Por Nicole Schuster
Desde hace algunos años, una polémica se ha desatado en torno a la consagración oficial en occidente de la interpenetración entre las funciones de seguridad interna, que son supuestamente inherentes a la policía, y las de defensa nacional, tradicionalmente asumidas por las fuerzas armadas.
En este artículo, analizaré cómo en Francia, a partir de los años 1990, han ido implementándose mecanismos de militarización que desembocan en un reforzamiento de la presencia de las fuerzas armadas en sectores que dependían normalmente de la competencia del Ministerio del Interior. Expondré la tesis de que esos dispositivos de interpenetración son la expresión de la presión que grupos políticos y un núcleo de militares ejercieron para reimportar en la madre patria los mecanismos de contrainsurgencia que habían sido aplicados en contra de la población autóctona durante las guerras coloniales.
Este análisis nos permitirá igualmente poner al descubierto la relación compleja y complementaria que existe entre el marco de guerra total que se da en el mundo y el reforzamiento del uso de políticas de índole contrainsurgente en el seno de la población civil.
La fusión Defensa nacional – Seguridad interna y la reimportación de los métodos de contrainsurgencia colonial
Se afirma hoy que el fenómeno de imbricación de las funciones de las fuerzas armadas y de la policía lleva a la obsolescencia de la conceptualización funcionalista weberiana de la dicotomía fuerzas armadas/policía. Sin embargo, es menester indicar que el proceso de formalización de la delimitación del campo de acción de ambas fuerzas se extendió en Europa sobre varios siglos y finalizó hace sólo un poco más de medio siglo. En Francia, se inició a raíz del surgimiento de los Estados-nación y, en particular, durante la gestión de Colbert(1), Ministro de Finanzas del rey Louis XIV(2). El horizonte societal que se abría en la Europa de entonces con la instauración del régimen mercantilista suscitó la elaboración de un nuevo marco de racionalización, por lo que se establecieron otros mecanismos de regulación que coadyuven a mantener el orden dentro de los territorios nacionales y el equilibrio de las relaciones entre Estados; y a promover la expansión del comercio. Retomando la división weberiana, Michel Foucault señala que los dos pilares que sostuvieron la edificación de este nuevo orden europeo son: el dispositivo diplomático-militar, que descansaba en una armada destinada a salvaguardar el equilibrio de fuerzas en Europa a través de la guerra; y el dispositivo policial, orientado a mantener el orden interior en los países de Europa(3).
Más de siglo y medio después del desencadenamiento del proceso de formalización de las funciones de esas dos instituciones(4), Napoleón Bonaparte podía todavía escribir en una carta enviada al Rey de Nápoles el 16 de mayo 1806 que “una tropa encargada de mantener el orden a dentro no puede ser privada del honor de servir la grandeza de la patria al exterior (…)”(5). Y a inicios del siglo XX, Francia seguía utilizando sus fuerzas armadas en contra de la gente que participaba en revueltas sociales(6). Es sólo cuando las tropas francesas rechazaron expresamente plegarse a las órdenes gubernamentales de reprimir las huelgas y manifestaciones populares(7) y terminaron fraternizándose con la causa del pueblo que el gobierno francés se vio obligado a pensar seriamente en fijar los confines del marco jurídico-administrativo del cuerpo policial(8). Estas medidas culminaron en la transformación durante el gobierno de Vichy de los cuerpos de policía comunales en una policía nacional(9) y en la oficialización de la separación de las misiones de los cuerpos pertenecientes a la Defensa nacional y a la Seguridad interna. Como vemos, la asignación a las fuerzas armadas de tareas orientadas a mantener el orden público no es un hecho reciente.
