Por Rocío Ferrel
Como si fuese una gran oportunidad para los jóvenes, el gobierno ha promulgado hoy la Ley 30288, “Ley que Promueve el Acceso de Jóvenes al Mercado Laboral y a la Protección Social”. Como ya no hay casi empresas estatales que entregar a la voracidad del lucro desenfrenado, ahora hasta se entrega la salud y oportunidad de los jóvenes a la explotación, en especial, por parte de las grandes empresas, que deberían estar excluidas de una norma como esta, en vista de sus grandes capitales y utilidades.
La promulgación de esta ley fue precedida por los pregones del ministro de Economía Alonso Segura, quien desparramó mentiras al decir que en el Perú la mano de obra es de las más caras del mundo. Este sujeto cree que somos ignorantes. Si eso fuese cierto tendríamos obreros ganando un mínimo por encima de los 2,000 dólares mensuales y no la miseria de S/.750 (unos 255 dólares), es decir, entre los sueldos más bajos del mundo.
Otra cosa sería si Segura hubiese dicho que los beneficios sociales e impuestos a las remuneraciones se encuentran entre los más altos del mundo. Esto no es justificación para castigar a quienes menos ganan.
Desde el concepto, esta ley está plagada de vicios, pues el espíritu de una norma debe ser coherente. El fundamento principal apunta a la falta de solvencia de las compañías para sostener personal en planillas. En primer lugar, no poder pagar altos sueldos es una realidad para ciertas pequeñas empresas, no es el caso de grandes empresas ni menos de multinacionales, pero al incluirlas, lo que ocurrirá será una situación de gran explotación de los trabajadores. Además, ya existen normas que contemplan derechos recortados para los trabajadores de las pequeñas empresas, como el aberrante DL 1086 de Alan García.
Son muy conocidos los casos de explotación laboral promovidos por la dictadura fujimorista, donde con regímenes laborales para jóvenes se explotó infamemente con sueldo mínimo a miles con jornadas de 12 horas de lunes a sábado. Por ejemplo, hubo señoritas que cayeron presas de la tuberculosis trabajando con Telefónica, donde tenían que ir bien vestidas y maquilladas para conservar su trabajo y poco les quedaba para alimentarse, mientras que Telefónica se alzaba multimillonarias ganancias. Se busca crear antros parecidos con esta ley.
Calificación
Por lo general, los jóvenes que menos posibilidades tienen de acceder a un empleo bien remunerado son aquellos que no tuvieron oportunidades de formación técnica o profesional. Una ley que busque la inclusión debería haberse limitado a este sector de trabajadores jóvenes y no incluir a egresados de institutos o universidades, pues esto significa entregar mano de obra calificada a precio regalado, tres o cinco años de estudio se verán sometidos a sueldos de hambre, lo cual ya existe en parte y con esto se agravaría. Por ejemplo, hay jóvenes egresados de universidades con maestría, que por un mísero sueldo son explotados con jornadas incluso de amanecidas eventuales sin pago extra, abuso perpetrado por empresas chilenas, ante la incapacidad de prevención del ministerio de Trabajo.
Experiencia
La experiencia y capacidad de un trabajador es un factor importante en los resultados de una empresa, pero un egresado de instituto o universidad no tendría por qué tener derechos recortados, es un trabajador como cualquier otro. Lo normal es que comiencen con sueldos bajos, que con el tiempo son mejorados.
Pero para trabajos sencillos que requieren mano de obra no calificada, por ejemplo, donde basta estudios de primaria, como los de auxiliares de construcción, agricultura, ganadería, limpieza y otros, la experiencia se puede adquirir en un solo día, y en algunos casos hasta en minutos, de modo que no hay justificación para explotar con tres años a estos trabajadores, pues además en muchos casos se les requiere para faenas eventuales, por lo que no gozan de estabilidad, lo cual es ya suficiente desventaja. Bastaría con incluirlos un mes en un sistema con derechos precarios, con promesa de trabajo indeterminado, para que al mes siguiente pase a ser un trabajador con plenos derechos, pues está capacitado para generar igual riqueza que un trabajador de mayor edad.
De igual manera, en el caso de trabajadores de oficina o tiendas, sin formación superior, bastarían uno o dos meses como máximo para estar capacitados para desarrollar trabajos sencillos, pero esta ley no hace diferencia, trata a calificados y no calificados por igual.
Ventaja de los jóvenes
La edad hasta los 25 años menos un día, como es el caso de esta ley, es además muy ventajosa para las empresas porque se tiene más fuerza física y mucho menos enfermedades que los trabajadores mayores. Los jóvenes por lo general consumen escasos días de descanso por salud. Este es un valor que toda persona tiene y que pocos años le durará, de modo que este capital humano no puede ser regalado a la explotación. Esta condición física debe ser valorada con remuneraciones aceptables y no pisoteada como lo hace este gobierno, que pretende regalar el valor de la fuerza de la juventud a la voracidad de las grandes empresas. El joven sin recursos ni preparación tiene solo su fuerza física, que debe entregarla por una remuneración decente.
Aspectos generales de esta ley
Pese a recortar beneficios, esta ley obliga a jornadas iguales que las de trabajadores normales, de 48 horas semanales, pero en contra del trabajador tenemos:
- Se les quita el derecho a percibir CTS
- Se les quita las gratificaciones
- Asignación familiar, pese a que hay jóvenes con carga de familia
- Vacaciones completas, que de 30 se reducen a 15 días
- No tienen derecho a contrato a plazo indeterminado, deben irse cuando éste termina
- Se les quita el derecho a percibir el reparto de utilidades
Sin duda, esta norma debe ser derogada o restringida a los casos señalados de jóvenes sin preparación, por un tiempo corto (uno o dos meses) y sólo para pequeñas o medianas empresas. El abrir esta puerta a las grandes empresas huele a faenón preparado en las sombras al abrigo de Blumes y “plumes” carroñeros. Posiblemente estén entre los lobbistas los nuevos latifundistas que recibieron a precio vil terrenos que costaron a todos los peruanos en el norte, como los de Olmos, Chavimovic, etc.
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