Abajo del puente
Abajo del puente
por Herbert Mujica Rojas
El precio de ser independiente, (eufemismo lindo para no decir desempleado), obliga a un traslado por la gran metrópoli que es Lima y el pasaje por no pocos de sus puentes en avenidas que parecen hormigueros peatonales, de enorme congestionamiento, ruido monstruoso y gritones “llenadores” de combis y buses. Abajo del puente —de cualquiera de ellos— hay otro mundo, un caos neurótico y desestabilizador y un ejercicio de paciente espera resignada hasta que los choferes se acomeden a quitar el pie del freno.
El precio de ser independiente, (eufemismo lindo para no decir desempleado), obliga a un traslado por la gran metrópoli que es Lima y el pasaje por no pocos de sus puentes en avenidas que parecen hormigueros peatonales, de enorme congestionamiento, ruido monstruoso y gritones “llenadores” de combis y buses. Abajo del puente —de cualquiera de ellos— hay otro mundo, un caos neurótico y desestabilizador y un ejercicio de paciente espera resignada hasta que los choferes se acomeden a quitar el pie del freno.