Por Alejandro Sánchez-Aizcorbe
El presidente Maduro goza del derecho y tiene la obligación de asistir a la Cumbre de las Américas. Su participación le permitirá ofrecer su versión de la crisis venezolana y lo obligará a escuchar las críticas y las protestas públicas contra su gestión y la del chavismo, y nos obligará a repasar el papel de la oposición venezolana y sus padrinos internacionales.
Recíprocamente, los presidentes o representantes de las Américas habrán de soportar la crítica y las protestas públicas que obedecen a la intensidad y malignidad sin precedentes de los fenómenos endémicos y concatenados que nos aquejan:
Brecha entre la riqueza y la pobreza; corrupción sistémica del Estado, de las fuerzas armadas y de los grupos armados irregulares; desvirtuación de la democracia; narcotráfico y lavado de activos; prostitución infantil y turismo sexual; esclavitud, tráfico y violación de niños y niñas, mujeres y adultos; racismo; sicariato; monopolio informativo; asesinato consuetudinario de niños y adolescentes y civiles indefensos en escuelas y lugares públicos; crecimiento metastásico del complejo militar-industrial; cobardía civil; refugiados económicos y climáticos; xenofobia; homofobia; peonaje y vicariato de los países del Río Grande hacia el Sur en el escenario geoestratégico global.
Pedro Pablo Kuczynski, sospechoso de corrupción, campeón de la impunidad, presidente del Perú, país conocido en el mundo entero por ser el primer o segundo exportador de cocaína, pretende impedir la asistencia de Maduro a la Cumbre. El Grupo de Lima lo apoya incondicionalmente.
Estados Unidos, Colombia, México, Perú, Honduras, Guatemala, El Salvador, Panamá, Brasil, Chile, Argentina et alia forman un conglomerado de primerísimo orden en lo relativo a producción, consumo y distribución de drogas, y lavado de activos.
Constituyen el Grupo de Lima países cuyos presidentes o representantes habrán de afrontar la misma o mayor intensidad de críticas y protestas que afectarán a Maduro, comenzando por el Perú, país anfitrión.
Según UNODC, a las Américas corresponde el 16.3% de la cantidad mundial de homicidios, muy por encima de África, que sigue con 6.2%.
Guatemala, El Salvador, Honduras, Venezuela, Colombia, Brasil, México, Panamá, Perú, Chile, Estados Unidos, Argentina, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Paraguay, Chile y Uruguay forman parte de esta vergüenza universal. El Grupo de Lima está incluido en el conjunto enumerado.
La primera prioridad de las Américas en cuanto a Venezuela —transformada en una obsesión que solapa nuestras propias miserias— es evitar que se convierta en algo semejante a Irak, Siria, Libia o Yemen. En el tablero geoestratégico priman los intereses de los más fuertes: no importa cuántos mueran en Venezuela si, a semejanza de Irak y Libia, sigue produciendo petróleo.
Lo dicho no implica eximir de responsabilidad ni a Maduro ni al chavismo ni a ninguno de los gobiernos del Grupo de Lima y de las Américas respecto a lo que históricamente apunta, si no se cambia esencialmente de rumbo, a una decadencia distópica acaso sin camino de retorno.
(Foto Nicolas Maduro:Hugoshi/Wikimedia)