Por Raúl Allain (*)
En vísperas de la conmemoración del 197º Aniversario de la Independencia Nacional del Perú, planteo reflexionar sobre la existencia o ineficacia en nuestra nación de una auténtica soberanía, no solamente concebida como dominio territorial sino como la idoneidad de nuestras autoridades políticas para conducir el país conjuntamente con una ciudadanía libre.
Los últimos hechos de corrupción que se vienen ventilando en el Poder Judicial y Consejo Nacional de la Magistratura, alcanzan ribetes de escándalo, criminalidad, inmoralidad e incapacidad de aquellos funcionarios para desempeñar el rol que el Estado les encomienda.
Pero no es todo, porque es vox populi que la corrupción y el corrupcionismo han crecido exponencialmente, depravando todas las instituciones y organismos: Congreso, Ministerios, Gobernaturas Regionales, Municipalidades, donde muchos funcionarios solo quieren utilizar el cargo como un organismo de fachada exclusivamente para apoderarse del botín aurífero del tesoro público.
¿Cuál es la causa de este mal generalizado? ¿Es esta la libertad que vamos a celebrar el 28 de julio?
Estamos, evidentemente, ante un panorama oscuro de honda deformación moral, que es manifestación de una determinada falacia social, o usando los términos médicos tradicionales: la corrupción es un virus o un cáncer.
La soberanía peruana se ha verificado pervertida durante lustros. Ya es muy conocido que durante el fujimorismo la perversión política corrompió nuestro imaginario social: cuerpo, mente y espíritu del pueblo, mediante un obscuro sistema maléfico, obligados por la ambición de Vladimiro Montesinos y su práctica conspiratoria perniciosa.
El corrupcionismo (alentado por los corruptores) se ha convertido en una acepción sociopolítica en la “doctrina” que exhiben muchos autodenominados “partidos políticos”, que en realidad se configuran en organizaciones criminales, y utilizando la figura falaz del “candidato ideal” solamente se enfocan en capturar la intención de voto, para luego llegar al poder y enriquecerse a costa del pueblo.
Lo que está sucediendo no tiene precedentes en la historia del Perú. Creo que la protesta de muchos colegios de no participar en el desfile de Fiestas Patrias es solo un síntoma del descontento popular, que ya está estallando en las marchas contra la corrupción.
Sociopolíticamente hablando, la corrupción en todas sus dimensiones ya es parte del dramatismo de nuestra realidad. ¡Erradicación inmediata!
(*) Escritor y sociólogo. Presidente de IPJ y director de Editorial Río Negro.
Expreso, 26.07.2018
Raúl Alfonso Allain Vega. Escritor, poeta, editor y sociólogo. Presidente del Instituto Peruano de la Juventud y director del sello independiente Río Negro.