Por Carlos Garrido Chalén

Frecuencia Latina tuvo gran éxito con su serie 'La Gran Sangre IV', en la que uno de sus protagonistas dirigiéndose a un enemigo implícitamente identificado decía: “Que se cuiden los malditos”. Y esa frase terminante, provocadora, pero también puntual, pienso que debería ser usada como paradigma, distintivo y sentencia legal de la nueva lucha contra el fenómeno de la corrupción que agobia y desangra a nuestro país y al mundo.

Por que es 'maldito', el que le quita el pan de la boca a un niño pobre, el que le cobra un cupo al licitador que quiere ganar un concurso para concretar una obra, el que trama cómo desplumar al erario nacional sin prever que está sembrando miseria en un pueblo que no tiene defensores.

La frase es buena: “Que se cuiden los malditos”, porque de ellos está lleno el infierno (y el planeta). De ellos es la pus y la condena de un pueblo al que le han dejado de hacer justicia distributiva, por que el dinero que hubiera servido para sus obras, se lo llevan los cuatreros del aparataje público. De ellos y nada más que de ellos es ese cuadro decadente de moralidad frustrada que hace que algunos jóvenes, ante el mal ejemplo, crean que 'el idiotismo del que no roba', ya pasó de moda y que hay que meterle cuchillo a la torta del presupuesto estatal de la manera más 'adecuada' posible. Y no saben que la presunta refulgencia de la prosperidad que coyunturalmente mueven no les pertenece. Esa aproximación me recuerda al gran Khalil Gibrán cuando decía: “Mi alma me habló y me dijo: la linterna que llevas no es tuya y la canción que cantas no fue compuesta en lo profundo de tu corazón, porque aunque sostengas la luz no eres la luz, y aunque seas un laúd con las cuerdas tensas, no eres el ejecutante”.

El que le roba al Estado no tiene ninguna luz, ni tampoco el robo es su linterna. Y la canción que posiblemente cree escuchar del monto recaudado que les suena en el bolsillo, sólo es el eco de la repugnancia, por que así es como se siembra inhumanamente la pobreza. Y 'que se cuiden los malditos' deberá ser la voz que los agarre desprevenidos y haga sentir el pudor de la vergüenza. Aunque de sinvergüenzas está lleno el territorio de la deshonestidad y la corrupción, y de bribones desvergonzados su estamento.

Que se cuiden los perversos, los malvados, los malintencionados, los réprobos y los malignos, que pululan por todos los caminos; los forajidos que han hecho de la prebenda, la deshonestidad y la coima una aventura; los villanos asentados en puestos públicos que creen que nadie se enterará nunca de sus felonías. Porque si esto no cambia, corremos el riesgo de que hasta el mismo diablo, se le ocurra ocupar el lugar de Príapo, de quien Homero cuenta, que fue un innoble dios, que al ver las ceremonias mágicas que realizaban Canidia y Sagana, que evocaban en un jardín las furias y las sombras, quedó tan asustado, que dejó caer una gran ventosidad que mandó a las brujas al carajo.