El ambiente electoral ya terminó de calentarse. Las acusaciones fáciles compiten con agravios e insultos entre unos y otros candidatos. No todos, es cierto. El Presidente de la República, convencido de su autoproclamado rol de gran elector, interviene con entusiasmo en la fiesta, afirmando, con el curioso sentido del humor que lo caracteriza, que el ex presidente y candidato Toledo, tiene una fijación psico sexual con él, mientras el cardenal Cipriani, sibilinamente expresa su preocupación por el tono de la campaña, demostrando que es un artista en el arte de lanzar la piedra y esconder la mano.
73 congresistas postulan a la reelección, olvidando que son parte
importante de los responsables que el 83% de los peruanos o peruanas
tengamos poca o ninguna confianza en esa importante institución (Estado
de la Opinión Pública-IOP PUCP, marzo). El Presidente de ese importante
poder del Estado, uno de ellos, postula esta vez por Lima, aunque en
sucesivas ocasiones fuera representante de Loreto; como él, hacen lo
propio varios otros que calculan que no tienen ninguna posibilidad en
sus circunscripciones de origen y ahora quieren castigar al electorado
limeño. En general, la mayoría de los «reeleccionistas» abandona sus
responsabilidades en el parlamento y las reemplaza por sus tareas de
campaña, que finalmente, por la vía de sus sueldos, la financiamos
todos.
La competencia de paneles y anuncios de los aspirantes se multiplica,
mientras las propuestas siguen brillando por su ausencia. El voto seguro
por huevo duro, el brillo personal de una candidata como sol que brilla
al medio día sin sombras o el curioso amor por la familia peruana del
congresista aspirante Pastor, inundan el espacio público hasta hacerlo
irrespirable. Las autoridades electorales también ponen su cuota y
habilitan a una candidata fujimorista, previamente rechazada por
aquellos a pesar del interés del ex presidente encarcelado, a tres
semanas de los comicios.
La mayoría de aspirantes a los distintos cargos trata de convencernos de
su bondad; posan con niños y ancianos, ayudan a enfermos y
discapacitados e incluso corren a solidarizarse con las víctimas de
casos que les permiten notoriedad fugaz, como hiciera un congresista del
gobierno con un acusado injustamente por un caso de violación.
El costo de las campañas es millonario. Los principales candidatos
presidenciales recorren el país encabezando costosas ferias y festivales
desprovistas de todo contenido. Las caravanas de camionetas cuatro por
cuatro, los aviones alquilados y los buses propios que transportan las
respectivas portátiles recorren de punta a punta nuestro territorio.
Muchos de los aspirantes al Congreso gastan cientos de miles de soles en
su esfuerzo por convencernos de las virtudes de su emprendimiento que
siempre aparece disfrazado de desprendimiento.
Discutir los temas de fondo, hasta ahora es imposible. El «debate»
organizado por el Jurado Nacional de Elecciones fue un desfile pobre de
lugares comunes y de ofertas gaseosas, además de espacio de exhibición
para más de un candidato folklórico que obligaba a preguntarse cómo y de
dónde es que consiguieron las firmas requeridas para competir.
En todo este proceso, en el que es evidente la estrategia de desconexión
entre los candidatos a la Presidencia y al Congreso de la República y
la realidad, en medio de este espectáculo que no deja de evidenciar un
desprecio del electorado y de la ciudadanía toda, asumida como comparsa
de un largo carnaval, buena parte de los medios de comunicación juegan a
favorecer a algunos de los candidatos y a demoler a otros. PPK y
Castañeda encabezan la primera lista, aunque el segundo se revele como
más claramente indefendible; Toledo, largamente el más atacado, y
Ollanta Humala, lideran la segunda.
Así las cosas, las encuestas últimas muestran que Humala y PPK todavía
pueden crecer más; el primero, metiéndole «miedo» al sistema, a pesar de
que sus propuestas no son especialmente radicales, es el más alejado a
la estrategia de desconexión que se observa en la campaña; el segundo,
aprovechando la caída de Castañeda y la necesidad que tiene el sistema
de un hombre propio y confiable para llegar a la segunda vuelta y
competir con Keiko o con Toledo, que son propios pero poco confiables
por distintas razones.
http://www.desco.org.pe/desco-opina.shtml