Historia y farsa en Perú
Por Samuel Morales Chavarría
La situación actual de la política peruana —tildada con espanto de confrontacional por el conservadorismo limeño — se parece como dos gotas de agua a la escena que domingo a domingo se suscita en los penales peruanos a la hora del término de visita: al transitar por las amplias veredas camino a la salida, los que concurren por primera vez se verán de pronto sorprendidos al hallarse en medio de una feroz pelea entre avezados delincuentes que armados con picos de botella rotos y verduguillos fintean ataques de unos contra otros gritando feroces y bárbaras imprecaciones y procacidades. Rápidamente y a prudente distancia son acordonados por el público visitante que expectante espera de un momento a otro un epílogo sangriento, cuando de pronto y en lo que parece esta vez sí el choque brutal de los contendientes, muchos cierran o cerramos los ojos para no ver la casi segura degollina, y al segundo siguiente, lo que parecía un sangriento desenlace, se troca en el mismo momento del impacto de estos abandonados de Dios, en un abrazo feliz, para sorpresa y respiro de alivio de los espectadores. A renglón seguido el visitante deberá hurgar en sus bolsillos, “una colaboración causita” para recompensar a estos no tan improvisados actores del bajo mundo.