Por Alfredo Palacios Dongo
El tema de la corrupción es un fenómeno antiguo muy conocido por todos los peruanos porque se ha desbordado como una verdadera pandemia e incrustado en la mayoría de instituciones, sus efectos son demoledores, no solo arrebata dinero de los recursos públicos (según Transparencia Internacional se pierden anualmente S/ 12,600 millones por corrupción) sino que su misma existencia socaba la estructura social y ética de nuestra sociedad, crea desconfianza, incentiva conductas abusivas y rompe el principio de legalidad. A raíz del caso Lava Jato la corrupción en nuestro país llegó a su máxima expresión cuando se confirmó que Odebrecht pagó sobornos por US$ 29 millones para ganar licitaciones involucrando a personajes que mostraron su verdadera miseria moral, entre ellos, ex presidentes, políticos, gobernadores, alcaldes, jueces, fiscales, funcionarios públicos, empresarios y profesionales.
Para comprender la magnitud de la corrupción a nivel nacional, el pasado 20 de setiembre el procurador anticorrupción, Amado Anco, advirtió que hay 4,225 procesos (peculado, colusión, negociación incompatible) que involucran a autoridades y ex autoridades de gobiernos regionales y locales, 4,000 están en trámite y solo 222 tienen sentencia firme e increíblemente solo 14 cumplen prisiones preventivas. También, un reciente estudio “círculo de la corrupción en gobiernos regionales” advierte que existen 1,091 obras paralizadas por corrupción que afectan en diferentes regiones servicios de salud, educación, agua y saneamiento, vivienda y carreteras.
Bajo este panorama, a corto plazo debemos implementar en forma prioritaria las reformas judicial y política para tratar de cambiar la cultura institucional y la lógica de la gestión pública, pero para combatir la corrupción de manera sostenida y con visión de futuro se requiere la intervención de los tres poderes del Estado y de todos los peruanos, principalmente en temas de educación en valores. La solución a largo plazo pasa por una adecuada educación del carácter en valores y virtudes con códigos éticos y de conducta en colegios y universidades siendo indispensable incluir y desarrollar programas curriculares de enseñanza que incidan en valores éticos (honradez, transparencia, normas de comportamiento, ejemplaridad, responsabilidad, disciplina y respeto) para edificar la conciencia ciudadana, además es fundamental la educación en la familia para formación del carácter de sus hijos y su comprensión de las necesidades de los demás por encima de pensar en sí mismos. Todos los esfuerzos educativos y de los padres de familia coadyuvarán a erradicar en el futuro los casos de corrupción y de otros problemas sociales.
Expreso, 01.12.2018