Patricia del Rio
  Patricia del Río

Por Rocío Ferrel

A tanto ha descendido la televisión que sus “estrellas” de opinión en lugar de ofrecer programas con intelectuales que participen con opiniones interesantes, nos imponen un periodismo de “opinión” que más parece un té de tías chismosas con una formación deleznable, estrecha y falta de vergüenza, pero, eso sí, con grandes ínfulas y poses de sabelotodo.

Es el caso de RPP, en su programa de las 19:00, con Guido Lombardi y Patricia del Río. Ayer, entre otros, ambos trataron el asunto de la encuesta que en la percepción ciudadana coloca a Nadine Heredia en el primer lugar de los poderosos del Perú.

Invitaron para ello a Anel Townsend, quien está en seria decadencia moral e intelectual (ver Anel Townsend en decadencia), pues en los últimos años se ha dedicado a sostener la ineptitud de Susana Villarán, además de ser prohumalista incondicional. Otro invitado fue Natale Amprimo, quien no cayó en el extremo de la Townsend, pero tampoco realizó un buen análisis.

La poderosa

Lombardi y del Río recogieron el comentario del presidente Ollanta Humala sobre esta encuesta, quien más temprano había declarado:"Es un reconcomiendo por su trabajo en favor de los pobres y hay que aplaudir el que tengamos en el Perú, después de mucho tiempo, una primera dama que participa activamente". Tras ello mostraron su coincidencia con esta opinión, que fue seguida con entusiasmo por la Townsend, sin sonrojarse por su defensa simplona y adulona de Heredia.

¿De qué “reconocimiento” hablan? Que se reconozca que alguien tiene poder no significa que sea admirado ni visto como ejemplo. Todo el mundo reconoció y reconoce que Hitler fue poderoso, eso no quiere decir que sea visto con una imagen positiva ni que sea motivo de admiración ni ejemplo.

En el caso de Heredia, en verdad la gente ha reconocido su poder, pero no con una impresión positiva. Tomamos de la misma encuesta un solo elemento que demuestra la inexistencia de señales aprobación de esa percepción del poder de la primera dama en los encuestados pues está desaprobada en credibilidad, prácticamente por unanimidad, con sólo un 3% que cree en ella, para la mayoría miente.

Además, si hablamos del trabajo de Heredia “por los pobres”, la impresión de muchos es de rechazo por los visos de aprovechamiento de su lugar para proselitismo político personal con el uso desvergonzado de los recursos del Estado, siendo un “trabajo” que poco beneficia a los pobres. Recordemos un solo ejemplo: Qali Warma, para lo cual salía a lucir sus dientes, pero comodinamente huía cada vez que se presentaban los escándalos de daño a la salud de los niños con productos basura.

Aunque esta encuesta no lo ha considerado, se había observado en sondeos de otras empresas la relación de la caída de popularidad de la esposa del Presidente con su intromisión en los asuntos de gobierno. La ciudadanía percibe que Heredia indebidamente ostenta poder con su constante injerencia, sin haber sido elegida por los peruanos. Es más, hasta se considera que usurpa el poder.

Pero estos sabiondos toman a su público por retrasado mental y presentan esa percepción de poder como sinónimo admiración. Townsend fue más allá en su adulonería y la presentó como paradigma de la importancia alcanzada por la mujer de nuestros días en la sociedad, cuando en verdad Heredia hace quedar muy mal a las mujeres por su apetito insaciable de poder, figuración e intromisión grosera.

En este circo tan burdo ya no sólo se vislumbra una limitación en su razonamiento, sino un tremendo desparpajo compartido, que parece responder a prebendas, que en el caso de Townsend, se evidencian en lo bien que le va a su clan familiar, con lo que consiguen del gobierno.

El espectáculo es más lamentable si sumamos lo mal que hablan los dos conductores. Un Lombardi lerdo para articular palabras y con mala locución, tanto que a veces no se entiende lo que dice. A veces encendiendo la radio más parece haber sintonizado el sonido de un gruñido que la voz de un periodista.

Caso similar es de Patricia del Río, que va al otro extremo, habla tanto y tan desesperadamente que hay palabras que no se le entienden y por momentos hasta le falta el aire y más parece el sonido de la cañería del lavatorio que el de una conductora. Eso sí, le sobran aires de “erudita”, interrumpe grotescamente a sus invitaros y pontifica sobre todo tema cayendo a veces en la estupidez, como cuando se refirió hace poco a los lobbistas, a quienes parecía querer equiparar a la madre Teresa de Calcuta.

En ese programa,puso como ejemplo un supuesto de violación de derechos elementales de una persona que acude a ella. Entonces, si ella se ocupa del abuso, lo difunde y recurre a autoridades, ¡qué horror!, con lo que se sataniza a los lobbies pueden considerarla lobbista.

Por lo visto, no ha entendido lo que es un lobby, donde siempre hay intereses que buscan beneficiar a una empresa o grupo, lo cual en otros países se puede practicar con reglas claras y sin tapujos, pero en nuestro país suele practicarse en las sombras, valiéndose de corruptos que no dudan en transgredir los límites de la ética y la ley y actúan no sólo beneficiando a los lobbistas, sino perjudicando los intereses del Estado y de todos los peruanos, llegando hasta la traición.

Del Río no diferencia un caso humano, donde cualquier persona se siente inclinada a ayudar al necesitado sin pensar en un beneficio propio, de un lobby, que busca una ganancia particular.

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