Rolando Páucar Jáuregui. Físico nuclear
El reconocimiento a don Pedro Paulet Mostajo (1874-1945), como precursor de la ciencia aeroespacial y padre de la astronomía moderna es un acto de justicia para un peruano universal.
La gran capacidad creadora e innovadora de este ingeniero arequipeño que de niño soñaba con llegar al espacio y que años más tarde lo llevó a inventar un motor impulsado con combustible líquido y el primer propulsor de cohetes es digna de admiración.
A los 19 años fue becado por la Sorbona de París donde estudió ingeniería y arquitectura. En parte por su preparación académica y también por su genio autodidacta, Paulet fue arquitecto, ingeniero, mecánico, químico, economista, geógrafo, escultor, diplomático, escritor, periodista (llegó a ser director de El Peruano), conferencista e inventor visionario.
A inicios de 1900, Pedro Paulet, dotado de una gran visión estratégica, propuso la implementación de un servicio aeronaval pero con desarrollo tecnológico nacional, convirtiéndose en un precursor del uso de la tecnología de guerra en la ciencia, la industria y el comercio de Perú.
Este brillante peruano ha contribuido a la ciencia mundial, recordemos lo que el mismísimo exdirector del Centro Espacial Marshall de la NASA en su libro, Historia de la cohetería y de los viajes espaciales, dijo sobre él, "con su esfuerzo, Paulet ayudó a que el hombre abordara la Luna".
Otro de sus valiosos aportes al país lo hizo dirigiendo la Escuela de Artes y Oficios de Lima, lo que años más tarde se convirtió en el Instituto superior tecnológico público José Pardo. Este profesional entendió la importancia de la educación técnica y aceptó este nuevo reto que lo llevó a estudiar el currículo de los centros europeos de educación técnica más destacados, e incluso invitó a un distinguido equipo docente de ingenieros para que lo ayudara a fundar dicha escuela. Como exjosepardino me siento orgulloso de haber sido parte de la historia que inició este destacado hombre de ciencias.
Pero Paulet merece algo más que una placa. Se trata de un ejemplo para las generaciones presentes y futuras del mundo. Como tantos muchachos peruanos, provenía de una familia mestiza, radicada en un humilde pueblecito de los Andes, y demostró, a través de su contribución a la ciencia universal, que todos los hombres somos capaces de acceder a los más altos estadios de la creatividad humana.
Amante de la aeronáutica e ingeniería, Paulet no vivía encerrado en su mundo, como hombre dinámico y adelantado a su tiempo pensaba en el futuro, por ello le interesaba transmitir su interés científico y promover la vocación por las ciencias a los jóvenes peruanos.
Hoy, su obra se proyecta como un paradigma para todos los que amamos las ciencias. La huella profunda que dejó demuestra que están equivocados los que creen que solo la mejor ciencia es aquella que se hace en el extranjero, porque él aprovechó los conocimientos adquiridos en Europa y después vino a trabajar intensamente en su patria.
El Peruano, Lima 06-07-2012
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