Si los clubes electorales pretenden dejar de serlo, resulta imprescindible que ¡boten a los dinosaurios! de sus dirigencias. No sólo arrastran la etiqueta de perdedores, sino que son traficantes de influencias, deshonestos, mediocres, incapaces de entender al Perú como proyecto revolucionario y no vil cancha de negociados y cuchipandas.
Los dinosaurios arrastran décadas de fracasos, frustraciones, incapacidades. Han ¡eso sí! fabricado portátiles de adulones, cómplices, dogos entrenados en el cuestionable afán de celebrar cuanto diga el capitoste de ocasión y se aúpan vía elecciones amañadas, cambio de credenciales, desconocimiento de las delegaciones legítimas, en suma, tramposos de tomo y lomo.
“Por lo menos cinco o seis lustros ha que los denominados conjuntos sociales agrupados en partidos políticos empezaron el nadir inevitable. Inducidos por sus líderes reacios a cuerpos doctrinarios o arquitecturas ideológicas o fraternidades hacedoras de propósitos comunes al compás de ritos, historias, recuerdos, a la señal y jaculatoria de tener sensación de pertenencia (sense of belonging) a una casa matriz, éstos iniciaron el acelerado proceso de abandono y reemplazo so pretexto de la globalización que a todos afecta y de qué manera.
Los partidos políticos que debieron ser escuelas de dignidad, honradez, preparación burocrática para el ejercicio de las tareas gubernamentales por sector, con ciencia y conciencia, se transformaron en vulgarísimas usinas proveedoras de inanes, ociosos y débiles mentales para el Estado.
Da risa, entonces, cuando el legiferante Fulano de Tal se llena la boca con “modificaciones” o “adiciones” a la “ley de partidos” o a sus “efectos”. ¿No sería mejor preguntarse si existen tales corporaciones así llamadas?
La mejor definición, sin excepciones de ninguna especie, es la de clubes electorales. No pasan de asociaciones fautoras de especialistas en la mentira, acróbatas en la monra, apenas llegan al puesto y tornan hábiles en la composición de la ley que no funciona y a la que todos sacan la vuelta para obtener ganancias de ubérrima índole.
En consecuencia, aquí en Perú, la ley no es respetada ni sentida como parte de un ordenamiento, desde el corazón a la acción cívica, sino como reto para afrontarlo y superarlo entre risas descaradas.” Del partido-escuela a proveedor del Estado, 18-11-2009, http://www.voltairenet.org/article162961.html
Por absurdo que parezca, sólo la angurria de ocupar una curul, un puesto en alguna asesoría, un asiento secretarial o la más humilde pega (pero segura), preside la ambición de los políticos criollos.
Ninguna agrupación discute sobre la posición geopolítica del Perú con cinco fronteras ni en torno a la política energética. Ciertamente que menos sobre el rol del Estado en un mundo globalizado y la intromisión abusiva del poder imperial de Estados Unidos a través de los TLC, sus bonos financieros, bancos de inversión dizque social pero que prohíjan panzones que actúan como cualquier otro banquero cobrando o ejecutando.
Alguna excepción, bobamente mezclado con los dinosaurios, puede exhibir un pasado material y familiar holgado y honesto. Preguntar a los pata al suelo que hoy exhiben signos exteriores de riqueza por doquier, de dónde esas casas y departamentos, en la ciudad, playa y el campo; viajes a todo el mundo; autos de marcas lujosas, doctorados honoris causa obsequiados como chapitas, es un cuestionamiento incómodo.
Los dinosaurios, con arrastre popular nulo casi al 1%, famosos por su vinculación a escándalos, robos y estafas en contratos públicos con nombre y apellido; compras direccionadas; buenas pro a testaferros o empresas insignificantes, trabazón con poderosos estudios de abogángsteres que se han inventado el cuento que Perú es un gran artificio judicial en que venden sus favores; no juegan por y para el Perú. Medran para sus bolsillos.
¡Boten a los dinosaurios! debería ser el grito de combate de las nuevas generaciones ayunas de experiencia porque los anacrónicos no sueltan la mamadera pues de eso viven hace 40 años y de hacerlo, perderían los manantiales de su figuración mediática.
¡Boten a los dinosaurios! porque sus manchas corrompen todo a su paso y alrededor.
¡Boten a los dinosaurios! porque torcieron la historia, la acomodaron a sus relatos corruptos y mañosos y alquilaron mercenarios con membrete de intelectuales para barnizar sus añagazas tramposas.
¡Boten a los dinosaurios! sino de otro modo, están adelantando los funerales grises y manchados por años de ignominia y ofensa a la memoria de miles de caídos en el encierro, destierro y finalmente en el entierro.
¡Botar a los dinosaurios de todas los clubes electorales sin excepción, es el pórtico a la renovación, al porvenir que nos debe una victoria y a la alameda de un Perú libre, justo, culto y digno!
26.09.2024
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