La chinita de la yuca es la amenaza principal
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Por Gustavo Espinoza M. (*)

Seguramente aún muchos recuerdan la campaña electoral de 1990 cuando, al lado de un tractor, aparecía Alberto Fujimori tomando en cada una de sus manos una prominente yuca. Buscaba, por esa vía, simbolizar la imagen de un hombre de trabajo ligado a las tareas del campo. Un  esforzado campesino ilustrado, empeñado en transformar al país.

El ideario popular que muchas veces se enredaba en la pronunciación de un apellido que no le era familiar, lo bautizó como “el chinito de la yuca”. Y hasta hubo quienes, pretendiendo interpretar su mensaje, decían. “¡Qué buena yuca, ingeniero!”.

Desde aquellos años, en el ideario popular, ese modesto y nutritivo tubérculo: la yuca, quedó ligado al imaginario ciudadano, al extremo que, a comienzo de los 2000, cuando el Papado estaba vacante y la prensa áulica promovía la “candidatura” de Monseñor Juan Luís Cipriani para tan alta función, algún gracioso tuvo la idea de mostrar un cartel en un acto de masas ocurrido en la Plaza de Armas de Lima, en el que decía: “Cipriani, tu no podrás ser papa; ¡ya fuiste yuca!”.

Han pasado varios años de asociación entre la yuca y el ingeniero Fujimori, pero la relación subsiste y vuelve al primer plano ahora cuando la hija del chinito aspira a la presidencia de la Republica no obstante contar con casi un 80% del electorado distante, o en contra de su expectativa.

Es claro que no es Keiko —la candidata— la estratega de “la campaña del retorno”, como le han dado en llamar algunos fujimoristas del cogollo al intento de la Mafia de recuperar funciones en al estructura del Poder.
El “mérito” de esa ofensiva —si se le puede llamar “meritorio” al contenido de la propuesta— corresponde, en primer lugar, al titular de la plaza, es decir, al mismísimo “chinito de la yuca”, hoy reo en cárcel condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad y otros; y que goza de un comodísimo resguardo en un centro  de recreo veraniego de la Policía Nacional, donde recibe a centenares visitantes cada semana y donde -según todos los indicios- ha establecido el cuartel general de la campaña.

Y el mérito también se debe, por cierto, a un activo tinglado de áulicos —ex ministros, parlamentarios y funcionarios— entre los que sobresalen enjuiciados que buscan obsesivamente el amparo del Poder, para eludir el tener que mirar el sol a cuadritos en los próximos años. Carlos Raffo, Verbi gracia.

Es Keiko Fujimori, sin embargo, la depositaria del beneficio de esta campaña porque si diera resultados, ella sería la primera mujer en investirse la banda presidencial el 28 de julio del 2011.

En tal caso, el entusiasmo de la banda —la otra, claro— sería exultante, casi de órdago
Keiko es, en efecto, la hija del chinito de la yuca, y quiere usar artimañas similares a las que usó su padre para sorprender a los peruanos y hacerlos comulgar con ruedas de molino.

Intuyendo lo que ocurriría, hace algunos años, un agudo periodista de una publicación local —Gerardo Saravia, en “Etiqueta Negra”—, aludía al surgimiento de una suerte de Keikomanía que había despertado en algunos medios como una peligrosa epidemia: “La epidemia consiste en no recordar que Keiko se apellida Fujimori, lo que, en principio, no es pecado. El asunto es que quienes trabajan, cual cirujanos estéticos, en el remozamiento de doña Keiko, pretenden presentarla como el adalid de todos los principios que el Gobierno de su padre negó y en el que ella fue Primera Dama. Lo curioso es que, más allá de algunas ilusiones ópticas, Keiko Sofía reivindica, íntegro, el régimen de su padre. Tanto es así que su principal —única— propuesta de gobierno es una campaña que inició hace años: el indulto filial. Surge el keikismo como una fórmula para catapultar con viejos aires a un grupo de poder que durante años consumó una serie de delitos, como ha quedado demostrado en el juicio al ex Presidente, al amparo del Estado, y que consumió los resquicios de institucionalidad que existían en el país”.

