Que se vayan ministros de Defensa e Interior

rodean padre cesar vilca
Oficiales evitando que Dionisio Vilca hable con la prensa

Por Rocío Ferrel

Una vez más tenemos el grotesco espectáculo de un Presidente sin reflejos, que ante los escándalos e incompetencia de sus ministros prefiere justificarlos en lugar de removerlos de su gabinete, como es el caso de los ministros de Defensa e Interior.

 

Hay otros ministros que deben salir, como la chilena  Carolina Trivelli,  Alberto Tejada,  Oscar Valdés, el ministro de Trabajo (argentino)  y   Patricia Salas por su incapacidad, pero ahora es el turno de los mayores escándalos para los ministros Daniel Lozada, del Interior, y Alberto Otárola, en Defensa, por su pésimo manejo de la lucha antiterrorista en la selva.

Esto comenzó con los informes que prevenían sobre una acción terrorista contra la empresa operadora del gas de Camisea. Nada se hizo, pues la inteligencia parece usarse más bien para indisponer a personajes del gobierno ante el Presidente. Entonces sucedió lo previsto: el secuestro de los trabajadores en Kiteni.

Tras días de misterio, donde se desconoce si efectivamente la empresa tuvo que pagar a los narcoterroristas, estos delincuentes soltaron a los rehenes cuando bien les pareció.

Además de los ministros de Defensa e Interior, el mismo Humala participó del circo diciendo que fueron “liberados” por la fuerzas del orden y que la operación fue impecable. Lo único impecable fue la estupidez para declarar, una estupidez inmaculada, sin mácula de raciocinio ni respeto por la inteligencia de los ciudadanos peruanos.

Liberación se entiende que sucede cuando una acción da como resultado lo deseado con manejo total de la situación, esto es, hubiese sido la liberación de los secuestrados con la captura de los delincuentes, lo cual nunca se produjo, las fuerzas del orden nunca llegaron a dominar la escena, los narcoterroristas hicieron lo que quisieron cuando quisieron.

Como si eso fuese poco, los secuestrados por los terroristas pasaron a ser secuestrados por las tropas para esperar la llegada del presidente Ollanta Humala para la foto y su perorata triunfalista. Por eso se vio a los liberados con el ceño fruncido.

Todo esto trajo una seguidilla de muertes: la capitana en el helicóptero, además de otros comandos, con el abandono de los heridos César Vilca y Luis Astuquilca. Uno murió sin atención y el otro no fue encontrado por la tropa, sino que salió del monte con la ayuda de dos mujeres machiguengas.

En medio de estos escándalos también salieron a luz las denuncias de combatientes, que señalan que los dejan en el monte sin comida suficiente. ¿Quién se roba el rancho? Estos mismos robos de rancho son viejos, datan de la lucha antiterrorista de hace décadas. Todo parece indicar que la mafia roba-ranchos se siente intocable.

Lo más reciente es la recuperación del cuerpo del Vilca ante la incapacidad de las tropas. Fue la abnegación del padre del suboficial, Dionisio Vilca, la que tras días de angustia, caminata y reparto de volantes consiguió su cometido, dando con el cuerpo a sólo 300 metros del ataque terrorista. ¿Por qué las fuerzas del orden no pudieron encontrarlo?

Para colmo, el primer comunicado del ministerio del Interior se atribuyó el hallazgo del cadáver.

Evitaron que el padre hable con la prensa

Una escena vergonzosa ocurrió ayer al mediodía. Llegaba el ataúd con el cuerpo del suboficial Vilca. Tras su breve paso, antes de la salida del féretro de la base aérea, don Dionisio Vilca, padre del fallecido, se acercó a los periodistas con ánimo de declarar, pero inmediatamente un grupo de oficiales lo rodearon y lo llevaron a varios metros de los hombres de prensa mientras la gente de seguridad reforzaba el cordón frente a los periodistas para que no se atrevan a acercarse a don Dionisio.

¿Por qué tanto miedo a que hable el padre del fallecido? Esto ya se torna en un circo tragicómico. Pero como hasta ahora lo ha demostrado Humala, no tiene tino para actuar con rapidez, le ganan los soplos al oído de sus asesores incapaces y así llegó al colmo de justificar a sus ministros. Una vez más  espera que el escándalo crezca para recién actuar.