Tampoco es nuevo el deseo entre los militares de reintroducir en la madre patria los métodos de contrainsurgencia usados en las colonias. En su libro Hay que defender la sociedad(10), el filósofo francés Michel Foucault usa la metáfora “efecto boomerang” para describir este fenómeno de exportación hacia las colonias de tácticas de contrainsurgencia elaboradas en la madre patria, las cuales son luego usadas en contra de la población autóctona de los países invadidos, perfeccionadas, y finalmente reimportadas en el país del que han emergido a fin de servir de modalidad de coerción en contra de estratos específicos de la sociedad(11). Francia fue representativa de esta repatriación de estrategias operacionales desarrolladas en las colonias. Recordemos al Mariscal Bugeaud, gran promotor de la ideología colonialista, quien quedó en la historia francesa como el verdugo que, durante la guerra de colonización llevada a cabo por Francia en Argelia a partir de los años 1830, asfixiaba y quemaba a grupos enteros de autóctonos encerrados en huertas y silos. Eran tiempos en que las autoridades parisinas trataban de contrarrestar el avance de la "armada de reserva" de la nueva era industrial constituida de proletarios, pobres, campesinos venidos del interior del país en búsqueda de un trabajo, que la burguesía aborrecía y temía a la vez. Dentro de este contexto de guerras coloniales y revueltas sociales en la madre patria, el Mariscal Bugeaud teorizó la guerra de las calles(12), teoría que, como analicé en mi trabajo El proceso de experimentación de la guerra urbana: el caso de Israel, influyó de forma significativa en la elaboración por los círculos militares israelíes de una doctrina de guerra que serviría en las ofensivas lanzadas contra Líbano y Palestina a partir del 2000(13). Convencido de que las operaciones de deslocalización y exterminio que había realizado en las colonias serían la solución para salvar París de los descamisados, Bugeaud fantaseaba con que las tropas armadas hicieran un uso más sistemático del cañón contra las masas parisinas. Alentaba también a los soldados a que penetren en las casas a fin de controlar desde las alturas y las ventanas a los insurgentes situados en las barricadas. El avance casa por casa era, según él, un elemento fundamental en la lucha contra los insurrectos, por lo que los soldados debían aprender a entrar lateralmente en las casas, lo cual se realizaría a fuerza de granadas que destruirían las paredes, los techos, los pisos. Su sueño era que las tropas militares y su parafernalia de guerra pudiesen progresar sin problema en las calles parisinas a fin de domar a las masas que el Mariscal tanto odiaba. Dentro de esa óptica, promovía la introducción en el territorio francés de la política de “destrucción constructiva” que solía aplicarse en Argelia y que consistía en erradicar ciertos barrios de la ciudad considerados peligrosos por el amparo que brindaban a los insurgentes. Pensaba reemplazar esas zonas populares “sediciosas” en casernas y puestos de control militares a partir de los cuales las tropas armadas de la nación, en caso de revuelta, podrían ser desplegadas a lo largo de la ciudad y recorrer amplias calles concebidas especialmente para su paso(14). Esos cambios urbanísticos con fines militares y reubicación de la población en zonas especiales eran ansiosamente esperados no sólo por los círculos castrenses sino también por los burgueses que siempre habían sido partidarios de una mayor intervención de las tropas para que éstas los protejan a ellos y a su patrimonio de la “gentuza”. Es al Barón Haussmann, prefecto de la ciudad de las Luces, que incumbió la tarea de “sanear” la ciudad de París y de llevar a cabo el proyecto histórico de reestructuración arquitectural y urbanística de París. “Haussmann el demoledor", como se le denominaba, derrumbó barrios enteros y amplió las calles de manera que resultaran fácilmente accesibles a la Guardia nacional. Para muchos, Haussmann quedó en la historia como el " ‘policía imperial’ más preocupado por neutralizar a los focos de insurrección que por solucionar el problema de insalubridad"(15).
