por Herbert Mujica Rojas
Dijo el presidente Alan García en el programa Cinco Sentidos de RPP: “¿cree usted que ése es el verso que quiere escuchar la gente?”. Más adelante sostuvo algo así como que a Chile le hemos ganado cada uno de estos cinco años. ¿Qué tan aberrantes o ciertas son estas confesiones del señor que se niega a irse y amenaza con ser ayudante del próximo jefe de Estado? Veamos.
Con descaro profesional de viejo usuario y manipulador consumado, el
mandatario García le ha dicho al país que él habla lo que la gente
quiere escuchar y con el inocultable propósito de generar el deleite de
sus oyentes. Y él reputa que el verso es aquella condición comunicativa
que alienta a los pueblos y les coloca en la rampa del ascenso y
superación de sus intríngulis todos complicados, atávicos, hasta
ancestrales. Un verso podría ser el siguiente y estoy casi seguro que al
poeta que es el presidente ya se le ocurrió, tal la riqueza de su
cantera:
“A partir de hoy y por la voluntad general de los pueblos, los peruanos
dejan de ser pobres porque soy quien lo dice y por la justicia de su
causa que Dios defiende”.
Suena bonito y recuerda la sentencia sanmartiniana. ¿Cuánta realidad –o engaño- hay en la construcción literaria?
En cualquier parte del mundo la adulación al pueblo rinde réditos
limitados. El pueblo es más sabio que todos los sabios. Y no es difícil
demostrarlo: en la elección municipal, el oficialismo del partido de
gobierno no sólo no pudo presentar candidato en Lima sino que casi
desapareció de los sillones ediles y de las presidencias regionales. En
Trujillo, el tradicional pueblo aprista no votó a sus candidatos y
vergonzosamente volvieron a perder. No ha mucho que había estado en la
capital liberteña el mandatario prometiendo hasta el cielo, es decir
recitando cuanto verso se le ocurrió y fue castigado.
¿Qué se puede decir del resto del país? Algo similar, el oficialismo fue
barrido indecorosamente. ¿Cómo se explica que para la elección
presidencial y sin candidato, otra vez, aquellos arriesgan hasta la
inscripción ante el JNE? Sólo hay una forma: el verso y su eficacia
poseen fronteras definidas que separan la demagogia, la adulación de
pronunciar lo que la gente quiere escuchar que está a millones de años
de lo que debe hacer un jefe de Estado realista y honesto, condiciones
sobre las cuales podríase armar polémica intensa para determinar si
García posee alguna de éstas.
Con respecto al vecino del sur hay páginas de lodo, que no de sangre,
que ha escrito con poética desverguenza, el señor García. Años atrás
admonizó desde Palacio que no había que incordiar la relación con Chile
porque allá “podrían molestarse”. César Hildebrandt, con agudeza
frontal, retrató la miseria del luengo jefe de Estado en artículo
lapidario. ¿Es ésa la forma de comportarse de un presidente o de un
servidor de sus miedos y negocios?
Ha sido durante este gobierno la presentación del contencioso por
delimitación marítima ante la Corte Internacional de La Haya en virtud
del cual hemos llevado a Chile a juicio. Será el próximo gobierno el que
herede la compleja circunstancia de ganar o perder y superar el fallo
en uno u otro sentido. No hay otra responsabilidad mayor que ésta para
la administración que viene, hecho que ha merecido de los candidatos
actuales, insignificantes análisis. Es decir, es un tema de Estado y de
la más alta importancia.
¿Cuál es la respuesta que Perú requiere? Probablemente una muy íntima y
sincera para su propio pueblo: aquella que aguarda desde 1879 año en que
Chile planteó una guerra de rapiña que dejó incógnitas, secretos y
distorsiones a granel en la historia nacional.
¿Y cuánto ha hecho el gobierno del señor García para afirmar la decisión
peruana y el conocimiento de la causa en el pueblo?: poco o casi nada,
abrió las puertas a las “inversiones” sureñas por el orden de 9 mil
millones de dólares, está por regalar el Muelle Norte del Callao, es
decir los 2500 kilómetros de litoral ya estarían en manos foráneas y su
régimen está manchado por temas de corrupción a cuyo estrépito acompaña
la impunidad que se logra en juzgados muy simpáticos que dejan de
aplicar la ley, de seguro presionados por innobles pendencieros.
El aforismo jurídico reza: a confesión de parte, relevo de pruebas.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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