Por Raúl Allain (*)

Todas las culturas se expresan mediante el arte. La belleza, lo sublime, son anhelos de plenitud humana. Las conexiones psíquicas del arte demuestran que su irracionalidad no es una mera cuestión ontológica.

El arte es un estilo de vida cuya dinámica está arraigada a los sentimientos. Pero a la vez el arte es un medio de crítica social. La obra artística, como señalarán posteriormente los autores de la Escuela de Frankfurt, posee un potencial de transformación social gracias a su ataque a los valores imperantes.

Y actualmente, frente a la aparición de un Estado caracterizado por la administración burocrática, la corrupción y la criminalidad, la creación estética es una alternativa importante, porque implica una valoración diferente de la realidad. El hombre se transforma mediante la expresión de su mundo interior.

Considero que la sociología de la cultura tiene que ser entendida como un laboratorio de estados emocionales constante en la historia. Las temáticas artísticas se refieren históricamente a la expresión del pueblo. Pero también son medios interpretativos de orientaciones sociales. La cultura opera como un motor.

Pero no todo es subjetivo. Hay una economía y una industria del arte y la cultura, que brinda al ciudadano un escenario para la interacción. Cada vez es más fuerte la presencia de la “obra de arte” como una mercancía, tal como lo demuestra la industria editorial, la subasta de pinturas, el cine, la música pop, la fotografía, ahora disponibles producto de los teléfonos móviles de tecnología de avanzada.

Sin embargo, las herramientas telecomunicacionales son el medio por el cual se establece la doblegación humana, como he teorizado en mis ensayos. No solo han producido un parámetro trascendental de la globalización sino también promueven alienación mundial. Todo esto reforzado con un sistema de  vigilancia masiva persistente, lo cual ha sido denunciado por Edward Joseph Snowden, quien dijo que no quería vivir en un mundo donde se registra todo.

La contradicción del arte y la cultura tiene su génesis en un mundo donde los valores del “deber ser” siguen oponiéndose al “ser”. La pregunta: ¿para qué sirve el arte?, debe integrar mentalidades y cosmovisiones ancestrales, sobre todo si pensamos en el paradójico Perú actual.

 

(*) Escritor y sociólogo. Presidente de IPJ y director de Editorial Río Negro.
Expreso, 30-08-2018

Raúl Alfonso Allain Vega. Escritor, poeta, editor y sociólogo. Presidente del Instituto Peruano de la Juventud y director del sello independiente Río Negro.