Mathieu Rigouste, en una tesis sobre el proceso de repatriación de los métodos de contrainsurgencia(16) que se inspira en la línea de pensamiento de una corriente de politólogos que surgió a lo largo de las últimas décadas(17), afirma que las guerras coloniales libradas por Francia en Argelia, Indochina, entre otras, dieron lugar a la formación de un núcleo duro de militares (como Roger Trinquier, Jean Delaunay y el Géneral Massu, por ejemplo) que orientó de forma decisiva las discusiones relativas a la construcción de las políticas de seguridad interna a aplicar en Francia. Este núcleo, apoyado por grupos políticos (incluyendo a la izquierda “militarista” a la cual perteneció François Mitterrand)(18) y centros de investigación estratégicos, estableció una plataforma de difusión de ideas que pretendía que el fenómeno de “colonización invertida” que se acentuó a partir de los años 1980 constituía un verdadero peligro nacional. El círculo político-militar en cuestión sostenía que el flujo inmigratorio que se daba hacia el territorio francés era una fuente de contaminación socio-cultural, en tanto era asimilable a una invasión que vehiculaba una ideología comunista y subversiva(19). Este discurso político-militar colmado de términos provenientes del ámbito médico-quirúrgico tenía por objetivo construir una amenaza transnacional artificial, que sustituiría al enemigo que la Unión Soviética había encarnado durante la guerra fría, y de la que se podría decir que era capaz de permear las fronteras nacionales e infectar al territorio nacional(20). El nuevo enemigo transfronterizo justificaba, según ellos, la aplicación en el plano de la seguridad interna de principios pertenecientes a las políticas coercitivas que se elaboraron para enfrentar situaciones de contrainsurgencia en las colonias. Dentro de este marco de creación de un enemigo interior(21), la población francesa fue presentada como un medio de proliferación del enemigo que requería de la puesta en marcha de dispositivos de inteligencia que contribuirían a detectar esta amenaza a fin de poder combatirla. Con la estigmatización de la figura del inmigrante/ desempleado al que se le atribuía intenciones sediciosas, los círculos político-militares no sólo eludían las disfunciones estructurales que afectaban siempre más a la sociedad y la responsabilidad que tenía el Estado de remediar esa problemática(22), sino que llamaban implícitamente a la conformación de un plan de “encuadramiento” de la población para asegurar su control y vigilancia(23). El modelo de contrainsurgencia ideal y de control social propuesto por esos grupos político-militares era la batalla de Argel y el plan de protección de esta ciudad que Massu y Trinquier llevaron a cabo(24).
Es en la creación del plan Vigipirate(25) ideado a finales de los años 1970 y activado a partir de la primera guerra del Golfo a fin de controlar el posible desencadenamiento de actos terroristas en Francia que la concepción de la militarización de la seguridad interna promovida por los círculos político-militares antes mencionados se cristalizó. Vigipirate ilustra la “transmutación del pensamiento contra-subversivo en pensamiento de seguridad”(26). Es un dispositivo de seguridad asumido por patrullas militares en lugares considerados “sensibles” que contempla la defensa de la población, de la infraestructura y de las instituciones frente a amenazas terroristas. Como lo indica el Informe del Ministerio de Defensa francés(27), el Plan Vigipirate ha sido proyectado sin límite de tiempo en zonas definidas por la Organización Territorial Inter-armadas de Defensa (OTIAD) y se ejecuta a través de unidades (de 61 soldados cada una) de las fuerzas militares (Ejército, Fuerza aérea, Marina) que “aportan sus modalidades de acción y sus medios específicos”(28). A cada misión corresponde el envío de un número específico de unidades militares que se adecuan al tipo de operación llevado a cabo(29). Como vemos, el modo de operar que se emplea dentro del plan Vigipirate se parece mucho a la táctica de “enjambre” (swarming)(30) promovida en el marco de las guerras urbanas actuales y que se sustenta en principios sacados de la teoría de la complejidad y del caos(31). El General israelí Simon Naveh llama a este modo operacional el “enfoque de caja de herramientas” (toolbox approach). Éste consiste en que “las unidades reciban los instrumentos que necesitan para poder hacer frente a situaciones de emergencia y escenarios de los que, sin embargo, no se puede prever el orden en que los eventos ocurrirán”(32). Las decisiones que determinan, bajo el plan Vigipirate, la cantidad de efectivos humanos, medios materiales, grado de fuerza a usar y los lugares e infraestructuras a proteger, dependen del nivel de alerta. Este último se reajusta en función de cada amenaza y se expresa a través de la atribución de un color, que va del verde al rojo escarlata. Por ejemplo, luego del tiroteo que tuvo lugar frente a una escuela judía en marzo 2012 en Toulouse, en el sur de Francia, el ex presidente Sarkozy declaró la zona sur-Pirineos en alerta roja escarlata(33). Esta prevé la imposición de medidas de seguridad extremas como la protección de las fuentes de abatimiento de agua, la restricción de la distribución del agua de uso doméstico y la aplicación de disposiciones relativas a la defensa de los espacios aéreos, terrestres y ferroviarios(34). Desde su activación en la década del 1990, el plan Vigipirate nunca fue levantado, aunque conoció un periodo de hibernación entre 1991 y 1995, año en que actos terroristas se cometieron en el metropolitano parisino. Más aún, el color del nivel de alerta que ha predominado desde 2005 dentro del territorio francés es el rojo, un grado que militares y funcionarios del gobierno justifican como “necesario” a causa de la amenaza terrorista islamista que reina en el mundo y que explicaría la repartición de forma constante de unidades militares en “zonas que pueden constituir blancos potenciales”(35).