El Keikismo une la astucia lobina del reo en cárcel con la total carencia de escrúpulos de una candidata que luce pálida porque no tiene sangre en la cara, y que suplantó a su madre en Palacio de Gobierno cuando el hombre de la yuca la hizo torturar y emparedar antes de destituirla ostentosamente para escarnio de la población; que hizo sus estudios pagados por el erario público en las mejores universidades de los Estados Unidos; y que, hoy congresista de la República, ha registrado uno de los más bajos rendimientos en el Poder Legislativo a través de su historia.

El Keikismo, en el último quinquenio ha buscado valerse de todo. Incluso, de explotar la propia condición de Alberto Fujimori para negociar todo aquello que pudiera serle de provecho o beneficio en la perspectiva.

No de otro modo puede entenderse el contenido de los Wiki-Leak que refieren la entrevista que Keiko Fujimori, su tío Santiago y Jaime Yoshiyama sostuvieran en junio del 2006 con el entonces embajador de los Estados Unidos en el Perú, el señor James Curtis Struble.

En la circunstancia, los visitantes al fortín de Las Casuarinas hicieron saber al representante de La Casa Blanca la voluntad de ese núcleo de hipotecar en provecho de Alan García, el voto de sus 13 “disciplinados” congresistas, a cambio de lograr apenas tres propósitos: detener la supuesta persecución a los mafiosos requeridos entonces por la justicia; un “trato justo” para el reo en  cárcel sometido a juicio; y quebrar definitivamente la alianza que le permitió en su momento a Ollanta Humala llevar 44 parlamentarios al Congreso de la República, lo cual implicaba romper el acuerdo entre su Partido y la denominada Unión por el Perú que, en su momento “pactara” también un compromiso con el APRA.

Precisamente de las componendas de esa época es que vienen los entuertos de hoy. Porque Alan García no tiene tampoco reparo en apoyar a la Fujimori —y apoyarse en ella— para, haciéndola presidenta, pueda ser también su Ada Madrina que lo libre  del castigo de la Ley.

García busca obsesivamente que la Keiko pase a segunda vuelta el 10 de abril. Si eso ocurriera, debiendo competir en junio con Toledo o Humala, el actual Presidente peruano no tendría el menor reparo en apoyar su eventual elección.

En el caso de rivalizar con Toledo, seguramente el candidato de la Chacana se alzaría con la victoria, pero Keiko quedaría catapultada como una primera contestataria a su gestión.

Y en el hipotético escenario de una confrontación con Ollanta, nadie debiera dudar que García estaría dispuesto a mover cielo y tierra para darle la victoria a la hija del chinito de la yuca, tarea en la que se encimarían también —desde Raúl Vargas, hasta Jaime de Althaus— todos y cada uno de los despreciables sicofantes de a burguesía que en nombre de la  “democracia” se hincaron de rodillas ante Alberto Fujimori.   

En otras palabras, la Fujimori, al lado de García, polariza. A su vera se situará sin vergüenza alguna todo el espectro de la clase dominante. Y en a vereda opuesta, quienes no quieren saber nada con la Mafia del pasado.

La cita, a la que aludimos, viene al cuento porque apenas hace un par de semanas Keiko Fujimori visitó a la nueva embajadora de los Estados Unidos,  la señora Rouse Likes para recibir precisamente la versión oficial de esos Wiki-leaks filtrados y publicados en aquellos días por el diario “El Comercio”.

Aunque los “medios” han preferido ubicar en “perfil bajo” esta anécdota de nuestra politiquería criolla, nadie puede dejar de percibir el hecho que tras la Keikomanía que se busca imponer por una u otra vía, esta el recuerdo de la administración más perversa y cruel impuesta en el país en las últimas décadas.
La “chinita de la yuca” encarna esa misma —y aún peor— miseria humana hoy entre rejas (fin)

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. / http://nuestrabandera.lamula.pe