Por Herbert Mujica Rojas

Imposible disimular de dónde nace la infidencia de las reuniones, por el tiempo transcurrido y por el oportunismo cínico en que se revelan los acontecimientos. Bellaquerías más o menos y voceros, a cual más amenazante y desembozado, dan cuenta de una estrategia para tumbar la administración del presidente Martín Vizcarra.

Nada hay que amengue el delicadísimo e infantil yerro del jefe de Estado que le hace resbalar por los frágiles edificios de la mentira y la inexactitud.

Ayer en Tacna, el mandatario Vizcarra, expresó que nadie iba a detener la ambición imparable del pueblo peruano en su lucha contra la corrupción. ¡Muy bien dicho! Entonces ¿qué espera su gobierno para plantear el tema del referéndum como un asunto de confianza, además de impulsar la NO reelección total de los congresistas? Los vivazos de siempre, esos que tienen las curules como prolongación de sus posaderas, ya están oteando las rutas hacia el Senado que dan por hecho. ¡Ninguno merece sino irse a sus casas y juicios morales de residencia!

El hampón en Perú es llamado político; el aventurero que echa artilugios sobre el desarrollo social, ideólogo; el mercenario que responde a dineros foráneos da vida y forma a los espacios que el Estado no cubre; el pobre diablo gana el respaldo de la sociedad civil y se le premia por las continuas estupideces que afirma como augur de una transformación que sólo existe en su cabeza hueca. ¿De qué otro modo puede explicarse la profunda y abisal descomposición que nos muestra como un país de salvajes y sinverguenzas, ineptos para la vida civilizada?

¿Sólo el proletario o sin trabajo, iletrado o cuasi analfabeto, escupe, micciona, roba o estafa en las calles y en cuanto lugar escoge para su desempeño rateril? De ninguna manera. ¿O es que acaso no hemos visto a falsificadores de títulos escolares o universitarios, a plagiadores de tesis, a “profesionales” con títulos inexistentes, en la cosa pública, en ministerios, en el Parlamento, en la burocracia? Esta “democratización” al revés porque iguala al caco humilde con el refinado –pero igual de hampón- de saco y corbata, representa una de las constantes más abominables de nuestra vida cotidiana.

¿Y qué decir de las mayorías políticas que en realidad son bandas callejeras inteligentes en el idioma del grito, amenaza, chantaje, para cubrir a sus cabecillas en camino a la cárcel, feraces en la comisión de fechorías? Bien decía Manuel González Prada: “tomar a lo serio cosas del Perú”.

Los clubes políticos, asociaciones de capturadores de los puestos públicos, con ex presidentes a la cabeza, sólo ambicionan beber de la cansada ubre del Estado. Su modus vivendi es el asalto al presupuesto y la coima en los contratos con nombre y apellido y, valgan verdades, son una taifa multipartidaria o más bien variopinta.

Determinación es lo que pide el pueblo al jefe del Ejecutivo, Martín Vizcarra. Le acompañará con valentía para licenciar a los vagos que han hecho de la política vil negociado culpable y también para licenciar a las vacas sagradas. ¡Haga cuestión de confianza el referéndum y si le deniegan la solicitud la multitud comprenderá que las horas del cierre para elecciones nuevas del Congreso habrán llegado irremisiblemente!

29.08.2018