Raúl Wiener
No han sido solo los congresistas Carlos Bruce y Luciana León, los que votaron sin leer la nueva ley sobre empleo juvenil y luego anunciaron que estaban rectificándose, aunque el mal estaba hecho y Humala se apresuró en refrendar la norma y enviarla para su publicación en El Peruano.
También está el titular de domingo de un diario de Lima celebrando que se crearían 263 mil puestos de trabajo para jóvenes y que una semana después se había pasado a denunciar el contrato de trabajo sin derechos, que se les está imponiendo a las personas hasta los 24 años.
Ayer, el columnista que piensa que acumular edad y seguir en la lucha es un demérito (es lo único que puede decir contra Lévano), pretende que el tema de la ley sobre el empleo juvenil se resuelve con el dicho: “no hay peor empleo que aquel que no existe”, que en buena cuenta podría servir para justificar cualquier modalidad de esclavismo.
Porque efectivamente es “mejor” tener siquiera un lugar donde dormir y comer a no tener nada, pero eso no cambia la brutal relación de poder que este sistema representaba entre el amo y los que estaban sometidos a su férula.
O sea, el jovencito, que acaba de cumplir 50 años, no sólo es hostil a las personas mayores por el sólo hecho de serlo, sino que también es despectivo con los jóvenes. Que se queden sin gratificaciones y compensación por tiempo de servicios, que carezcan de seguro social y seguro en el empleo, que sus vacaciones sean la mitad de días que los mayores, etc., no tiene importancia si ello va a hacer que las empresas los contraten.
Perfecta ignorancia de bocón, porque ni siquiera estamos en etapa expansiva de la economía y lo que van a tratar de hacer las patronales será con certeza, el reemplazo de personal con derechos (más caro) por el juvenil con derechos recortados (más barato).
¿Por qué el ser joven va a merecer un trato discriminatorio? Recuérdese que Kuczynski se entusiasmo tanto con el principio, que propuso ampliar la condición juvenil hasta los 30 años.
Y, por lo que sé, en las fábricas suele considerar los 35 años como el límite de la mayor potencia productiva, y los empleadores buscan reemplazar a los que llegan a esa edad por otros más jóvenes.
Ahora, lo bueno para las empresas es que los reemplazos representarán en perspectiva un ahorro adicional que nada tiene que ver con “reactivación” o “nuevas inversiones”, sino cómo abaratar aún más el componente de fuerza de trabajo en los productos o servicios que sacan a la venta.
Habría que ser muy ingenuos como para imaginar que el machetazo lanzado sobre el empleo juvenil, se va a quedar ahí nomás donde está. Ya García Miró dijo que este es un pequeño paso en la dirección correcta, pero que falta mucho más.
Diario Uno, 17.12.2014
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