En este marco de estado de excepción permanente, resultó fácil para las autoridades gubernamentales francesas darle al Plan Vigipirate un giro que lo hizo desviarse de su tarea original de garantizar la seguridad y combatir el terrorismo internacional y que lo transformó en un instrumento de control y represión no sólo de los inmigrantes sino de todo aquello que no sea “políticamente correcto”. Es así que dentro del control social que se ejerce a través de Vigipirate, se está ampliando la calificación de “terrorista” a otras categorías de ciudadanos, como a los manifestantes antimundialización, a los militantes ecologistas, o sea a todo aquello que va en contra del orden económico imperante(36).
Los objetivos reales de la fusión seguridad interna y defensa
En el marco de las discusiones actuales vinculadas al grado de convergencia o divergencia que las políticas proclives a la militarización del sector de la seguridad interna promoverían entre la sociedad civil y las fuerzas armadas, se indica que una presencia continua de estas últimas en el seno de la población las “banalizaría” y hasta las haría perder su especialidad institucional(37). Pero lo que ciertos ven como una “banalización” de la presencia militar en el seno de lo civil esconde en realidad objetivos desconocidos por la mayoría de la población. La verdadera naturaleza de esos objetivos se desprende, entre otros, de un informe publicado por la OTAN a finales de la década de los años 1990 y titulado Urban operations in the year 2020(38). Como fue denunciado en el artículo Ejércitos en las calles(39), el informe de la OTAN revela la voluntad de los países occidentales de participar siempre más en misiones de “pacificación” que tienen lugar en países foráneos. Además, los escenarios en que se desarrollan esas operaciones urbanas y el modus operandi descritos en el informe revelan que esas misiones servirían para que, a su vez, los gobiernos occidentales hagan operativas, en su propio territorio nacional, las políticas de contrainsurgencia aplicadas en el exterior, convirtiendo el escenario urbano de las ciudades del Centro en un verdadero teatro de “Guerra Civil Global”(40). Como lo confirman varios analistas políticos, esta voluntad política de repatriar métodos de represión usados en teatros de guerra, como los que se abrieron en las últimas dos décadas en Medio Oriente y África(41), se habría reforzado con la extensión en los países desarrollados de disturbios sociales, que los efectos devastadores que tiene la política neoliberal sobre ciertos estratos de la población fomentan(42). Es decir que, en lugar de poner más el énfasis en programas sociales, los gobiernos occidentales han optado por reforzar el carácter coercitivo de sus políticas ligadas a la seguridad interior. Ello se traduce por una recrudescencia del control ejercido sobre las poblaciones confinadas en lo que se denominan las “zonas grises”, así como por un reforzamiento de las políticas relativas a la canalización del flujo migratorio(43) proveniente principalmente de la periferia de los países capitalistas del centro(44), y que también se ha agudizado desde la imposición del modelo económico imperante(45).
Consideraciones finales
Desde esta perspectiva schmittiana de “amigo-enemigo” que lleva a que el enemigo interior sufra el mismo trato que el que se otorga a un “enemigo exterior”, y considerando que la atribución de “enemigo interior” se está extrapolando a diversas categorías de la sociedad, es entendible que la presencia intensificada de las fuerzas armadas en un número siempre mayor de lugares públicos tienda a crear un clima de tensión(46), miedo y desconfianza entre la población en vez de proporcionar un sentimiento de seguridad(47). Ello nos recuerda el programa “Civic action”(48), el corolario de la política llamada “Alianza por el Progreso” que J.F. Kennedy aplicó en América Latina. Lejos de fomentar la convergencia del sector de las fuerzas armadas con el sector cívico, este programa, destinado a ser empleado en periodos de paz(49), contribuía más bien a detectar y reprimir, vía métodos de contrainsurgencia, los grupos y movimientos sociales reacios a las políticas norteamericanas.
