Por Herbert Mujica Rojas

Los parlamentarios-curul (especie peruana de congresistas unidos a una curul que es parte de su anatomía) ya se afilan las uñas y miran hacia el Senado. Su miopía política, nulidad cultural y ceguera geopolítica, pretenden trasladarla a la llamada Cámara Alta. Por eso impulsan como requisito que para ser senador se requiere haber sido diputado.

Los parlamentarios-curul arguyen que poseen experiencia. Decir que estos años que llevan apoltronados en el Congreso, les transfiere con automatismo acelerado, de habilidad en el manejo de los asuntos legislativos es una mentira. Sí, en cambio, puedo afirmar que son timadores hábiles, traficantes de influencias, vividores de la cansada ubre del Estado y en casi el 100% de los casos, individuos huérfanos de masa gris.
 
Cuando el 28 de julio el presidente Vizcarra anunció en su Mensaje al país que una de las reformas constitucionales sería la no reelección, el júbilo y alegría se esparció urbi et orbi. Era hora de parar a estos interminables parlamentarios-curul duchos en la cobranza de fin de mes, angurrientos de los honores que les prodiga el protocolo, jefes y mandones de escuadones de asesores y brigadas de secretarias y que en 10, 15, 20 ó más años han comunicado al elector que el techo de su intelecto es bajo, muy bajo.
 
El refrán revela que hecha la ley, hecha la trampa.
 
Y para sacarle la vuelta a la reforma no tuvieron más ingeniosa salida que postular que uno de los requisitos para postular al Senado fuera haber sido diputado. Quien no lo ha sido debe despedirse de su “futuro político”. ¡Cómo si vivir exprimiendo a los contribuyentes constituyera trabajo honesto y productivo! ¡Pamplinas!
 
Los parlamentarios-curul atentan contra la indispensable renovación de cuadros políticos. Su “experiencia” es deleznable porque navega en mañas y trapisondas de cómo mejor servirse del Estado y la administración pública.
 
Analice usted uno por uno a los parlamentarios-curul y llegará a la conclusión ominosa que no pasan de pelmazos e ineptas con ambiciones desmedidas y una acrisolada mediocridad insufrible. Los junta a todos en una exégesis de las leyes que sacaron y el balance sería pobrísimo. ¡A eso llaman “experiencia”!
 
Por tanto si las luces que iluminan a estos pelmazos e ineptas son débiles ¿con qué razón puede afirmarse que serán reflexivos en el Senado? Lo que Dios no da, Salamanca no lo presta, ni hoy o mañana o en 100 años.
 
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

 

27.09.2018