La otra segunda vuelta
por Herbert Mujica Rojas
“Mucho del Perú de los últimos diez años ha cambiado con los resultados electorales del 10 de abril. Pero, para bien o para mal, habrá cosas que cambiarán menos de lo que parece.
Para bien, la economía peruana seguirá sujeta a tendencias que no dependen de un gobierno de Ollanta Humala o de Keiko Fujimori. El alza en los precios de los commodities, de continuar, seguirá fortaleciendo la posición fiscal y la cuenta corriente del país, aún cuando las políticas de un eventual gobierno nacionalista desincentiven nuevas inversiones. La clase media que surgió en la última década, producto de una emergencia de la pobreza que no necesariamente se reflejó en votos pero que sí se ve en crecimiento de la construcción, del comercio y de la manufactura para el consumo interno, no se irá a ningún lado. Se habla mucho de parálisis en proyectos de inversión, pero en los días previos y posteriores a la elección se anunciaron planes mineros como los de HudBay en Constancia o Newmont en Cerro Quilish, o de Heaven Petroleum en biodiesel. Existen al menos US$ 18,000 millones comprometidos en megaproyectos por iniciarse o ya en marcha. ¿Realmente pararán todos, o incluso parcialmente, ese monto seguirá aportando al crecimiento inercial? En el mediano y largo plazo, la economía del país no se va a detener, aunque ciertamente podría avanzar más lento.
Para mal, el Perú no fue un paraíso de la estabilidad política y del libre mercado en este decenio. Ha tenido diez años de un Congreso fracturado, que obstaculiza las grandes reformas. Diez años de un voto absolutamente dividido entre Lima y las regiones. Diez años de conflictos sociales, ambientales y regionales. Diez años de un Tribunal Constitucional antimercado, de iniciativas legislativas intervencionistas, de fragilidad institucional, de gobierno vía decretos de urgencia.
Si el modelo económico y político de la última década se debatirá, como dijo Mario Vargas Llosa, “entre el suicidio y el milagro”, se entiende el miedo de buena parte del mundo empresarial. Pero, como mostró la última crisis financiera, los ganadores de esta coyuntura probablemente sean los que sigan apostando por el Perú. El optimismo en el país también va a segunda vuelta.
Y, en ella, la victoria es aún posible.” Revista Gestión, No. 5, abril
¡Qué diferencia entre las líneas precedentes, llenas de lucidez sensata en el juicio sobre la situación política y su incidencia en el mundo económico, con las apocalípticas y desmadradas “opiniones” de quienes predicen que Perú se acaba si uno de los contendientes accesa al gobierno!
De repente la más exigente premisa de la actualidad consista en no creer a pie juntillas cuanto dicen los miedos de comunicación que destacan por estridentes y alarmistas. Cierto que la puntería la tiene sobre sí el postulante Ollanta Humala. Y cuando pretende afinar su plan de gobierno para sintonizar con el país y sus vastos sectores, tampoco se le concede crédito y se le tilda, a rajatable, de peligro público.
¿Brinda la señora Keiko, que jura “por Dios” que no liberará al nipón Kenya Fujimori de su destino natural de preso por los próximos dos decenios y medio, mayores garantías? El entorno de que está rodeada nos recuerda los oprobiosos contornos de una corrupción pestilente que ahoga al más osado.
Nunca tan pocos en tan poco tiempo hicieron tanto daño al Perú como en la década del binomio criminal Fujimori-Montesinos. Entonces la señora Keiko ya formaba parte del clan exaccionador. ¿Con qué recursos, ella y sus hermanitos, todos intelectuales de nota, estudiaron en Estados Unidos?
Más aún, ella ha admitido que las beneficiarias del indulto que dio su padre en el 2000, contribuyeron a su campaña del 2006, con US$ 10 mil dólares. Y lo ha dicho de manera pública en todos los medios, en buena cuenta reconoce un hecho que no puede venir sino como gratitud por no haber sido procesadas (las hijas de Martínez, dueño de Hayduk) por el delito de narcotráfico y encarceladas sino indultadas alegremente por Fujimori. Eso* la convierte en cómplice y la ex Fiscal de la Nación, Gladys Echaíz en lugar de reivindicar el expediente completo del año 2000 que también mencionaba a Keiko, indujo a un fiscal recién venido de Moquegua, a pedir erróneamente el archivo del caso. ¡Sobre llovido, mojado, Echaíz tendrá que explicar un asunto que puede terminar en carcelería urbi et orbi!
Voces correctas como el editorial de la Revista Gestión aún reivindican con inteligencia que parte del empresariado más lúcido sabe bien que no tiene sino un norte: seguir apostando por el Perú donde han hecho riqueza a raudales y que el asunto consiste en distribuir mejor y con más justicia recursos que a todos beneficien.
¿Qué dirán los vocingleros tropicales de un caos que es virtualmente imposible repetir en Perú?
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