Por Carlos E. Delgado Guerrero
Para saber bailar solo hay que dejarse llevar. En las celebraciones de año nuevo, algunos disfrutaron de la cena y el champagne o placer predilecto, otros realizaron oraciones de agradecimiento despidiendo el dos mil diecisiete, así también cábalas para tener un auspicioso 2018 como vestir ropa interior amarilla, poner una herradura detrás de la puerta, hacer baños de florecimiento en fin... mientras sube la temperatura por el verano se empieza a sentir el ritmo de las distintas bancadas políticas que van dando sorprendentes pasos al son de la sensual samba brasilera, en una coreografía cortesía de Marcelo Odebrecht quien va invitando a los participantes al gran baile mientras vamos aclarando el panorama de los posibles candidatos para una futura próxima elección presidencial.
Esta inestabilidad política que vivimos, hoy, empezó si recordamos como un rumor, luego se confirmó la autenticidad de las agendas de Nadine Heredia y desde ese momento a la fecha todos los peruanos nos alucinamos cada día más con las revelaciones que nos llegan desde Brasil; Sea cual sea el desenlace de esta tragicomedia política, lo que debe suceder si o si es sembrar en las memorias de todas las generaciones peruanas este acontecimiento para que no se vuelva a repetir. Simplemente previniendo, no prevención del gobierno a la nación sino del pueblo a Palacio, escuchando a los políticos y candidatos con atención, no dejándonos llevar solo por el ritmo o la magnificencia de una dudosa campaña millonaria que nos distrae del objetivo real del proceso de unas elecciones presidenciales, que es conocer el plan de acción del candidato y sobre todo como lo va hacer factible. Por esto recordemos siempre nosotros escogemos a los presidentes, solo nosotros podemos cambiar el futuro.
Porque hasta ahora los ingredientes infalibles para ganar las elecciones son un discurso bien articulado, un soundtrack (más pegajoso mejor) , una vedette de moda súper coqueta y listo venga la banda presidencial y a combatir la inseguridad ciudadana, sicariato, el tránsito de lima en la insoportable hora punta, la feroz desnutrición en pueblos olvidados entre otros problemas reales, que necesitan de soluciones y no circos, de equipos de trabajo comprometidos y no más de lo mismo, promesas sin fundamento para ganar y apropiarse de lo que nos pertenece a todos.
Ahora ya no se trata de apuntar con el dedo a los culpables, ni mucho menos hacer leña del árbol caído, porque todos vamos día a día conociendo la verdad y la justicia se encargará de hacer su parte, la realidad que descubrimos cada veinticuatro horas gracias a las noticias, permite que caigan las vendas de nuestros ojos y nada ni nadie puede volver a sorprendernos con la campaña más pintada, a menos que, nos dejemos sorprender. De plano hay varios candidatos con la consciencia elástica, que ya no van a estar entorpeciendo este proceso tan importante pero depende también de nosotros no permitirlo. Por el momento estamos a la espera de una sólida opción que le devuelva la esperanza a todos los peruanos, como lo acaba de hacer la selección peruana de fútbol, sigamos el ejemplo de espíritu de equipo y no esperemos treinta años como en el fútbol para tener un Presidente como corresponde, que sea real en las próximas elecciones de manera democrática y constitucional.
Por el momento hacer fuerza como el país unido que somos y no dejar que nada frene el avance que estamos teniendo en otros temas, seguramente este rumor mal fundado de posibles futuras elecciones (con todo el innecesario gasto que significan al país) queda solo en palabras que se las lleva el viento y podemos sostener el gobierno gracias al diálogo real entre las partes, dando un ejemplo positivo a nivel internacional de diálogo alturado y responsable para así poder revisar los desacuerdos con objetividad y llegar al fin a una solución, en pro de la estabilidad del país, ya que sin estabilidad se reduce notablemente el crecimiento en todos los sectores y la inversión que entiendo que es lo que esperamos la mayoría, el resurgimiento de una nación fuerte como nuestros antepasados.