En conclusión, podemos afirmar que el “efecto boomerang” que motiva a los gobiernos occidentales a apoyarse siempre más en las fuerzas armadas para reforzar sus medidas de seguridad interna no procede tanto de una disposición sincera de proteger a sus ciudadanos de amenazas reales que de una voluntad de imponer un modelo económico cuyos dictados son antagónicos con las demandas de amplios sectores de la población. Bajo esas circunstancias, la dilución de las fronteras entre el sector de Defensa nacional y el de Seguridad interior pone al descubierto un claro debilitamiento de las instituciones democráticas y hace más vigente que nunca el planteamiento de Michel Foucault quien, revirtiendo la formula de Carl Clausewitz, señalaba que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”(50).
Notas de pie
(1) 1616-1683.
(2) Ver Arlette Lebirge. La police. Une histoire sous influence. Editions Découvertes Gallimard. Histoire. Mars 1993. P. 30-38.
(3) Ver P. 304. Michel Foucault. Sécurité, territoire, population. Cours au collège de France. 1977-1978. Editions Gallimard. Seuil. Oct. 2004.
(4) Ver La police. Une histoire sous influence. Op.cit.
(5) Ver Chef d’Escadron Nied. Gendarmerie: France. Armée de terre et gendarmerie en opérations extérieures: une complémentarité souhaitable et nécessaire».
(6) Ver Anja Johansen. Soldiers ss Police: The French And Prussian Armies And The Policing Of Popular Protest 1889-1914. Ashgate Publishing Company. Burlington. VT. USA. 2005.
(7) Armées et sécurité intérieure. Perception des acteurs institutionnels civils et militaires. André Sauvage. Thierry Nogues. Stéphane Chevrier. Centre d’études en sciences sociales de la défense. Université Rennes 2. Avec la collaboration des Ecoles de Saint-Cyr-Coëtquidan. P.15-16.
(8) La police dans le système politique. Jean-Louis Loubet del Bayle. Revue française de science politique nº3. 191. P. 526.
(9) Ver Hélène L'Heuillet. La généalogie de la police. Cultures & Conflits nº48, hiver 2002 en:
(10) Michel Foucault, Il faut défendre la Société. Cours au Collège de France, 1976 (Paris: Seuil, 1997).
(11) Ver también Stephen Graham. Cities under siege. The new military urbanism. Verso. New York. 2010. P. XVI-XVII.
(12) Ver La Guerre des rues et des maisons. Maréchal Bugeaud. Editions Jean-Paul Rocher. Paris. 1977.
(13) Ver Eyal Weizman. P.185-198. Urban warfare: walking through walls. Capítulo extraído del libro del mismo autor y titulado Hollow Land: Israel's Architecture of Occupation. London. Verso. 2007.
(14) Ver La Guerre des rues et des maisons. Maréchal Bugeaud. Editions Jean-Paul Rocher. Paris. 1977.
(15) Citado P. 153-154 en Nicolas Chaudin. Haussmann au crible. Editions des Syrtes. 2000.
(16) Ver Mathieu Rigouste. L’ennemi intérieur, De la guerre coloniale au contrôle sécuritaire. Cultures & Conflits, 67, automne 2007 en http://conflits.revues.org/index3128.html.
(17) Ver por ejemplo los escritos de Gabriel Périès y Ayse Ceyhan.
(18) Mathieu Rigouste. L’ennemi intérieur, De la guerre coloniale au contrôle sécuritaire. Op. cit.
(19) Ibid.
(20) Sobre la terminología de índole médico-quirúrgico usada para definir al enemigo interior, ver Gabriel Périès, Du corps au cancer: la construction métaphorique de l'ennemi intérieur dans le discours militaire pendant la Guerre Froide. Parties 1 y 2», Cultures & Conflits, 43, automne 2001, en:
(21) Sobre las construcciones discursivas en la edificación del enemigo interior, ver Ayse Ceyhan y Gabriel Périès. Introduction. L’ennemi intérieur; une construction discursive et politique. En Cultures & Conflits en http://www.revues.org
(22) Ver Ayse Ceyhan. La fin de l'en-dehors: les nouvelles constructions discursives de l'ennemi intérieur en Californie en : Cultures & Conflits, 43, automne 2001. http://conflits.revues.org/index569.html.
(23) Ver Mathieu Rigouste. L’ennemi intérieur, De la guerre coloniale au contrôle sécuritaire. Op. cit.
(24) Ibid.
(25) Contracción para vigilancia-pirata. Ver Armées et sécurité intérieure: perception des acteurs institutionnels civils et militaires. André SAUVAGE. Thierry NOGUES. Stéphane CHEVRIER. LARES-Université Rennes 2. Avec la collaboration du Centre de Recherche des Ecoles de Saint-Cyr – Coëtquidan. Octobre 2001.
