.
El Perú no está frente a dos verdaderos rivales que se enfrentan con franqueza y denuedo desde sus respectivas posiciones. El país no está viendo el deslinde o enfrentamiento de enemigos ideológicos, ni nada parecido. El Perú está frente a una mafia que es capaz de crear, fabricar y simular todo lo inimaginable, con el único objetivo de hacer que su candidata presidencial pase a la segunda vuelta y luego salga elegida como jefa de Estado. Con ese propósito simularán atacarse, insultarse y emplazarse, incluso, durante los días de campaña electoral que faltan, es posible que hasta con su propio padre simulen diferencias y alejamientos, para que los incautos ciudadanos crean que Keiko es el lado decente del fujimorismo.
No es imposible pensar que Keiko haga el mismo papel que hizo su padre, cuando luego de la caída de su asesor, emprendió personalmente la búsqueda del ‘fugitivo’ para ‘prenderle y entregarlo a las autoridades policiales y judiciales. Más tarde, entre ellos se atacaron: uno desde su detención en el Perú, el otro desde su cómodo escondite en el Japón. Pero cuando les llegó la hora de la verdad a los dos, se descubrió que jamás habían sido enemigos. Fujimori no lo acusó de traidor, pese a que siempre había sostenido que su asesor le había engañado. Y, Montesinos nunca le responsabilizó de nada a su socio, a pesar de haber sostenido que él sólo había cumplido las órdenes del presidente. De manera que, ni uno ni otro, se traicionaron. Ambos se encubrieron: seguían siendo inseparables socios, vinculados por una larga e interminable lista de fechorías.
Ahora, la mafia tiene tres cabezas. En los próximos días habrán más simulaciones de acusaciones y de deslindes. En esas perversas jugadas habrá muchas fintas e imaginarios regates. Montesinos lanzará el bolón desde su celda, y Keiko le devolverá en toque de primera. Al día siguiente, habrá primeras planas y titulares. Y, hasta el día de las elecciones, más de un incauto ciudadano habrá sido embaucado.
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