Elecciones 2011: Jugadoras de voley, futbolistas y faranduleros candidatos pintorescos
Por: Gaspar Alayza
 
Cuatro jugadoras de vóley, además de futbolistas, actores y cantantes, presentan sus candidaturas al Congreso de la República y podrían lograr lo que se está volviendo una praxis, coronar una carrera deportiva como parlamentarias.

El elector decepcionado de la clase política vota por personajes famosos aún sabiendo que en el Congreso serán de perfil bajo. El mismo número de preferencias que obtienen las voleigresistas, es señal de que se vota más por su simpatía que por su actuación política.
 
Gabriela Pérez del Solar por ejemplo, fue entre las más votadas en las últimas elecciones y, según una encuesta reciente, es la parlamentaria que goza de mayor aprobación. Poco parece importarle al electorado su escasa o nula actividad congresal. De un total de 58 sesiones plenarias entre marzo y diciembre de 2010, ha hecho nada menos que veintidós ausencias, justificadas, mientras que las veces que ha estado presente simplemente no ha abierto la boca.
 
Le sigue de cerca Cenaida Uribe con menos ausencias pero abundantes tardanzas y salidas anticipadas. Se dice que está estudiando para ser una política de profesión. Lo que no se entiende es en qué momento estudia puesto que el compromiso congresal es a tiempo completo. Tal vez debiéramos preguntarnos en qué momento hace de congresista porque, siempre en 2010, no hizo una sola intervención directa en los debates y apenas cuatro breves mociones, leídas por los relatores, para saludar a las delegaciones deportivas que visitan el Congreso.
 
Voleigresista de 2001 a 2006, Cecilia Tait regresa al Congreso después de haber superado un cáncer, lo que parece darle una curul de derecho y ahora promete, para toda la población, un seguro tan bueno como el que la salvó.
 
Con Leyla Chihuán parió la abuela. Con dificultad la sacaron de la selección nacional y quiso postular a la Presidencia de la Federación de Vóley pero como no es el momento de elecciones, se decidió por el Congreso del que pretendía renunciar dentro de dos años, cuando se liberase la Presidencia de su federación. O sea que ni siquiera sabía que el cargo congresal es irrenunciable.
 
Se cierra así la cuatrinca de voleigresistas que sumadas a otros deportistas y faranduleros nos harán imprecar contra los mal llamados padres de la Patria durante el próximo quinquenio.
 
El que se instale en julio será pues uno de los congresos más pintorescos y mediocres de la historia pues si bien no baja, tampoco sube su nivel cultural pero sí aumentará en apatía y ausentismo.
 
Ya que se habla tanto de cuotas ¿por qué no se limita el número de voleigresistas y faranduleros en el Congreso?
 
Ningún parlamento del mundo iguala al nuestro por número de deportistas y personajes del espectáculo y además, ningún sector del país estuvo jamás mejor representado en el Congreso como lo estará el deporte, particularmente el vóley.
 
Si a cada distrito electoral del país le corresponde un congresista por cada 217,936 habitantes, cuatro voleigresistas en el Congreso hacen del vóley no el deporte nacional sino la actividad más difundida del país debiendo tener no menos de 871,744 ciudadanos dedicados las veinticuatro horas del día, lo cual no solo es imposible sino que es señal de que muchos otros sectores del electorado no están representados. Es el caso por ejemplo de los residentes en el exterior a los que a pesar de ser 3,7 millones no se les asigna ni siquiera una modesta voleigresista.
 
¿Qué es lo que mueve pues a los partidos políticos a presentar a personas tan poco indicadas para el Congreso? Evidentemente el hecho de que los otros partidos hacen lo mismo. Es un modo de restarse votos unos a otros a golpe de matadoras. Estas últimas, poco resignadas a la vida común, no vacilan en empañar su histórica carrera deportiva con una participación pobre en la política.
 
Además, por ser conocidas, es casi seguro que saldrán elegidas, de modo que los aportes monetarios que evidentemente hacen a las campañas, pueden invertirse no tanto en las suyas sino cederse en buena parte para las campañas de los políticos tradicionales.