¿Sabe usted comportarse en la iglesia?

Por: Wilfredo Pérez Ruiz:

Este es uno de los temas que, por mi formación como integrante de la Iglesia Católica, he deseado desarrollar desde hace algún tiempo. Simultáneamente, creo oportuno tratarlo en vísperas de la celebración de uno de los acontecimientos más importantes en la historia del cristianismo: la Semana Santa, que nos recuerda el sacrificio de Jesús por la salvación de todos nosotros.

Por definición el pueblo católico debería comprender que el templo es un lugar de oración, recogimiento y acercamiento a nuestra devoción cristiana. Es un espacio para relacionarnos con Dios y en el que, las formas expresan nuestra obediencia hacia la Casa del Señor. No obstante, compruebo -cuando concurro a una celebración religiosa- la conducta incorrecta de la inmensa mayoría de fieles que acuden por “vocación” u “ocasión”.

En este sentido, deseo compartir las palabras del R.P. argentino Eduardo Volpacchio (ordenado por Juan Pablo II en 1987), cuando afirma: "…’Las formas forman’ si se les pone contenido -es amor, no mera formalidad- y si se entiende la razón de ser de cada una. Todo pretende ser expresión de respeto y amor a Dios. Jesús resume toda la ley de Dios en un solo mandamiento: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu mente, con todas tus fuerzas, con toda tu alma’. Amar a Dios con todo nuestro ser y nuestra vida. Obviamente incluye nuestros gestos. El amor se nota. En la iglesia hay unas normas litúrgicas que garantizan el cuidado del culto a Dios. Una especie de ‘protocolo’ para lo sagrado: modos cómo debemos tratar a Dios y las cosas de Dios…”

No dejo de quedar sorprendido e indignado ante el ordinario proceder de los que van al templo y asumen una conducta que podría ser válida en un teatro o auditorio público. La falta de solemnidad es evidente en nuestros días. Sin mencionar la vestimenta cada vez más inoportuna que, especialmente, lucen en verano damas y caballeros. El respeto se muestra también en la apariencia e higiene que empleamos. Hace unos días asistí a la misa de año por el deceso de un tío muy querido y sus hijos estaban vestidos como para ir al estadio nacional y, por cierto, no pudieron decir correctamente las lecturas y peticiones. Al cruzar el altar lo hacían, en sucesivas ocasiones, como quien pasa por la platea de un cine. No tuvieron la más mínima de los miramientos al lugar en donde estábamos.

Para empezar a la Casa del Señor se ingresa y permanece en silencio antes y durante la liturgia. No es correcto saludar a creyentes conocidos, hablar por teléfono, ver sus mensajes de texto, voltear a mirar el coro, conversar mientras llegan los concurrentes, cruzar las piernas, masticar chicle, asumir una actitud con poca observancia, entre otros “habituales” e indecorosos gestos.

Si se incorpora mientras se está en las lecturas espere en la entrada. Puede buscar asiento durante el salmo responsorial cantado o la aclamación del evangelio. Los pasillos laterales serán utilizados en estos momentos para no distraer. Los menores siempre se sentarán con sus padres o adultos a fin de aprender cómo participar. Los coches de niños deben permanecer afuera para no obstaculizar los caminos. Si no tiene con quien dejar a sus hijos en casa, no acuda al templo. Su presencia será un estorbo a los que desean orar, usted no podrá concentrarse y su familiar generará distracción y ruidos impertinentes. Tenga sentido común y no vaya acompañado de quienes causen malestar en una ceremonia religiosa.

Cuando entra a la iglesia evite tener las manos en los bolsillos. Hágalo con una actitud considerada y realice una reverencia al altar antes de sentarse en la banca. Si, por alguna razón, atraviesa el sagrario efectúe una genuflexión. Mantenga los reclinatarios arriba, a menos que necesite arrodillarse. Así evitará que se ensucien y dañen. Para recitar la Oración del Padre Nuestro, numerosos tienen la tradición de agarrarse las manos. Esta “costumbre” no ha sido recomendada en las Instrucciones Generales del Misal Romano y se ha convertido en una práctica para mucha gente. Usted no está obligado a hacerlo.

Amigo lector, el Signo de Paz es, únicamente, un saludo simbólico. Lo correcto es ofrecerlo al semejante que está a su derecha e izquierda, nada más. No haga de este instante un desorden y, por lo tanto, una distribución de besos y abrazos a amigos y allegados. Reitero, es un saludo de nuestro deseo por la paz de Cristo en nuestras vidas y en el mundo. Si está acompañado de menores, enséñeles a actuar con corrección en cada acto de la homilía.

Cuando se realice la comunión permanezca callado si no comulga. Con frecuencia observo prójimos -de todas las edades y estatus- que creen que al no recibir la eucaristía, pueden “aprovechar” para charlar, mirar el celular, el reloj y establecer un breve diálogo con sus compañeros de banca. Si va a la iglesia hágalo para orar, no para “cumplir”. Muestre su nivel de cultura y educación en una esfera sagrada para los católicos.

Un par de comentarios finales. No se retire antes que el sacerdote, al salir de su banca haga una inclinación con la pierna derecha. Evada saludar (solo hará una venía) y conversar durante su salida de la iglesia. Tenga presente que está en Casa de Dios, no en un evento social o recreacional. Sea sobrio, cortés y demuestre genuina circunspección en este recinto. Como decía el filósofo francés Blaise Pascal: “Esforcémonos en obrar bien: he aquí el principio de la moral”.