La Oroya no existe
Por Luis Eduardo Cisneros*
Tenía 19 años la primera vez que conocí sobre la problemática de La Oroya. A finales del 99, recuerdo haber estado en la casa de mi hermana y haberle pedido la computadora para googlear el nombre de esta ciudad, y verificar si tanto horror era cierto. La búsqueda no arrojó muchos resultados. Dos de los videos que encontré mostraban trabajadores bastante sonrientes de Doe Run, cantando arpa en mano y al ritmo de las palmas del respetable en festejos de esta compañía. Hallé también artículos muy pequeños escaneados de diarios locales que brindaban información financiera e industrial bastante superficial en un espacio de 2 x 2. Solo pude ubicar dos sitios web de instituciones indignadas con información documentada y relevante; algo que, frente a tamaña problemática, resultaba ser una muestra de un desinterés ciudadano bastante difícil de asimilar.