(26) La formulación es de Mathieu Rigouste. L’ennemi intérieur, de la guerre coloniale au contrôle sécuritaire. Op. cit. P.167-174.
(27) Ver Cahiers du Retex. Retours d’expérience 1/2008. Cahier semestriel du retour d’expérience. Op. cit.
(28) Según el informe Cahiers du retex. Retours d’expérience 1/2008. Cahier semestriel du retiour d’expérience publicado por el Ministerio de la Defensa en Francia, (CDEF), el plan Vigipirate hubiera recurrido a la movilización de 90000 militares de la Fuerza terrestre (600 hombres del Ejército y de la Fuerza Aérea estando permanentemente en alerta). Ver capítulo Présentation générale de l’opération. También participan uno 150 marinos y gendarmes de la marina. Ver también Vigipirate et la posture permanente de sécurité en el sitio del Ministerio de la Defensa francés:
(29) Ibid.
(30) Sobre las tácticas de enjambre, ver mi artículo El Proceso de experimentación de las guerras urbanas. Op. cit.
(31) Ver mi artículo La ciencia del caos y la táctica de guerra en el caos.
(32) Citado en Eyal Weizman. Hollow Land: Israel's Architecture of Occupation. Op. cit. P.91.
(33) Ver Fusillade de Toulouse: Sarkozy déploie le plan Vigipirate écarlate en: http://www.huffingtonpost.fr/2012/03/19/sarkozy-plan-vigipirate-ecarlate-toulouse_n_1364403.html
(34) Ibid.
(35) Ver Vigipirate: six ans d’alerte rouge. Depuis les attentats de Londres, le 7 juillet 2005, le plan Vigipirate est constamment resté au niveau rouge, le troisième sur une échelle de quatre en :
(36) Ver Vigipirate traque les mouvements sociaux et les sans-papiers. N° 1253 du Monde Libertaire en : http://www.ainfos.ca/01/oct/ainfos00322.html
(37) Ibid. p.43-44.
(38) Informe elaborado por el grupo de estudios SAS 30, en el cual desde 1998 participan los expertos de siete naciones: Italia, Canadá, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Holanda y Estados Unidos.
(39) Ver Ejércitos en las calles. Algunas cuestiones en torno al informe “Urban operations in the year 2020” de la Otan. Resume extraído de:
http://13t.org/decondicionamiento/forum/viewtopic.php?p=14182&sid=5e52d5922dd9a6bb7290c867135150f4 P.12.
(40) Ibid. P.4.
(41) Como lo indica Stephen Graham, las operaciones de “mantén del orden” que Israel aplica en Gaza o Jenin, que son en realidad operaciones de guerra, son reutilizadas en Londres, Paris, Nueva York. Ver p. XVIII. Stephen Graham. Cities under siege. The new military urbanism. Op. cit.
(42) La policía tampoco escapa al efecto boomerang. De hecho, vemos en los países desarrollados que la policía recurre siempre más a tácticas, tecnología y formas de organización propias a las fuerzas armadas para emplearlas en contra de la población interna. Ver Frédéric Lemieux, Benoît DuPont, Peter B. Kraska, Victor Kapeller en La militarisation des appareils policiers. Presses de l’Université Laval. Québec. 2005.
(43) Ibid. P.12.
(44) Ver Genèse et enjeux des migrations internationales en : http://www.syllepse.net/syllepse_images/divers/migracetri.pdf
(45) Ver Ejércitos en las calles. Algunas cuestiones en torno al informe “Urban operations in the year 2020. Op. cit.
(46) Ver Un patient-psy victime du plan Vigipirate. http://lesactualitesdudroit.20minutes-blogs.fr/archive/2010/04/28/un-patient-psy-victime-du-plan-vigipirate.html
(47) Ver Armées et sécurité intérieure: perception des acteurs institutionnels civils et militaires. P.35.
(48) Ver Civic Action—A Weapon for Peace. Major Laun C. Smith, Jr.. en http://www.airpower.au.af.mil/airchronicles/aureview/1968/jul-aug/smith.html
(49) Ibid.
(50) Ver P.16 Michel Foucault. Il faut défendre la société. Cours au Collège de France. 1976. Editions le Seuil. 1997.